Ana Liñares (Santiago de Compostela, 1971) ni duda ni titubea. Coge una bolsa de Zara, se acerca al centro médico más cercano, saca una cámara y ‘dispara’. No le gustan las fotos. De hecho, las odia. Pero, esta vez, ha hecho una excepción. “Es por una buena causa”, celebra. Quiere dar las gracias a Amancio Ortega. “Qué menos puedo hacer”, espeta. Superó un cáncer de mama tras tratarse con una de las máquinas compradas por el empresario gallego. En el momento, no lo supo. Pero, después, se enteró de que el “acelerador” –nombre oficial– le salvó la vida. Por eso, estos días, está indignada. No entiende que Unidas Podemos critique al dueño de Inditex por su donación a la sanidad pública: “Pablo Iglesias está haciendo demagogia barata. No se puede jugar con una cosa tan seria”, lamenta en conversación con EL ESPAÑOL. 

Iglesias dice que una "democracia digna" no acepta limosnas de Amancio Ortega.

Su agradecimiento es sincero. Siempre ha comprado en Zara. Unas veces, por el precio; otras, por el diseño. Puede, incluso, que por la condición de gallego de su dueño. Qué importa. Ahora, tiene un motivo de mucho más peso: “Cada vez que voy a las tiendas pienso que parte de sus beneficios van para apoyar el cáncer”. Eso no lo olvida. Es imposible. Tras lo sufrido, no lo puede hacer. “Cualquier ayuda es poca. Una de cada cinco personas van a tener cáncer en su vida. ¡No creo que estemos para despreciar cualquier aportación, venga de dónde venga!”, reclama. Por eso, aplaude (y aplaudirá) toda donación a la sanidad pública y, en particular, la hecha por Amancio Ortega.   

El empresario gallego, en 2015, decidió donar 310 millones de euros para comprar material en la lucha contra el cáncer. La primera partida, de 17 millones de euros, fue para Galicia. La Consellería de Sanidad recibió el dinero y lo invirtió en renovar el equipamiento tecnológico de los centros públicos. Compró, en total, 440 equipos oncológicos. Entre ellos, la máquina que le ha salvado la vida a Ana Liñares, una de las dos que se instalaron en el Hospital do Meixoeiro (Vigo). “Desde que están operativas, la primera ha tratado a 1.400 enfermos y la segunda a unos 400. Y falta una tercera que todavía no funciona”, explica Víctor Muñoz Garzón, jefe del servicio de Oncología radioterápeutica del centro, a EL ESPAÑOL. 

— Usted fue tratada con una de las máquinas de Amancio. ¿Se lo dijeron?

— No tenía ni idea. Uno no lo elige. Simplemente, te toca un acelerador u otro dependiendo del cáncer que tengas. A mí me tocó ese, que era el más avanzado y con un tratamiento más rápido, que no deja tantos efectos secundarios, con el que sufres menos… Aún así, había días en los que me creaba cierta ansiedad meterme ahí. Si me pasa a mí, imagínate un niño si lo tratan con otra máquina peor… Es de agradecer que tengamos estos avances tecnológicos en la Sanidad Pública.

“Tienes un tumor maligno”

Ana puede confirmar las bondades de la misma de la tecnología comprada por el gallego. En su historial médico cuenta con una ‘experiencia’ en la máquina de Amancio. No habría querido que fuera así. Nadie desea pasar por ello, pero el cáncer, un buen día, de repente, le sorprendió viviendo en Vigo. Allí, había llegado tras estudiar psicología y casarse con 21 años. Cuando lo descubrió, trabajaba con su marido en una consultoría tecnológica. “Me detecté un bultito en el pecho y pensé en ir al médico. Al principio, no le di importancia. De hecho, hasta me fui de vacaciones. Pero pedí cita y, a la vuelta, me hicieron una mamografía y, después, también una ecografía. Entonces, me preguntaron quién era mi médico y me di cuenta de que algo pasaba...”, recuerda. Tras muchas pruebas, le confirmaron que tenía cáncer de mama, “un tumor maligno”. Se le cayó el mundo encima. No podía ser de otra forma. 

Ana, orgullosa de posar con una bolsa de Zara.

