El 18 de julio por la mañana Ángel María Villar fue detenido en su domicilio madrileño por la Guardia Civil: una experiencia que narra en la primera entrega de esta entrevista. Este pasaje abarca desde que llegó al calabozo de Las Rozas la primera noche hasta que fue liberado por el juez Pedraz, doce días después.

A las dos de la madrugada, tras el registro de la Federación, fue trasladado al calabozo de la Guardia Civil en Las Rozas.

Un guardia civil en mi casa me había dicho: “Coge ropa, que no vas a volver a casa. Y el cinturón no te lo van a dejar”. Y así fue... En el calabozo pasé dos noches antes de ir a la Audiencia Nacional. Era un calabozo de 9 o 10 metros cuadrados, sin ventana, solo para mí. Con un timbre por si tienes necesidades físicas. Yo tuve en dos ocasiones. Te llevan a un cuarto de baño donde el guardia civil está a dos metros tuyo. No sé si será el protocolo exactamente... Es humillante que vayas a hacer de cuerpo y tengas un guardia civil a un metro viendo cómo estás haciendo tus necesidades. Con una puerta abierta. Pero bien, igual son los protocolos... En todo caso, la Guardia Civil me trató muy bien.

Ángel María Villar, sobre su paso por la cárcel

¿Qué más recuerda?

Cuando dicen que se come bien, no es verdad. Y lo puedo hasta comprender... No vas a tener un cocinero para ti en el calabozo. No es mala la Guardia Civil, es malo el sistema. En la cárcel, en 11 metros cuadrados, tienes un cagadero al aire libre, con olores y demás, y una ducha para los dos que hay que echarle lejía porque está sucia… Y un colchón con manchas de toda índole, y una sábana encima... ¡Es el sistema, no es el funcionario! Habrá cabrones, pero como en todas partes. Por eso cuando Juan [Padrón] salió de la cárcel y dijo 'me han torturado', tiene razón. El sistema nos ha torturado.

¿Por qué dice Padrón que fue torturado?

Un día Juan [81 años] se desmayó y se le puso toda la cara amarilla, con los labios morados. Perdió el conocimiento. Mi hijo le atendió, y pienso que le salvó la vida con un trozo de plátano medio podrido que llevaba en el bolsillo para la noche. Luego le dio agua y volvió en sí. Creo que le había bajado la tensión demasiado. Todos los presos me decían: "Cuando salgas, por favor cuenta esto". No es el maltrato de las personas, es el sistema. El sistema no es bueno. Juan se refiere a eso. Lo que pasé yo y mis compañeros lo demuestran.

El sistema nos ha torturado

¿No recibió buen trato en la cárcel?

En mi periodo como presidente, nosotros hemos ayudado a los presos con las prisiones: hemos organizado cursos gratis para ser entrenadores, un campeonato de España de fútbol, titulaciones de árbitros... He asistido a varias finales de un campeonato penitenciario de España. Los funcionarios sí se preocuparon por mí, pero ninguna de las personas con las que habíamos construido la colaboración con Prisiones se dignó a saludarme. Ni una visita. 

Volvamos al calabozo. ¿Se duerme en una situación semejante?

La primera noche apenas dormí. Había un poyete de cemento con un colchón encima. Todo cerrado, sin ventana ni aire acondicionado. Un calor espantoso...

¿Sobreviene la angustia?

En el calabozo sentí claustrofobia... Yo nunca había sentido claustrofobia, pero allí sí. Duermes poco y son muchas horas pensando. Había personas gritando al lado, de angustia. La segunda noche tampoco dormí mucho. Por la mañana, fui al cuarto de baño, me afeité (me dejaron material). Como estaba sin corbata, le pedí una a un guardia civil y me la dejó. Quería ir con corbata a ver al juez. 

¿Sabía ya de qué iba el asunto cuando le condujeron al interrogatorio?

