En el Palacio de la Zarzuela, tanto significado tienen los silencios como las quejas con sordina. Felipe VI, fiel guardián de la Constitución y escrupuloso cumplidor de su papel recogido en la Carta Magna, jamás manifiesta en público su agrado o desagrado por las decisiones del presidente del Gobierno, incluso cuando le afectan a su misma imagen. Es lo que sucedió días atrás, cuando Pedro Sánchez anunció públicamente el acuerdo al que había llegado con Pablo Iglesias para desbloquear la situación política, mientras el Rey estaba a 8.000 kilómetros.

Felipe VI acababa de llegar a La Habana, en un viaje que él quiso posponer para no ausentarse de España el pasado 11 de noviembre, unas horas después del cierre de los colegios electorales, en unos comicios transcendentales tanto por la complejidad de la situación política como por los resultados en el recuento del 10-N.

Ésta es la crónica no conocida de una tensión entre Zarzuela y Moncloa, larvada durante semanas y que estalló en pleno vuelo como un misil político.

El 'Reino de España'

El Reino de España, como muestran siglos de Historia, es muy resistente, a prueba incluso de los españoles, cuyo pecado capital es su afán por la autodestrucción. El otro 'Reino de España', nombre del avión en el que viaja la Familia Real, también parece imbatible. Según la literatura que existe sobre el aparato, dispone de un sistema antimisiles, lo cual le permitiría eludir un ataque tierra-aire o desde el mismo espacio aéreo.

El lunes 11, el avión esperaba estacionado en Barajas en perfecto estado de revisión para partir hacia Cuba. ¿Invulnerable a cualquier ataque? No. Con lo que el 'Reino de España' y su principal inquilino, el Rey, no contaban es con el fuego amigo. Un arma casi letal llamada Pedro Sánchez, quien ya sea por torpeza, por mala fe o por las dos cosas a la vez, puede hacer daño a diestra y siniestra.

Así sucedieron los hechos:

En la noche del 10-N, cuando las últimas urnas vomitaban un resultado ciertamente inesperado para Pedro Sánchez –la pérdida de tres diputados, de 123 a 120 escaños para el PSOE, y 700.000 votos menos–, el presidente en funciones toma una decisión: pactar con Unidas Podemos, aunque tenga que tener como vicepresidente al insoportable Pablo Iglesias –"el comunista, anticapitalista, mentiroso, quitasueños…", según definición del propio Sánchez–, y como una de sus ministras a la pareja de éste, Irene Montero. Dos por el precio de uno. Los guardeses del Palacio de la Moncloa y del Palacete de Galapagar en el mismo Ejecutivo.

A esa hora, 10.30 de la noche del 10-N, seguramente la única depositaria de la decisión histórica del presidente era Begoña Gómez, su esposa y compañera. Visto el frenesí aplaudidor de Begoña, a punto de partirse manos y antebrazos en el balcón del PSOE en la noche de autos, cabe deducir que estaba contenta por el derrotero elegido por su marido.

Abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tras alcanzar un acuerdo de Gobierno. EFE

Mañana del lunes 11 de noviembre. España está distraída con el ocaso de la estrella estrellada, el hombre que pudo serlo todo y ya no es nada: Albert Rivera. Siempre le quedará representar a otra estrella, Malú.

Mientras, en el Palacio de la Zarzuela, Letizia cierra las últimas maletas rumbo a Cuba, a la vez que Felipe VI, muy preocupado por el no-resultado de las elecciones del día anterior, se anuda la corbata verde con un ligero temblor en sus manos regias. No sabía que en vez de las tres vueltas habituales, Pedro Sánchez le daría una cuarta hasta dejarlo sin respiración. La corbata era un mal presagio. ¡Ay la cravate, que llegó desde Croacia a la Revolución Francesa que descabezaría la monarquía!

Nadie sabía nada

El Rey ignoraba aún la noticia bomba que le desestabilizaría anímicamente a él y a todo el Reino de España antes de partir hacia Cuba.

Ni la sabía él a esa hora, sobre las 11.00 de la mañana del lunes, ni se enteraron los miembros de la Ejecutiva Federal del PSOE reunidos en Ferraz media hora después. El relativista Pedro Sánchez –agnóstico en la vida en general–, no dijo ni pío sobre su súbito encaprichamiento por Pablo Iglesias. Podía elegir entre dos Pablos, entre la barba y la coleta, y Pedro tiró por lo último.

La Ejecutiva del PSOE estaba en la inopia. El rey sol socialista, frío como un témpano, investido con su incontestable y mutable palabra ("no es no", pero puede ser también "sí es sí") se callaba el secreto que desde la noche anterior sólo conocía Begoña.

Según ha sabido EL ESPAÑOL, Pedro Sánchez telefoneó al Jefe del Estado a media mañana del lunes para comunicarle su decisión: desbloquear la situación política de España, con un gobierno de coalición con Pablo Iglesias, más los apoyos necesarios. Es decir, con los votos y la abstención de nueve partidos como mínimo, cada uno de su padre y de su madre.

La conversación entre Felipe VI y Pedro Sánchez fue larga. Duró más de media hora. Se ignora el contenido preciso así como el tono del contenido. Lo que es seguro es que cuando el 'Reino de España' despegó de Barajas, el Rey conocía ya los ingredientes envenenados del pastel, que se hizo público al día siguiente.

