“Inquietud, variedad, esfuerzo y unas cañas”. Este es el secreto que llevó a tres amigos mallorquines a convertirse en los mayores propietarios de toda la facción española del portal inmobiliario Airbnb, una página web de alquiler vacacional que surgió con la idea de poder conectar a particulares y clientes sin necesidad de intermediarios.. No hay nadie en nuestro país que supere las 854 viviendas que gestionan estos treinteañeros a través de su empresa Ca S’Amitger, que opera bajo el pseudónimo de Villafinca en la red.

Ellos son Joan Miquel Company Crespi, de 37 años y amante de la música rock, Josep Miquel Arrom Martorell, de 35 y aficionado a la cocina y Antonio Carbonell Socias, 38 primaveras y runner y trotamundos en su tiempo libre. Josep, el benjamín, atiende a EL ESPAÑOL vía email y reconoce que, a pesar de tener casi mil propiedades anunciadas en Airbnb, este portal les supone “menos del 10%” de sus ventas totales.

Ca S’Amitger nació de una manera particular: los tres amigos, naturales de La Puebla (Palma de Mallorca), pasaban la noche “tomando cañas” en la finca de un conocido cuando unos turistas les pidieron que les dijeran cómo habían podido alquilar aquella propiedad para sus vacaciones. En aquel momento a Joan, Josep y Antonio se les encendió la bombilla y desarrollaron “un estudio y análisis del mercado”.

Imagen de la empresa Ca S'Amitger

A raíz de esto fueron capaces de “detectar las necesidades de muchas personas que disponían de viviendas con licencia turística”. Aunque ya había “pequeñas inmobiliarias” que trataban de desenvolverse en este ámbito, los emprendedores pudieron encontrar su propio nicho en el que prosperar. Ellos querían “llevar el sector (del alquiler vacacional) a otro nivel” y para esto se han valido de la innovación tecnológica -un 20% de su plantilla son ingenieros y programadores- y de un “modelo de negocio estable con la ambición de liderar el mercado”.

"Un cliente nuevo era como ganar un Mundial"

Los tres socios ya tenían experiencia en el mundo del turismo antes de fundar Ca S’Amitger, hace apenas seis meses. El mayor, Antonio, o como ellos le llaman, Toni, estudió Ingeniería Informática y trabajó en el ámbito de las agencias de viajes por internet. Joan, el mediano, se ocupaba de un negocio familiar de hostelería y Josep, el pequeño, es abogado especializado en legislación turística.

Josep, el abogado Redes sociales

Los inicios de la empresa fueron difíciles, como los de cualquier start-up: “Nuestro primer domicilio era la casa de uno de nosotros”, explica Josep. El joven letrado recuerda “con cariño” cómo pasaban los días y los socios seguían sin un sólo trabajador en nómina y ninguna vivienda que poner en alquiler. “En cada reunión nos íbamos con deberes para casa y cada vez que un propietario confiaba en nosotros se celebraba como ganar un Mundial”, rememora.

Sin embargo, la expansión de la compañía fue veloz y “enseguida” se vieron obligados a alquilar “una oficina de 20 metros cuadrados”. Sus creadores se jactan de que “toda la inversión” de Ca S’Amitger se realizó con “los ingresos generados por la empresa, sin préstamos ni inversores”. Ahora esta sociedad anuncia las propiedades de sus clientes en “más de 50 canales” de alquiler vacacional, en los que “Airbnb es sólo uno más”.

Según los datos publicados por el portal Data Hippo, Ca S’Amitger gestiona, a través de Villafinca, 854 viviendas en Airbnb, lo que le convierte en la empresa con más propiedades de España en este portal. Operan en el litoral mediterráneo, especialmente en Mallorca y Alicante, donde las villas con piscina concentran el 90% de su oferta. Un 8% son apartamentos de playa situados principalmente en Gandía y el 2% restante son “hoteles rurales o similares”.

Josep insiste en que Ca S’Amitger es una empresa gestora y no es propietaria de ninguno de los pisos que alquilan, con lo que no cree que “vaya en contra de la filosofía de Airbnb”, un portal que se creó con el pretexto de conformar una red de alquileres vacacionales que conectara directamente a particulares y clientes. Para el mallorquín la fortaleza de su compañía son “los pequeños propietarios” a los que prestan servicios a cambio de “una comisión por noche reservada”. Además, “el 97%” de los clientes de Ca S’Amitger sólo tienen una propiedad, mientras que el porcentaje restante “puede tener de media dos o tres” viviendas en alquiler, según ha explicado el abogado a este periódico.

Toni, el ingeniero informático Redes sociales

Buscando a Raquel

Sin embargo, varias asociaciones de vecinos continúan mostrando su rechazo a portales como Airbnb y a las empresas que operan a través de ellos. Desde que estas páginas han ido adquiriendo popularidad, algunos colectivos han desarrollado campañas para sacar a la luz las presuntas tramas y mentiras detrás del nombre de un propietario cualquiera de Airbnb, que las grandes empresas usan para esconderse.

Cabe destacar el movimiento “Buscamos a Raquel”, que llevó a cabo la asociación 'Lavapiés dónde vas'. Los residentes del barrio madrileño marcaron con pegatinas todos los pisos que una tal “Raquel” tenía anunciados en dicho portal. Tras semanas de indagación, el resultado no sorprendió a nadie: Raquel era una gran empresa que había hecho negocio alquilando viviendas vacacionales fingiendo ser una simple particular.

Fernando, uno de sus integrantes, explica a este periódico que Airbnb ha creado una “falsa sensación de economía colaborativa” basada en la especulación. Para él, la defensa de que un propietario sólo tenga uno o dos pisos en alquiler no significa que estemos ante un “mercado sano”. Es tajante y afirma que “nadie que esté dentro de este entramado se puede lavar las manos porque todos contribuyen: el dueño del piso, la empresa gestora o el propio portal inmobiliario”.

Uno de los carteles de la campaña 'Buscando a Raquel'

Vicente Pérez, responsable de urbanismo y vivienda de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid, afirma que el problema se halla en la “concentración de oferta” por parte de “unas pocas cadenas” que “complican” la labor reguladora de los Ayuntamientos. Desde Airbnb, no obstante, rechazan que se produzca este fenómeno argumentando que los pisos no son de “un solo dueño”.

Las desventajas del pequeño propietario

Varios expertos consultados por este periódico reconocen que los propietarios que acceden a anunciar sus viviendas con la ayuda de una empresa gestora como podría ser Ca S’Amitger tienen más probabilidades de firmar contratos que aquellos que suban sus pisos directamente al portal por su cuenta. Aunque cobren una comisión, es cierto que la mediación de una de estas compañías se traduce en imágenes de gran calidad, un mejor posicionamiento del anuncio en la web y una oferta más completa: en el caso de la empresa balear, el huésped podrá solicitar servicios extra como “limpieza, lavandería, mantenimiento de piscina y jardines o un servicio de asistencia técnica para incidencias”.

Esta práctica, por tanto, puede repercutir negativamente en el pequeño propietario que cuelga su segunda vivienda en Airbnb sin ayudas externas y que, paradójicamente, es para quien se creó este portal, tal como explican a este medio sus representantes: “Toda nuestra plataforma está construida para los particulares”. Éstos, además, niegan que la presencia de empresas gestoras resten visibilidad u oportunidades a estos pequeños anunciantes.

Una de las villas de Villafinca en Airbnb

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