Barcelona

Como cada domingo, era día de familia y por eso a Montse le tocó madrugar. Pero esta vez el plan era diferente. Ella, su marido y sus dos hijos se buscaron la vida para coger buen sitio, fuese como fuese, en la manifestación que desbordó las principales vías de Barcelona y que recorrió kilómetros y kilómetros en la Ciudad Condal. Llegaron a vía Laietana haciendo autostop desde su casa. Viven en la zona de Meridiana. No está lejos, apenas 20 minutos en coche, pero con el tráfico que había no quisieron cogerlo. A ver dónde lo aparcaban. Así que tuvieron que escoger un plan alternativo: parar a alguno de los vehículos que pasaban. Tuvieron suerte: alguien se ofreció a llevarles a su destino. Con la de calle que había cortadas, la cosa se alargó más de la cuenta. El centro de Barcelona estaba, este domingo, completamente colapsado. Pero Montse y su familia pudieron estar en un lugar privilegiado en un momento privilegiado. 

Montse es la primera vez que sale a la calle a expresar su sentimiento. Es psicóloga, de Barcelona de toda la vida. “En mi vida había venido a una manifestación. ¡Y menos hecho autostop!”. Ella también lo pasó mal en el 1-0. Cree que el gobierno de Rajoy tuvo que haberles dejado votar. Así, dice no habría tenido la misma repercusión. “ Habría sido como el 9-N. Les tenían que dejar votar. A mí las cargas policiales me parecen mal, pero bueno, es que estaban haciendo su trabajo, la verdad”.

“¿Y ahora qué? ¿Todos estos somos fachas?”. La pregunta surge en medio de la muchedumbre. La pronuncia un hombre que lleva a hombros la senyera en plena vía Laietana. Manolo no quiere salir en la foto ("si no en el trabajo me canean") pero sí que se echa a la calle para elevar la voz por primera vez en años. Son las doce y media de la mañana en Barcelona y no se cabe de gente en la que es una de las grandes avenidas de la ciudad.

Tan solo se pueden avanzar unos pocos metros en una hora y resulta imposible salir de la misma hasta pasadas las tres de la tarde. Se viven momentos críticos en la esquina de Fontanella con Laietana. El gentío es tal que se hace imposible avanzar y retroceder. Los más mayores y los más chicos lo pasan mal durante un buen rato, apretados entre sí y con el sol cayendo a pleno sobre las cabezas de la manifestación

“¿Todos somos fachas aquí o qué?, reitera. Lo cierto es que en la manifestación de este pasado domingo hubo gente de todas las condiciones sociales, profesiones, sensibilidades políticas. Fontaneros, abogados, psicólogas, funcionarias, informáticos, estudiantes, jubilados, autónomos… Una marea humana, una parte del pueblo que sale a la calle.

Un millón de personas según Sociedad Civil Catalana. 350.000 según la Guardia Urbana. Estos son diez perfiles, diez retratos diferentes de quienes este domingo salieron a la calle en Barcelona.

Antonio: “No soy fascista. Soy catalán”

Antonio con su mujer y su hermana. B.C.

“Todas las empresas que se han marchado...”. Antonio camina por Plaza Catalunya con un sombrero a franjas rojas y amarillas, con una capa elaborada con media senyera y con media bandera española. Lleva en alto un cartel - ‘Pa’ que se vea bien, dice- que reza: “No soy fascista. Soy catalán”. Le acompañan su chica y su hermana, que no quieren hablar. Una lleva a hombros la bandera de España. La otra la senyera. Están recién estrenadas. Los tres posan con sus respectivas banderas para la foto.

Antonio es hijo de catalanes, creció toda su vida en Barcelona y hoy sale por primera vez a la calle a manifestar que siente que es, a la vez, dos cosas diferentes perro no antagónicas: catalán y español. Iniciamos con él la marcha y le dejamos en ronda de Sant Pere. Trabaja como fontanero en una de las empresas que se acaban de ir de Cataluña en la última semana. Prefiere no comentar el nombre de la misma, pero sí que admite la fotografía. Ahora tiene toda la tarde por delante. Hay demasiada gente y Antonio, por ello, prefiere ser prudente: “Lo importante es mantener la calma y la serenidad”.

Xavi, informático: “Me han llamado facha y es algo que no se puede consentir”

Javi, Xavi y Fer tienen 25 años y viven los tres en Barcelona. B.C.

Xavi tiene una tienda de informática en el centro de Barcelona, cerca de la Ciutat Vella. Baja esta mañana a la manifestación con Javi y Fran, dos de sus amigos, con los que queda a hacer skate. También es la primera vez que salen a la calle. Reponen fuerzas a eso de la una y media porque llevan ya tres horas pateando la ciudad. Portan tres banderas: la de Cataluña, la de España y la de Europa.

