• 1 de 19

    Joan Vila asesinó a 11 ancianos en la residencia donde trabajaba proporcionándoles cócteles tóxicos e insulina

    Joan Vila -más conocido como El celador de Olot- nació hace 51 años en Girona en el seno de una familia humilde. Con un carácter retraído, introvertido, huraño, tímido y reservado apenas salía de casa. Joan se formó en Peluquería en el municipio de Olot y comenzó a saltar de un trabajo a otro. Esto le llevó a estudiar para ser auxiliar de enfermería y en 2005 consiguió un contrato en la residencia geriátrica La Caritat. Allí asesinó a 11 ancianos de manera perversa; utilizó productos cáusticos, cócteles de barbitúricos e inyecciones de insulina. Hace 6 años, el 21 de junio de 2013, el juez le condenó a 127 años y medio de prisión. Aun así, permanecerá solamente 40 años en la cárcel y se le aplicarán los beneficios penitenciarios a la pena global. Joan es el mayor asesino en serie de este siglo y protagonista de las muertes más violentas.

  • 2 de 19

    Joan nació en el seno de una familia humilde y no tuvo una adolescencia fácil

    Joan Vila Dilmé nació en 1968 en Castellfollit de la Roca en Girona. Sus padres, Encarnación y Ramón, de origen humilde trabajaban en una empresa de embutidos del pueblo. Joan era mal estudiante y totalmente asocial, no le gustaba salir de su casa y mucho menos relacionarse con los jóvenes de su municipio. Tampoco encontraba su sitio en la vida; ni en los estudios ni en su entorno personal. Como afirman algunos amigos de su infancia, no tuvo una adolescencia fácil. Contó con fuertes inseguridades que le marcaron su carácter para siempre. Su mayor problema: el acné. "Debió sufrir mucho debido a los brotes que tenía por toda la cara, además de por su indefinición sexual".

  • 3 de 19

    Cuando era adolescente, comenzó a formarse como peluquero y llegó a abrir su propio negocio

    Joan comenzó a formarse en una escuela de peluquería de Olot. En su tiempo libre, quedaba con las mujeres de su pueblo y practicaba con sus cabellos. En un intento de satisfacer sus deseos profesionales, decidió abrir un centro estético en Figueres junto a otro socio. Pero 'Tons-Cabell Moda' no duró mucho. Una vez cerrado el local, decidió estudiar quiromasaje, pasando por ser ayudante de cocina en el casino de Peralada, situado en la comarca de Alt Empordà. Además, trabajó en diversos restaurantes de la zona turística, en una estación de esquí e, incluso, en una fábrica textil. Tras todo este periplo, siguió sin encontrar un empleo que le llenara totalmente. Necesitaba encontrar su sitio en el mundo, un lugar y un oficio donde se sintiera realizado. Por ello, comenzó el grado de Auxiliar de Enfermería.

  • 4 de 19

    Su juventud estuvo marcada por sus cambios de carácter, sus fobias y angustias

    Aun así, la vida de Joan seguía estando marcado por altos y bajos. A los 25 años decidió acudir, por primera vez, a una consulta psicológica. Algo en su mente no iba bien. Al especialista le comentó que tenía dificultades para retener lo que leía y que sentía "mucho miedo" cuando se encontraba con una aglomeración de gente. Cada uno o dos meses, desgranaba sus fobias y sus angustias. Pero los meses siguientes no fueron mejores; algo seguía perturbando a Joan. Al fin decidió confesárselo a su psicólogo: llevaba años padeciendo de un fuerte temblor en las manos. Esto le martirizaba.

