Vicente, Alicia y Sandra tienen problemas para pagar las facturas de la luz. Sus vidas están marcadas por la incertidumbre y las privaciones. Deben apretarse el cinturón todos lo meses para poder hacer frente a los suministros básicos. Los protagonistas de esta historia son un ejemplo de los cinco millones de personas en España que sufre pobreza energética. Si estas familias ya tenían dificultades para hacer frente a las facturas, van a tener que prepararse para los meses que se avecinan. Los expertos vaticinan que este año las facturas de la luz rozaran los máximos históricos en diciembre: de los 63,5 euros con los que empezó el año se llegará a 70,8 antes de las campanadas.

Francisco Valverde, consultor energético y analista de este mercado, lleva años analizando tres perfiles de consumidores tipo y, aunque los resultados tengan cierto margen de error, las cifras de cada mes son similares a sus predicciones. Uno de estos tipos, el más común, es el que tiene contratada una potencia de 4,4 KW y tiene un consumo anual de 3.500 KW a la hora.

Este consumidor tipo pagó una factura de 66,4 euros el mes de julio según la información que ha facilitado Valverde a EL ESPAÑOL. Son 5,26 euros más que en julio de 2017 (8,60%). Sin embargo, si se compara esta factura con la del mismo mes en 2009, el aumento es de un 31% (15,71 euros). Francisco Valverde ha ido más allá con sus cálculos y ha comparado el recibo de julio de este año con la media de estos meses desde 2014 hasta 2017. El resultado de la media son 62,82 euros, un 5,7% (3,58) menos que la factura de este julio.

El recibo de diciembre alcanzará máximos históricos. Francisco Valverde Sánchez

Con respecto a enero de 2018, el recibo ha subido un 4,5% (2,86). También ha aumentado desde junio, cuando la factura de este consumidor rondaba los 65,03 euros. Las previsiones que Francisco Valverde hace a futuro no son más tranquilizadoras. El experto ha calculado que en diciembre la factura podrá alcanzar los 70 euros, uno de los máximos históricos.

Con todos estos datos, no es de extrañar que el desembolso anual de este 2018 en luz sea el segundo más alto de la historia. Este consumidor gastará un total de 787 euros, frente a los 793 de 2012. Rafael Alcalá, consultor de Trébol Energía, también se une a estas afirmaciones y mantiene que este año es “el más caro energéticamente hablando”.

El gasto anual en luz este 2018 será el segundo más alto de la historia. Francisco Valverde Sánchez

Bono social y ayudas privadas

Las ayudas que reciben las personas afectadas por el precio de la luz son escasas. A nivel público solo existe una medida: el bono social. Se trata de un descuento de entre el 25% y el 40% sobre el precio de la luz. Este bono no se aplica sobre el 21% del IVA ni el impuesto eléctrico. Además el descuento solo se aplica sobre los 100 primeros KW de la factura. Desde el ámbito privado, tanto Cáritas como la Cruz Roja tratan de ayudar a las familias para que puedan cubrir sus necesidades básicas. Soledad Montero, de la Plataforma por un nuevo modelo energético, habla con EL ESPAÑOL y mantiene que “es vergonzoso que desde las entidades privadas se ayude a las personas antes que desde las públicas”.

Montero decidió unirse a la plataforma al ver que la lucha ciudadana era necesaria para dar luz al problema. “Llevo 10 años en el paro, pero ahora trabajo de verdad, para los ciudadano”, cuenta Soledad a este diario. El funcionamiento del mercado energético no beneficia a los consumidores. El sistema marginalista, los costes de oportunidad y las exportaciones provocan que los precios de la luz se disparen sin favorecer a los consumidores. “Por no tener dinero estás condenado a vivir menos tiempo. Pasar frío o calor te mata despacio”, explica Montero.

“El bono es una trampa”

Vicente García necesitaba ayuda para pagar las facturas de la luz. A finales de año solicitó el bono social y se lo aprobaron en enero, sin embargo no fue hasta junio cuando comenzaron a aplicarle el descuento. “Se me acumulaban las facturas”, explica Vicente a este diario. Llegó a tener una deuda de 200 euros y decidió actuar. “A mí las injusticias no me gustan”, cuenta Vicente, “por eso comencé a reclamar y a denunciar”.

