"Hoy la comida que venden en el supermercado parece de mentira". Carlos Ríos (Huelva, 1991) no recuerda con exactitud las veces que escuchó esta frase de boca de su abuela. Pero Lala se la repitió en multitud de ocasiones. Lo que tampoco imaginó este dietista-nutricionista es que esas palabras, pronunciadas con absoluta convicción y escuchadas por él con infinita ternura, le harían replantearse los conocimientos adquiridos durante años de estudio. "¿Y si realmente lo que llamamos ahora 'comida' no es comida de verdad?".

Años después, este joven que ni siquiera alcanza la treintena es todo un fenómeno de la divulgación alimentaria. No sólo ha sido capaz de crear el movimiento realfooding, "un estilo de vida basado en comer comida real y evitar los ultraprocesados" que siguen miles de personas en España, sino que se ha convertido en el azote de la industria alimentaria. Ríos, que sólo en su cuenta de Instagram acumula más de 620.000 seguidores, no duda en denunciar sus prácticas engañosas y ha conseguido que grandes cadenas de supermercados cambien importantes campañas en las que promocionaban alimentos insanos bajo reclamos engañosos.

Ahora, ha decidido dar una nueva vuelta de tuerca en su particular cruzada contra los ultraprocesados y publica Come comida real. Una guía para transformar tu alimentación y tu salud (Paidós), un libro en el que no deja títere con cabeza y con el que pretende agitar conciencias. De un lado y de otro. Su objetivo: conseguir que el conocimiento basado en la evidencia científica sea un arma poderosa para poder elegir. Tan simple y a la vez tan complejo. "No comes comida real, sino productos que han puesto ante tus ojos", advierte. 

-Dices que al lado de tu abuela aprendiste más de alimentación que en cuatro años de carrera.

Aprendí la necesidad de valorar los alimentos por su calidad y no por su dimensión cuantitativa. En la carrera de Nutrición hacen mucha mención a los números, a los nutrientes, a las calorías, a lo cuantitativo. Nos hacen expertos en cuantificar la comida. Mi abuela desconocía todo esto, así que lo que empecé a valorar fue la dimensión cualitativa de los productos.  

-¿Ése fue el origen del movimiento realfooding?

En realidad, ahí fue cuando empecé a notar que algo no cuadraba con respecto a lo que yo había aprendido. Después lo vi en mis propios pacientes. Pensaba: "Esta gente está superconfundida cuando dicen 'yo como poca grasa', 'yo como pocas calorías' o 'yo ahora no como pan'". Se centraban en restringir nutrientes y luego abusaban de productos ultraprocesados de forma inconsciente. Al explicarles a ellos lo importante que era centrarse en la comida, en los alimentos poco procesados, experimenté de forma empírica que funcionaba.

-¿Por qué comemos tan mal si vivimos en un momento en el que los alimentos son más seguros y de mayor calidad que nunca?

Fundamentalmente, por el entorno que nos rodea. Ese entorno influye en diferentes dimensiones. Por un lado, en la disponibilidad. Comemos diariamente porque tenemos hambre. Es un impulso de supervivencia. Ante estos impulsos, nos sueltan en un espacio donde, tanto en el supermercado como en el trabajo, en el colegio o en tu casa, estás rodeado de productos ultraprocesados y vas a tener muchas posibilidades de consumirlos. Además, los vas a recordar porque has estado expuesto a ellos a través de la publicidad. Y cuando los pruebes, te vas a enganchar porque están configurados perfectamente para despertarte el máximo placer sensorial.

A todo ello se le une que somos seres sociales y no sólo comemos por nosotros mismos, sino también debido a nuestras interacciones con nuestro entorno. Todo esto se alinea con que, al final, las empresas que están detrás de los ultraprocesados quieren que se vendan mucho y en gran cantidad para ganar dinero. Ése es el motor principal que va a intentar que esto no cambie. Y por eso nosotros, de forma inconsciente, no cambiamos este panorama de alimentación que es radicalmente diferente al de hace unos 40 o 50 años.

-Hace una semana Bloomberg elegía a España como el país más saludable del mundo. Sorprende un poco teniendo en cuenta las tasas de sobrepeso y obesidad que tenemos.

