Alguien le dijo a Juanín que no disparase más. Había niños cerca. Lo siguiente que cuentan los familiares es que quien fuera cuñado disparó a Lisette "como a un perro". La hermana, Montserrat, trató de cubrirla y recibió también un disparo. En el hospital trató de luchar por su vida, y los doctores intentaron salvarla pero no lo consguieron. Hubo un tercer disparo, dirigido a la madre de ambas. La suegra, claro, de Juanín. El presunto asesino solo atinó a alcanzarle en la pierna. Se la llevaron al hospital, la sedaron y quedó inconsciente.

Varias operaciones después, en la propia habitación del centro sanitario, la despertaron y le dijeron que sus hijas habían sido asesinadas. En ese momento, para que se calmase, la volvieron a sedar. Así se enteró Consuelo, la madre de las dos asesinadas y de la pareja de Juanín, de la tragedia que acababa de aparecer en su familia. 

Habían pasado algunos meses de discusiones entre ellos. El germen del brutal tiroteo del domingo en el que perecieron dos de las hermanas de la familia de los Fernández surge de la relación de Cele, la tercera de las hermanas, y su pareja Juanin. Ambos se habían separado hacía tres meses y estaban en proceso de divorcio. Juanin, entonces, se fue a vivir con sus padres, Rosario y Juan, al bloque de pisos que está ubicado entre las calles Victoria Kamhi y del Fresno de Aranjuez. Para mala fortuna, justo en el portal de enfrente, vivía también la familia de Cele.

Consuelo tiene 55 años. Todavía se encuentra ingresada en el hospital y, según Telecinco,  ha tenido que ser operada de la pierna, le han colocado una placa y diversos tornillos. No descartan una nueva operación, perro se mantiene fuera de peligro.

"Les vamos a sacar las tripas"

Así conoció la noticia una de las personas más cercanas a las dos víctimas de un caso que ha desatado una guerra vecinal en la localidad madrileña de Aranjuez. El pasado domingo Lisette y Montserrat perdían la vida en un tiroteo que a muchos les costará olvidar. Eran las diez de la noche y las balas comenzaron a llover desde una ventana, la de un primero, a menos de dos metros de distancia.

Adrián, marido de Montse, este miércoles en los juzgados de Aranjuez. Atlas

Tras el crimen, una posible venganza está muy presente sobre la mesa. El día del entierro de Montse, la más joven de las hermanas, asesinada de un disparo en el abdomen, se escuchaban en el tanatorio murmullos de venganza. "Muerto por muerto", "ojo por ojo"; la ley del Talión está a varios chispazos de ser instaurada en Aranjuez. “Les vamos a sacar las tripas, vamos a matar hasta al bebé que tienen amamantando”, aseguraba un primo en conversación con EL ESPAÑOL.

De Celes no se ha vuelto a saber nada desde el día del tiroteo. El matrimonio comenzó con mal pie y así se mantuvo casi desde el principio. Nadie sabe nada de ella ahora. Algunos aseguran que se había marchado con un cuñado de Juanín. Y que eso detonó los ataques posteriores, perpetrados el  pasado domingo por su ex pareja. "No se atrevió a ir a por ellos". Celes no ha asistido a ninguno de los entierros y tampoco a los funerales de sus hermanas. Está muerta para la familia.

"En la cárcel tenemos muchos contactos"

Juanín ya se encuentra en prisión. Concretamente, en el centro penitenciario de Valdemoro. Cuentan fuentes penitenciarias a EL ESPAÑOL que "está todo el día en la celda" y que "hay otro con él que también está refugiado". El presunto asesino solo sale de la celda cuando los demás están cerrados en las suyas para evitar que sus compañeros les hagan daño. 

Este temor podría entroncar a la perfección con las amenazas emitidas desde la familia de las dos asesinadas. "En la cárcel tenemos muchos contactos", le dijeron a Juanín. Precisamente, la prisión de Valdemoro es conocida en el argot por 'Cañada Real', debido a la gran cantidad de presos de etnia gitana que hay.

Entretanto, Juanín se encuentra en un módulo que allí se denomina "módulo de talleres", porque los internos de esta zona de la prisión no paran de trabajar en distintos proyectos con otros internos. Hay unos 90. Este viernes, había solo un funcionario cuidándoles a todos ellos. Y eso que los módulos, relatan fuentes penitenciarias a EL ESPAÑOL, están diseñados para dos funcionarios como mínimo. De ese modo, siempre hay uno en la zona de seguridad para proteger a los internos que puedan ser atacados.  "Pues cuando hay que abrir las celdas no queda ningún funcionario en esa zona, con lo que el funcionario está vendido y a merced de los internos".