Antonio del Castillo fuma como si la vida le fuera en ese pitillo rubio que sostiene sobre la comisura de sus labios. El hombre lleva nueve años buscando el cadáver de su hija Marta, asesinada el 24 de enero de 2009 en un piso bajo de la calle León XIII de Sevilla. Desde esa fecha, su vida es otra. Más oscura, más cruel.

En todo este tiempo no ha habido un solo día que Antonio haya dejado de pensar en dar sepultura a Marta, que tenía 17 años cuando desapareció. La mató Miguel Carcaño (19), quien, según la sentencia de la Audiencia de Sevilla, la asesinó golpeándola en la cabeza con un cenicero.

“Es necesario encontrar su restos para cerrar el duelo”, dice mientras conducimos bajo una Sevilla plomiza el pasado 5 de enero, víspera del Día de los Reyes Magos. “Los padres de Diana Quer van a poder hacerlo. Yo ni siquiera puedo hacer la autopsia a mi hija y saber con exactitud de qué forma la mataron. Mientras no aparezca el cuerpo he de creerme lo que diga la sentencia”, dice con un tono de voz que denota recelo hacia la decisión de la Justicia.

Marta del Castillo y su padre, Antonio, en dos imágenes del archivo familiar. EL ESPAÑOL

En 2012, la Sección Séptima de la Audiencia de Sevilla condenó a Carcaño a 20 años de cárcel por asesinar a Marta del Castillo con un cenicero en el número 78 de la calle de León XIII, mientras que dejó libres a los otros tres sospechosos de haberle ayudado a deshacerse del cuerpo: su hermano, Francisco Javier Delgado, la novia de éste, María García, y su amigo Samuel Benítez. Dos años antes, el Juzgado de Menores condenó por encubrimiento a Javier García el Cuco a dos años y 11 meses de reclusión en un centro de menores.

- ¿Qué sintió cuando se enteró de que había aparecido el cadáver de Diana Quer?

- Una alegría enorme por sus padres y su hermana, que por fin van a poder descansar, aunque el dolor seguirá ahí. Pero a la vez mucha frustración.

- ¿Por qué?

- Ojalá la investigación y búsqueda de mi hija la hubiera llevado a cabo la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil). Lo pedí a los pocos meses de la muerte de mi hija. A la Policía Nacional, a la que agradezco su esfuerzo pero cometió muchos errores, le sigo poniendo sobre la pista de algunas cosas y no mueven un lápiz.

Antonio del Castillo viste pantalón claro, chaqueta marrón, camisa rosa. Lleva barba de una semana. En 2017, su rostro lo conoce toda España: los desconocidos se cruzan con él por la calle y le dicen “adiós, Antonio”; las ancianas lo paran, le dan un pellizco en el brazo y casi en su oído le piden a Dios que algún día encuentre a Marta.

Antonio era consciente de que la exposición que ha tenido en los medios de comunicación le haría perder la privacidad, pero asumió ese peaje si eso le ayudaba a encontrar a la mayor de sus tres hijas. Algo que sigue sin conseguir. “Los Quer pueden volver a sus vidas, llorar a su hija… Pero ya no tienen que soportar la incertidumbre. Mi familia y yo también necesitamos eso”.

Antonio del Castillo asegura que su exposición en los medios de comunicación tras el asesinato de su hija ha provocado que su familia pierda la intimidad y la privacidad. Fernando Ruso

Durante toda una mañana un periodista y un fotógrafo de EL ESPAÑOL acompañan a Antonio del Castillo a algunos de los lugares en los que se buscó los restos de su hija. La sorpresa llega cuando no sólo nos conduce a ellos, sino que también nos muestra otros en los que se ha rastreado el terreno en busca del cadáver de Marta y no han trascendido hasta la fecha.

1. El barranco junto a una venta de carretera

"Mira, frena ahí, métete por ese carril que sale de la carretera principal", dice Antonio del Castillo mientras circulamos por la vía que une Sevilla y La Rinconada.

