A Darío N. y Juan Carlos R. se les acabó la vida la madrugada del pasado sábado, tras una noche de fiesta. Rana y Juanki, como les conocían en su grupo de amigos, habían salido de su natal San Lorenzo de El Escorial, en Madrid, dirección a Guadarrama, cuando se encontraron de frente con un autobús que estaba entrando en la finca Prados Moros por un acceso ilegal. Tenían 27 y 28 años, respectivamente. 

“Aún no me creo que os hayáis ido”, comparte una amiga en una red social. “Aún tengo la sensación de que Rana me mandará un audio y me dirá: Puta mierdas, dónde te metes, deja de trabajar un rato e invítame a ese cubo de cerveza que me debes”, añade la amiga. Su fallecimiento ha golpeado profundamente a su entorno. Es de esas noticias que caen como un yunque. 

El incidente, que ocurrió a las 4:50 de la madrugada del pasado sábado, tuvo lugar en el kilómetro 0,3 de la carretera M-600 de Madrid. Según ha podido comprobar este diario, se trata de una carretera peligrosa, un punto negro reconocido por la Comunidad, por el que se accede al Valle de los Caídos. Este martes todavía seguían ahí restos del accidente y marcas en la carretera

Esa noche, Rana y Juanki, estaban de fiesta con otros amigos y en el coche iban cuatro. Juan Carlos y Darío ocupaban el asiento del copiloto y el de detrás. Cuando se encontraron con el autobús, de frente, ellos fallecieron en el acto y los dos acompañantes sólo resultaron heridos

Darío, alias Rana, trabajaba para el Ayuntamiento como monitor deportivo. E.E.

Aunque los detalles del accidente todavía están siendo investigados por la Guardia Civil, todo apunta a que el autobús estaba intentando entrar en la finca Prados Moros por un acceso lateral, para recoger a los asistentes a una boda que se celebraba ahí. El acceso, sin embargo, es ilegal por su peligrosidad y el autobús estaba ocupando parte de los dos carriles. 

El coche en el que iban los jóvenes no tuvo tiempo de reaccionar -hay que tener en cuenta que los autobuses no tienen iluminación en los laterales- y tras una maniobra intentando esquivarlo, el coche impactó por su lado derecho. Juan Carlos y Darío iban ocupando el lugar derecho del coche, justo el que recibió el impacto. El piloto y el que se situó detrás de él, sin embargo, se libraron. Aunque todavía se desconoce a qué velocidad circulaban, el conductor dio positivo en el test de alcoholemia. Ambos supervivientes han sido ingresados de levedad en el Hospital Puerta del Hierro de Majadahonda. 

Rana y Juanki, deportista y músico, amigos del instituto

Darío y Juan Carlos pertenecían al mismo grupo de amigos, una pandilla que se coció cuando la mayoría se conocieron en el instituto Juan de Herrera, localizado en San Lorenzo. A pesar del tiempo, Rana y Juanki continuaron sin separarse y saliendo juntos, haciendo vida en la pequeña localidad de la sierra madrileña.

Juan Carlos, músico de vocación, participaba en la banda de Las Tres Caídas de Madrid, un grupo de cornetas y tambores con el que sus miembros giran haciendo conciertos y presentándose a certámenes. El último en el que Juan Carlos participó fue en el Paixón no Camiño, que se celebró la pasada Semana Santa en Santiago de Compostela. 

Juan Carlos, alias Juanki, tocaba en una orquesta madrileña. E.E.

“Dicen que el valor de una persona se mide por el vacío que deja cuando se va. Y tú has dejado un vacío enorme en nuestras vidas y en nuestra banda. Pero quiero decirte que jamás te olvidaremos porque es imposible olvidar a alguien tan grande como tú”, compartía un miembro de la banda por Facebook. Este domingo 26 de mayo Juanki iba a cumplir 29 años.

Darío, por su parte, estaba terminando los estudios de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, a falta de entregar el trabajo de fin de grado, en la Universidad Politécnica de Madrid. En su tiempo libre tabajaba para el Ayuntamiento de San Lorenzo dando clases deportivas en el polideportivo municipal. Como monitor de actividades, daba clases de fútbol a dos grupos de niños y también coordinaba  clases de gimnasia a mayores. 

Una finca sin permiso y un acceso ilegal

Aunque han pasado varios días, este martes todavía quedan restos del accidente en la carretera frente a la finca. Los plásticos y cristales están repartidos por la zona y una gran mancha lo ensucia todo. La finca de Prados Moros, sin embargo, está cerrada a cal y canto. En la puerta lateral, donde sucedió el siniestro, un cartel en mayúsculas alerta: “Entrada por la rotonda”. 

Tramo en el que ocurrió el accidente, con la entrada a la finca a la derecha. E.E.

El aviso, aunque a primera vista resulta indiferente, en realidad guarda una importancia brutal. A escasos metros de la entrada ilegal donde tuvo lugar el accidente hay otra entrada, en una rotonda, por la que sí sería legal entrar, aunque los propietarios de la finca todavía no tienen el permiso concedido. 

La finca Prados Moros pertenece a un hombre, I.G., y a una mujer, B.E.. El espacio está destinado para celebrar bodas. No hay más que entrar en su página web para ver cómo se promocionan. Sin embargo, no tienen los permisos necesarios para celebrar este tipo de eventos

El espacio fue un terreno que I.G. heredó de su padre y junto a B.E. ambos lo han convertido en una zona ideal para casarse. Y aunque tienen el permiso de actividades, aquel que permite que se dediquen a la actividad económica correspondiente, les falta el permiso de funcionamiento, aquel que acepta que las instalaciones son correctas para desarrollar la actividad. 

“Nosotros hemos estado denunciando la actividad de esta finca desde 2011”, comenta por teléfono Javier Zamora, abogado de la Asociación Madrileña de Empresas de la Restauración. “Además, el Ayuntamiento de Guadarrama, a través de un decreto, ya dictó el cese de la actividad de la empresa desde 2009, pero ha seguido funcionando desde entonces”, añade. 

Página web de Prados Moros, en la que publicitan ceremonias a pesar de carecer del permiso.

“Es una actividad completamente ilegal que lleva funcionando desde hace años”, comenta Zamora indignado. “La última vez que denunciamos a esta finca fue ante la Comunidad de Madrid, en junio del año pasado. Protestamos, entre otros motivos, porque el acceso debía tener lugar por la glorieta y vimos que se estaba haciendo por la M-600”, añade. Sus quejas sonaban a premonición. Si se hubiera hecho algo al respecto, el accidente no habría sucedido. 

Según ha podido saber este diario, I.G. y B.E. habían solicitado ya el permiso de funcionamiento pero no se les había concedido porque no cumplían algunos de los requisitos. Entre los que no cumplían estaba el que la entrada en la rotonda, la que debería ser la principal, no tenía la construcción adecuada. En el caso de que todo estuviera correcto, de todas formas, todavía faltaría que fuera una inspección del Ayuntamiento a corroborar su correcta estructura.

Pero nada de esto ha llegado a pasar, y la tragedia se mascó en un conjunto de probabilidades que salieron mal. Si la finca no estuviera celebrando lo que no tenía que celebrar, si la entrada que se usó fuera la correcta o, quizás, si el conductor del coche en el que iban Rana y Juanki no hubiera bebido esa noche, quizás las cosas habrían salido distinto.