Cae la noche y el frío azuza. Es diciembre del año 2003. Un técnico del equipo de baloncesto Estudiantes y su compañero de piso organizan una fiesta en el adosado que comparten a las afueras de Madrid. A la convocatoria cada vez llega más y más gente. Pedro Sánchez, que sumaba algo más de treinta primaveras en aquel momento, viste de rojo socialista. Rápidamente se fija en una chica rubia. Ella también viste de rojo, pero en forma de vestido. Begoña, se llama.

15 años más tarde, el candente rojo sigue marcando el día a día de la pareja, ya matrimonio. Ambos están bajo la lupa del escrutinio público. Él es el presidente del Gobierno, el primero que llega al puesto tras una moción de censura al anterior Ejecutivo. Ella, una experta en márketing y el reluciente nuevo fichaje del Instituto de Empresa, una escuela de negocios.

Cuando saltaron a la palestra pública, ambos de la mano, vestidos de rojo, abrigados con la bandera de España, siempre fueron un tándem. Sonrientes, de la mano. Sin esconderse. Sin imposturas. La pareja era un oasis dentro del páramo de los cónyuges presidenciales ―o que aspiraban a serlo―: Sánchez y Gómez se americanizaron para demostrar que lo personal era político. Pero ahora parece que sólo cuando interesa.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez, en junio de 2015. REUTERS

Primera dama oficiosa

Del rechazo al asalto de la Administración Pública de anteriores Gobiernos a seguir sus mismos pasos, Pedro Sánchez, el líder que se envolvió en la política de símbolos como mayor arma, ha vuelto a chocar contra un nuevo nombramiento polémico. Y que este se haya consumado cuando ni siquiera se cumplen 100 días al frente del timonel español chirría. Sobre todo por los principios sacados a pasear por el matrimonio antes de llegar a Moncloa.

María Begoña Gómez Fernández (Bilbao, 1975) ha trabajado toda la vida en lo que se conoce como el tercer sector, un recodo de la economía a caballo entre lo privado y lo público. Ahí navegan las oenegés. Y ahí es donde se siente la primera dama oficiosa de nuestro país como pez en el agua: toda su carrera profesional ha estado enfocada al márketing y la captación de fondos para empresas sin ánimo de lucro.

En España no existe la figura ―ni política ni institucional― de la pareja del presidente o presidenta. Es un campo abierto, en el que se puede hacer fuerte quien decida llevarlo por bandera. Todo apuntaba a que Gómez sería nuestra Hillary o nuestra Michelle. Desde los primeros tientos de su marido, ella siempre estuvo ahí. Frente a las cámaras. Mirando desde el atril.

Begoña, a secas

Debutó en julio de 2014. Eran los días previos a las primarias socialistas que enfrentaron a Sánchez con Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias. En el colofón de su campaña, el equipo de este entonces desconocido publicó un vídeo ―“¿Quién es ese tal Pedro Sánchez?”, lo titularon― en el que Gómez ―Begoña a secas, en aquel momento― daba la cara por su marido, presentándolo como un padre amantísimo, junto con un maestro del líder socialista, compañeros de su vida en el PSOE e incluso una de sus alumnas en la Universidad.

“La cuestión de base es que Begoña Gómez no es ni siquiera nuestra primera dama, esa es una figura norteamericana que en España se corresponde con la Reina”, explica a EL ESPAÑOL Jordi Rodríguez Virgili, profesor de comunicación política de la Universidad de Navarra. “Legalmente no tiene reconocimiento y tradicionalmente va con la personalidad del jefe del Gobierno: queda al criterio de ambos, de la pareja, decidir el papel político o público que puede desempeñar esa persona”.

Begoña besando a Pedro Sánchez. GTRES

Aquí, la tradición es la discreción. La antecesora inmediatamente anterior de Gómez, Elvira Fernández, Viri, es una desconocida en la práctica. A pesar del largo recorrido político de su esposo, Mariano Rajoy, ella apenas participó en algunos de los actos claves. Como recoge la periodista Lucía Méndez en su libro Morder la bala, la actividad de Viri brillaba por su ausencia. Era más de quedarse en Moncloa siguiendo novelas y series en televisión.

Rompedora

Es la tónica. Amparo Illana, mujer de Adolfo Suárez, y Pilar Ibáñez, esposa de Calvo-Sotelo, no trabajaban y sólo acompañaban al presidente cuando era necesario. Carmen Romero continuó con su profesión, ser profesora de Literatura, mientras su marido, Felipe González, dirigía el Ejecutivo. Después, pasó a ser diputada. “La que más visión ha tenido ha sido Ana Botella, que fue casi como Hillary”, agrega Rodríguez Virgili. Era uno de los mayores activos que tenía José María Aznar. “Y Sonsoles Espinosa podía ser más autónoma”.

Lo habitual era eso: discreción, distancia con los focos y inexistencia en los titulares. Su poder quedaba en la sombra, en el ámbito privado de la pareja presidencial. Pero la verdad es que Begoña Gómez ha sido ―hasta esta gran polémica― la más accesible de todas. La de mayor exposición pública. Hasta que desapareció en la segunda campaña presidencial de su marido, la del 26J. Se puso de perfil porque desde el PSOE se llegó a la conclusión de que restaba más votos de los que aportaba su presencia.

