“Hola, me presentaré. Tengo diferentes nombres, los doctores me llaman anorexia, pero tu puedes llamarme Ana. Soy tu amiga aunque apenas nos conozcamos (…) No puedes hablar de esto con nadie. Con nadie que no sea como nosotras.  Yo soy perfecta y quiero ayudarte a ti a serlo. Pero tienes que poner de tu parte ya que una vez que me meto en tu vida nunca saldré de ella (…) Si no lo cumples serás una gorda, una gorda que nadie acepte. Y cuidado con nombrarme con tus padres, porque harán de todo para alejarnos. Ellos dicen que soy mala pero no es así, yo solo quiero ayudar a mis princesas, a mis hermosas princesas. (…) La comida es mala, es veneno, y las princesas deben odiar la comida”.

Este fragmento no es una conversación con el diablo ni el guion de una película de terror. Se trata del comienzo de una especie de himno cantado por una voz angelical que miles de adolescentes –  80% son niñas -  prometen incluir en su estilo de vida.  Todas tienen un miedo en común: engordar.

Un temor que hace que se conviertan en adeptas a lo que ellas llaman Ana y Mía, seudónimos que sirven para ocultar el nombre de dos trastornos alimenticios: anorexia y bulimia. Ayunar, provocarte el vómito, tomar laxantes, chicles sin azúcar, mucha agua y hacer ejercicio en exceso son los principales mandamientos de quienes participan en los grupos de WhatsApp de anoréxicas y bulímicas. Los organizadores de estas reuniones virtuales son muy exigentes con los nuevos miembros, pero EL ESPAÑOL ha conseguido infiltrarse en 11 de ellos.

Las redes sociales, principalmente Instagram, están fomentando el culto a la extrema delgadez. En algunos países es obligatorio advertir que las fotos tienen retoques. Esto no ocurre en España. “En mi consulta he notado lo mucho que han aumentado los casos de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TSC). Muchas de mis pacientes vienen porque están obsesionadas con los cuerpos de las influencers y me preguntan si podrían llegar a estar tan delgadas como ellas. Sin embargo, en la mayoría de los casos es imposible alcanzar esos resultados”, explica Júlia Pascual, directora y psicóloga del Centro de Terapia Breve Estratégica de Barcelona.  “Básicamente porque en esas fotos se ha utilizado photoshop o las modelos se han operado previamente. Las adolescentes piensan que son cuerpos normales. Esto les crea una alteración de la percepción. Instagram es muy dañino”.

Proceso de admisión

En la imagen, capturas de los exigentes grupos de WhatsApp a los que no es fácil entrar.

“Hola, soy Luciana. Tengo 24 años. Soy de España, peso 62 kilos y mi meta es perder 10 kilos. Soy Ana y estoy empezando con Mia”.

Según mi abuela y mi Índice de Masa Corporal (IMC) estoy en mi peso ideal. Pero mis nuevas amigas virtuales de algunos grupos de WhatsApp como Game of Thrones - Juego de tronos, en español -  o Camino a la perfección  no piensan lo mismo. Dicen que quieren ser princesas, y que yo podría ser una de ellas. Lo único que tengo que hacer sería reducir a un cuarto las calorías que consumo en un día, es decir, menos de 500. Y, en algunos casos, devolver lo que he comido sería la mejor opción si me he dejado llevar por un atracón.

En los grupos hay dos tipos de chicas: Ana o mía, dependiendo del TCA que sufran. Su edad ronda entre los 12 y 17 años, aunque hay alguna que, como yo, se sale de la media. “Yo estoy en la universidad, aunque paradójicamente estudio psicología”, dice una participante del grupo Supreme acompañado de unos cuantos “jajaja”. Yo no entendí la gracia.

Para formar parte de ellos, las administradoras me pidieron que me presentase. Era un primer paso necesario para evitar “indeseables”. Me dieron una clave que debía de apuntar en un papel y hacerme una foto tapándome la cara con él.