  • 5 de 19

    Debido a estos problemas, decidió acudir al psicólogo: tenía un trastorno obsesivo

    Sin encontrar solución a su problema, decidió probar con el psicólogo Josep Torrell Llauradó. A sus 34 años los inconvenientes se le acumulaban: crisis de pánico, poca autoestima, muy influenciable y obsesivo por las cosas. Nunca tuvo una relación sentimental. Durante cada una de las sesiones, en las que le acompañaba su madre, le siguió comentando al experto su mayor preocupación: le sudaban las manos y le temblaban. Mucho. Tal vez demasiado. Además, descubrió una nueva pasión. No se sabe si por su acercamiento a la muerte o por las horas que pasaba en el geriátrico. Joan comenzó a aficionarse a la tanatopraxia -o lo que es lo mismo, el maquillaje a muertos-. Años más tarde, antes de entrar en la cárcel, le diagnosticaron un 'trastorno ansioso depresivo en una personalidad con rasgos obsesivos'.

  • 6 de 19

    En 2005 comenzó a trabajar en una residencia, donde le recuerdan con “mucho cariño”

    Fue en mayo de 2005 cuando entró en contacto, por primera vez, con ancianos. Tras años pasando por diversos trabajos, estudiando para formarse en distintas profesiones, consigue un contrato en la residencia geriátrica El Mirador de Banyoles, un pequeño establecimiento privado. Pero lo abandona pasados ocho meses. Aun así, recuerdan a Joan con mucho cariño y le dejaron las puertas abiertas para cuando quisiera volver. De ahí, se va a La Caritat en Olot, más cerca de su pueblo de toda la vida.

  • 7 de 19

    Pasados ocho meses dejó el trabajó y comenzó su nueva andadura en la Fundación La Caritat

    La Fundación La Caritat es una entidad sin ánimo de lucro fuertemente arraigada a Olot que nació el año 1914, con la finalidad de atender a los pobres de la época. La residencia está especializada en la atención a la dependencia. Su principal misión es ofrecer un servicio personalizado para favorecer la autonomía a las persones que por razones sociales, emocionales, físicas, psicológicas o económicas presentan algún tipo de dependencia. El centro ofrece resistencia asistida, centro de día y ayuda al domicilio. También, cuentan con diversas actividades; gimnasio, salidas, actividad cognitiva… En definitiva, una residencia totalmente normal que tuvo la mala fortuna de contratar al auxiliar equivocado.

  • 8 de 19

    Allí mató a 11 ancianos, y donde engrosó la lista de asesinos en serie de nuestro país

    En esa residencia, que se convirtió en menos de una semana en un total infierno, se sucedían los coches fúnebres. Allí Joan asesinó a Paquita Gironés, Sabina Masllorens, Montserrat Guillamet. Montserrat Canalies, Joan Canal, Lluis Salleras, Carme Vilanova, Isidra García, Teresa Puig, Rosa Babures y Francisca Matilde Fiol. El caso se descubrió por casualidad. Cuando mató a su última víctima, Paquita, el médico forense del Hospital de Olot se negó a certificar su muerte natural y avisó a los Mossos. Los investigadores comenzaron a interrogar a todos los empleados de la residencia de La Caritat, pero cuando se toparon con Joan Vila, él contó toda la verdad. Las cámaras le habían pillado entrando en la habitación de la mujer y en el cuarto de la limpieza. Joan se había convertido en un asesino en serie.

  • 9 de 19

    Su última víctima, Paquita, le delató: ella no había muerto de forma natural

    "¡Qué mala suerte! Siempre se me mueren a mí", le comentó Joan a otra empleada. Y con mucha razón. Paquita Gironès, de 85 años, fue la última víctima de Joan. Quien, inconscientemente, le delató. A la mujer le proporcionó un desincrustante ácido, que hizo que muriera presa de la agonía. Según contaron los compañeros de la anciana, el auxiliar y ella se odiaban. Fue Joan quien dio la voz de alarma sobre la situación de la mujer: "No hace falta que hagáis nada, se está muriendo", comentó a los especialistas. Y así fue. Paquita murió debido al abrasamiento de las vías respiratorias, esófago y boca.