Que haya países que lo hagan mucho peor no significa que nosotros hagamos todas las cosas bien. No lo leí en profundidad, pero creo que ese informe va más encaminado a la esperanza de vida e incluso a otros factores como la felicidad.

-También citaban la dieta mediterránea.

Pero la dieta mediterránea ya no existe. Al menos, no de la misma forma como existía antes. Es cierto que parte de la población española puede estar 'protegida' por vivir bajo un legado de preparaciones culinarias tradicionales. Yo, por ejemplo, que he nacido en Andalucía, desde chico he probado el gazpacho, la tortilla de patatas, el potaje, un buen pescado… Eso, de alguna forma, nos protege. Algo influye.

Pero esto ya está cambiando radicalmente y sólo tienes que andar por la calle para ver que los establecimientos que hay no son de comida mediterránea. Que nuestra esperanza de vida sea mayor no significa que nuestra calidad de vida o nuestro bienestar sea también mayor. Podemos tener a personas con 60 años que alarguen su vida hasta los 80, pero con 20 años de enfermedades a sus espaldas y una merma en su bienestar sin que nosotros lo detectemos. Tener las actuales tasas de obesidad o de enfermedades no transmisibles para nada nos hace el país más sano y tampoco podemos sentirnos orgullosos de ello.

-El pan era un alimento básico en la posguerra, pero ahora representa un problema para la salud. ¿Comemos pan por encima de nuestras posibilidades?

Sí. Respecto al pan hay que tener en cuenta dos cosas: cómo lo comes y con qué. Lo que yo he visto en mis pacientes es que hay personas que consumen pan en todas las comidas, no como alimento principal, pero sí como acompañante de forma inconsciente. Comes los platos principales y, además, comes con pan. O, a lo mejor, en la merienda o el desayuno, por hacerte algo rápido, comes con pan. Al final, estás ingiriendo demasiadas calorías a lo largo del día por el consumo de este alimento. Y, por otro lado, hay que pensar con qué lo acompañas. ¿Lo acompañas con aguacate? ¿Con aceite de oliva virgen extra? ¿O lo acompañas con chorizo o crema de cacao azucarada? La gente no hace un buen uso del pan. No tiene nada que ver con antaño.

-¿El mito de que el desayuno es la comida más importante del día es uno de los que más daño han hecho a la población?

Probablemente sí. Es muy difícil convencer a la gente de que el desayuno no es importante. Es como un jarro de agua fría. "¿Cómo me estás diciendo que no es importante desayunar?". Parece que hay que empezar el día desayunando porque si no te va a faltar algo. Y no es así. Sabemos que tenemos que comer, pero lo más importante es qué es lo que comemos y no cuándo lo comemos. De hecho, si estás acostumbrado a desayunar, tu cuerpo te lo va a pedir. Pero si no estás acostumbrado, tu cuerpo no te lo va a pedir y tú no lo vas a echar en falta. Lo que está claro es que si no desayunas, llegas a la comida con muchísima hambre y acabas comiendo ultraprocesados. El problema no es que te hayas saltado el desayuno, el problema es que estás comiendo estos alimentos. Y desayunar alimentos ultraprocesados es peor que no desayunar nada.

-¿Hay alguna galleta sana en el supermercado, ya sea 'digestive' o 'fitness'?

En realidad, no. Puede haber galletas menos malas. La industria está reformulándose, utilizando menos azúcares, harinas más integrales, cambiando el aceite de girasol por el oleico… Pero la galleta, por definición, es un producto de bollería que se hacía antaño de forma ocasional, que tenías que cocinarlo tú y que, por supuesto, no llevaba las cantidades de azúcar, de aceites vegetales, sal y aditivos que llevan ahora. No hay en el mercado galletas saludables y la gran mayoría intentan convencerte de que lo son. 

-Vivimos obsesionados con las calorías, pero ¿es el aspecto en el que menos deberíamos fijarnos a la hora de elegir un alimento?

Tu salud no depende de las calorías que ingieras, sino de la calidad de esas calorías. Hay ultraprocesados bajos en calorías, pero no por ello son más saludables. El parámetro calórico no define a un alimento como saludable. Además, si basas tu alimentación en la comida real, fundamentalmente vegetales, verduras, hortalizas y frutos secos, que deben representar el 50% de nuestra dieta, es muy probable que tu peso no aumente. En cualquier caso, el peso depende también de factores como el sueño, la actividad física o la genética. Entran en juego variables que no puedes controlar sólo a través de las calorías.

