Pepe Barahona Fernando Ruso

“He pensado en quitarme la vida”. Mónica admite sin tapujos las ideas suicidas que pasaron por su mente hasta no hace mucho. Era, según confiesa, la única forma de huir del intenso dolor que lleva padeciendo desde hace seis años. “Mi marido me tiene prohibido que vaya a tender a la azotea porque pensé en quitarme de en medio”, explica delante de otras ocho mujeres que asienten y se ven reflejadas en su testimonio. Todas tienen algo en común: las nueve llevan implantado Essure, un muelle anticonceptivo -retirado esta semana del mercado por Sanidad- que se instala para bloquear las trompas de Falopio y que, según relatan, ha arruinado sus vidas. Dolores extremos, pérdida abundante del cabello, problemas de movilidad, sangrados abundantes, ataques de ansiedad, molestias digestivas, infecciones...

—¿Cuántas de ustedes han tenido ideas suicidas?

—Yo.

—Y yo.

—Yo también.

—…

Todas, menos dos, alzan las manos.

Hay nueve mujeres en torno a una mesa. La mayor tiene 47 años, la menor 36. Llegan de Córdoba y de algunos pueblos de la provincia a su cita con EL ESPAÑOL. Y todas narran un testimonio semejante, coincidente en el tiempo. El detonante: el momento en el que se implantan uno de los anticonceptivos de la farmacéutica alemana Bayer, Essure.

Por eso hoy respiran un poco aliviadas al conocer que la Agencia Española del Medicamento y de Productos Sanitarios (AEMPS) ha decidido suspender de forma temporal su comercialización. Aunque su ‘victoria’ no es fruto de las múltiples quejas de las afectadas.

La National Standards Authority of Ireland (NSAI), responsable del marcado CE, necesario para la comercialización del anticonceptivo en Europa, ha decidido no renovar el certificado, al menos, hasta que no queden satisfechas algunas “cuestiones asociadas al proceso de recertificación”, explica Bayer en un comunicado. En cualquier caso, la farmacéutica alemana insiste en que “no procede aconsejar la retirada del dispositivo”.

Algunas de las nueve mujeres hace aspavientos cuando escucha la respuesta de Bayer.

Las afectadas piden la retirada total

“Estaremos satisfechas cuando lo retiren totalmente y admitan el perjuicio que nos ha generado”, subraya Susana Vázquez, 38 años, la portavoz de la plataforma de afectadas en la provincia de Córdoba.

La plataforma, que llegó a aglutinar a 1.400 afectadas y que en la actualidad forman unas mil, baraja que en España hay alrededor de 90.000 mujeres con este método anticonceptivo implantado. Sus quejas, en las que denuncian efectos secundarios no mencionados por la farmacéutica, a nivel mundial llevaron a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos a iniciar una investigación en base a los testimonios de las mujeres afectadas. La conclusión obligó a Bayer a alertar de nuevos riesgos no contemplados inicialmente en el prospecto del anticonceptivo.

En Europa, y en España, siguió todo tal cual, pese a la presión pública de las afectadas.

El hospital Reina Sofía de Córdoba fue el primero de España en implantar Essure, un pequeño muelle que se inserta en las trompas de Falopio con objeto de bloquear el viaje de los ovarios hacia el útero. Este método anticonceptivo, permanente, no requiere de intervención quirúrgica. El hospital Reina Sofía de Córdoba, a preguntas de EL ESPAÑOL, explica que acata la decisión de la Agencia Española del Medicamento y de Productos Sanitarios y pide prudencia, al tiempo que resalta que la directriz de este órgano dependiente del Ministerio de Sanidad es que no se retiren los Essure.

Para MariLuz cada badén de carretera se convertía en un muro infranqueable. Fernando Ruso

“Después de la primera reunión informativa, en el salón de actos del Reina Sofía, nos daban una bolsita con un Ibuprofeno y un Diazepam, nada más”, recuerda Mariluz Carmona, 46 años.

Llegado el momento, en una consulta ambulatoria, las mujeres se subían a un borriquete y, sin anestesia, le implantaban el Essure. “Decían que no dolía, pero a mí me dolió, noté como un pinchazo”, apunta Gemma Bersabé, de 38 años. Ella se lo puso con 29, después de un parto por cesárea urgente en el que tuvieron que hacerle reanimación cardiopulmonar. “Me iba”, recuerda la joven. No quería un nuevo embarazo. “Y me hablaron maravillosamente bien de Essure, así que dije que sí”, detalla.

Ahí empezó su calvario.

“Yo estaba siempre mala, estaba más tiempo en el médico que en mi casa”, asegura Gemma. “Han sido ocho años de vida perdidos —sigue la joven, casada y con dos hijos—, porque no tienes ganas de vivir”.