En casa de Vicente entran al mes aproximadamente unos 630 euros al mes. Él era operador de grúas, pero en 2008 se quedó en paro. Con esa suma de dinero Vicente y su mujer sacan adelante a sus hijas, pero “es una situación muy fastidiada”, comenta. Para ahorrar en las facturas, están pendientes de no dejar nunca las luces encendidas. Tampoco usan aparatos energéticos. Tienen que “apurar” mucho para llegar a fin de mes.

La familia de Vicente terminó de pagar el piso en el que viven en 2006. “Eso nos ha salvado de la ruina”, explica el afectado. Sin embargo, por su situación económica se les concedió el bono social. Como su caso fue calificado de ‘severo’, la ayuda que reciben es del 40%.

“El bono social solo se aplica a los 100 primeros KW. A partir de esa cantidad, pagas lo mismo”, explica Vicente. Con una potencia contratada de 3,45 KW y un consumo de 155 KW/h el mes pasado, esta familia tuvo que pagar 28,14 euros con el descuento del bono aplicado (9,54). Tras el tiempo de espera para que lo aplicaran y conocer el verdadero funcionamiento del descuento, Vicente piensa que “el bono es una trampa”.

“Hay que hacer sacrificios”

Sandra también está en paro. Hasta junio estuvo cuidando a una señora mayor, pero tras romperse la cadera sus hijos decidieron prescindir de ella e internar a su madre en una residencia. Actualmente lleva sola su casa, ya que su marido está esperando una operación de columna. Ambos tienen un hijo de 11 años, que conoce la situación económica de la familia, pero no llega a comprender los sacrificios.

Sandra recibe ayuda de Cáritas, aunque de forma puntual, para pagar las facturas que tiene acumuladas. Pero cuando la pide siempre le “echan la charla”, cuenta Sandra a este diario. A pesar de las ayudas, la familia de Sandra tiene que hacer grandes sacrificios. No tiene aire ni calefacción, porque supone “un agujero enorme”, explica. También tratan de no dejar aparatos enchufados o de tener solo una bombilla prendida. Sin embargo, muchas veces tienen que prescindir de cosas como a la hora de hacer la compra. “Hay que hacer frente a la situación y dividir lo que tenemos”, cuenta Sandra.

“Nos privamos de muchas cosas”

Alicia vive con su hija y su nieta. Tiene trabajo, pero se mantiene con un sueldo de 400 euros aproximadamente. Sin embargo, “solo cobro si trabajo”, explica Alicia. La mujer no tiene ‘vacaciones’ pagadas y ahora, en el mes de agosto, no está recibiendo ingresos porque la empresa en la que trabaja está cerrada.

Alicia no recibe ayudas ni públicas ni privadas, su única solución es pagar las facturas a plazos.

Su familia consigue llegar a fin de mes, pero tienen que renunciar a muchas cosas. “Me voy de casa para no pasar calor”, cuenta Alicia, que no puede permitirse tener un ventilador. En invierno le ocurre lo mismo con la calefacción. Tan solo tiene un pequeño calefactor que usa cuando baña a su nieta para que no pase frío. “Nosotros en invierno nos sentamos en el sillón y nos tapamos con mantas”, explica la mujer.

Alicia no recibe ninguna ayuda, ni privada ni pública. Acudió a la asistente social para pedir un subsidio por un recibo de 200 euros, pero se negaron. Su única opción es pagar las facturas a plazos para evitar que se le acumulen o le corten la luz.

“El problema del mercado energético es que no favorece a los consumidores”, mantiene Soledad Montero. A estas palabras se suma Francisco Valverde, quien considera que “el Gobierno no tiene interés en cambiar la situación”. “Para los Estados, la energía es un sistema de recaudación fabuloso”, explica Valverde a este diario. Sin embargo, en opinión del consultor “la energía no debería ser un área para recaudar”.

La única esperanza para los bolsillos de los consumidores es “el viento”, mantiene Valverde. El aumento del viento podría hacer que bajaran los recibos. También la acumulación de agua en los embalses, que estando sobrecargados reducirían el precio del agua y por lo tanto de la luz. Estos dos elementos permitirían reducir el uso de los combustibles fósiles (carbón y gas) y, por lo tanto, el precio de las facturas.