Comenzó, entonces, en enero de 2015, una lucha sin tregua contra la enfermedad. Primero, se sometió a una operación con final satisfactorio. “Todo salió bien. Ya está”, celebró. Ana pensó que todo había acabado. Pero no fue así. Todo lo contrario. Su periplo apenas había dado sus primeros pasos. “Llegué y el médico me dijo que me tenía que dar quimioterapia y radioterapia. No me lo podía creer. Yo no quería. Le decía al doctor que no tenía tiempo, que no podía, que si se había equivocado de persona...". Pero no, no lo había hecho. Hablaba de ella. Tenía que someterse al tratamiento. 

Volvió a su casa y se mentalizó. Su lucha no había acabado. Le quedaban algunas batallas por librar. Durante cinco meses, recibió quimioterapia. No recuerda cuántas sesiones, pero sí que se tuvo que dar de baja. “Había días que lo pasaba muy mal”. ¿Lo bueno? Todo iba viento en popa. Concluida la quimio, se sometió a radioterapia en ‘la máquina de Amancio Ortega’. “El aparato está aislado en una habitación para que no salga la radiación. Es un pelín claustrofóbico, agobia bastante… No me puedo imaginar cómo podía ser el viejo”, rememora, celebrando su suerte. 

La llamada “aceleradora lineal”, con un coste de tres millones de euros, no sólo permite salvar vidas, sino que también ahorra sufrimiento a los enfermos como Ana. ¿La razón? Ataca tumores malignos, benignos y todos aquellos que se encuentran en lugares difíciles (como los cerebrales, de cuello o de próstata), además de los que están cerca de órganos sensibles. Y, por otro lado, permite dar dosis más fuertes y acorta tanto los días de radiación (de 35 a 20, por ejemplo, para el tumor de cabeza) como las sesiones (pasando de 30-40 minutos de sesión a dos o tres). Consigue, además, radiar casi exclusivamente el tumor sin dañar el tejido sano adyacente, lo que hace posible reducir los efectos secundarios. 

Así es la máquina donada por Amancio Ortega.

Logra, por tanto, que los tratamientos sean más cortos, más eficaces y menos agresivos. De primeras lo comprobaron en los hospitales de Galicia, pero, progresivamente, implantándose en muchos otros. La Fundación Amancio Ortega ha llegado a acuerdos con todas las comunidades. Cataluña, por ejemplo, será la más beneficiada con una donación de 47 millones; Madrid recibirá 46’5; Andalucía, un total de 40 kilos… Y suma y sigue. Eso sí, todas no están todavía en funcionamiento. ¿La muestra? Extremadura, donde sólo están operativas la mitad de las máquinas que ha costeado su fundación, espera tenerlas a pleno rendimiento en poco tiempo. Entre las donaciones, además de los aceleradores, también se han comprado tacs y aparatos de de radioterapiaintraquirúrgica. Avances que, cómo no podía ser de otra forma, celebra Ana. 

—  ¿Entiende la polémica creada estos días por la donación de Amancio Ortega? Unidas Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, se ha mostrado muy crítico… 

— Pablo sabe que lo que dice es demagogia barata. Se está vendiendo por unos votos. Si piensas medio minuto, te das cuenta de que lo que dice es horrible. ¡Cómo se puede decir eso! Amancio es un empresario que crea riqueza, puestos de trabajo, que paga impuestos… ¡Y si hace una donación para los pacientes de cáncer nos viene fenomenal! ¿Se negaría Pablo Iglesias a tratarse con una máquina de las que ha comprado Amancio? ¿Lo van a hacer los votantes de Podemos? Los políticos y, en este caso Pablo, están acostumbrados a decir cualquier cosa. Necesitan una contestación que no suelen tener por parte de los ciudadanos…

— ¿Le parece una falta de respeto?

— Totalmente. Es tratarnos de burros. Yo no estoy diciendo que no pague impuestos, pero creo que Pablo Iglesias se ha equivocado de persona. Amancio paga muchos impuestos –en concreto, 11.000 millones desde 2014–. Lo que tiene que hacer Pablo es presionar para que en los Presupuestos Generales del Estado se dé una buena partida a Sanidad. Pero preocuparse porque un empresario haga una donación así…. 

— Que, además, nos viene bien a todos.

— Exactamente. El propio sistema se beneficia. Si tienes un acelerador de última tecnología y te curas antes, también te incorporas antes a trabajar, creas riqueza… Lo hecho por Amancio es una ayuda enorme para todos los pacientes que hemos tenido cáncer. Pablo Iglesias tendrá muchos votantes, pero, por ahora, no ha generado puestos de trabajo, ni riqueza, ni ha dado una alegría a nadie… Cuando llegue al nivel de Amancio, que hable. Es muy triste.