  • 10 de 19

    Además, la mujer expresó que Joan le maltrataba: “Me ha dado una hostia”

    Fue ella quien estuvo a punto de desenmascararle. Paquita era viuda y no tenía hijos. Había entrado en la residencia hacía unos años, donde vivía feliz y rodeada de buenos compañeros. Pero las cosas comenzaron a torcerse cuando entró en contacto con Joan a quien intentó denunciar, durante más de un mes, por malos tratos. A él se refirió como un "mal parit", que le había dado "una hostia en la cara". Nadie en la residencia le hizo caso, ni su sobrina que la visitaba con asiduidad en el centro. Nadie la creyó.

  • 11 de 19

    Lejía, barbitúricos e insulina: el geriátrico se convirtió en su laboratorio de la muerte

    Los once ancianos fueron asesinados con lejía y otros productos caústicos, además de proporcionarles barbitúricos e insulina. No fue una muerte placentera ni mucho menos, como explicó una de sus familiares: "Mi madre no paraba de sangrar; sangraba por la boca y tenía la lengua hinchada". Otra de las víctimas, que dormía en la habitación 308, murió debido al alto de grado de insulina en sangre que tenía. Otro cóctel mortal que le había proporcionado Joan, cuando los dos se encontraban solos. El auxiliar actuaba a última hora de la tarde, cuando la enfermera ya había abandonado su puesto de trabajo. Se aprovechaba de la confianza que tenían en él los ancianos, que le había cogido mucho cariño. La residencia tenía puesta en Joan "la máxima confianza".

  • 12 de 19

    El celador llevaba a cabo sus crímenes para que los ancianos “no siguieran sufriendo”

    El objetivo de los crímenes de Joan era que los ancianos no sufrieran. Él veía como cada mes llegaban personas mayores a la residencia y como muchas de ellas padecían alguna dolencia o discapacidad. Como confesó él mismo en el Juicio, lo hacía para quitarles el dolor "para siempre". Quería que dejaran de sufrir, que dejaran de vivir una vida totalmente dependiente. Era su liberador. Pero esta teoría fue muy cuestionada: ¿si realmente Joan quería que no sintieran ningún dolor porque las asesinaba provocándoles un malestar tan grande y duradero? El celador pensaba que a sus victimas "les quedaban días": "Míralas que bellas están muertas", comentaba al verlas. Desde 2007 se produjeron en La Caritat 57 muertes, casi la mitad (27) se dieron en el turno de Joan.

  • 13 de 19

    El 21 de junio de 2013 fue condenado a 126 años; pasará solamente 40 entre rejas

    El 1 de diciembre de 2010 confesó que había asesinado a los once ancianos. El 21 de junio de 2013 el Juez le condenó a 126 años y medio de cárcel. Joan se mostró muy arrepentido durante su comparecencia, donde afirmó que para él su empleo en la residencia "nunca había sido un trabajo", se había convertido en la mejor etapa de su vida. Además, pidió perdón a todas las familias de las víctimas, ya que su deseo no era "llegar a esos extremos".  Un año después, el Supremo confirmaba la Sentencia. Joan Vila, debido a la regulación española, no pasará más de 40 años entre rejas.

  • 14 de 19

    Joan no se arrepiente de sus hechos y los expertos han confirmado que no sufre ningún trastorno

    Desde su detención el 18 de octubre, Vila permanece en prisión. Los especialistas que le han examinado han afirmado que no manifiesta signos de arrepentimiento. Tampoco sufre ningún trastorno de personalidad, ni tiene alteradas sus capacidades cognitivas y volitivas. Aun así, presenta "un estilo dependiente, evitativo, depresivo y esquizoide". Según han confirmado fuentes conocedoras del caso a EL ESPAÑOL, Joan es una persona "exquisita", que no tiene ningún problema con nadie. Además, realiza diversos talleres y se encuentra regentando la lavandería de la prisión. "Lo monstruoso de sus delitos, choca con su buen comportamiento", han comentado.

