Plentzia (Vizcaya)

Vecinos y turistas miran incrédulos cómo Crusoe Treasure lastra con jaulones de vino el pequeño barco de pesca reconvertido en embarcación grúa. Hay buena mar y Borja Saracho, el Capitán Nemo de las 20.000 botellas de vino submarino, ha decido armar su mini Nautilus cargado de alpiste. Hoy van a sumergir en el fondo marino de la Bahía de Plentzia (Vizcaya), a unos 20 metros de profundidad, 4.000 botellas de vino.

La idea de crear la primera bodega submarina de España, y del mundo, surgió hace ya unas cuantas décadas. A Borja le apasionaba el capítulo de Tintín -El tesoro de Rackham el Rojo- en el que el Capitán Haddock recuperaba varias botellas de ron jamaicano de dos siglos de antigüedad en el Unicornio, un barco hundido en las profundidades del Caribe.

Años después, cuando Borja ya había estudiado Derecho, el mar volvió a llamar a su puerta. Esta vez en forma de botellas de champán Veuve Clicquot, que el rey Francia Luis XVI habría enviado a la emperatriz Catalina II de Rusia, rescatadas de un barco hundido en el Báltico.

20000 botellas de vino submarino Jorge Barreno

Enólogos de todo el mundo determinaron que la evolución marina del Veuve Clicquot había sido muy diferente a la transformación del champán en una bodega terrestre. Algunas de las botellas se llegaron a subastar por 30.000 euros. Fue entonces cuando Borja se lanzó al mar y decidió hacer su sueño realidad: crear la primera bodega submarina del mundo.

“Probamos en tres sitios diferentes y al final elegimos Plentzia, donde confluyen las aguas de la ría y del Cantábrico. Al principio no entendían qué era eso de meter unas estructuras de cemento dentro del mar para investigar vino… nos trataban de locos. Pedimos un permiso al Ministerio de Fomento y nos dieron una concesión del fondo marino de 500 metros cuadrados. Somos los primeros en el mundo en contar con registro sanitario y con concesión de fondo marino legal”, explica Borja, fundador de una empresa que lleva por nombre una mezcla que habla de náufragos y de fortuna; Crusoe Treasure.

Vino submarino Jorge Barreno

Comenzaron sumergiendo dos estructuras de hormigón armado y crearon el Laboratorio Submarino de Envejecimiento de Bebidas. 27 bodegas de toda España donaron para el proyecto todo tipo de caldos: blancos, tintos, jóvenes, reservas, chacolís, sidras… “Cada tres meses hacíamos una cata del vino submarino y del mismo vino envejecido en tierra. Al principio nadie notaba ninguna diferencia. Al cabo de seis meses los enólogos empezaron a escoger, a ciegas, el vino submarino”, comenta este emprendedor vitoriano.

‘Atesorando’ el vino

Tras un breve paseo de 20 minutos se llega al lugar de inmersión. “Hace unos días había un barco francés de tres mástiles fondeado justo encima de la bodega. Al principio estábamos asustados porque era muy grande y si hubiera echado el ancla te puede hacer una avería. Como teníamos que trabajar en la zona les dijimos que se movieran. Nos miraban con cara de asombro, no entendían qué pasaba”.



Mientras Borja cuenta anécdotas, Javier, el piloto del barco, se monta en la grúa y empieza a hundir en el lecho marino los jaulones repletos de botellas. Ya cuentan con ocho variedades diferentes, seis tintos y dos blancos. Proceden de vides cultivadas en la zona de Ayerbe (Huesca), Peñaranda de Duero, Rías Baixas y Priorat.

Borja Soracho prueba por primera vez el segundo de los blancos de su colección 'atesorado' en el mar (1) Jorge Barreno

“No podemos utilizar el vocabulario enológico”, reconoce Anna Riera, la tercera tripulante del barco, y la bióloga del equipo. “Normalmente, la vieja escuela se muestra muy escéptica, a muchos no les gusta que te salgas de las normas del vino, son muy tradicionales”.

