Las aulas, los pupitres, las mochilas son las protagonistas de estos días en los que la rutina vuelve a apoderarse lentamente de las horas. El inicio del año escolar es como un perezoso despertar tras un bonito sueño de verano. Pero no para todos es igual, hay para quienes la vuelta al cole es un momento de ganas e ilusión: los maestros y profesores. EL ESPAÑOL se pone en contacto con tres educadoras para conocer qué supone empezar un nuevo curso en plena ola de islamofobia después de los atentados de Cataluña. Porque estas maestras visten hiyab.

A Mounia Lamhalhi (24) siempre le han dicho que tendría difícil cumplir su meta. Esta joven española -aunque nacida en Nador (Marruecos), una ciudad a unos quince kilómetros de Melilla- es graduada en Turismo por la Universidad de Málaga, pero siempre había soñado con la docencia, con ser profesora, con formar a aquellos que se apasionan por lo mismo que ella: el sector económico más importante en nuestro país, el turismo. Lo consiguió hace un escaso año tras finalizar su máster en Formación de Profesorado, esta vez en Granada. Su breve experiencia en las aulas no ha podido ser más satisfactoria. Independientemente de su religión y de mostrar públicamente su relación con su Dios, Alá, a través del hiyab.

“Tomé la decisión de ponerme el hiyab a los 18 años, justo al empezar la carrera”, cuenta la joven. Las mujeres musulmanas suelen dar el paso cuando se consideran adultas, independientemente de su edad. Puede ser con quince años, puede ser más tarde. También se puede tomar la decisión de cubrirse la cabeza por otros motivos.

Karima Demga en mitad de una clase con su alumnado. Cedida

Mounia estudió en Andalucía, una región con una comunidad islámica nada desdeñable. Pese a eso, ya entonces su entorno se lo advirtió: “Lo vas a tener difícil”, “te va a costar más que al resto” o, simplemente, que no estaba bien visto en la sociedad española que demostrara de manera tan abierta su religión. Era una constante.

"Mi hiyab no es una traba, es una oportunidad"

Pero ella lo tenía claro. “El tema del velo depende del reglamento de cada instituto, al igual que la vestimenta de los alumnos. Pero yo sé lo que quiero”. Luchar, trabajar. Perseguir su objetivo: dar clase de Turismo a alumnos de Formación Profesional.  “Mi hiyab no es una traba, es una oportunidad”. La ocasión perfecta para demostrar que es “tan válida como cualquier otro profesor” y romper estereotipos.

¿Teme que se pudiera dar la situación de que un alumno no la respetara por llevar velo, de que no asumiera su autoridad como docente?

—Podría suceder. No es descartable porque en España está muy implantada la mentalidad de que eres menos persona, menos mujer por llevar hiyab. Islamofobia aparte. Pero no entienden que es una cosa entre tú y tu Dios. Es una decisión tuya, personal. Nadie tiene que meterse. Ni tu familia, ni tus amigos, ni tu pareja… Mucho menos alguien ajeno. Que te pregunten una y otra vez, que te cuestionen es como si te hicieran bullying. Sé tomar mis propias decisiones.

No le da miedo enfrentarse a un aula. “Me debo a mis alumnos por mi capacidad, no por mi religión. Eres igual que ellos, no te diferencias en nada”. Por eso, llegado el caso de que un alumno se le rebelase, a Mounia no le preocupa cómo reaccionaría: “Estoy totalmente capacitada para resolver la situación por mí misma”.

Karima Ahmed (29) también es docente, pero en este caso de Educación Primaria. Actualmente es maestra interina en el CEIP Santa Amelia de Ceuta. Ya lleva en este centro dos años, “un curso cubriendo una baja de tercero de Primaria, este último con una tutoría de 6º”. Nunca ha tenido ningún problema, ni con los niños ni con los padres. Pero es algo que achaca al tipo de ambiente que se vive en la ciudad autónoma, donde conviven históricamente cuatro culturas: la cristiana, la musulmana, la judía y la hindú.

En Ceuta “es muy normal ver a mujeres con hiyab ejercer cualquier tipo de profesión”, se justifica Karima, que se licenció en Educación Primaria y después en Psicopedagogía. Quizás lo más extraño, lo que más le sigue chocando a día de hoy es que la sigan confundiendo con la profesora de religión islámica. “Me ha pasado varias veces, incluso en la misma sala de profesores”. La sempiterna pregunta, la que le hacen siempre y la que más le molesta es '¿pero hablas español?'. “Pues sí, mira, es que soy de aquí”, comenta, irónica.

