Martha Arzamendia de Acuña, de 47 años, tenía una vida ajetreada, pero no perdonaba la peluquería. Acudía al salón de su ya amigo Ezequiel Ferreira una vez al mes, como mínimo, para que le retocara su cuidada cabellera rubia. Tampoco era de las que salía de casa sin maquillar. Lo único que Martha perdonó fueron las palizas de su pareja Noel, apodado El Cubano.

Martha es la primera mujer asesinada por su pareja en Madrid en lo que va de año. El año pasado, la cifra de víctimas de violencia de género por esta época era de siete sólo en la Comunidad de Madrid. Martha, anulada por su agresor, le perdonó los golpes, olvidó la orden judicial de alejamiento que les separaba y se fue a vivir con él.

Hace aproximadamente dos años, Martha Arzamendia cogió un vuelo de 12 horas que la llevó desde su Paraguay natal hasta la capital de España, donde encontró trabajo como empleada de hogar. En Sudamérica dejó a su marido, Michel Acuña, y a sus hijos.

Martha ha sido hallada colgada de un cable en la madrugada del viernes

Su nueva vida en Madrid era discreta. Halló compañía en un hombre de origen cubano, tres años más joven que ella, llamado Noel, que se convirtió en su pareja. El Cubano -así le conocen en el barrio- aprovechó su destreza en el área de la construcción y reformó un diminuto bajo en el número 11 de la calle Goiri, en el barrio de Tetuán. Lo que en un pasado fue el almacén de una zapatería se convirtió en el hogar de la pareja expatriada.

La última pelea

La madrugada del viernes la calle bullía con ruidos de sirenas, golpes y gritos. Una mujer había llamado al 112 pasadas las doce de la noche alertando de un posible asesinato. Una patrulla de la Policía Nacional trató de forzar la puerta del edificio contiguo al hogar de la pareja. “Abortamos que aquí no es”, dijo un agente. Se dirigieron entonces al local, rompieron la verja negra que protegía la entrada y quebraron el cristal de la puerta para accionar el picaporte.

Una mujer de melena rubia y con signos de violencia colgaba del techo con un cable al cuello. El interior del domicilio se hallaba revuelto y con manchas de sangre. Martha había vuelto a pelearse con El Cubano. Él, que la había estrangulado con sus manos hasta la muerte y después la había colgado, no se encontraba en el lugar de los hechos. Los sanitarios sólo pudieron certificar que la paraguaya llevaba muerta unas dos horas.

Según la investigación desarrollada por la Policía, todo comenzó mientras la víctima charlaba por teléfono con una de sus amigas. Martha ya había denunciado a Noel por maltrato, y sobre él pesaba una orden de alejamiento judicial que llevaba alrededor de un año incumpliendo. Bárbara Zorrilla, psicóloga contactada por este periódico, explica esta actitud por parte de la paraguaya alegando que “la víctima quiere tener esa relación por la que ha luchado tanto” y vuelve al lado de su maltratador cuando éste se lo pide. Aquella noche, la pareja volvió a discutir por enésima vez.

La amiga, al otro lado de la línea, escuchó cómo El Cubano agredía y amenazaba a Martha. Ella fue la que, asustada, terminó por llamar a la policía. Agentes de la comisaría de Tetuán, de la Unidad de Homicidios y de la Policía Científica se presentaron en el número 11 de la calle Goiri. “Cada vez llegaban más patrullas”, relata Fito -un vecino- a EL ESPAÑOL.

Unos funcionarios del Grupo de Atención al Ciudadano (GAC) consiguieron contactar con Noel y le convencieron para que cooperara. El Cubano se entregó en la comisaría de Tetuán y ya se encuentra en dependencias de la Brigada Provincial de la Policía Judicial a la espera de ser interrogado. El cuerpo de Martha fue trasladado al Instituto Anatómico Forense, donde se le practicará la autopsia.

La mujer invisible

Para los residentes del barrio, Martha era más una sombra que una vecina. Prácticamente nadie la conocía, aunque muchos reconocen habérsela cruzado por la calle cuando ven su imagen. Sólo Ezequiel, el peluquero, pudo trabar cierta amistad con la paraguaya. A ella se le pasaban las horas mientras su estilista argentino le coloreaba, cortaba y peinaba su cabello. “Habladora” y “buena gente”, así la describe para este periódico.

Martha y su peluquero Ezequiel E.E.

Le gustaba arreglarse, siempre iba maquillada y bien vestida. Escuchando los consejos de su peluquero pasó de una larguísima melena a un corte tipo bob por encima de los hombros. También se retocó el color. Buscaba un cambio de look.

A veces El Cubano la acompañaba. De acuerdo con las declaraciones de los vecinos, se trataba de un hombre corpulento, de piel muy oscura y “cachas”. Ezequiel, que le describe como un varón “callado”, nunca vio en ellos nada que le llamara la atención: para él no eran más que una pareja normal. 

Sin embargo, la última vez que la pareja acudió a su local -una semana antes del homicidio-, algo raro había. “Se le veía como apurado”, relata el estilista. Habían quedado para ir de copas con amigos al salir. Martha era una mujer “fiestera”, según algunos vecinos. Ezequiel se despidió de ella al terminar su trabajo sin saber que nunca la volvería a ver.

"Le había dado una paliza gorda"

Algunos residentes sí estaban al tanto de las broncas que sacudían a la pareja. Víctor, que regenta una tienda de cosméticos en la esquina de la calle en la que vivían Martha y Noel, cuenta que “hace como seis u ocho meses” un coche patrulla de la Policía Nacional permaneció aparcado durante tres días enfrente del domicilio. El Cubano “le había dado una paliza gorda” a la paraguaya.

Los vecinos definen a Martha como una chica "fiestera" E.E.

Nadie le dio importancia y siguieron con sus vidas. Él participaba como peón en la reforma de un local cercano. Ella se levantaba al amanecer y acudía a su puesto como trabajadora de hogar hasta las cuatro de la tarde, momento en que volvía a su extravagante casa a descansar.

Cuando podía, a Martha le gustaba salir por la noche con amigos. Acudía a locales de su barrio en los que sonaba música latina y se pasaba horas bailando en la pista. Su grupo predilecto era La Quinta Estación. Después, compartía su experiencia vía Facebook, donde tenía más de mil contactos y publicaba imágenes con mensajes feministas.

Martha Arzamendia de Acuña es la vigésima mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2018, también han sido asesinadas Raquel Díez Pérez, de 37; Jénnifer Hernández Salas, de 46; Laura Elisabeth Santacruz, de 26; Pilar Cabrerizo López, de 57; María Adela Fortes Molina, de 44 años; Paz Fernández Borrego, de 43; Dolores Vargas Silva, de 41; María del Carmen Ortega Segura, de 48 años; Patricia Zurita Pérez, de 40; Doris Valenzuela, de 39; María José Bejarano, de 43; Florentina Jiménez, de 69; Silvia Plaza Martín, de 34,; María del Mar Contreras Chambó, de 21; Vanesa Santana Padilla, de 21; María Soledad Álvarez Rodríguez, de 49; Josefa Martínez Utrilla, de 43; Magdalena Moreira Alonso, de 47, y una mujer de 40 años que no ha podido ser identificada.

La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas sólo en 2017. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.

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