Estamos a medio kilómetro de distancia, pero al otro lado de la carretera, de la finca Majaloba, donde en el otoño de 2013 la Policía Nacional buscó el cadáver de Marta en una enorme extensión de terrenos de cultivo, cerca de una gasolinera, de unas casas bajas con luces y próxima a una zona de palmeras, como recordaba en su confesión Miguel Carcaño.

Ahora mismo estamos un poco más allá de Majaloba, carretera arriba. Antonio pide que introduzcamos el coche por un carril de hormigón que a su derecha desemboca en el portón de una finca reconvertida en lugar de celebraciones. A la izquierda se sostienen las ruinas de un antiguo restaurante, la venta El Rubio. Continuamos en una marcha lenta durante una treintena de metros más y el terreno cambia del asfalto a la tierra. Detente, dice.

El pasado verano Antonio del Castillo recibió una llamada diciendo que el hermano de Miguel Carcaño trabajó en una finca muy próxima a esta zona barrancosa y de espesa vegetación situada en la carretera de La Rinconada, donde ya se había buscado los restos de la menor. Fernando Ruso

Antonio del Castillo cuenta que hace cuatro o cinco meses, “el pasado verano”, recibió la llamada de alguien al que no conocía. Era el antiguo dueño de la venta El Rubio. El hombre le dijo: ‘Antonio, el hermano de Miguel Carcaño trabajó de seguridad en la finca que hay a la espalda de mi antiguo restaurante. Cada día venía al bar a tomar café con leche. Conocía bien la zona. Pudo lanzar a tu hija por los alrededores. Y aquí nadie ha buscado’.

A los pocos días, Antonio del Castillo se plantó en el mismo lugar que hoy está: se encuentra situado junto a un cruce de carreteras dividido por una rotonda con cuatro salidas. Aquella vez apenas tardó 15 minutos en llegar desde su casa en el barrio sevillano de Tartessos.

Cuando vio el lugar, Antonio entendió por qué le había llamado aquel señor. Junto a restos de hierros y muros de lo que antaño fue la venta El Rubio hay una explanada de tierra, probablemente usada como antiguo aparcamiento para los clientes del establecimiento. Unos metros más allá hay un estrecho camino de grava y adoquines resquebrajados, de unos 20 metros de largo, que cruza por encima de un barranco por el que se canalizan las aguas de los campos cercanos cuando hay fuertes lluvias. Ese escueto tramo de carretera conduce a las naves de un pequeño polígono industrial próximo, pero no es transitable para los coches porque hay un quitamiedos que impide el acceso a los vehículos.

A ambos lados de ese puente que cruza el barranco hay una veintena de metros de altura, corre el agua y una espesa vegetación se come el paisaje. Uno de sus márgenes lo han desbrozado recientemente. El otro es un lodazal recubierto de basura, ramas y rocas. La finca a la que se refería el hombre que llamó a Antonio está a un minuto a pie.

- La sentencia reconocía que Miguel y El Cuco necesitaron de terceras personas para deshacerse del cuerpo. Pero dejaron libres al hermano, a la novia y a Samuel. Cuando recibí esa llamada le conté a la Policía que, al parecer, el hermano de Carcaño había trabajado al lado. No han hecho nada. Me dijeron que no podían mirar ahí.

Antonio del Castillo se siente frustrado. Piensa que la Policía Nacional poco más va a hacer para encontrar el cadáver de su hija. Dice que le costaría muy poco saber si, en efecto, Francisco Javier Delgado trabajó allí guardando las instalaciones. Si fuera así, asegura, no sería descabellado que, aunque no tenía carnet de conducir pero sí coche, condujera a su hermano y a la joven asesinada hasta esos terrenos y la lanzaran juntos, y que luego Miguel Carcaño, que no conocía bien la zona, se equivocase a la hora de decir con exactitud la altura de la carretera de La Rinconada a la que se deshicieron del cuerpo de la menor.

- En menos de 500 días la UCO ha encontrado al asesino de Diana Quer. En casi nueve años la Policía Nacional sólo consiguió la confesión de Miguel, pero no el lugar exacto en el que tiraron el cuerpo.