Dolores intensos de cabeza y en la espalda, fallo en las piernas y aumento de volumen abdominal, pérdida de cabello, problemas digestivos, infecciones recurrentes, hongos, profusos sangrados, desarrollo de intolerancias y alergias, aumento desproporcionado de peso…

Problemas desde el momento de la implantación

Cati Alcaide, también cordobesa, empezó a sentir los hipotéticos efectos secundarios de Essure justo el día de la implantación. Tiene 47 años y suma seis con ellos puestos. “El primer día tuve ya dolores pélvicos que nunca se me quitaron”, recuerda. Susana interrumpe: “A mí me salieron ronchas por todo el cuerpo esa misma noche y cuando pregunté en el hospital si podía ser de Esurre me dijeron que no”.

De izquierda a derecha, Gema, Susana y Mariluz, tres de las perjudicadas por Essure de La Carlota (Córdoba), un municipio con 13.000 habitantes y 17 afectadas censadas. Fernando Ruso

El relato de todas converge en el mismo punto. Una vez empiezan los problemas, comienza para ellas una retahíla de pruebas y visitas médicas. Todas se ven huérfanas de diagnóstico. “Me dijeron que estaba loca”, apunta Mariluz. “Usted no está bien de la cabeza, el Essure no tiene nada que ver con lo que usted tiene”, le dijeron.

Mariluz cuenta que se acostumbró a vivir con dolor. Tesis que suscriben todas las consultadas. Pese a la altísima tolerancia al dolor, la cordobesa de La Carlota —donde hay 17 afectadas— explica que no podía coger los badenes con el coche. “Era horroroso, prefería ir andando cinco kilómetros a coger el coche”, detalla.

Engordó, llegó a tener una talla 48, tres por encima de la suya, le salieron ojeras, la cara se le hinchó, arrastraba la pierna al andar… 

“Mi marido se pinchaba con el muelle”

Charo, de 43 años, asiente con la cabeza e interrumpe: “El pelo se te cae a manojitos, como cuando te dan quimioterapia, era algo fuera de lo normal y me sorprendió mucho”.

Relata también la cordobesa sus problemas para mantener relaciones sexuales. “Mi marido se pinchaba con el muelle”, asegura. Él, presente, asiente. El resto de mujeres también.

“En las relaciones sexuales, me ponía mala solo de pensarlo”, añade Gemma. “Era hacerlo y sentir pinchazos, como si me clavaran agujas por dentro. Y sangrados, infecciones, de todo… Ganas no tenía, pero ¿qué iba a hacer? Si mi marido se pegaba uno o dos meses sin tocarme. Tenía que hacer el esfuerzo”, relata la joven, que se puso Essure a los 29 años.

Charo Durán junto a su marido Francisco Villar, recuerda que el pelo se le caía 'a pedazos'. Se encuentra en lista de espera para retirarse el Essure. Fernando Ruso

Mientras seguían su deambular por consultas de médicos sin que nadie diese con la tecla.

“Llegaron a hacerme analíticas de lupus —sigue Cati—, porque los síntomas cuadraban: picores en los ojos y en la piel, dolor en las articulaciones, inflamación abdominal, pérdida de pelo, cansancio extremo…”. “Me hicieron colonoscopias para descartar cáncer de colon, me hablaban de esclerosis múltiple o fibromialgia”, recuerda. “Y todas con depresiones”, zanja Cati. El resto asiente.

“Te hacen pensar que no estás bien de la cabeza. Y lo pasas mal”, insiste Mariluz.

“Nos hemos sentido maltratadas por los médicos”

“No estamos locas”, recalca Susana. “Solo pedimos un poco de empatía a los médicos, porque creo que muchas de nosotras nos hemos sentido maltratadas por los médicos”, subraya. “Nos han tratado con la punta del pie”, zanja.

A Mónica llegaron a decirle que tenía los huesos de una persona de 80 años. Se alarmó tanto que recurrió a un seguro privado. En sus cumpleaños, aniversarios y demás efemérides, sus familiares le regalaban vales para ir al fisioterapeuta. “Para mitigar el dolor”, apunta. Pero ni con esas. Como a otras de sus compañeras, a Mónica la derivaron a la Unidad del Dolor, para recibir tratamiento con morfina.

A Mónica Pedraza le implantaron Essure como paso previo a un tratamiento de fertilidad y perdió las trompas de Falopio. Conserva la esperanza y lucha por quedarse embarazada. Fernando Ruso

Olga, otra cordobesa afectada, a sus 43 años recuerda cómo la morfina le generaba mareos, dolores de cabeza y vómitos. “Mi hijo —tiene dos, de 15 y 10 años— me decía: ‘Mamá, pero ¿otra vez estás mala?’ sin que yo supiera qué responderle”, detalla.

