Carla (nombre distinto al real) siente miedo. Teme a las decisiones judiciales, a las leyes que las amparan y a la sociedad que las acepta. Sufre la impotencia de unas medidas, para ella, insuficientes. Experimenta el desasosiego de sentir su presente en manos de otros. Carla fue víctima de una agresión sexual. Ocurrió hace años y sigue luchando por terminar con lo que tuvo que vivir. 

'La Manada' ha hecho que todo lo que sufrió aquel día vuelva a su cabeza, como un golpe intermitente, que siempre regresa después del último impacto. Ella, como la víctima de los cinco sevillanos reaccionó sin agresividad ante los hechos. "Cuando una persona está en una situación límite no saber cómo va a reaccionar, puedes luchar al sentirte en peligro y quizás morir", esboza a El Español. 

La misma reflexión se hizo en la sentencia judicial. Los magistrados hacen una valoración general de los hechos y explican: "La imposibilidad de la denunciante de ejercer resistencia ante el temor a sufrir un daño mayor y la imposibilidad de huir del lugar". 

En la sentencia emitida por la Audiencia Provincial de Navarra se esgrime la descripción de los hechos según la víctima y los condenados. "La denunciante sintió un intenso agobio y desasosiego que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad", se especifica en el documento. Esta conducta, la de pasividad, ha sido una de las más discutidas durante el procedimiento judicial. Una situación que no se sitúa lejos de lo que es probable que ocurra durante una agresión sexual, una actitud es más habitual de lo que se cree. 

"En mi caso me paralicé, utilizas la inteligencia, de alguna manera aparece el subconsciente porque quieres sobrevivir y te dejas", explica. Ella lo tiene claro, considera que en el caso de 'La Manada' se le somete a una situación límite en la que cualquier reacción es una solución lógica creada por la realidad vivida. "Una niña de 18 años contra cinco hombres que son diez años mayor que ella y que encima la graban, no es normal", esclarece.  

Carla habla con la autoridad que le da la vivencia. "Si tú estás obligando a una persona, aunque sea de manera sutil, ya la estás agrediendo. No le encuentro ningún sentido. Si abusas de una persona, ya la estás agrediendo", traza al otro lado del teléfono. 

Protesta contra las decisiones judiciales, que le parecen insuficientes y por las que quiere luchar. "Se trata de terrorismo machista", condena."Es muy importante cómo es la persona, qué mentalidad defiende porque eso se va a reflejar en lo que ocurra al final del proceso", aclara. Ha decidido contar una de las experiencias más duras que vivió tras la agresión. Tuvo lugar en una sala de un Palacio de Justicia, allí esperaba para llevar a cabo un juicio rápido para poder acceder a la orden de alejamiento. "Cuando yo estaba en el cuarto, con un ataque de ansiedad, entró el abogado que me había tocado, yo tenía la cara amoratada y me dijo: ‘acabo de ver a ese personaje y no entiendo si te va la marcha o si sólo te gustaban los tatuajes".

El pasado jueves 16 de abril, cuando se leyó el fallo de la sentencia, ella sitió experimentó el pavor del recuerdo. "Lo primero que sentí fue miedo, pensé que podía volver a pasarme a mi, lo segundo fue la impotencia de saber que estamos en manos de gente que no va a hacer nada", lanza con la crítica en su voz. 

Explica que le emociona ver las imágenes de mujeres y hombres juntos denunciando la situación pero cree que la realidad no se ve reflejada. "Los que hacen las leyes se acogen a un pensamiento arcaico y les viene muy bien porque su mentalidad es de cromañones", dictamina. Ella no pudo ir a la manifestación en protesta por la víctima de Sanfermines. La ansiedad se hizo con ella. "Me alteré mucho, quería ir y no pude porque sabía que me iba a poner peor, a veces te encierras por el miedo y la rabia", confiesa. 

El dolor de revivirlo 

La agresión sexual se revive en cada proceso judicial y los nuevos casos son recordatorios para las múltiples víctimas. Ella se ha sentido abandonada durante su proceso judicial en muchos momentos. Critica las pocas ayudas destinadas a las víctimas de agresiones sexuales. "Te apoyan en el camino pero luego te ves desolada, yo tuve una serie de problemas al hablar con la policía", explica sin poder detallar lo que sucedió. 

Recibe el apoyo de Mariti Pereira, portavoz de la Federación de Asistencia a Víctimas de Violencia Sexual y de Género (FAMUVI). Allí ha encontrado la asistencia psicológica necesaria en su proceso. 

Igual que la víctima de 'La Manada' siente que el juicio es un proceso en el que se va a juzgar a la víctima. "Pasas el mal trago de volver a verlos, de tener que defenderte, abrirte en canal y tragar con que te juzguen a ti, te cuestionen y al final los condenen por abuso", sentencia.