Esta historia es un poco extravagante. Comienza en un pequeño pueblo abulense en cuyo escudo aparece una cebra sobre un fondo azul. Es el mismo pueblo donde nació el expresidente, y figura clave de la Transición, Adolfo Suárez, y donde nuestro protagonista, un antiguo gasolinero del Campo de Gibraltar, puso en marcha la fábrica de hielo más grande de Europa.

Como en el caso de los grandes genios informáticos, la historia de Miguel Ángel Vázquez Gavira comienza en un garaje de la ciudad de Algeciras. Corría el verano de 1989 y los camiones que suministraban hielo a las gasolineras que él dirigía en el Campo de Gibraltar llegaban siempre vacíos. “Así que se nos ocurrió instalar una máquina para fabricar hielo en un garaje. Comenzamos produciendo 1.500 kilos al día que distribuíamos entre las gasolineras de la comarca. Enseguida, amigos de otras gasolineras comenzaron a pedirnos más y más hielo”.

“Tenía entonces 23 años y empezamos a pensar qué nombre le íbamos a poner a la empresa. Hablándolo con mi madre, que fue uno de mis grandes apoyos, me dijo que le encantaría dibujarme un oso polar para identificar nuestra marca. Lo pintó a la primera, y se convirtió en el logo de nuestra empresa, Procubitos”, cuenta este emperador del hielo mientras sostiene en la mano un tinto de verano refrescado con su mejor producto.

Miguel Ángel, el rey del hielo

Su imperio del hielo fue creciendo y en 2005 abrió en Cebreros la mayor fábrica de hielo de Europa, donde hoy nos encontramos. Tiene una capacidad de producción de 370 toneladas al día. Lleva por nombre ICH (Ingeniería y Comercialización del Hielo) y es capaz de generar más de 6.000.000 cubitos diarios, suficientes para refrescar 3.000.000 de bebidas -si usamos una media de dos piezas por vaso- y para llenar unas 2.100 bañeras de casa.

“Vinimos hasta las estribaciones de la Sierra de Gredos por su cercanía a Madrid y porque aquí está una de las mejores aguas de España”, manifiesta el creador y expresidente de la EPIA (European Packaged Ice Association) hasta 2008, actual presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes de Hielo Alimentario y pionero en la creación de pruebas de calidad relacionadas con el agua en estado de congelación.

El hielo español, el mejor del mundo

“La cultura del consumo de hielo se ha ido incrementando año tras año. Somos el país que más hielo consume en Europa, no sólo en cuanto a la cantidad, sino también en el sibaritismo, en cuanto a la perfección de la fabricación”, confiesa este emprendedor andaluz.

Cada español usa diez kilos de hielo al año, una cifra muy superior a la media de los países occidentales. Doblamos el consumo de los británicos, triplicamos el de los alemanes y multiplicamos por cinco el de franceses o italianos. Los estadounidenses nos ganan por mucho pero su hielo no tiene la calidad del nuestro, a ellos les gusta el hielo picado.

“Esta carrera por hacer el mejor hielo del mundo comenzó hace 10 o 15 años. Si os acordáis se utilizaba mucho el vaso de tubo. En nuestro país el alcohol se pone a mano, no se utilizan medidores. ¿Y qué ocurre?, que si le pones un hielo grande y compacto al vaso te ayuda a desplazar el líquido. Era la fórmula que tenían los restauradores para ahorrar alcohol y sacar algunas copas más de la botella. Eso ha seguido trascendiendo, hemos educado al mercado español y hemos entrado en una competitividad a ver quién hace el hielo más grueso, más nítido, el mejor”.

El emperador del hielo sabe al dedillo las tres características principales del producto que demanda el mercado español: “Uno, queremos un hielo que sea grande, que nos mantenga la copa fría y que no la agüe. Dos, nos gusta un hielo con transparencia, con nitidez, similitud de pureza. Y tres, nos gusta que el hielo venga suelto en la bolsa”.

El agua congelada mueve 500 millones de euros al año

La fábrica de ICH parece un laboratorio de tecnología aeroespacial de la NASA. Hay múltiples lugares que no se pueden filmar para que sus adversarios no copien la maquinaria. Tampoco se puede desvelar cuánto hielo requiere su principal cliente, ese que todos imaginamos. Gigantescos camiones llegan buscando el codiciado oro helado las 24 horas del día.  

El proceso de fabricación es complejo: “Este negocio consiste en crear mucho volumen que sea de calidad. El agua entra en unos tubos, tiene un proceso de enfriamiento con amoníaco y un proceso de desescarche. La barra va cayendo y se corta. Después entra en una tolva, pasa por unos cribados, se le da un golpe de frío en los túneles de congelación para que el hielo vaya suelto y se pasa por un detector de metales. Finalmente entra en las máquinas de embolsado, 45 bolsas por minuto, se mete en un saco de cinco, se paletiza y se introduce en la cámara frigorífica, un mínimo de 24 horas a -18ºC para que el hielo se cuaje”.

Es importante destacar que el hielo español es diferente al resto porque se le da un golpe de frío en un túnel de secado, lo que permite que el hielo vaya suelto en la bolsa y no se pegue, algo que no se hace en ninguna otra parte del mundo. Toda la cadena de producción está automatizada, desde el llenado y cierre de la bolsa, pasando por el ensacado, hasta su colocación en palés a través de robots de paletización. De esta forma evitan manipulaciones humanas que puedan llevar implícita una falta de concienciación higiénico-sanitaria.

Hace unos días Miguel Ángel Vázquez anunciaba que Procubitos, propiedad de la familia Vázquez Gavira (Grupo Empresarial Hervaz), se fusionaba con la compañía asturiana Clubers Premium, adquirida durante el transcurso del año pasado por el fondo de inversión GED Capital. Se estima que este emporio, el mayor a nivel europeo, puede fabricar 800 toneladas diarias de hielo en las seis fábricas que tiene operativas en Cádiz, Ávila y Frankfurt (Alemania), Gijón y Valencia. Su facturación estimada es de 27 millones de euros.

La industria del hielo mueve en España unos 500 millones de euros anuales. Sin embargo, las casi 400 fábricas de hielo que hay en nuestro país, trabajando 365 días, las 24 horas, consiguen dar abasto a un mercado que, gracias a la cultura del cubateo, del tinto de verano, de los mojitos y de la ginebra, no para de crecer.

Miguel Ángel cree que el futuro del hielo no tiene límite en España Jorge Barreno