Las manos de un artesano llevan en sus palmas grabado el paso de los años, las horas incesantes, las marcas de cada obra. Xabier Aldaz arrastra en las suyas el trabajo de la madera y, sobre sus hombros, la responsabilidad que concurre en San Fermín: los encierros y la seguridad de los corredores. Él, carpintero desde que la juventud topó en su cuerpo, es uno de los encargados de forjar sobre los listones las vallas de cada carrera.

Este hombre, natural de Navarra, transita sobre la senda familiar construida en la historia popular de uno de los festejos más importantes del país. Xabier confecciona el vallado de los encierros de San Fermín, el elemento inadvertido de la festividad pamplonesa, sobre el que descansa el compromiso de una celebración segura. "Es un trabajo laborioso pero sencillo, es algo muy físico en el que el grupo es muy importante para que salga bien", explica Xabier a EL ESPAÑOL.

La elaboración de las vallas no es la única tarea que llevan a cabo los hermanos Aldaz. Xabier y su equipo emplazan cada una de las partes del vallado en las calles del Casco Viejo de Pamplona, enclavando cada poste de la madera en el suelo, sujetando los tablones en sus estructuras, para ultimar las labores del evento más importante de los Sanfermines.

26 años de tradición

Vive de la tradición de una historia familiar que comenzó en 1992, hace 26 años, cuando, por primera vez, se encargaron de llevar a cabo la labor de protección durante los encierros. No fue hasta 1998 cuando Xabier comenzó a formar parte de aquella aventura de folclore pamplonés. Hoy, no falta a la cita sanferminera y sostiene con su trabajo la máxima de una labor bien hecha.

Miles de personas festejan el inicio de las fiestas de San Fermín 2018, tras el lanzamiento del tradicional chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento de Pamplona. Efe

Su jornada laboral durante los nueve días de festejos comienza cuando las calles de Pamplona viven con pasión la nocturnidad de su fiesta. Xabier empieza a trabajar a las cinco de la madrugada. Lo hace junto a decenas de personas de su propio equipo y, juntos, forman el sustento necesario para la superposición de las vallas temporales. La labor de la carpintería de Aldaz es colocar las vallas eventuales que enfilan el camino de los toros hasta la plaza.

Pero sus manos no están cansadas. Siente la pasión de un trabajo que para él es costumbre, sin vanagloriarse: "Es una forma distinta de trabajar, pero es igual que la de cientos de personas que lo hacen en San Fermín". "Para que una parte de la gente disfrute, otra parte tiene que trabajar", comenta Xabier al otro lado del teléfono.













Cuatro trasladados a hospitales tras un emocionante encierro en Pamplona















Durante la madrugada pamplonesa, Xabier se inmiscuye en las plazas centrales de la ciudad para colocar las vallas que no permanecen de forma fija en el recorrido del encierro. La plaza del Ayuntamiento, la calle Mercaderes y la curva de Telefónica, son algunos de los tres puntos más importantes de la carrera a la plaza de toros y también los lugares en los que las vallas se colocan a las cinco de la madrugada. El objetivo de hacerlo horas antes de cada encierro pasa por permitir la movilidad de los viandantes durante el resto del día, sin tablones de madera que corten el paso.

Más de 900 postes 

El trabajo de los carpinteros Aldaz no empieza con el primer encierro. En junio, un mes antes de que den comienzo las fiestas con el chupinazo de fondo, se encargan de colocar el doble vallado en el recorrido que comprende los Corrales del Gas hasta la plaza de toros. La labor de estos artesanos es la de instalar más de 900 postes de madera, 2.700 tablones y 2.500 cuñas para que la marcha de cada mañana sanferminera esté condicionada por la seguridad. "Los postes van embutidos, se acuñan en el suelo tan perfectamente encajados que cuando terminan las fiestas, hay veces que necesitamos un camión para sacarlos", explica el carpintero.

Momento de un encierro de San Fermín.

Xabier no entiende su trabajo como una actividad superior a las que se desarrollan desde el día 6 de julio hasta el 14. Resalta la importancia de las mujeres y los hombres que se emplean en San Fermín con el único objetivo de realzar la festividad navarra. Su capacidad durante las jornadas previas a las fiestas y durante la madrugada, horas antes del encierro, se mide en cada movimiento de los operadores. Ellos son la cara invisible de un trabajo que calibra cada golpe contra las vallas, las personas encargadas de que la madera no venza cuando el toro - de entre 600 y 800 kilogramos - golpea.

En las manos de este artesano se sostienen las carreras de los corredores que, con un periódico enrollado en la mano, aceleran sus pasos huyendo del toro. La empresa familiar de Xabier se convierte en la esencia escondida de los minutos más angustiosos de cada uno de los nueve días.

Como el chupinazo el primer día de celebración, el carpintero coloca los últimos bloques de madera antes de que todo comience y los retira cuando el Pobre de mí se entona en las plazas centrales de la capital floral al son de las velas iluminando las calles.