Los tres tienen 25 años. Los tres salen por primera vez. Los tres, en algún momento de los últimos meses, han tenido que digerir el sabor del insulto, de la descalificación fácil y rápida. “A mí me han llamado facha varias veces y no se puede consentir. Yo no tengo por qué aguantar eso solo porque no soy independentista, porque tengo unas ideas diferentes a las suyas”.

Laura, estudiante, 18 años: “Salimos a defender Cataluña”

Laura tiene 18 años, es estudiante y viene con toda su familia desde Badalona. “Si hubiera un referéndum legal con todas las garantías, votaríamos. Votaríamos no, pero votaríamos”, relata. Hay muchos como ella a lo largo de toda la mañana, jóvenes estudiantes que claman una sola palabra: “Parlem”. “No solo hemos salido hoy a defender España. Salimos a defender Cataluña”.

Su padre se apunta también a la conversación. Tiene palabras para Rajoy. Para él, hace años que se podrían haber hecho mejor las cosas. “Tendrían que haber empezado la casa por los cimientos, no por el tejado como esta semana acaba de pasar”.

Laura, estudiante, en el centro de la foto con su familia, recién llegados de Badalona. B.C.

Mientras bajan hacia la vía Laietana, el gran eje de la manifestación de este domingo, dejan también un pequeño recado a Puigdemont, a la Generalitat y a los líderes del procés: Ellos son los que están haciendo fascismo porque difunden esta cosa de la idea única contra la que no se puede decir nada. Realmente están sometiendo al pueblo”. Continúan su camino entre gritos de “Visca España i visca Catalunya” a la vez que ondean las banderas sobre sus cabezas.

Ana María creció en Huelva y emigró a Cataluña

Isabel se ha comprado una camiseta que ilustra sus dos corazones: uno de España y otro de Cataluña. O lo que es lo mismo, un corazón en el que caben dos sensibilidades. También pueblo, también gente. Es ama de casa y este domingo ha bajado con sus hijos a la calle. Es el ejemplo de la pluralidad que rebosa el 8-O las principales calles de Cataluña. “Hoy sí. Años anteriores solo veías a gente mayor. Antes era una anécdota”.

Isabel emigró desde Huelva a Cataluña hace décadas. B.C.

A su lado, su amiga Laura. Ella también es ama de casa, está en el paro y ha decidido también bajar a la calle. Mientras se acerca al reportero, corea junto con la muchedumbre frases como “Puigdemont, a prisión”o “Esta es la mayoría silenciosa”, dos de los cánticos más reiterados a lo largo de la jornada. Ha sido una semana difícil. Destaca, en la conversación con el periodista, el discurso del rey esta semana. “Tenía que haber sido más duro. Como no estás en el gobierno, tienes que mantener una postura más neutral”.

Detrás de ellas, llega Ana María. Mientras que Laura e Isabel rondan los cuarenta, Ana María es algo más mayor. Vivió la dictadura en Huelva, donde nació y creció antes de emigrar a Cataluña. Ella fue la primera. A partir de ahí, sus hijos y nietos nacieron todos en Barcelona y alrededores.

Ana María era funcionaria del estado y ahora está jubilada. Mientras sus acompañantes van ataviadas de cuerpo entero con las dos banderas, ella solo lleva al hombro una bandera de España. El calor y la amplia multitud que la envuelve se quedará durante horas en la manifestación. “Todo está siendo muy pacífico. La gente que ha venido de fuera de Cataluña no se imaginaba que fuéramos tantos aquí los que nos sentimos catalanes y españoles”.

Isabel trabaja como administrativo. B.C.

“Catalanes y españoles”

Estamos en la ronda de Sant Pere. Un grupo de jóvenes manifestantes se acerca.“Somos catalanes y españoles. Eso sí que lo puedes poner en el reportaje”. No quieren que su nombre aparezca, pese a que dan su cara para la fotografía. Todos son de Barcelona. Posan para la foto sonrientes. Uno de ellos enseña a la cámara el dedo más feo de la mano.

¡Espero que no seas de TV3!”, asegura una de las chicas del grupo. Todos insisten en la tranquilidad de la manifestación, de la marcha de la “mayoría silenciosa”. “Somos todos de aquí y ya ves que todo esto está tranquilo y no ha pasado nada”.

Como todos, llevan senyeras y banderas de España, al hombro y a la espalda. Otro de los jóvenes que posan luce una camiseta negra de Alianza Nacional, una formación de ultra derecha. Tras un breve intercambio, el grupo prosigue su camino hacia vía Laietana. Marchan gritando hacia allá: “¡Yo soy, español, español, español. Yo sooooy español, españooool, español…!”.