  • 15 de 19

    El abogado de Joan ha expresado que es una persona “amabilísima y educada”

    El abogado de Joan, Carles Monguilod, visita al recluso varias veces al mes. Incluso le ha llegado a regalar unos libros. El letrado solo tiene palabras de elogio para su cliente: "Tuve una relación con él especial. Es una persona de un trato amabilísimo, cordial y educado. Lo es conmigo y con todo el mundo", afirmaba a El País. Pero Joan era bueno con todo el mundo. Con los ancianos mantenía una relación muy buena, afable, se mostraba predispuesto a ayudarles con todos los inconvenientes que les surgían durante sus días en la residencia. Sabía sus nombres, conocía a los familiares, se preocupaba por su salud e incluso le pintaba las uñas y pintaba las uñas a algunas de las ancianas.

  • 16 de 19

    Se ha convertido en un preso de confianza y comparte celda con otro asesino

    Joan cumple su pena en el Centro Penitenciario Puig de les Basses, donde es un "preso de confianza". Comparte celda con Javier Molina, quien disparó con una escopeta a un joven que pretendía robarle una planta de marihuana, hace dos años. El celador tiene "muy buena relación" con los funcionarios y se ha adaptado a la perfección. Después pasar su día en la biblioteca, se marcha a trabajar a la lavandería, además de participar en actividades del centro. También, recibe la visita de sus padres y de sus tías. Durante sus horas muertas en el centro penitenciario, se ha aficionado a la cerámica. "Está viviendo el día a día pensando que tiene una larga condena por delante", explica su abogado.

  • 17 de 19

    Sus padres no salen de casa desde que se sucedieron los hechos; el pueblo guarda silencio

    Cuando internó en la unidad de psiquiatría de la cárcel de Brians, en Barcelona, sus padres lo pasaron mal. En esa minúscula habitación le visitaban con asiduidad. Era el único momento que Encarnación y Rodrigo salían de su vivienda. El matrimonio vive recluido en su casa de Castellfollit de la Roca, cerrada a cal y canto. Una de las veces que Encarnación bajo a la calle, se encontró con la hija de una de las víctimas y ambas comenzaron a llorar. Desconsoladas. "Tú eres víctima, pero yo también lo soy", confesaron. En el pueblo, los vecinos han decidido hacer un pacto de silencio. Su único objetivo es proteger a la familia de Joan, que está hundida desde hace más de seis años.

  • 18 de 19

    Joan Vila no es el único; ‘El arropiero’ o ‘El mataviejas’ se convirtieron en asesinos en serie años atrás

    Joan Vila se suma a la larga lista de asesinos en serie que se han sucedido en nuestro país. El podium lo ostenta Manuel Delgado Villegas, más conocido como 'El arropiero', quien confesó más de 48 crímenes entre 1964 y 1971. Aun así, la Policía solo pudo investigar 22 de ellos y probar su participación en ocho casos. Por su parte, José Antonio Rodríguez Vega, 'El mataviejas' mató y abusó sexualmente de 16 ancianas en Cantabria hace más de cincuenta años. Fue condenado a 440 años de prisión, pero murió en la cárcel, apuñalado, en 2002. 'El asesino de Lesseps', José Ignacio Orduña, mató a tres ancianas entre 1978 y 1979 en Barcelona. Fue condenado a 86 años de prisión. Actualmente, cumple una pena de 30 años.

  • 19 de 19

    El Centro Penitenciario de Puig de les Basses, bajo mínimos; y los funcionarios, en pie de guerra con la Generalitat

    Francésc López, coordinador de ACAIP (Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias) en Cataluña, ha confirmado a este diario la situación tan complicada que viven los funcionarios de prisiones día a día. "Hay falta de personal, ya que hace muchos años que no se convocan oposiciones. Proliferan los interinos", ha comentado. Además, afirma que el nuevo plan Estratégico que quiere implantar la Generalitat "va a empeorar sus condiciones": "La productividad en prisiones no se puede contabilizar. No se pueden poner objetivos retributivos". Además, el Gobierno de Cataluña quiere privatizar algunos servicios, como el control del perímetro de las cárceles. Desde ACAIP, reclaman que se convoquen oposiciones y que se aborte este Plan.