Karima Demga es maestra de Primaria en la Ciudad Autónoma de Ceuta. Cedida

La decisión de cubrir su cabeza la tomó con la mayoría de edad. Desde ese momento, no la miran igual cuando pasea por la calle. Pero considera que se debe a una falta de conocimiento y no a un prejuicio. Una cuestión de educación cultural. “Una vez tuve un alumno, de los pequeñitos, que venía de la Península”. Al crío le chocó que su profesora llevara velo. A los padres, también. “Vinieron y se entrevistaron conmigo. Primero los padres y, después, los tres con el niño. Hablamos y salieron satisfechos”.

Es algo en lo que coincide Nayat M. Achiban (31). Ella es seño de Educación Infantil, también en Ceuta, pero en el CEIP Reina Sofía. Este colegio está situado en la tristemente famosa barriada de El Príncipe. Este barrio tiene fama de ser uno de los barrios más peligrosos de Europa. La mayoría de ceutíes no ha puesto en él un pie jamás. Lo consideran un gueto apartado de la ciudad sin más normas que las impuestas por las bandas de traficantes de hachís. 

“Aquí [en Ceuta] existen colegios gueto. En el Reina Sofía, por ejemplo, el 100% del alumnado es musulmán”, cuenta Nayat. En las laberínticas callejuelas de la barriada que fue escenario de la serie televisiva, todo el mundo profesa la religión de Alá.

¿Ha sufrido algún comentario islamófobo?

—Dirigidos hacia mí, no. Pero sí que han dicho delante de mí comentarios del estilo ‘No voy a apuntar a mi hija a ese colegio porque hay muchos moros, incluso los profesores’. Muchas veces, por puro desconocimiento, evitan que los niños estén en contacto con otras culturas.

Nayat lleva el hiyab desde hace 3 escasos años. Y desde entonces, trata de combatir esos prejuicios y tópicos “que tanto cuesta quitar”. Porque ellas, maestras con velo, “son tan válidas por cubrirse la cabeza como cualquier otra profesora”. Por eso, entra en juego otro concepto, el de la islamofobia de género. “Son escasas las profesoras con hiyab”, relata. El prejuicio de quien cuestiona la autoridad femenina se duplica cuando ésta lleva hiyab.

Las tres docentes buscan normalizar esta situación. Aunque todo se ha visto intesificado tras los atentados de Barcelona y Cambrils. “Nos ven como el enemigo”, cree Mounia. “La islamofobia es una realidad, no hay que rechazarla usando eufemismos, sino hacer pedagogía que nos una a todos”, opina Karima. “En mi vida habría pensado que un trozo de tela fuera a generar tanta polémica. Creen que te incapacita para ser mujer. Teniendo en cuenta que vivimos en un sistema patriarcal, si ven que vistes hiyab, ya apaga y vámonos. Pero somos, soy, una persona de carne y hueso, con sus aspiraciones”.

"Siempre se ha asociado españolidad con cristiandad"

Nayat considera que el Goliat al que hay que enfrentarse es el imaginario colectivo. “Piensan que el musulmán es el enemigo. Porque no es el hecho de llevar hiyab, es el Islam. La convicción de que siempre se haya asociado la cristiandad y la españolidad. Y no, los musulmanes no estamos aquí para destruir a nadie. Somos tan españoles como cualquiera”.

Nayat M. Achiban es maestra de Educación Infantil. Cedida

Nayat y Karima son maestras por oposición. Mounia está preparándose para presentarse. Pero todas ellas no veían viable su sueño si no fuera apoyado en el sistema público educativo. “Sí que estamos protegidas por la Constitución, por una legislación, por la educación pública, al final”, afirma Karima. La Carta Magna así lo establece en su artículo 16: se garantizan la libertad ideológica, religiosa y de culto, algunos de los derechos más íntimamente vinculados al libre desarrollo de la personalidad.

Este derecho tiene dos vertientes, que al final confluyen. Porque la legislación protege el derecho de cada uno a tener todo tipo de ideas u opiniones, de manera interna. Sin embargo, la libertad alcanza su cenit en su visión externa, cuando permite compartir y transmitir, exteriorizar las ideas. Lo que diferencia la libertad religiosa de la de expresión es que visible mediante gestos, conductas que traslucen las creencias u opiniones personales. Ya sea con un crucifijo al cuello o con un hiyab sobre la cabeza.

“Sería impensable que existieran colegios concertados o privados de religión islámica sin que los tacharan de radicales. Hace poco se hizo una campaña en la que un niño llegaba a casa diciendo que su profesora llevaba velo y los padres corrían indignados. Al final resultaba que era una monja, y respiraban tranquilos. Pero cualquier persona formada en esto es perfectamente capaz de ejercer, independientemente de su religión”, indica Nayat.

Desde su pequeño reino, sus clases, tratarán de educar en igualdad y valores. Disfrutar de su vocación independientemente de sus creencias. Ahora, con el nuevo curso, comienza otra oportunidad.