Campaña por las donaciones de Amancio

Por eso Ana, indignada, no dudó en hacerse una foto con una bolsa de Zara en agradecimiento a Amancio Ortega. Quería, a su manera, responderle a Pablo Iglesias, contarle lo que sentía. No es, de hecho, la única enferma de cáncer que lo ha hecho. Inma Escriche, en 2017, hizo lo propio: subió a Facebook una instantánea suya en la que aparecía en una camilla junto a una bolsa de Zara. Ella no ha sido tratada con ninguna aceleradora, pero como enferma de cáncer de pulmón diagnosticada en 2016, se siente en deuda con todo aquel que los ayude. “A mí, entonces, me dijeron que me quedaban cuatro meses. Sigo viva”, cuenta Inma a EL ESPAÑOL. 

Inma es, como Ana, una superviviente. Ha recibido 41 sesiones de quimioterapia. Su cáncer no ha avanzado, pero tampoco tiene, de momento, solución. “En dos años de enfermedad, el tratamiento ha avanzado mucho, pero toda ayuda es poca. Si llega un empresario y dona dinero, pues bienvenido sea para que muchos nos podamos curar”, prosigue. Por eso, decidió apoyarlo con esa foto, icono del apoyo a Amancio y espejo de muchos otros y otras que siguen su camino. A día de hoy, de hecho, lleva más de 170.000 interacciones. “Con algunos insultos, eso sí”, denuncia. 

Los insultos, como la opinión de Pablo Iglesias, le importan poco. Dice lo que piensa sin preocuparse por lo que puedan pensar en Unidas Podemos. Y lo mismo hace Ana Liñares, que, ya curada, saca la cara por, en buena medida, quien le ha ayudado a superar su enfermedad. 

— ¿Qué le diría a Pablo Iglesias?

— Le pediría que, en este país, hiciéramos una política seria. Que necesitamos políticos que estén a la altura de las circunstancias, que nos dejemos de populismo, que hay problemas más graves en este país… Y que no mordamos la mano del que nos da de comer. Ellos son los que, con los presupuestos, tienen que desviar el dinero a Sanidad. Y si los empresarios hacen donaciones, bienvenidas sean. Claro que no podemos depender de ellas. Nadie dice eso. Pero que no se invente historias donde no las hay.

— ¿Y qué le diría a Amancio Ortega?

— Que de todas las causas que puede haber para destinar dinero, me siento muy agradecida que haya sido la nuestra y de que haya tenido sensibilidad hacia nosotros, los enfermos de cáncer. Personalmente, me ha ayudado y facilitado la vida, poder tener salud… ¡Estoy muy agradecida y muy orgullosa de él!

Ana posa delante del centro de salud de Vigo. Superó un cáncer de mama tras ser tratada con una máquina de Amancio.

Su vida, gracias a esa máquina, ha cambiado. No es la misma que cuando fue diagnosticada de cáncer. La enfermedad le ha hecho mirarlo todo de forma diferente. Ha dejado de darle importancia a cosas que no la tienen. Como, por ejemplo, al trabajo. Antes, no paraba, ahora sí lo hace. Sigue en la consultora tecnológica junto a su marido y, además, tiene una empresa de reformas, su gran ‘vicio’, lo que más le gusta. Pero no se obsesiona. No ha vuelto a decir “no” a un café. "Ya no lo dejo para otro día”. Esa es su filosofía. Por eso, toda la polémica levantada a raíz de la donación de Amancio Ortega, le parece absurda. 

Siente que eso no es importante. Al fin y al cabo, hay cosas más graves de las que preocuparse. Por ejemplo, que en España, al año, se diagnostican  entre 200.000 y 250.000 nuevos casos de cáncer. Y que al 60% de los enfermos se les administrará radipoterapia, no sólo para eliminar el tumor, sino también para reducirlo. Es decir, muchos de ellos serán tratados con una de las máquinas compradas por el empresario gallego. Tendrán una segunda oportunidad. Y eso “es de agradecer”, sentencia Ana. Ella, como Inma Escriche, como asociaciones y pacientes, como muchos anónimos, está con Amancio

Noticias relacionadas