"Nunca lo dirá"

El avión 'Reino de España' está dotado de sistema antimisiles, como decimos, pero su dueño, Felipe VI, no estaba preparado para resistir tal situación: él, partiendo hacia el país caribeño, a 8.000 kilómetros de España, con la guayabera azul preparada para hacer turismo por La Habana antigua con la pizpireta Letizia, y en España pergeñándose el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la II República, con un partido decididamente republicano, Unidas Podemos, y con el probable apoyo de otras formaciones igualmente antimonárquicas, como el Bloque Nacionalista Gallego o la misma Esquerra Republicana de Cataluña.

Los Reyes de España paseando por La Habana (Cuba) junto al ministro de Exteriores en funciones, Josep Borrell. Casa Real

Él, a nueve horas de avión, poniendo el Atlántico de por medio, en un viaje que Felipe VI quería posponer para no abandonar España con el resacón electoral. Viaje al que fue obligado, porque en la agenda del Rey manda Presidencia de Gobierno. Menos mal que Evo Morales pidió asilo en México y no en Cuba porque, en este caso, habrían coincidido los dos mandatarios en el aeropuerto José Martí. Un asilado y un aislado.

Así habla una persona del entorno del Rey, presente en el viaje a Cuba:

"Sí, antes de despegar lo sabía. El Jefe del Estado nunca dirá si está contento o enfadado con una decisión del presidente del Gobierno, o con el resultado de unas elecciones. Lo que no hemos entendido nadie es que si el Gobierno decide que vengamos a Cuba porque, según Moncloa, era una visita histórica, que vayamos aún en contra de la opinión del Rey, que no quería ausentarse de España el día después de las elecciones; pues lo que no entendemos, insisto, es que Sánchez deprecie el viaje anunciando el día de la llegada a Cuba del Jefe del Estado su acuerdo con Pablo Iglesias".

"Porque, después de esta noticia, ¿a quién le importaba en España la presencia del Rey en Cuba? La noticia quedó relegada. Y si reparaba alguien, podía ser para mal: con la que hay liada en España, y los Reyes de turismo en Cuba, podían pensar muchos españoles". 

"Yo no sé si el Rey está enfadado o no, aunque es fácil deducir la respuesta. Piensa mal y acertarás. Sí puedo decir que contentos no estamos en Zarzuela. Va a gobernar, si todo esto sale adelante, un partido que se declara republicano. Así que el ambiente no era de fiesta en el avión ni durante la visita, sino de contenido enfado".

"Yo no digo que Moncloa nos haya boicoteado el viaje, pero da esa sensación aunque no haya sido queriendo. ¿Habría sido tan decisivo anunciar la propuesta de coalición tres días después, cuando el Rey estuviera de vuelta en España? Menos mal que el Rey salvó los muebles al pedir democracia para Cuba", dice el edecán de Zarzuela, quien en su soliloquio coincide en algo con el movimiento de Sánchez, por suicida que pueda parecer. "Sí puedo asegurar que el Rey sabía que no podía pedir a los españoles ir a votar de nuevo".

De Leonor a los Romanov

Pedro Sánchez no es el político más popular en el Palacio de Zarzuela. En impopularidad solo le supera, dentro de los políticos constitucionalistas, Pablo Iglesias. En cambio, Letizia tiene mejor opinión de este último que de aquél, a pesar de que sabe que si depende de Unidas Podemos, su hija Leonor será cualquier cosa en la vida, menos reina.

Recuérdese que Enrique Santiago, secretario general del PCE y diputado por Podemos, declaró que si hubiera un proceso revolucionario en España iría al Palacio de la Zarzuela a sacar a Felipe VI y a su familia de allí, como sucedió en 1917 con el zar Nicolas II. No aclaró si con tan expeditivos métodos y funestos resultados para los Borbones como sucedió a los Romanov.

El lazo final al embrollo del viaje a Cuba es que, en su momento, se adelantó al 11 de noviembre para que los Reyes no se hicieran la foto con el presidente venezolano Nicolás Maduro, que llegó a La Habana cuando Felipe y Letizia ya habían abandonado la ciudad. Lo que no podía imaginar la pareja real cuando se cerró la agenda es que al regresar a Madrid Unidas Podemos, con tantos admiradores de Maduro, tendría medio pie puesto en el Gobierno de España.

Enrique Santiago, secretario general del PCE y diputado por Podemos. Jorge Barreno

Es posible que este lunes Felipe VI exprese a Pedro Sánchez su malestar con lo sucedido. Por obligarle a ir a Cuba el día después de las elecciones, por anunciar la coalición gubernamental con Iglesias y por chafar así su visita histórica. Por volarla como hicieron los americanos con el acorazado Maine. "Yo, el rey, vola, volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo", podría decirle a Sánchez. Y, como en la canción, Pedro contestarle: "Yo no soy quien soy ni los que me quieren".

Sánchez lanzó su misil. Optó por la política de hechos consumados. Precipitó en menos de 48 horas desde el 10-N el acuerdo con Iglesias, sin dar opción a presiones a favor de un acuerdo de gran coalición con el Partido Popular. Descartaba así una posible variable: que pudiera peligrar su misma cabeza, al ser un obstáculo para la firma de un pacto histórico entre los dos partidos mayoritarios del arco parlamentario. El presidente en funciones quiere gobernar a toda costa, con consecuencias imprevisibles, como podría ser abrir el melón de un cambio de régimen.

El 10-N es el triunfo del cero a la izquierda (del 0,5% que representa el BNG, el 0,28% del PRC de Revilla, el 0,08% de Teruel existe). Porque los tres diputados que suman los tres partidos juntos son todo un mundo para Sánchez y el mundo al revés para la mayoría de los españoles.

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