Barcelona

A las ocho de la tarde, en el convento de los capuchinos de Sarrià, se hace un parón. Al menos desde hace unos días. Es un momento trascendental, histórico a su manera. Sirve para reposar, coger fuerzas, o eso dicen quienes lo están organizando. Allí se han instalado quienes participan en el ayuno solidario, en la huelga de hambre por lo que ellos llaman presos políticos del “Estado español”. En ese parón, se produce un acto simbólico, el ritual de inicio del siguiente turno que se atreve a pasar hambre en los días posteriores. Se trata de una liturgia que han instaurado ya como algo sagrado para los próximos días. Se trata de beber todos juntos un pequeño y simple vaso de agua. El pistoletazo de salida para un nuevo día sin probar bocado. Todo sea por el bien del independentismo.

Esta es la nueva iniciativa de los separatistas. Cada día a las ocho de la tarde, desde esta misma semana, se termina un turno y empieza el siguiente. ¿Qué se hace? Huelgas de hambre, ayunos voluntarios y prolongados por quienes están en la cárcel, como Oriol Junqueras y Jordi Sánchez.

Un velatorio para rogar por los “mártires” indepes, por la libertad. El mínimo de penitencia por la que se debe pasar, si uno se apunta, han de ser 48 horas sin comer nada de nada. Todo un experimento. Para los más valientes, para quienes quieran demostrar más aún su amor por “la república”, se puede estar hasta siete días seguidos sin comer. Como Jesucristo.

La ANC pone en marcha un ayuno en solidaridad con los presos soberanistas

Esta iniciativa está organizada, cómo no, por la Assemblea Nacional de Cataluña (ANC), de la que era presidente hasta las pasadas elecciones Jordi Sánchez, hoy encarcelado.

No es la primera iniciativa de estas características que se ponen a organizar.El pasado mes de noviembre, instalaron en la plaza mayor de Vic una cárcel de juguete, de mentira, para poder sentirse “como los Jordis” entre rejas. Aquello era casi una performance a plena luz del día, sin consecuencia alguna. Ahora, con el ayuno, la cosa se pone seria. Para pasar el rato, quienes se prestan a la causa pueden matar las horas, tal y como nos contaron en la propia sala, calcetando bufandas amarillas o escribiendo cartas a los presos. Acudimos al lugar para conocer el fenómeno.

El día a día de ayuno en el convento antifranquista

Acto de inicio de la huelga de hambre en la puerta del convento de los capuchinos.

A la sala del ayuno se accede desde la pequeña plazoleta en el que se asienta el convento de monjes capuchinos más antiguo de España, el de los capuchinos de Sarrià. No resulta extraño que una institución religiosa dé apoyo a actos de una magnitud política de tal calibre. Extraña menos en el caso de los capuchinos. Llegaron a España en el año 1578, en el cénit del reinado de Felipe II. Fue el primer convento de esta orden que se instaló en la península. Se quedaron en Barcelona contra la voluntad del rey. En este lugar aprendieron políticos como Francesc Cambó o Pujols.

En el año 1966, colaboraron dando cobijo a un grupo de estudiantes de la Universidad de Barcelona que querían fundar el Sindicato Democrático de Estudiantes. Las fuerzas de seguridad del dictador Franco se encargaron de rodear el convento.

Desde entonces, a aquel hecho en la calle se le conoce como “la capuchinada”. En la puerta del convento hay múltiples carteles de actos políticos y reivindicativos. Uno de ellos, en realidad una placa, conmemora aquella fecha con la siguiente frase, escrita en catalán: “No os olvidéis jamás los unos de los otros, viejos amigos o nuevos”.

No extraña por tanto que sea lugar de reivindicación. Hay una pequeña verja al fondo a la izquierda, más allá de la iglesia. El ayuno se está celebrando en el primer piso, en una antigua sala abandonada en la que los monjes impartían catequesis a los jóvenes muchos años atrás.

Al llamar a la puerta, abre un hombre de unos 70 años, de estatura media y con un lazo amarillo en la pechera. Al fondo de la sala hay una puerta entreabierta. Dos mujeres de unos cincuenta años de edad se asoman. Llevan también el mismo lazo a modo de enseña. Está en todas partes. "Llevan de huelga de hambre desde el día anterior. Fueron de las primeras en anotarse", nos informan.