Fui sin saber qué me iban a preguntar, el expediente era secreto. Entre allí y el juez me preguntó "usted sabe por qué esta aquí?" "Sí", contesté (porque al detenerme me habían dado copia de la orden de detención, en la que apenas se expresaban los motivos de la misma). "Ministerio Fiscal, haga las preguntas". El juez no volvió a preguntarme nada… El interrogatorio duró una hora y media. Hubo después una vistilla, las fiscalas pidieron prisión provisional sin fianza y mi abogado solicitó mi libertad. Salimos de la sala, me volvieron a esposar, me llevaron de nuevo a la celda, me quitaron las esposas y me dieron un bocadillo de tortilla de patata. Esperé allí dos horas. Después me comunicaron que fuese a la lectura del auto. Prisión sin fianza. Tengo que decir que desde que me hicieron las declaraciones hasta que salió el auto es imposible redactar ese documento de cuarenta y pico páginas. Yo pienso que lo tenían preparado... Antes de que me hubiesen comunicado el auto, ya estaba en todas las noticias. Si es secreto, ¿cómo es que se filtra? 

Era ya el final de la tarde, muchos periodistas trasnocharon ese día por causa del auto.

Llegamos a la cárcel de Soto del Real sobre las diez de la noche. Nos recibieron allí unos señores muy agradables, muy amables. Nos explicaron que esa primera noche la pasábamos en un sitio provisional y al día siguiente nos llevaban al módulo. En el módulo había mucha gente que me conocía, muchísima, me decían "¡Presidente!"... Nos recibieron muy bien.

¿Las celdas eran individuales?

No, de dos personas. Tenían una ventana, pero no aire. Por nuestra ventana entraba un solazo tremendo, hacía un calor terrible... Terrible. Las habitaciones son muy pequeñas, con una taza para hacer tus necesidades que te ve el compañero, una ducha, el colchón muy sucio… Las paredes también bastante sucias. Las limpiábamos, mi hijo las limpiaba. El colchón no lo quería ni ver...

Ángel Villar. Moeh Atitar

¿Cómo pasaban el tiempo?

Jugábamos a las cartas, al parchís, al nosequé... Yo hacía ejercicio por la mañana y por la tarde. La comida no es buena... Y hay que guardar cola para todo. Se duerme mal… Hacía un calor terrible. Yo me levantaba muy temprano, a las seis, ya entraba la luz. Hablaba con muchos presos, me di cuenta de que la gente lee mucho en prisión. Me solicitaron que diese una conferencia sobre fútbol y yo estaba encantado, pero tampoco dio tiempo…

He visto más gente comulgando en la cárcel que un día normal en iglesias de Madrid

Allí escribí cartas manuscritas con dimisiones a la UEFA y a la FIFA. Y la carta de nombramiento de las vicepresidencias de la Federación, que nunca llegó a su destino (no se nombraron los vicepresidentes). Hay un preso que me dijo: "Ángel, quema la ropa con la que te detuvieron y has estado en la cárcel, pero lo que escribas aquí guárdalo para siempre, porque lo has escrito en tiempos difíciles…" Y le hice caso.

Creo que pasó usted bastante tiempo con Ignacio González.

Sí, y con su hermano Pablo. Tuvimos unas conversaciones muy buenas, nos trataron con mucho afecto. A los dos días les cambiaron de módulo, yo creo que los culpables fuimos nosotros. Pero tuvimos relación también con algunos otros… Había un gitano que me reconoció y me saludó muy simpático, decía que era el rey del alunizaje en Tetuán. ‘Yo soy gitano’, me dijo, he estado varias veces en la cárcel. Esta cárcel es una guardería, está muy bien’.

¿Cuál fue el peor momento de esos días?

Cuando me notificaron la prisión provisional en la Audiencia Nacional. Pensé: de aquí no salimos en dos o tres meses, porque era finales de julio y agosto es un mes inhábil para los juzgados.

¿Cumplía con sus ritos católicos en prisión?

Sí, claro… Daba gracias a Dios todos los días al despertarme y rezaba un Padre Nuestro y un Ave María. El sacerdote viene los jueves a apuntar quién viene a la misa del domingo. Se celebra en un pabellón que hay ahí, lo convierten en iglesia. La misa es muy peculiar, cantada, con música. He visto más gente comulgando en esa misa que un día normal en iglesias de Madrid. Cuando nos damos la paz, "el señor esté con vosotros", se levanta la gente y se abraza, yendo la gente de esquina a esquina. Y cuando van a comulgar, muchos abrazan una estatua que había de Cristo y de la Virgen. Me impresionó. Dios está donde más lo necesitan.

Usted ha concedido muy pocas entrevistas en profundidad en 29 años... Su carácter marcadamente religioso es poco conocido.

