Suena la marcha nupcial, la conocida pieza musical de la obra de ballet El sueño de una noche de verano, del autor alemán Felix Mendelssohn. Todo el mundo se pone en pie para ver entrar a los protagonistas que hoy se darán el "sí quiero" en la antigua iglesia de La Merced, en Bilbao, ahora reconvertida en un centro cultural. Pero hay caras de sorpresa entre algunos curiosos que se han acercado hasta el lugar en una jornada tan señalada. Rostros estupefactos cuando ven que quienes entran en la iglesia son quince mujeres, una detrás de la otra, vestidas de blanco y con su ramo de flores. 

Es 8 de junio de 2018. Es su día. La jornada en la que Regina, Marcela, Nagore, Afaf, Arantxa, Nerea, Eva, Miren Eva, Sandra, Itxiar, Constanza, Eli y Daniela se darán el "sí, quiero" a ellas mismas.  No se trata, desde luego de una boda al uso. Es el compromiso de estas mujeres con ellas, con su propio ser. Se prometen que serán siempre ellas, que no se traicionarán, que se cuidarán en la salud y en la enfermedad, que se amarán y se respetarán todos los días de su vida, que se jurarán amor eterno para siempre. No necesitan encontrar a su media naranja porque ellas son ya una naranja entera. 

Nerea Moreno tiene 37 años y ha decidido dar el paso y emprender el camino de la sologamia, que es como se define la moda de casarse con uno mismo. Al principio, pensaba que iba a ser un "poco locura", según relata a EL ESPAÑOL. Conforme iban pasando los días y se aproximaba la fecha de la boda, todo iba cobrando "más fuerza y sentido". Nerea se enteró a través de una noticia que encontró en internet. El centro cultural Bilborock daba la oportunidad de participar en esta singular ceremonia. Y ella pensó: "¿Por qué no?". 

"Decir delante del espejo que yo me quería no era suficiente. Me di cuenta de que tenía que proclamar que yo estaba aquí, que yo valía y que me quería. Y de que no tenía que haber nadie que pudiese hacerme pequeña, cuando no lo soy. ¡Necesitaba soltarlo a los cuatro vientos!", explica, convencida, Nerea a este diario. Al principio tenía dudas, pero pronto quedaron disipadas. Solo le hizo falta un pequeño cursillo prematrimonial para quienes pretenden consumar este amoroso soliloquio. Sin duda, le ayudó a aclararse.  

En ese momento, Nerea no tenía pareja y decidió tirar la casa por la ventana. Cuando se lo contó a su mejor amiga, que tiene un centro de belleza en Bilbao, lo primero que le dijo fue: "Tengo un vestido para ti, está sin estrenar y lleva puesto tu nombre". "Esto se me está yendo de las manos", contestó Nerea. Al probárselo, ya no dudó. 

"El día más importante de tu vida"

Imagen de propaganda de estas singulares bodas. Cedida

Todavía le faltaba un complemento: el anillo. Así que fue a la joyería más cercana y se compró la sortija que sellaría ese pacto de compromiso con ella misma para siempre. Después llegó el momento de repartir las invitaciones y contarle a sus allegados que se iba a casar, eso sí, solo había una protagonista. 

"Estaba tan ilusionada que cuando di las invitaciones incluso me emocionaba", cuenta Nerea. Decidió darle la invitación a aquellas personas que sabía que entenderían que iba a dar este paso, que la conocían y que querían que fuera feliz. A la ceremonia fue su madre y esos amigos, dice ella, que no puedes ver todos los días, pero que siempre están ahí y quieres que estén "en el día más importante de tu vida". 

Cuando llegó el día, "todo fue una locura", cuenta la recién casada. Madrugón para ir a la peluquería, maquillarse, las últimas pruebas del vestido y lo más importante, preparar los votos que iba a pronunciar el día del enlace. Los que iba a cumplir para siempre. "Estaba tan nerviosa que los tuve que escribir deprisa y corriendo en el móvil mientras me peinaban en la peluquería", cuenta entre risas. 

Los nervios se apoderaron de ella cuando llegó a la iglesia de La Merced. Dentro ya le esperaban las 300 personas que habían acudido a la boda. De su parte solo había unas diez. Lució como nunca: con un vestido blanco de larga cola, un lazo de color fucsia en la cintura y el pelo de azul, estaba preparada para darse el "sí, quiero" y dejar a un lado su timidez y sus complejos. "Me olvide de los nervios, estaba decidida". 

"No son la costilla de nadie"

Nerea Aline se casó en junio en Bilbao consigo misma. Cedida por Nerea Aline

Dio un paso al frente y caminó 'hacia el altar' junto a sus catorce compañeras mientras sonaba la marcha nupcial. 

"Estamos aquí para reunir en matrimonio con ellas mismas a estas quince mujeres. Siendo las 20.00 horas del 8 de junio de 2018, todas ellas acreditan su amor hacia ellas mismas y declaran que son personas completas, no son la costilla de nadie, ni la media naranja y no necesitan a un príncipe azul", dice en el atril Carmen Muñoz, concejal del Ayuntamiento de Bilbao, que lleva las riendas de la ceremonia. 

Lo cierto es que aunque "no necesitan un príncipe azul", eso no significa que no lo quieran. Esta ceremonia era una proclamación de "ellas mismas" sobre cualquier cosa. La sologamia no significa querer estar solo para los restos. Sino tener la capacidad de no depender de nadie, de ser "una naranja completa" y de quererse primero ante todo. Lo que no rompe con el hecho de tener una pareja. De hecho muchas de las mujeres que dieron el "sí quiero" tenían pareja, otras estaban divorcidas, o tenían hijos. 