-Eres tal vez uno de los nutricionistas con una posición más beligerante contra la industria alimentaria. No has dudado en promover el boicot contra cadenas de supermercados. ¿Este 'activismo' te ha traído problemas?

La industria alimentaria tiene dos opciones. Por un lado, adaptarse a estos cambios que demanda cada vez más gente, que quiere productos cada vez más saludables y dejar de comer productos insanos. O puede ponerse más a la defensiva e intentar proteger los productos que venden y que son perjudiciales. Tenemos derecho a informar de que consumir esos productos va a perjudicarte a largo plazo. He recibido ciertas presiones del tipo "oye, no te metas con mi producto". Pero realmente no me estoy metiendo con tu producto, lo que quiero es contar la verdad a la gente.

-Tienes 650.000 seguidores en Instagram y has denunciado que tus historias se ocultan de forma deliberada. ¿Te han ofrecido dinero por no criticar a según qué marcas?

No. Aceptarlo sería algo que va en contra de mis principios. Lo que sí me han ofrecido es publicitar ciertos productos ultraprocesados. La estrategia muchas veces pasa por promocionarlos en el contexto de una dieta saludable. Pero si promueves que la gente coma galletas "con moderación", la realidad es que van a seguir comiendo galletas y van a abusar de ellas. En cambio, si le dices a la gente "esto es un producto ultraprocesado, consumirlo a largo plazo no te aporta nada, mira los ingredientes que son insanos", la gente cambia. Y eso es lo que yo no voy a cambiar.

-La industria vive también de las modas. Y el 'realfooding' se ha convertido en una moda. ¿Temes llegar al supermercado un día y encontrarte productos con este reclamo?

Yo registré el término realfooding porque, al fin y al cabo, lo que intento proteger son unos conocimientos. Lo que explico en el libro es que el realfooding se basa en conocimiento. Un conocimiento que tiene que ver con diferenciar qué es comida real y qué es un ultraprocesado. Y me he asegurado de que esto no se pueda tergiversar. Ocurre todo lo contrario con la palabra "natural", con la palabra "equilibrado" o incluso con "saludable". "Saludable" es un adjetivo que utiliza la industria alimentaria para sus productos ultraprocesados, algo que debería estar totalmente prohibido porque es directamente publicidad engañosa.

Es probable que la industria intente hacer uso del "realfooding", pero me he encargado de que mi comunidad esté bien informada, de tal manera que no la puedan engañar con unas patatas fritas con un reclamo de "realfood". Si ya estás bien informado, vas a saber que no es un producto saludable. Y también lo hago por mi trabajo, para preservarlo y protegerlo.

-Hay quien considera que los nutricionistas sois una suerte de seres extremistas y radicales, y os llegan a tildar de "talibanes".

Lo veo normal. En un ambiente totalmente extremo, a la gente que hablamos diferente nos tildan de extremistas. Yo lo que realmente creo que es extremo es que tú salgas por la puerta de tu casa y que el 80% de oferta de alimentos que haya sea de ultraprocesados. O que en un hospital pongan galletas a los enfermos. Cuando decimos algo diferente, resulta disruptivo y se ve raro. Hay gente que percibe que este tipo de mensajes están atacando sus creencias, con las que llevan conviviendo tanto tiempo, y esto le genera un rechazo. Ese rechazo lo va a proyectar con insultos del tipo "tú eres un radical". Al final, es autojustificarse en lo que ellos quieren creer y en lo que van a seguir creyendo.  

-¿Recuerdas cuando fue la última vez que tomaste una Coca-Cola, por ejemplo?

No lo recuerdo, pero eso no significa que en un momento dado yo no coma ultraprocesados. Siempre digo que no los compro y no los tengo en mi trabajo, que al fin y al cabo es mi casa, pero sí que no tengo reparo en que, de vez en cuando, en ese 10% ocasional, no me genere una especial preocupación si pido un montadito y viene con unas patatas fritas y me tomo dos. Ahí no está el problema. El problema es cuando comes de forma inconsciente y diariamente ultraprocesados.

[Más información: Alerta con los ultraprocesados: se relacionan con un mayor riesgo de cáncer]

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