Mis connotaciones religiosas son debidas a las enseñanzas de mis padres. Después fui a un colegio de curas, los Escolapios, e hice la carrera de Derecho en una universidad católica, Deusto. Tengo esta formación religiosa, que me sirve para muchas cosas, y sobre todo, dado que los seres humanos somos muy egoístas, en los momentos difíciles, cuando te acuerdas del de arriba. Pero el de arriba nunca te pide ninguna explicación por lo que tú hayas hecho mal. Sólo te concede gracia y perdón. Ni te pregunta. Hay que dar un fundamento a la vida: por qué estás aquí, y para qué. Y a dónde vas.

¿Tuvo visitas?

Tuve mis visitas, visitas familiares y de vis a vis con mi mujer. La solicité y me la concedieron.

Ángel María Villar, el día que salió de la cárcel. Efe

¿Cómo se enteró de su liberación?

El día 31 de julio, San Ignacio, patrono de los vascos, estábamos echando la siesta en la celda con un calor terrible. Juan estaba con otro preso, en la celda de al lado de la nuestra. Él ya había conseguido la televisión, nosotros no, y de repente me grita “¡Ángel...!” Le respondo: “¡Déjame en paz, hombre, que estoy durmiendo la siesta!” Y me dice: “¡Que nos han dado la libertad provisional! 300.000 euros de fianza” Y yo pienso: a ver de dónde los saco...

Los presos no deberían tener servicios de mala calidad en la cárcel

No me diga que ese dinero constituía un problema después de tantos años con cargos en la Federación, UEFA y FIFA...

Está usted confundido. La pagó mi mujer, yo no; a mí me han embargado las cuentas. No puedes pagar la fianza con el dinero embargado, tienes que buscarlo. O pedir un préstamo, como le pasó a Juan, que lo puso Javier Clemente. Así que cuidado… Cuando me lo comunicaron, todos nos pusimos impacientes, los presos nos daban la enhorabuena y nos abrazaban, algunos nos pedían la ropa, sobre todo la deportiva. Yo la regalé toda.

¿Qué saca en positivo, si es que hay algo, de la cárcel?

Es una experiencia... El preso es un ser humano cuya libertad está cercenada; no debería tener servicios de mala calidad en la cárcel. Hubo un preso, de nombre Augusto, que me decía: "Usted ha ganado todos los títulos deportivos, pero le faltaba el de prisionero". Como hay tantas horas para hablar, coges buena relación. Teníamos una pequeña tertulia al principio. Hasta que nos ingresaron dinero no teníamos, y estuvimos viviendo de prestado. Antes de comer, con unos paquetes de patatas fritas, unos cacahuetes y unas cervezas sin alcohol nos sentábamos cuatro o cinco y era nuestro aperitivo antes de la comida. Luego ya, cuando nos llegó el dinero, invitábamos nosotros.

Sorprendió que hablase con la prensa al salir de prisión. Nunca se ha llevado bien con los medios.

Cuando salimos, había ahí cuarenta cámaras. Todos querían saber si yo iba a dimitir. Yo decidí hablar y manifestar mi agradecimiento a las personas que me habían defendido pública y privadamente en esos momentos difíciles, y por el afecto de los presos: un trato exquisito y con amor.

La liberación debe de producir un subidón impresionante.

La euforia es cuando te lo comunican. Después la salida material, la primera noche en casa... Dura un par de días. Y después empiezas a pensar en todo lo que ha pasado, en estar investigado, en cómo ha sido. Y hasta que no tienes el expediente no sabes cómo se ha desarrollado todo.

Se sabe que al salir de prisión usted se sintió decepcionado por mucha gente: antiguos aliados, fundamentalmente. No le sonaba apenas el teléfono...

Hubo un tiempo muy cortito de tristeza, porque yo quería hablar con mis compañeros.  Me hubiese gustado que me hubiesen dicho "hola, Ángel, ¿qué tal estás? Estamos contigo", pero no me lo dijeron. Pero les comprendo... Para hablar de un ser humano, como dicen los indios, hay que estar en sus mocasines.