Después del sermón de la concejala, reconvertida por momentos en sacerdotisa del amor propio, cada una de las novias, vestidas en su mayoría de blanco, empezaron a pronunciar sus votos personales delante de todos los asistentes: "Me comprometo a escucharme, a prestarme atención, a merecerme. Renuncio al 'autoboicot', a la anticipación del fracaso, a tratarme con respeto, humor y desenfado, a honrar tanto mis aspectos femeninos como masculinos".

Una de las ceremonias de enlace, en Bilbao. Cedidas por May Serrano

Otras mujeres se comprometieron a "confiar en la vida", "escuchar su instinto sin juzgarse" y renunciaron a aceptar conductas que "les hicieran sentir mal", "a los juicios sin valores y a todo aquello que les hiciese pequeñas".

Poco después llegó el momento de pronunciar el voto convencional, pero en primera persona. Todas juntas, al unísono, dijeron: "Prometemos sernos fieles, cuidarnos en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de nuestra vida". 

Después, se produce un intercambio de pregunta y respuesta que recuerda con claridad a lo que es habitualmente la ceremonia de una boda convencional. 

"¿Queréis contraer matrimonio con vosotras mismas?", les preguntó la concejala Carmen Muñoz. "¡Sí, queremos!", replicaron ellas. En ese instante, Nerea se "plantó su anillo", para sellar su pacto de amor consigo misma. Y Muñoz continuó: "En virtud de mis poderes (en esta ocasión un poco mágicos) os declaro mujeres con vosotras mismas. ¡Podéis besaros si queréis con vosotras mismas!". 

Se besaron, se abrazaron y brindaron todas juntas. Pero el día no terminaba ahí, quedaba el banquete y la fiesta. "Reservamos un restaurante y decidí dejarme el vestido de novia puesto, era mi día", cuenta la mujer. En el restaurante incluso le gritaban: "Viva la novia". 

Ahora, siete meses después, esta bilbaína cuenta que casarse consigo misma "ha marcado un antes y un después en su vida". Confiesa, eso sí, que no ha podido evitar ponerse algunas veces "los cuernos", no cumpliendo algunos de los votos que prometió. Aún así, se siente mucho más segura y reafirmada: ella está por encima de todos. 

"Este matrimonio me ha ido realmente bien"

Esta costumbre tan singular no es la primera que se produce en España. Las hermanas Serrano ya lo hicieron hace unos años. La primera en dar el paso fue May (48 años), escritora y afincada en Bilbao. Lo hizo en 2011, en el mismo lugar en el que lo hizó Nerea hace unos meses. 

Estas mujeres no necesitan buscar su media naranja. Ellas son ya la naranja entera. Cedida por May Serrano

Todas ellas eran pioneras en la materia.  Diversas en los vestidos, unas iban de blanco y otras como si fuese un día normal. Lo importante no era "que estuviesen en la edad perfecta para casarse o en el preciso momento vital", explica May, sino en "comprometerse con una misma y ponerse las primeras". 

Hicieron el cursillo prematrimonial, hablaron consigo de cómo estaba su relación, de por qué querían dar el paso y se convencieron.  May se vistió de blanco e incluso llevó tocado. A diferencia de Nerea, no se compró una sortija hasta tres años después para sellar el compromiso. "Esperé unos años y me la compré al mismo tiempo que me fui de luna de miel a Cádiz", cuenta. 

Esta turolense, al igual que unos recién casados al uso, decidió darse el mejor de los regalos: una luna de miel con ella misma en Cádiz. "Playita, hotelazo y yo conmigo misma. Ningún plan mejor", dice, entre risas, May. 

"Hasta que el cuerpo aguantó"

Julia (38 años), viajó desde Teruel para asistir al enlace de su hermana en 2011. Se sorprendió al ver que "la boda no era una broma", tal y como pensaba cuando fue invitada. "Llevaban tiempo preparándose y me pareció una ceremonia solemne y emotiva", relata Julia Serrano a EL ESPAÑOL. 

Fue entonces cuando ella se hizo la pregunta de "por qué ella no había tenido el valor para casarse consigo misma hasta entonces". Pero cinco años después, en 2016, tuvo la oportunidad. Su hermana May organizó una jornadas del Amor y el Bienestar en Teruel y le animó.

La sologamia es una moda que algunos están siguiendo en los últimos tiempos. Cedida por May Serrano

Sin embargo, Julia no estaba tan convencida como lo había estado su hermana May. "Me daba algo de miedo, y como podía ser 'una novia a la fuga' no me arreglé mucho por si me echaba para atrás". Las dudas estuvieron presentes hasta el último momento, ni siquiera avisó a su novio -que ahora farda un montón de que su novia se haya casado-, o a sus padres.  Solo estaba su hermana y su otra compañera, que también se iba a casar ese día. Y unas cien personas que ese día asistían a esas jornadas en el salón de actos del Museo de Teruel, en

El día de su boda la cantante que actuó durante el convite adaptó las canciones de amor al femenino singular. Todo estaba hecho a medida para las dos novias. Después, el banquete y la fiesta, todo ello "hasta que el cuerpo aguantó". 

Lo único que le faltó ese día a Julia fue el anillo. Decidió comprárselo unos meses después, pero no es un anillo cualquiera. Lo lleva tatuado en el dedo, en un lateral, para que solo ella pueda verlo, para que solo ella tenga presente ese compromiso que se hizo con ella misma y para ella misma.

Le falta la luna de miel en Nueva York. Lo que está claro es que no necesita acompañante.