El barranco tiene una altura que ronda los 20 metros. Fernando Ruso

2. Un carril de tierra

Marta del Castillo salió de su casa a media tarde del sábado 24 de enero de 2009 para dar un paseo con su antiguo novio, Miguel Carcaño. Antonio del Castillo, al percatarse de que no había regresado ya caída la noche, preguntó a Miguel si sabía dónde estaba. La Policía también le sometió a la misma pregunta.

El joven aseguró que la había recogido en moto, que habían dado un paseo por Triana y que, sobre las nueve de la noche, la había vuelto a dejar en la puerta de su casa. Lo último era mentira, aunque durante tres semanas pareció verdad por el testimonio de una vecina del edificio que dijo haberla visto, sin lugar a dudas, en el portal de su casa sobre 21.15 horas.

Esa declaración confundió a la Policía Nacional en sus primeras pesquisas. Pero todo hubiera sido más fácil, dice Antonio, si los agentes hubieran preguntado en el barrio por la mujer. "No es de fiar. Y ellos le dieron credibilidad desde el primer minuto".

Antonio del Castillo nos conduce hasta un lugar próximo a la venta El Rubio. Está en la misma carretera, pero un kilómetro y medio más abajo, cerca de la salida de Sevilla. A ambos lados se ve campo, enormes extensiones de cultivo. Antes de llegar a Majaloba, vemos una gasolinera, una venta de carretera, palmeras... siempre siguiendo la vaga confesión de Carcaño.

Abandonamos la carretera girando a la izquierda y adentrándonos en un carril de tierra. Cuando recorremos una veintena de metros Antonio del Castillo nos pide detener el vehículo. Al bajar dice que hace meses, con la presencia de dos policías, una máquina excavadora movió el montículo de tierra que va paralelo al camino. La zona de búsqueda fue una extensión rectangular de una decena de metros de ancha y un centenar de larga. Hay basura, muebles, botellas de cristal...

Antonio Del Castillo delante de los terrenos que removió una máquina excavadora con la presencia de dos policías nacionales. Fernando Ruso

Antonio reconoce que no encontraron nada. Dice que ni él ni la Policía llamaron a ningún medio de comunicación. Estaba harto de cámaras. No quería generar otro escenario mediático. "Hasta la fecha nadie sabe que hemos buscado aquí. Ya me da igual".

3. La finca Majaloba

No ha pasado un solo día desde aquel 24 de enero de 2009 en que Antonio del Castillo no haya tratado de encontrar una hilazón a algunos de los muchos cabos sueltos de aquella investigación.

Ni el padre de Marta ni nadie entiende cómo Miguel Carcaño y sus dos amigos —Samuel Benítez, de 20 años, y Francisco Javier García El Cuco, de 15—, tres niñatos de barrio con mucha calle pero sin delitos a sus espaldas, fueron capaces de orquestar toda una red de mentiras y verdades a medias en la que fueron atrapando a los policías, al fiscal, al juez.

Es cierto que hubo un juicio, que Miguel Carcaño se desmoronó, confesó y el tribunal lo condenó a 20 años de prisión por asesinato. Pero Antonio del Castillo sigue sin encontrarle respuestas a tres preguntas que siguen en blanco: ¿cómo asesinaron verdaderamente a Marta del Castillo?, ¿quiénes —además de Carcaño—, y si fue así, participaron en el crimen? y, sobre todo, ¿dónde está el cadáver?

Siguiendo una de las siete versiones que ha dado Miguel Carcaño en todo este tiempo, los investigadores decidieron buscar en la finca Majaloba, donde ahora nos conduce Antonio del Castillo. La búsqueda se realizó en octubre de 2013 después de que los resultados de un estudio con georradar diera esperanzas de encontrar los restos de Marta porque detectó al menos siete movimientos de tierra previos.

