Nicolás Piñeiro (79) visita el cementerio de Mingorrubio (Madrid) desde el primer día que se construyó. Su padre, José Piñeiro, falleció en 1964 y su sepultura fue la primera que se levantó en el camposanto, ni siquiera había muros o una carretera asfaltada para llegar. Cincuenta y cinco años después, la situación es bien distinta. Tal vez, este sepultado nunca imaginó que al final acabaría compartiendo lugar de descanso con el dictador Francisco Franco, cuyos restos están en la cripta de este cementerio desde hace una semana, tras haber sido exhumados del Valle de los Caídos. 

Desde la sepultura de José, situada en la primera línea del cementerio, apenas hay unos metros hasta la cripta de Franco. Este viernes, siete días después de haberse convertido en el foco mediático de todo el mundo, y coincidiendo con el día de los difuntos, se ha convertido en un ir y venir de gente. No solo de aquellos familiares que vienen, como cada año, a adecentar o traer flores a sus familiares, sino de turistas y curiosos que quieren saber cómo es el lugar en el que descansa el dictador desde el pasado 24 de octubre. 

A escasos metros de la capilla, se encuentra la entrada principal, custodiada por decenas de policías que, en ocasiones, requieren la identificación de quienes quieren entrar al recinto. A lo largo del día, se ven desde padres e hijos que hacen fotos de las flores a la entrada de la cripta hasta ciclistas que, ataviados con sus mallas y tras haber hecho su ruta, han aprovechado para hacerse un selfie

En el interior de cementerio, si bien, todo es distinto. Las familias, silenciosas, limpian las sepulturas y dejan las flores a sus difuntos. Entre ese mar de marmol, piedra y granito, está Nicolás Piñeiro (1941, El Pardo) , que este viernes ha venido a visitar a su mujer, Isabel. Este economista y expolítico (diputado de la Asamblea de Madrid en la II Legislatura) no esconde su descontento con que Francisco Franco sea ahora el vecino de su mujer y de su padre, José Piñeiro. Aunque ya se ha encargado de hacer una foto de la tumba, desde la que se ve la cripta de Franco, para enseñársela a su familia. 

"Vamos a ser vecinos mucho tiempo"

La tumba de José Piñeiro fue la primera que se levantó en el cementerio de Mingorrubio. ER

"Hay que dejar en paz a los muertos, debían haberlo dejado donde está. Con esto, los políticos están prostituyendo la democracia, imponiendo lo que ellos creen debe ser lo correcto. En las guerras, gane quien gane siempre impone lo que quiere. Y es lo que sucedió con Franco, la historia es así y no se puede cambiar", cuenta a EL ESPAÑOL el exteniente alcalde de Algete (Madrid) en la década de los noventa. 

Al igual que ya denunciaron a este diario otros familiares, la llegada del dictador a Mingorrubio ha destruido la tranquilidad que reinaba en el cementerio. "Es un agobio que haya tanta policía a la entrada, esto era muy tranquilo, pero me da que vamos a tenerlo de vecino muchos años porque yo compré está sepultura para 99 años. Mis hijos no han querido venir hoy porque iba a haber mucha gente, vendrán el domingo", comenta. 

En la parte trasera de la cripta, decenas de familiares también dejan sus flores en los nichos. Entre ellos, Marisa. Como cada año, ha venido a hacerle una visita a su cuñado Miguel Ángel, que falleció en 1982 cuando solo tenía 44 años. 

— ¿Qué diría Miguel si supiese que ahora tiene a Franco al lado? 

— Bueno, le daría igual, él era de derechas, así que supongo que no estaría enfadado. Pero yo creo que tendrían que haberlo dejado allí, no se puede tocar a los muertos. Haciendo esto están removiendo todo y destruyendo la paz que se pactó en la Transición entre unos y otros. 

"Allí no molestaba a nadie"

Marisa ha traído flores a su cuñado Miguel Ángel, que falleció en 1982. ER

El hecho de que el dictador esté enterrado en la cripta de la capilla del cementerio supone, al menos a corto plazo, que no se celebren misas en mucho tiempo. "No se celebran desde hace bastantes semanas, a mi cuñado le hicimos el funeral dentro de esa capilla y entonces ya estaba el hueco de la tumba de Franco y el de su mujer. Si él quería estar allí, me parece bien, pero que lo dejen en paz", señala Marisa a este diario. 

Aún así, esta mujer insiste en que en el Valle de los Caídos "no molestaba a nadie". "Mis dos hijos se han casado allí y la tumba de Franco estaba detrás del altar, así que no era obligatorio pasar por ella; con la de José Antonio Primo de Rivera sí ocurre", relata, mientras se asegura de que las flores de Miguel Ángel estén bien colocadas. 

Fuese así o no, el dictador descansará en este cementerio durante bastantes años. Con la exhumación y posterior inhumación en la cripta de Mingorrubio se ponía punto y final a un procedimiento iniciado hace un año por el Ejecutivo de Pedro Sánchez y que se ha topado con múltiples obstáculos consecuencia de los numerosos recursos planteados por la familia de Franco y su entorno, que se opusieron desde el principio al traslado de los restos. 

En el que ya es el cementerio de Franco también hay enterrados estrechos colaboradores del dictador como Carlos Arias Navarro o Luis Carrero Blanco, aunque también los hay de ideología muy distinta como Francisco Tomás y Valiente o algún ministro del expresidente del Gobierno Felipe González. El camposanto de Mingorrubio está repleto de encinas centenarias, tiene unas 500 sepulturas, 2.200 nichos, 1.050 columbarios y medio centenar de panteones.