Además, en una sola hora también debía mandarles una nota de voz saludándolas, darles datos personales, de mi físico y, sobre todo, decirles si tenía báscula en casa. El peso es muy importante porque cada cierto tiempo las administradoras de este grupo llamado Nefelibata (persona soñadora) eliminan a quienes no han adelgazado 100 gramos desde la última vez que se pesaron. “En casa no tengo ni báscula, ¿será mejor que me despida antes de que me echen?’, pensé.

Muchas de las usuarias creen que se convertirán en princesas si vomitan todo lo que comen.

Nunca había estado en tantos grupos. Nunca me había sentido tan solicitada. La pantalla de mi móvil no paraba de encenderse para mostrarme las centenares de notificaciones de WhatsApp con preguntas, consejos y fotos de mis nuevas amigas virtuales. “Los grupos terapéuticos donde se reúnen las anoréxicas no son efectivos. Es un fracaso. Cuando el psicólogo acaba de hacer la dinámica luego no puede controlar lo que se dicen entre ellas, que suelen ser trucos para no engordar o para esconder la comida. Todas estas técnicas las ayudan a reafirmarse en ese exceso de control tan bien conseguido. Así podrán seguir manteniéndolo. Es un control que no solo las enferma,  sino que las puede llevar a la muerte”, explica Pascual.

Ni un "¿Cómo estás?" ni un "¿Nos vemos esta tarde?", sino que eran los intercambios de trucos para adelgazar rápido lo que ocupaba el 95% de la memoria de mi móvil.

"Duerme. Enciérrate. Aléjate de eso"

“¿Pueden dar dietas? Me doy mucho asco”. Este probablemente sea el Trending Topic dentro de estos grupos. Ninguna se quiere a sí misma y todas anhelan una dieta milagro que les ayude a perder, por lo menos, 10 kilos. No comer es la solución para la mayoría. El hambre hay que aguantarlo y nuestros mejores aliados serán los chicles sin azúcar, el hielo y el agua. Mucha agua. 

- “¿Chicas cómo hacen para que no les haga ruido el estómago? Es que es molesto y todos creen que tengo hambre”

- Toma agua para llenar el estómago o diles que tienes indigestión.

Tanta restricción hace que muchas acaben perdiendo el control con la comida y se den un atracón de alimentos prohibidos, como pizza, bollería o patatas. Pero antes de ponerse manos a la obra, piden ayuda a sus compañeras. 

- “Chicas, quiero comer pizza, ¿qué hago? No quiero engordar. Ayuda. Hice sopa” 

- Duerme. Enciérrate. Aléjate de eso.

Existe un gran sentimiento de comunidad y entre todas se apoyan para no caer en la tentación de comer.

En el caso de que no haya vuelta atrás, varias explican de forma detallada la mejor forma de eliminar todo lo que ha sido devorado: vomitando. “Cuando hablan sobre su problema con la comida, este crece como un virus. Se extiende como la pólvora", explica la experta. 

Buscadoras de dolor

A las 18.19 de este miércoles llegó una imagen que me hizo replantearme el reportaje. Se trataba de un antebrazo lleno de cortes. La respuesta más normal hubiese sido un “¡Basta ya, por favor!”, pero la frialdad volvió a invadir el espacio virtual: “Yo nunca quise hacerlo en los brazos. A los 13 o 14 años lo hice durante una temporada, pero no quería que nadie lo notase. Entonces, me enfoqué en una pierna” respondió una participante. Acompañó el mensaje con una foto de su gemelo con varias heridas. 

“Los trastornos alimenticios están muy ligados a la autolesión. La utilizan porque se sienten muy mal, muy gordas y muy feas y se infringen un dolor mayor para suplir los malestares interiores. Luego hay chicas, más común entre las que se dan los atracones, que lo utilizan porque son buscadoras de sensaciones. Cada vez se quieren dar más placer. Si se autolesionan mucho muchas pueden llegar a sentir hasta placer. La gran mayoría de vomitadores no te dicen que luego les ha dolido”, explica Pascual. Y así fue.