Majaloba se encuentra en la carretera A-8002, entre la venta El Rubio y el camino de piedra que acabamos de abandonar. La aparición de unos escombros y de los restos de una antigua obra de una tubería en el subsuelo de la finca llevó a pensar que esta vez sí, que estaban ante la versión buena. Carcaño, en su séptimo relato del crimen, aseguró a los policías que lo entrevistaron en prisión que lanzó el cuerpo a una zanja con escombros.

Aunque no aparecía ningún indicio de Marta, siguieron cavando en torno a la tubería, según las indicaciones marcadas por el experto del georradar. No importó que se hiciera de noche. Continuaron con la luz de los faros de la excavadora y con los de un furgón de antidisturbios aparcado al otro lado de la carretera. Tras tres días de rastreo, cesaron en su intento de encontrar a la adolescente.

El padre de Marta delante de una señal que indica la entrada a la finca Majaloba. Fernando Ruso

"Pienso que está en esta zona, creo que no puede andar muy lejos si me creo su última confesión", dice Antonio del Castillo, que no duda a la hora de involucrar al hermano del asesino confeso. "Francisco Javier Delgado conocía esta zona. No sé si aquella noche trajo a mi hija y a Miguel en su coche, o si Miguel venía detrás de él en moto. Pero cuando lo interrogaron no le apretaron lo suficiente y está en la calle".

La novia de Francisco Javier Delgado dio coartada a su pareja. Dijo que aquella noche el hermano de Carcaño y ella estaban juntos en su casa viendo una película, y que en ningún momento se separó de ella. El título que dio no lo pasaron por la televisión aquel día. Argumentó que la habían alquilado. Resultó que lo habían hecho una semana antes. Nadie les desmintió durante el juicio. Hoy, rota ya la relación, disfrutan de la libertad.

- La Policía debió tratar de desmontarle la coartada a Francisco Javier Delgado. La UCO lo hizo con el Chicle y se vino abajo-, dice Antonio del Castillo justo cuando de nuevo emprendemos la marcha.

4. "Conque la has lanzado al río, ¿no cabrón?"

El 17 de febrero de 2009, cuatro días después de su detención, la Policía condujo a Miguel Carcaño a su piso de la calle de León XIII. En presencia del juez, realizó la reconstrucción de los hechos. Las imágenes de lo que ocurre dentro las publicó Antena 3 varios años después.

El juez le preguntó: “¿Nos puede ahora situar por favor dónde estaba usted y dónde Marta en el momento en que se produjo la agresión? Para ello va a pasar una señora que es policía y va a situarse donde usted le diga que estaba Marta el día de los hechos. ¿De acuerdo?”.

Carcaño respondió: “Estábamos más o menos aquí y estábamos discutiendo. Y una de las veces cogí el cenicero y le pegué así. Yo no hice fuerza. Nada más fue cogerlo y hacer así. Le pegué por esta parte de la cabeza”.

El agente que graba registra la habitación del joven. Una de las paredes está cubierta con una bandera de ron Cacique y una bufanda del Sevilla Fútbol Club. La agente que hace de doble de Marta espera instrucciones tumbada en el suelo. En el mismo lugar donde Marta cayó y que fue limpiado con lejía y de forma concienzuda la misma noche del crimen.

Un mes después, el 18 de marzo de 2009, la escena se repite. Carcaño vuelve a ser llevado su antiguo. Ahora ya no luce esa barba de varios días con que apareció la anterior vez. Las preguntas del juez son las mismas, pero las respuestas son radicalmente distintas.

Zona también rastreada cercana al cauce del río Guadalquivir. Fernando Ruso

Miguel Carcaño dice que entre él y su amigo el Cuco violaron a Marta después de golpearla, meterle un calcetín en la boca para que no gritara y maniatarla con cinta aislante.

Tras la violación, prosiguió, el Cuco habría estrangulado a Marta con un cable eléctrico y ambos se aseguraron de que estaba muerta con el medidor de la presión arterial que utilizaba su madre.

