Cuando Sara tenía 21 años, la comida sana y el ejercicio eran los pilares centrales de su vida. Hacía visitas constantes a supermercados y herbolarios donde comprobaba detenidamente la lista de ingredientes de cada alimento y el gimnasio era su templo. A simple vista estos dos conceptos unidos pueden parecer el summum del estilo de vida sano recomendado por los expertos. Pero la realidad -detrás de esta vida aparentemente healthy- es que llegó a pesar menos de 50 kilos midiendo algo más de 1,70 metros. "Yo sanamente me estaba muriendo y eso la gente no lo entiende, es super jodido", explica la joven a EL ESPAÑOL.

Sara comenzó a estudiar una carrera relacionada con la alimentación: "Por eso era consciente de que me estaba matando". Actualmente, con 22 años, está recuperándose de su obsesión por la comida sana, que le ha supuesto un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) que pudo costarle la vida: la ortorexia. "El problema es que nadie te entiende porque es una adicción sin sustancia", sentencia la joven, que llegó a tener heridas en las costillas y el trasero por no tener grasa.

"La ortorexia es una obsesión alrededor de la calidad de la comida y cuidarse la vida y la salud a través de la alimentación", explica Manuel Faraco, psiquiatra y director médico de Adalmed (centro especializado en el tratamiento de TCA), a este diario. "Este tipo de TCA provoca que al final se acabe entrando en una serie de bucles adictivos muy semejantes a los que hay en la anorexia nerviosa y con mucha probabilidad de combinarse con una bulimia nerviosa". "En concreto, es una obsesión por los productos sanos, ecológicos, biológicos y libres de contaminantes", relata Faraco, que señala que puede llevar a algunos pacientes a solo comer alimentos cultivados por ellos mismos. 

Como tal, la ortorexia no está reconocida por ninguna clasificación internacional, algo que reclama este experto en trastornos alimenticios, ya que cada vez es más común. El primero en definirlo fue el médico Steven Bratman, que en el año 2000 experimentó una obsesión patológica por la comida cuando comenzó a cuidar su dieta.

"El paciente focaliza su vida cada vez más alrededor de la conducta alimentaria y se va aislando, ya que puede hacer menos cosas, como ir a restaurantes. Se va quedando cada vez más alejado de actividades normales y va provocando un aislamiento social", relata el psiquiatra. "El primer eslabón es este aislamiento, que puede desencadenar una pérdida del puesto de trabajo, un cuadro depresivo e incluso existe riesgo de suicidio".

El especialista señala que las personas que padecen ortorexia "llegan a sentir una superioridad moral sobre los demás ya que, para ellos, el resto está equivocado comiendo". En este sentido, Sara cuenta: "Cuando veía comer a la gente de una manera que no consideraba sana decía por dentro 'son gilipollas, se están matando'". Asimismo, la joven, que pasó por varios estadios del TCA, relata que fue de vacaciones con sus amigos a la playa: "Cuando era restrictiva tenía que comer alejada de ellos y cuando bajábamos a la playa, luego me subían desmayada".

Perfil

Respecto al perfil del paciente que padece ortorexia, Faraco señala que actualmente está "desdibujado". Hace años era una persona de unos 30 años con un poder adquisitivo alto -ya que estos productos son más caros- y en mayor proporción mujeres. "Hoy en día se está ampliando más el perfil porque existe una adicción social a este tipo de comida y la presión social es directamente responsable del aumento del número de los casos", explica. 

Las personas que sufren ortorexia en un principio no son conscientes de ello y no se paran a pensarlo, según el médico. Normalmente es gente de alrededor la que se da cuenta de que algo está pasando. Por lo que anima "al entorno a intervenir y tomar medidas para ayudar a estas personas, estudiar qué está pasando o mirar si es patológico o algo menor que pueda ser aceptable".

La joven explica que ella ha visto a sus amigos "muy preocupados y ahora han confesado que no entendían cómo no era capaz de ver que me estaba muriendo". "No tenía ni mofletes y no soportaba el frío porque no tenía grasa", cuenta.

Faraco recomienda "flexibilidad" con los asuntos de la alimentación: "Cuando alguien tiene una capacidad de flexibilizar las cosas normalmente se asocia a una mayor salud mental, mientras que si una persona es rígida, no se permite ni media y se siente mal rompiendo esas normas y puede llegar a considerar un trocito de chocolate como algo impuro". 

"La ortorexia está potenciada por la industria alimentaria" 

Para el psiquiatra uno de los grandes problemas es que "la ortorexia está potenciada por la industria alimentaria y las autoridades sanitarias". "Los propios médicos cuando hacemos campañas de buenos hábitos nutricionales nos olvidamos de los trastornos alimentarios y nos centramos solamente en los malos alimentos", relata. 

"Por ejemplo, se dice que es sano beber dos litros de agua al día, pero nadie dice que no lo es beber siete", explica el médico, que también señala que estas campañas deberían ser más completas y limitar tanto la falta como el exceso. Esto evitaría que la gente pueda traducir estos mensajes en un todo o nada

Asimismo, el psiquiatra apunta al problema de que las personas que padecen ortorexia pueden no ser diagnosticadas en un principio: "A nosotros nos llegan a consulta madres a las que el médico de atención primaria les dice que lo que está haciendo su hija es lo que deberíamos estar haciendo todos. 'Está comiendo sano, déjala'".

El peligro de las redes sociales

El director de Adalmed anima "a todo el mundo a mirar las redes sociales con escepticismo si la fuente no está identificada y suficientemente corroborada". Asimismo critica que "cualquiera que tiene cierta popularidad se transforma en un gurú de la vida. Puede haber actrices que decidan la alimentación de cientos de miles de personas". Además, destaca que internet "ayuda a que se difundan cuestiones no demostradas o excesos de prevención que pueden tener efectos secundarios, sobretodo cuando es excesiva".

"Le pueden dar por culo al Realfooding y las influencers", dice la joven sobre su relación con las redes sociales y la alimentación. "Dejé de seguir a ciertas influencers porque dicen que solo se puede comer esto, esto y esto. Están piradas", opina Sara. "Yo seguía muchas cuentas", relata al tiempo que explica que lo llevaba al extremo, ya que dentro de las recomendaciones ella misma limitaba algunas.

Por otro lado, la joven critica el comportamiento de gente de su alrededor, que no ayudaba a su trastorno: "La gente me decía 'das grima' o 'estás muy delgada', y esos comentarios suenan fatal y me da rabia que hagan cualquier comentario sobre el físico". "¿Quién es nadie para juzgar el físico?", se pregunta. "Además, si estás viendo que estoy cambiando tanto, no hay que tener muchas neuronas para ver que tengo un problema", sentencia.

[Más información: Diabulimia: el trastorno oculto que es mucho peor que la anorexia y la bulimia]

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