Contrasta el silencio político alrededor de su promoción laboral. Ningún rival político dice nada de Begoña Gómez. Ni siquiera Ciudadanos, que denuncia la agencia de colocación de Pedro Sánchez. Y es llamativo, sobre todo por la polvareda que levantó la contratación de Sonsoles Espinosa, esposa de José Luis Rodríguez Zapatero, por el coro de RTVE o por que usara para nadar una piscina de la Academia de la Guardia Civil de Valdemoro (Madrid).

Sonsoles Espinosa cobró 1.500€ de RTVE

Espinosa recibió algo más de 1.500 euros por los tres contratos que suscribió en el año 2004 para la agrupación musical del ente público. Incluso el PP presentó una pregunta parlamentaria al respecto. En aquel momento se supo, gracias a la petición de rendición de cuentas, que la relación de Sonsoles Espinosa con el Coro de RTVE venía derivada de las pruebas de audición convocadas mediante anuncio público en conservatorios de 13 de octubre del 2003 y que Espinosa superó junto con otras once personas.

Detalles similares se desconocen del nuevo puesto de Begoña Gómez. Desde el Instituto de Empresa no se ha revelado su sueldo. Expertos consultados por este periódico no pueden dar siquiera estimaciones ―“Son herméticos. No se sabe y la horquilla puede ser amplísima. Dependerá de su currículum académico, de su actividad investigadora y del doctorado. Son extremadamente privados al respecto”― y el propio IE se ha escudado en “acuerdos de confidencialidad” para callar cuando ha sido preguntado.

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Otra duda es el currículum de Begoña Gómez. De ella se sabe que, pese a ser bilbaína, se crio en León y que a los seis años se mudó a Madrid. Que habla un inglés intermedio. Que sus estudios ―no licenciatura, sino un título propio― de Márketing corrieron a cargo de la Escuela Superior de Marketing y Negocios. Que cursó un Master en Business Administration (MBA) de ESIC en Dirección de Empresa y Marketing. Que hasta ahora era directiva del grupo Inmark Europa, una empresa de consultoría estratégica y transformación digital. Que hace semanas solicitó una excedencia de ese puesto, cuando su marido se convirtió en presidente. Y que ella es una excepción: ningún cónyuge del G-7 ha aceptado una promoción profesional.

Profesora en un posgrado

También se conoce que tenía suscrito un acuerdo con la Universidad Complutense de Madrid para impartir un título propio de posgrado sobre Fundraising ―captación de fondos―, que empezaba el próximo curso. A pesar de que, tal y como intentaron despejar desde el IE, su nuevo puesto de trabajo llevaba rumiándose desde diciembre. No se sabe qué sucederá con este máster propio que codirige. Su intención era seguir implicada en la docencia, pero, como apunta Virgili, “con la normativa de la UCM no podría ser”.

El puesto de Gómez es de nueva creación y está relacionado con el continente africano, clave para la agenda política de Sánchez. Será la directora del Africa Center, "un centro que impulsará la innovación, el liderazgo ejecutivo, el emprendimiento y el desarrollo de proyectos de acción social en el continente africano", según el IE. No será su máxima responsable sino que lo presidirá Felicia Appenteng, directora general del IE Fund en Nueva York.

Tanto el centro como Moncloa aseguran que las conversaciones para la incorporación de Gómez son previas en varios meses a la moción de censura que hizo a Sánchez presidente el pasado 1 de junio. La Fundación IE, el paraguas institucional del Africa Center, "tiene unos ingresos de alrededor de 7 millones de euros este año", según informan desde el organismo. "Del total, en ningún ejercicio ha superado el 5% de ingresos procedentes de convocatorias públicas y competitivas para el desarrollo de proyectos específicos", explican.

Begoña Gómez

Comunicativamente "casa mal"

“Nada más llegar recibe un cargo de nueva creación en una empresa privada, ad hoc para ella. Es un gesto polémico, que levanta suspicacias. No es el caso de que ella siguiese con su puesto, con su empresa, o incluso tuviera promoción en ella. Comunicativamente casa mal con esa política, en una casi campaña permanente de Pedro Sánchez de cara a unas elecciones que no se sabe cuándo serán”, relata Rodríguez Virgili.

Hasta ahora, Sánchez ha hecho gestos políticos que ha ido convirtiendo, poco a poco, en una especie de lluvia fina que quiere que cale en la sociedad. Pero, ¿qué sucederá cuando reciba en Madrid a mandatarios africanos, inflamables a la actividad empresarial de su mujer, que estará presente? “Tendrá una doble chaqueta que es difícil de justificar”, admite Virgili.

“Insisto, sin desmerecer el derecho que tiene de continuar con su profesión, es un cargo para el que la han fichado justo después del nombramiento y un cargo de nueva creación. Supone una incoherencia con el mensaje que intenta lanzar Sánchez”, apunta el experto. Sin embargo, otras voces como Argelia Queralt, profesora de derecho de la Universitat de Barcelona y analista política, apoyan a Gómez. “Puede ejercer y gestionar su carrera profesional como quiera. No me parece excusa que pidiera una excedencia hace un mes. Los demás no tenemos por qué meternos en cómo gestiona su carrera, porque seguramente haya muchas decisiones personales”, afirma Queralt.

Me parece injusto y una aproximación machista al asunto. En todo caso, si más adelante se demuestra que hay conflicto de intereses, ya se vería. Pero, a priori, no hay ningún elemento que lleve a rechazar el ejercicio libre de la propia profesión”, zanja.