"Somos catalanes y españoles. Eso puedes ponerlo en el reportaje". B.C,

Antonio, desde Tarragona

-¿Qué hay que hacer con Puigdemont?

-A la cárcel. Hay que meterles a todos en la cárcel. Se la han jugado estos días y han despreciado a un pueblo entero. El que está aquí hoy en la calle.

Antonio tiene 35 años y ha venido expresamente desde Tarragona para la manifestación. Las líneas de tren y de transporte de media y larga distancia se han visto reforzadas estos días, así que él lo aprovecha al máximo.

Son las tres de la tarde en Vía Laietana. Como él, miles de personas abarrotan Laietana a lo largo de toda la gran avenida. A la altura de la Jefatura Superior de Policía, el gentío, enardecido, aplaude a los agentes de la Policía Nacional. Hay ciertas proclamas que a lo largo de la jornada se corean sin parar. “No estáis solos”, “Esta es nuestra policía”.

Antonio ha llegado desde Tarragona para la manifestación. B.C.

Ramos de flores. Aplausos. Banderas en alto. Vivas y celebraciones cuando el helicóptero azul de la policía sobrevuela según que calle. En la manifestación hay pisotones. Hay nervios y sofocos por el calor. Hay instantes de nervios porque nadie se mueve ni puede moverse. Todo el mundo está muy apretado con todo el mundo. Uno de ellos es el propio Antonio, que luce una camiseta de la selección española de fútbol y sostiene una enorme bandera de España.“He tardado dos horas en llegar desde Urquinaona hasta aquí, hasta vía Laietana”. Todavía le quedan fuerzas para rato.

Los Pacos: “La represión policial del 1-O hay que condenarla”

Paco y Paco arrancaron la manifestación saliendo desde el Arco del Triunfo y luego por la ronda de Sant Pere hasta vía Laietana. “Ahí ya no nos pudimos mover. No cabía un alma”. Tres horas después del inicio del follón, tras dejarse llevar por el impulso de la manifestación, acaban en Plaza Catalunya.

Uno de ‘Los Pacos’, el alto, es electricista. El otro, trabajador social. Viven los dos a las afueras de Barcelona. Han salido a clamar su sentimiento: españoles, sí, pero también catalanes.

Lo cierto es que a ninguno de los dos, según cuentan, les resultaron agradables las imágenes de la semana pasada durante el 1-O, las porras, la represión policial, las cargas de los agentes de la Guardia Civil y la Policía Local.

'Los Pacos' (los dos de la izquierda) posan con su amigo Adrián. B.C.

- ¿Cómo lo vivisteis?

- Mal, fue muy triste. Esa represión policial hay que condenarla. Eso fue una imagen bastante fea la verdad y es triste que se haya tenido que llegar a esta situación.

-De todas maneras (interviene el otro Paco, el trabajador social), lo que ocurrió ese día no es culpa de los agentes. Es culpa de los de arriba, de Rajoy, de los que les han enviado allí. Esto es como en la antigüedad, que estaban los reyes y les decían a sus súbditos: “Venga, a batallar”. Son los de arriba los que tienen de verdad la culpa.

Termina una larga jornada

Posa envuelta en las dos banderas que lucieron a lo largo del día en Cataluña. B.C.

A las tres de la tarde Montse, que llegó haciendo autostop a la manifestación más grande no independentista en los últimos años en Catañuña, todavía sigue en Laietana con su familia. Aunque alguno ya se marcha a reponer fuerzas, la manifestación todavía no ha terminado, y por eso ella todavía no quiere marcharse.

Sin embargo, sus hijos comienzan a tener hambre. Son ya muchas horas al sol y de pie. El pequeño lleva horas sosteniendo una pancarta que reza: “Ni separadores ni separatistas”. Así que Montse se gira, les mira y dice: “vamos a comer algo, que estáis muertos”. Su camino continúa ya fuera de la manifestación. Ha sido una jornada larga. Toca reponer fuerzas.

La coda, el epílogo a una jornada de mensajes escritos en grandes pancartas, caras pintadas de rojo y amarillo, banderas a modo de capa lo puso un joven anónimo, cerca de las tres de la tarde, a la mitad de la vía Laietana, a pocos metros de la Jefatura Superior de Policía. El joven se paró de espaldas al recorrido de la manifestación para elevar un pequeño cartón sobre las cabezas de los manifestantes. No quiso hacer declaraciones a este periódico. Tampoco dijo una palabra en los diez minutos que estuvo ahí parado mientras la masa no paraba de fotografiarle. Ya hablaba por él su mensaje: "El futuro es la unión. No la división".

El hombre se detuvo en medio de la vía Laietana para exhibir su mensaje. B.C.

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