España sigue desaparecida de la élite universitaria internacional. Nunca una universidad española ha logrado posicionarse entre las 100 mejores del mundo, según el prestigioso ránking de Shanghai. Y si el pasado año sólo la Universidad de Barcelona se encontraba entre las 150 más destacadas, en la edición de este 2017 el centro catalán cede posiciones y deja a España en una posición irrelevante: ninguna universidad entre las 200 mejores del mundo.

El ránking Shanghai -el más popular desde su primera edición en 2013- vuelve a situar en las mejores posiciones a universidades estadounidenses, pero este año la medalla de bronce recae en un centro de Reino Unido: Cambridge. La segunda posición es para Stanford (California) y el primer puesto para Harvard (Massachusetts). Estas dos mantienen la medalla de oro y plata conseguida en ediciones anteriores.

Le siguen a estas tres primeras el Massachusetts of Technology (MIT), la Universidad de California, Princeton, Oxford y Columbia. El top ten lo cierran el California Institute of Technology y la Universidad de Chicago.

Lejos, muy lejos de estos puestos de honor hay que descender para encontrar la primera universidad española en aparecer en el ránking. Más allá del puesto 200. Entre ese puesto y el 300 se encuentran tres campus españoles. La primera es la Pompeu Fabra de Barcelona, que escala posiciones con respecto el año anterior y mantiene su posición de mejor universidad española, con respecto a otros ránkings publicados recientemente. Y si la Pomeu Fabra sube, la Universidad de Barcelona baja. Ya no es, como en el curso anterior, la mejor posicionada. En el tramo de entre el puesto 200-300 también se encuentra la Universidad de Granada.

Hay que seguir bajando en el listado de Shanghai para encontrar más universidades de nuestro territorio. Las autónomas de Barcelona y Madrid (entre los puestos 301 y 400) aparecen igualadas. La Autónoma de Madrid es otra de las universidades que también retrocede este curso en la élite internacional. Ambas, muy seguidas de cerca por la Universidad Complutense de Madrid. La Universidad de Santiago de Compostela también aparece en el mismo tramo que las tres anteriores.

Se cuelan en los últimos puestos de la tabla de las 500 mejores la Politécnica de Valencia -que también pierde fuelle en el ránking-, la Universidad Jaime I -que aparece por primera vez-, la del País Vasco y la de Valencia.

En total, son 11 las universidades españolas que aparecen entre las 500 mejores del mundo. Una menos que el curso anterior y dos menos que en 2015. Esto en un ránking que mide entre sus criterios para puntuar a los centros el número de premios Nobel que se sientan en sus salas de profesores o los artículos publicados en revistas de prestigio como Science o Nature.

¿Para cuándo la reforma universitaria?

Otro jarro de agua fría sobre el sistema universitario español. Llueve sobre mojado. Todos los partidos políticos en las dos últimas elecciones reconocieron que la red universitaria necesita una reforma. El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, prometió durante su sesión de investidura esa ansiada reforma. Lo cierto es que a pocos meses de cumplir su primer año de esta legislatura poco -o nada- se mueve en este sentido en el Ministerio de Educación. 

El titular de esta cartera, Íñigo Méndez de Vigo, mantiene su Ministerio con prácticamente nula actividad política a esperas de que el Congreso de los Diputados elabore -o no- el documento del Pacto Educativo que desde hace seis mese se fragua en la sede de la Cámara Baja. 

Una de las personas que se sienta en esas negociaciones es la responsable de Ciudadanos en materia educativa, Marta Martín, quien valora a EL ESPAÑOL los resultados del ránking de Shanghai: "A la luz de los datos, parece que algunos han tirado la toalla en la lucha por la excelencia universitaria en este país. En Ciudadanos nos negamos a resignarnos y llevamos tiempo apostando porque hace falta una reforma sensata urgentemente".

Según Martín, España es "el único país que no ve las universidades como máxima prioridad": "El único país donde la inversión cae, la gobernanza no mejora, y las reformas se dejan para otro día. Si perdemos este tren ahora hipotecaremos no solamente varias generaciones, sino también nuestro sistema productivo del futuro".

Ante esta situación, la formación de Albert Rivera propone universidades con capacidad de atraer talento, con programas de movilidad para sus alumnos y profesorado, con títulos internacionales con menos presencialidad y con libertad para contratar y definir complementos salariales e incentivos a sus plantillas.

Además, plantean instaurar un sistema de indicadores de eficiencia homologables, tanto en la formación de alumnos como en la investigación. "En aras a la transparencia y a la libertad de elección educativa no sólo se debe cuantificar sino también publicitar el valor añadido que cada título aporta a los egresados y utilizar este valor y la empleabilidad como criterios adicionales de financiación".