Abrazos, la cara hinchada de después del llanto, miradas bajas y rostros circunspectos. Una dolorosa procesión de familiares, amigos, no tan amigos, conocidos, desconocidos y autoridades políticas accedió a las ocho y media de la tarde de este miércoles, 17 de enero, al interior de la iglesia de Santa María de Caná, en Pozuelo de Alarcón. No cabía un alfiler para dar el último adiós a Diana Quer.

Juan Carlos Quer y Diana López-Pinel, los padres de Diana, llegaron juntos y agarrados del brazo a la iglesia de la localidad madrileña a las nueve en punto de la noche. Aún rotos por la tristeza, lograron rescatar la fuerza necesaria para dirigirse a la prensa, que esperaba a las puertas del templo religioso. "No quiero que mi hija quede como una página de sucesos sin más. Queremos que de esto salga algo bueno", reinvindicó Juan Carlos ante los medios. 

Tras ellos, llegaron Juan José Cortés (el padre de Mariluz, la menor asesinada hace diez años en Huelva); Antonio del Castillo (padre de Marta del Castillo, desaparecida en Sevilla en 2009); Rocío Viéitez (la madre de dos niñas a las que su padre, David Oubiel, asesinó en Galicia) y Ruth Ortiz (exesposa de José Bretón, condenado a 40 años de prisión por asesinar a sus hijos Ruth y José en 2011). Todos dispuestos a arropar a los Quer en la hora más aciaga. Tras ellos, las autoridades: los alcaldes de A Pobra do Caramiñal y Rianxo, el pueblo en el que pasó los veranos de su vida y en el que encontraron su cadáver. También Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid y el cardenal Osoro acudieron al lugar.

Fue Antonio del Castillo el que se arrancó con unas palabras, representando el sentir de las decenas de personas que llenaron la parroquia madrileña: "Estamos todos unidos con ellos". Eso fue a la entrada. Una hora después, salía de la iglesia visiblemente emocionado camino del coche.

El alcalde de Rianxo, Adolfo Muiños, también se detuvo donde las cámaras de televisión, apostadas durante varias horas a la entrada de la parroquia. "Deseo de justicia y que caiga todo el peso de la ley sobre el delincuente que cometió este crimen",

"Ojalá nuestra sociedad se conciencie"

Juan Carlos Quer y Diana López-Pinel han vivido un auténtico calvario en los últimos 500 días. Cuando todo eran incógnitas y las pistas que manejaba la Guardia Civil eran vagas o todavía leves pinceladas en el lienzo del crimen, toda la luz se dirigió hacia ellos y hacia la propia Diana, directa a escrutar en el pasado de la familia. Durante meses, participaron de las infructuosas batidas de búsqueda de su hija, desesperados al no hallar un solo indicio.

Movieron cielo y tierra para encontrarla, pero todo era en vano. Después, llegó un silencio de meses larguísimos y complicados, ya que la información les llegaba a cuentagotas desde la Guardia Civil. A finales del pasado año, todo se precipitó y las fuerzas de seguridad cayeron con todo su peso sobre El Chicle, principal sospechoso desde hacía un año y ahora asesino confeso de la joven madrileña.

Diana Quer, la desaparición perfecta: la orografía y la climatología gallegas dificultan su hallazgo

Todo ese esfuerzo han querido agradecerlo los Quer, a todos los que les han apoyado durante el largo y desolador último año y medio. A las "personas de bien". "Ojalá que nuestra sociedad se conciencie de verdad del enorme valor que tenemos de poder contar con un equipo de personas tan solidaria, tan humana, tan profesional, que de modo desinteresado trabajan haciendo cada caso como suyo propio". 

Ha sido un año y medio de incertidumbre, miedo, desazón, tristeza y rabia. Todo se acentuó todavía más al descubrir al asesino confeso, Enrique Abuín Gey, El Chicle, y al producirse el hallazgo del cuerpo de la joven madrileña de 18 años, flotando en el pozo de una nave industrial de Asados (Rianxo) casi 500 días después de su desaparición. 

Dentro, en una iglesia a rebosar, el sacerdote local recordó para todos los fieles a la joven Diana que había crecido entre las calles de Pozuelo y los veranos de la costa gallega en la ría de Arousa. A una joven que todos conocían, y a la que también quienes eran sus amigos de toda la vida fueron a despedir con las lágrimas en los ojos. "La vida de Diana ha sido un regalo corto pero intenso".