Patio del convento de los capuchinos en el barrio de Sarrià. B.C.

-Buenas, venía por lo de la huelga de hambre. Quería informarme.

-Nada, tienes que anotarte en la página web, te asignan un día y ya está.

La sala en la que se han instalado quienes hacen el ayuno es tan solo un pequeño habitáculo en el que la propia ANC ha instalado algunos colchones que han comprado para la ocasión. “Es lo único que hemos comprado. Ponemos eso y la atención médica que cada uno necesite”, explica el hombre que nos recibe.

El ayuno comenzó este pasado miércoles día 28. Hacinados en la pequeña sala ante la que estamos, cinco personas esperan y esperan. Pueden seguir con sus vidas con normalidad: ir a clase, al trabajo, a su casa... Hay una sola condición para quienes están y van a estar pasando horas y horas en el interior de esta pequeña sala: pasar al menos doce horas dentro de esa habitación con los "compañeros", haciendo piña.

Además, nada puede ser ingerido a lo largo de la homérica tarea. Quien se una a la causa, lo único que puede meter en el cuerpo mientras haga el sacrificio por los Jordis y compañía es agua. Tan solo agua. Por lo demás, es importante no abrir el pico.

¿En qué consiste esta peculiar huelga de hambre? ¿Cuáles son las condiciones? Aquellos que tengan entre 18 y 75 años, pueden anotarse por internet. Los organizadores se encargan de ofrecer toda la atención médica necesaria. Una vez inscrito, los organizadores envían un correo explicando el día que a uno le toca. Ese día se acude a las ocho de la tarde y se realiza el ritual de inicio. Y ya estás dentro en la causa.

Bufandas amarillas y cartas a los presos

Cartel promocional de la huelga de hambre. ANC

Le estamos llamando ayuno por la libertad”, dice el hombre que nos atiende. “Ellos ya están notando que el ayuno va bien. Les hemos puesto una báscula por si quieren pesarse”, explica, divertido. Hay en la sala un cartel promocional. “¡Ayunemos!¡Por solidaridad! Porque tan solo el pueblo salva al pueblo”.

-Y se puede venir aquí, hacer el ayuno y seguir trabajando en lo tuyo, o estar en tus cosas leyendo...

-A ver, si venís a hacer el ayuno, no vais a estar solos. Ya hay cuatro o cinco personas hoy. Además organizamos todo tipo de actividades para pasar el rato. No os aburriréis.

Razón no le falta. A quienes participan en la huelga de hambre las horas se les hacen largas y pesadas como un día de invierno. Así que se traen de todo para pasar el tiempo encerrados en esa pequeña salita. En la pizarra están escritas las actividades y el horario. Esta mañana, la del jueves, tuvieron gimnasia rítmica. De tarde un mago se acercó hasta el lugar para hacer unos trucos. Todo sea por aliviar el paso del tiempo.

No es lo único que se hace dentro del ayuno para pasar el tiempo, nos cuentan. Hay charlas, pequeños conciertos, talleres… Talleres, en concreto, de calcetar bufandas amarillas. Talleres de escribir cartas a los “presos políticos”. Así pasan las horas dentro del convento de los capuchinos. Debatiendo sobre la “falta de libertades” en Cataluña, sobre la “emancipación nacional”.

Es preciso pedir cita con antelación, que si no se acaban las plazas, que se las quitan de las manos. “Es que estos días estamos hasta arriba. Si todo va bien, en los próximos días ampliaremos los recintos a otras zonas de Barcelona, y seguramente en más ciudades de Cataluña. Si va todo bien, los de arriba están pensando en organizar todo esto en la cárcel abandonada, la Modelo”.

-¿En la Modelo? ¿Lo vais a hacer en la cárcel?

-Sí, sí, ahí. Míralo en internet y te inscribes. Tú que eres gallego, seguro que te animas con esto.

Mejor otro día.

Placa conmemorativa de la capuchinada en el convento.