Yo, como presidente, he recibido críticas feroces. Y no sólo críticas, que las aguanto bastante bien (estoy educado desde los 20 años, cuando jugaba en Primera División). Lo que no se puede aguantar, que también lo aguanto, es la calumnia, la injuria y el insulto. Que algunos practican con mucha frecuencia, ¡por desgracia para ellos! Me han demandado muchas veces, he salido de ello siempre. He tenido el asunto de la FIFA, que me condenaban antes de tiempo. Y después me pusieron una sanción por decir “manda huevos”. Muchos querían que me condenaran, y querían que cuando me presentara a la UEFA, la Comisión de Conformidad no me dieran el plácet para presentarme.

Muchos querían que me condenaran en el 'caso FIFA'

Yo tengo ciertos mocasines, pero los mocasines que llevan amigos míos que se ven por primera vez en algo así, les comprendo. Aunque me duela que en un momento determinado no se hayan comportado debidamente. Les comprendo, de corazón. ¿Alguna vez me ha visto hacer una declaración contra ellos? No tienen la gimnasia mental que tengo yo en esta situación, y además pensaban que se salvaban del proceso penal y del disciplinario solicitando mi dimisión (y creo que estaban equivocados). Pero les comprendo y les entiendo. No tienen la experiencia que tengo yo en estos casos.

¿El grosor de la piel?

Sí... El grosor de la piel.

¿Se ha sentido traicionado por mucha gente?

Me impactó muchísimo que a los pocos días de salir de la cárcel los presidentes de federaciones territoriales, que han sido mis compañeros durante tantos años, ni siquiera quisieron mantener un breve encuentro en un hotel (aprovechando que se encontraban reunidos muy cerca en la sede de la federación en Las Rozas). Después me enteré de que ese mismo día una representación de ellos había estado en el CSD con el Secretario de Estado, con el que tomaron conjuntamente la decisión de que yo tenía que dimitir como presidente.

La verdad es que después de todo lo que había pasado en los días precedentes, en aquél momento tan sólo quería un poco de afecto, cariño de mis compañeros. Deseaba que me preguntaran cómo estaba, qué salud tenía, en qué situación me encontraba... Me negaron ese mínimo de humanidad, no vinieron; mandaron a una persona en nombre de todos para comunicarme que tenía que dimitir. Me marché después de tres horas de espera, llorando, apesadumbrado. Esa tristeza se me ha ido pasando día a día, y he conseguido perdonarles por ello. Entiendo que estuvieran muy asustados y no supieran cómo reaccionar.

¿Y los ‘jesuses’, como llamaba a los que le telefoneaban?

Yo me considero un leproso. No se si lee el Evangelio, pero de las enfermedades más crueles que había en esa época era la lepra. A los leprosos los apartaban, no se contactaba con ellos, les dejaban la comida fuera para no tener relación y no contagiarse... Solo Cristo se unía a ellos, para curarles el alma y el cuerpo. Yo me he sentido leproso. Me han llamado muy pocas personas, contadas con los dedos de una mano. De los que pienso que me deberían haber llamado. Entonces, cuando me llama alguien, mi primera expresión es llamarle Jesús. ‘¡No, que soy Enrique!’, me responden. ‘No, eres Jesús, porque estás hablando con un leproso’.

¿Está arrepentido de algo como presidente?

Soy muy crítico conmigo mismo, y aunque al principio me puede molestar la crítica de otros, saben que yo siempre reflexiono sobre ella. Y si veo que no tengo razón, suelo ir al que me ha criticado con amor (la crítica con amor es maravillosa) para darle las gracias.

¿Hay algo particular que hubiese hecho de otra manera, a la luz de lo acontecido este año?

Puede ser... Ningún hombre, por muy bueno que sea, lo hace todo bien. Ni mal. Y muchas veces lo que se hace mal hay que olvidarlo... Y reflexionar sobre lo que se ha hecho bien, para continuar, y lo otro cambiarlo. Lo que sí le puedo asegurar es que no he cometido ningún delito.

Además del carácter religioso, los que le conocen suelen destacar su lealtad. ¿Puede equivocarse uno por lealtad?

Sí. Pero lo importante es mantenerla. Has de hacerlo. Yo recuerdo en el proceso FIFA, que una persona (no voy a decir cuál) se había quedado sola negándose a contestar a unas preguntas, y era mi amigo. Y me fui por la noche al dormitorio en Zurich (a la mañana siguiente declaraba yo), y decidí no dejarle solo. Preferí perjudicarme a dejarle solo. Y me costó muy cara esa decisión.

Ángel Villar. Moeh Atitar

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