El objetivo final era que sus padres le diesen dinero para sus gastos. Sus caprichos. Para ello, durante más de un año un menor ourensano insultó de manera continuada a sus progenitores con expresiones como "gilipollas" o amenazas como "os doy una semana para llevaros bien conmigo". Y eso que no vivía con ellos: durante el juicio reconoció que vivía sólo después de que a los 15 años ingresase en un centro de menores, pero debían ser sus padres, en su opinión, quienes sufragasen sus gastos. 

El joven de Ourense ha admitido durante el juicio -que se ha celebrado estos días en Galicia- que insultó a sus padres, pero que en ningún caso los amenazó. Para defender su actitud también aludió a que él había sido maltratado por sus progenitores cuando era pequeño. Sin embargo, el padre del menor si detalló durante el juicio las vejaciones que ha sufrido por parte de su hijo en una relación que llegó a tachar de "problemática" desde siempre, informa La Voz de Galicia.

El padre admitió que el niño había sido llevado a especialistas que no pudieron hacer nada por cambiar la conducta. También aseguró sentir temor cuando existía la posibilidad de poder encontrarse con su hijo por la calle. Eso sumando a los sobresaltos que sufre cuando recibe llamadas de teléfono, al portero de su edificio o mensajes de whatsapp. Por ello, desea dejar Ourense, la ciudad en la que sigue residiendo. 

Por su parte, la madre del menor denunciado explicó en el juicio oral que las amenazas se producían "a cualquier hora del día o de la noche". Esos mensajes amenazantes también contenían insultos como "maltratadora" o "subnormal" y expresiones como "chantajista". Así lo reconoce el juez en su sentencia condenatoria. El menor también dejo constancia en sus whatsapp de amenazas físicas y continuas peticiones de dinero.

Durante el juicio el chaval llegó a decir, según recoge el diario regional, que sus padres debían pagarle "todo" hasta los 26 años. Todo esto sumado a un mensaje de Facebook en el que decía que su "padrastro" le llenaba el cuerpo de moratones desde los cinco años, pero nadie le hacía caso porque el adulto era orientador en un colegio.

De esta forma, el juez impuso al muchacho 60 días de trabajos sociales y dos años sin comunicación parental.