Todas opinan que la extrema delgadez es el cuerpo perfecto y muchas se otras se autolesionan.

No fui la única alarmada al ver esas imágenes. De entre las 111 usuarias del grupo Supreme hubo una que cambió el tono desenfadado de la conversación y preguntó: “¿Por qué se cortan?”. Al minuto ya obtuvo su respuesta: “En la adolescencia lo hacía como un castigo por existir. Me hacía sentir mucho mejor. Ahora, a mis 21, lo hago porque me siento patética. Deja de doler y se vuelve adictivo”, contestó una de sus nuevas amigas. 

Jugando con la muerte

Llevaba cinco días inmersa en esta especie deep web de los desórdenes alimenticios. Por un momento tuve miedo de obsesionarme yo también. Aunque no hubiese seguido los consejos para adelgazar que me habían dado, una sensación de malestar invadía mi cuerpo. Llegó un punto que me alarmé. Jugar tanto con la comida parece que puede llegar a tener sus consecuencias.

Aún sintiéndose fatal animicamente, muchas prefieren seguir ayunando.

Al parecer, una de las participantes llevaba tiempo sin intercambiar mensajes. Se disculpó por ausentarse durante unos días. “Llevo dos semanas bien estrictas con Ana y me he empezado a sentir mal de dolores, tipo pinchazos, mareos, náuseas y no he tenido ganas ni energía para y leer (…) ¿Qué puedo comer para seguir con Ana, pero sin sentirme tan mal?”, preguntó. Una manzana, un chicle Trident, ajo y pastillas de vitamina C fueron los consejos que sus nuevas amigas consideraron que eran los más correctos. “¿Y sus padres? ¿Dónde están?”, pensé. 

Los periodos de ayunos hacen que muchas adolescentes sientan malestar y opten por soluciones aún más perjudiciales para sentirse mejor.

“Los padres son los culpables de que engordemos”

La mayoría de las adolescentes viven con sus padres y van al colegio, pero hacen todo lo posible para no llevarse algo a la boca a la hora de comer. Entre los consejos para adelgazar también abundan los de “para que no me pillen”. Socialmente, la situación también se hace insostenible ya que, por norma general, a todos nos gusta el buen comer y mejor si lo hacemos con gente. 

- ¿En la universidad no sospechan? 

- No. No suelo estar mucho con la gente. Cuando me veo con algún amigo y quieren ir a por comida les digo que justo vengo de desayunar. En el trabajo en la hora de la comida digo que comí en la uni.

Casi todas confiesan que sus profesores, novios y padres están empezando a sospechar. Notan que los periodos de ayunos infinitos y las escapadas al baño después de comer no son del todo normales. Muchas ya comen por obligación y piensan que eso les hará ganar unos kilitos. “Los padres son los culpables de que engordemos”, dice una participante del grupo A&M.

Intentan disimular su enfermedad, pero muchos padres y profesores las descubren. Por eso les culpan de no poder adelgazar.

Alerta, padres

Cuando escribí el hashtag #anorexia o #proana en Instagram, la plataforma social me preguntó si me podía ayudar. “Las publicaciones con palabras o hashtags que buscas suelen estar relacionadas con un comportamiento que puede causar daños e incluso llevar a la muerte. Si estás pasando por un momento difícil, nos gustaría ayudarte”. Solo me hizo falta dar al click sobre la opción “Ver de todas formas”, para seguir en el mundo virtual de Ana y Mía.

En Francia, las páginas web que promueven este tipo de comportamientos son ilegales y en España, varias asociaciones como la plataforma Change.org piden al Gobierno que las penalice. Sin embargo, la psicóloga lo primero que hace es señalar a los padres. “El tema del consumo tecnológico es muy serio. Se deberían de prohibir y penalizar estas cuentas de Instagram y grupos de WhatsApp  y en la red deberían de haber policías, pero lo primero son los padres. Estamos dando móviles a personas de 14 y 15 años que jueguen a cosas de autolesiones. Tienen que ser conscientes del peligro de Internet. En el momento que les das un smartphone les estás dando un arma”.