“Tenemos incluso una legisladora que nos analiza las etiquetas para que sean correctas. Nos dice lo que podemos poner y lo que no. Por ejemplo, nosotros usamos el verbo ‘atesorar’ en lugar de ‘envejecer’. Nos hemos tenido que enfrentar a mucho papeleo, tanto con las autoridades de la Unión Europea, como con los Gobiernos central y autonómico, porque en algunas cuestiones ni tan siquiera había un ordenamiento legal definido”.

A Anna también le gusta contar chascarrillos sobre algunos curiosos procedimientos que trataron de llevar a cabo: “Durante la fase de investigación estuvimos experimentando formas de hacer vino antiguas, por ejemplo, en ánforas, a lo romano. ¿Qué pasa?, que no es tan fácil por tema de cierres, de permeabilidades. Nos las solicitaba mucho el mercado chino, hasta que pararon un pedido en aduanas porque decían que eran restos arqueológicos. Ahora estamos probando con barricas. Queremos completar el proceso de atesoramiento del vino debajo del agua”.

Crusoe Treasure sumerge unas 20.000 botellas de vino al año de ocho variedades Jorge Barreno

El trabajo de esta bióloga consiste en analizar el comportamiento de la vida marina en la bodega submarina. Los responsables de la firma se lo han tomado tan en serio que hasta han creado un arrecife artificial en el que las botellas se conservan mientras conviven con multitud de especies: "Tenemos un fondo de arena donde hemos metido una superficie estable, en este caso el hormigón. Unos ojos de buey permiten que entre y salga el agua y los organismos vivos. Al final, lo que creamos es una zona de protección para ciertas especies”.

Qué le pasa al caldo submarino

Con todas las botellas sumergidas y de regreso a tierra, queda escuchar la opinión del enólogo de Crusoe Treasure, Antonio Palacios. Al principio se mostraba un poco escéptico con el proyecto porque “lo normal es pensar que no sucede nada diferente en el interior de una botella de vidrio estando en tierra o en el mar”.

Para Palacios el secreto del atesoramiento radica en la energía: “El mar es una fuente enorme de energía acumulada que está disponible de diferentes formas; la energía de las corrientes marinas, constantes y bien localizadas, la energía osmótica debida a la alta concentración salina, la energía termal oceánica, la energía de las mareas, que mueve inmensas masas de agua de forma rítmica y predecible según los ciclos lunares y la energía de las olas. Todo ello constituye un auténtico sistema biodinámico para la crianza de vinos”.

-La diferencia principal entre los vinos terrestres y submarinos se centra en el parámetro de antocianos libres, que son las moléculas que dan el color al vino, siendo mayor en los vinos sumergidos. Otro parámetro diferencial es la estabilidad tartárica, puesto que es positiva en los vinos sumergidos, siendo negativa en algunas muestras terrestres.

Al estar en el mar, el oxígeno que adquieren de sus profundidades ayuda al vino a que no se reduzca, a que conserve mejor las propiedades de la fruta, a que madure mejor. "Además, los toques herbáceos y vegetales desaparecen. A nivel sensorial, los vinos submarinos están más ‘hechos’, son más maduros, guardan mejor la fruta y la fusión entre la acidez y los taninos es total”.

Este enólogo experto y pionero en vinos submarinos disfruta con su trabajo: “Sientes la emoción de los exploradores que se internan en lugares completamente nuevos para el ser humano. Para mí, lo que más me gusta es intentar comprender qué ocurre bajo el mar en el vino respecto a su composición química y sus propiedades sensoriales”.

Con un copa de su último caldo extraído del mar, el segundo de sus blancos submarinos, Palacios recuerda el día en que extrayeron la primera botella de la primera cosecha de todas: “Recuerdo que cuando sacamos la primera botella comercial, lo hicimos después de un día duro de navegación por las condiciones climáticas. La televisión vasca nos esperaba en tierra para hacer una cata. Cuando llegamos a puerto dejamos la botella encima de un bolardo, nuestra primera y única botella sacada del mar. Cuando llegó la TV fuimos a por la botella y había desaparecido. Lo pasé fatal". Él y los suyos se preguntan todavía dónde estará esa botella.