Carcaño fue listo. Casi con total seguridad sumó el delito de violación al de asesinato para asegurarse ser juzgado por un tribunal profesional y no por uno popular, dada la presión ciudadana y mediática. Pero, ¿quién le aconsejó? Eso probablemente nunca se sabrá.

Tras la detención de Carcaño, fue interrogado durante 14 horas. Los policías le habían desmontado varias de sus mentiras y, en un momento dado, dijo: “Está bien, os voy a decir dónde tiramos el cuerpo”.

El comisario al frente de la investigación y varios de sus hombres lo metieron en un coche. Iban dos policías delante y otros dos detrás, con Carcaño en medio. Poco a poco, callejeando, los fue sacando de Sevilla. Llegaron al verdadero cauce del río Guadalquivir, que queda a la espalda de la ciudad por el oeste.

Cuenta Antonio del Castillo que cuando llegaron a la altura del río, uno de los agentes, tal y como le reconoció años después, dijo: “Conque la lanzaste al río, ¿no cabrón?". Entonces Carcaño permaneció mudo unos segundos, como en duda, y al final dijo: “Sí…, al río”. Pero parecía como si no fuera así.

Nunca se sabrá si aquel policía, sin quererlo, inspiró a Miguel Carcaño una de sus primeras mentiras. Lo cierto es que también se buscó en unos terrenos próximos a esa zona por la que pasaron, y en donde ahora pisa Antonio del Castillo. "Ese error del policía o darle credibilidad a mi vecina cuando era imposible que hubiera visto a mi hija... Se hicieron demasiadas cosas mal", dice el padre de Marta.

5. El Guadalquivir a su paso por Sevilla

Desde un tiempo antes de matar a Marta del Castillo, Miguel Carcaño, huérfano de un padre que lo abandonó de pequeño y de una madre que pasó sus últimos años en una silla de ruedas, vivía en Camas, una localidad a las afueras de Sevilla. Lo hacía en la casa de su nueva novia, una adolescente de 15 años.

Su antiguo piso, en el número 78 de la calle de León XIII, solo lo utilizaba de vez en cuando y bajo la supervisión de Francisco Javier Delgado. Era 20 años mayor que él y hermano por parte de madre.

La noche de su desaparición, el padre de Marta, que sabía la dirección de la casa, se acercó hasta allí, llamó al timbre y golpeó las ventanas de la habitación de Miguel y del comedor, donde hoy alguien ha pintado las palabras 'Te mato'. Ambas dan a la calle. En la actualidad la vivienda es propiedad de un banco porque Carcaño dejó de pagar la hipoteca. "Ojalá pudiera entrar ahí sólo para hacerme una idea, una composición de lo que pasó y cómo pudo pasar", dice Antonio mientras apura un pitillo, el enésimo del día.

Antonio Del Castillo delante de la ventana del comedor de la casa en la que asesinaron a su hija hace nueve años. Antonio del Castillo

Dos días después, Marta del Castillo seguía sin aparecer. Y Sevilla se echó a la calle. Desde aquel momento, las cámaras retransmitieron cada detalle de la búsqueda de la chica. En muy pocos meses, Carcaño ofreció hasta seis versiones diferentes y añadió una más en la primavera de 2013, cuatro años después del crimen. En ninguna de ellas dijo la verdad sobre dónde estaba el cuerpo de Marta. Por eso su padre sigue buscándola nueve años después.

La última búsqueda fue en febrero del año pasado. Se localizó en una dársena del río Guadalquivir a su paso por Sevilla. En ella participarán militares del Instituto Hidrográfico de la Marina, buzos del Grupos Especial de Operaciones, y especialistas del Servicio de Planimetría de la Comisaría General de Seguridad Ciudadana, de la Unidad de Intervención Policial, y de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Sevilla. Fue para nada. No hallaron ningún resto óseo humano ni otro objeto, como alguna prenda, que pudiera pertenecer a Marta del Castillo. Su caso sigue siendo el mismo, el de un asesinato sin cadáver.

Antonio Del Castillo en la zona de la última búsqueda de su hija en una dársena del río Guadalquivir. Fernando Ruso

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