Llegó a tirar platos y vasos al suelo de pura rabia y, en los momentos de máximo dolor, solo pensaba en coger el coche y conducir lejos, tanto como le permitiese el depósito de gasolina. “Ha sido un infierno”, puntualiza.

Y todavía lo es.

Olga consiguió, después de muchas pruebas, vencer la incredulidad del equipo médico que la atendía. En su caso dictaminaron que podía quitarse los Essure, pero la operación requería una intervención quirúrgica que implicaba la pérdida de las trompas de Falopio.

La pérdida del útero, el final de los problemas

Muchas de las mujeres que prestan hoy su testimonio a EL ESPAÑOL ya han pasado por esa intervención. En algunos casos, la operación fue bien y las molestias menguaron drásticamente. En otros, parte de los muelles de Essure se quedaron en el útero de las afectadas, prosiguiendo los efectos secundarios. Algunas ya han pasado por una histerectomía, la pérdida del útero, otras —como Olga— están todavía en la lista de espera.

Cati mejoró tras la histerectomía. Solo le queda una intolerancia a determinados alimentos.

—Pero, el hecho de perder el útero, ¿le afectó psicológicamente?

—A mí no, porque para mí era un estorbo. Cuando me operaron la primera vez estuve loca de contenta porque solo fueran las trompas. Pero he pasado tantísimo dolor que solo quería que me sacaran lo que me estaban matando.

Muchas ven en la experiencia Cati el final de una mala pesadilla que se alarga años y años. Algunas tienen cita para septiembre, otras marcan en febrero el final de su viacrucis. Y, de entre todas las mujeres sentadas a la mesa, Mónica reza para que los restos de Essure detectados no estén en su útero, lo que daría al traste con su idea de ser madre.

Charo Durán en una cafetería junto al resto de personas afectadas por Essure. Fernando Ruso

De hecho, ese fue el motivo por el que se implantó un Essure. En el hospital, al diagnosticarle una infección en una de las trompas de Falopio incompatible con el embarazo, le insistieron en que se implantara uno de los muelles como paso previo para el tratamiento de fertilidad.

De forma paralela a las molestias, siguió gastándose más de 20.000 euros en tratamientos que nunca dieron éxito. “He tenido que renunciar a mis propios óvulos”, explica Mónica después someterse a una intervención en la que perdió las trompas de Falopio. Y rompe a llorar cuando piensa en un escenario probable, que los restos que le detectaron estén en el útero y deba hacer frente a una histerectomía, situación totalmente incompatible con un embarazo.

"Nos alegramos de que lo hayan retirado"

La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), en su último congreso, expuso que un 6% de las mujeres con Essure acaban desarrollando problemas, cifra que, según explica el doctor José María Agustín Varas, es un tanto corta en base al número de testimonios a los que ha tenido acceso. “De hecho, la SEGO ha publicado una guía para su retirada y esa iniciativa ya da pistas de que ha habido una incidencia mayor a la publicada”, confirma el ginecólogo director médico de la Clínica Bau, un centro de reproducción asistida y ginecología.

Según explica Varas a EL ESPAÑOL, está demostrado que Essure acarrea una serie de efectos secundarios, que van desde los dolores pélvicos o abdominales al desarrollo de alergias, sobre todo al níquel y que, en muchos casos, las afectadas acaban pasando por una histerectomía, “un efecto secundario adverso a este anticonceptivo”.

Tanto él como el resto de colegas de la Clínica Bau se muestra contrarios a la implantación de Essure, por “no ofrecer seguridad”. “No lo aconsejamos, de hecho, nos alegramos de que lo hayan retirado, aunque temporalmente, del mercado”, confirma Varas. “No creo que merezca la pena usarlo —sigue el ginecólogo—, primero por sus muchos efectos secundarios; segundo, por haber otros métodos mucho más seguros. Es muy complicado retirar un Essure, porque da muchos problemas”.

Sobre la información que se manejaba en el momento de la implantación, el doctor Varas explica que aunque hubiese un consentimiento informado, duda que hubiese tanta información como se conoce actualmente y si esa se transmitía a las pacientes. “Los estudios experimentales se hicieron en clínicas privadas de Estados Unidos y con unos pacientes muy concretos”, advierte quien ha retirado muchos Essure en los últimos meses.

“Pienso denunciar, porque me han hecho polvo”

“Pienso denunciar”, advierte Mónica. “Voy a por todas porque me han hecho polvo y el daño psicológico se te queda ahí”.

El resto también baraja la opción de llevar a los tribunales a la farmacéutica o a los propios responsables del hospital Reina Sofía de Córdoba por lo que ellas entienden como una falta de información a las pacientes. Eso sí, todas esperan a que se solventen sus problemas médicos. “Ahora mismo no tengo fuerzas para otra cosa”, apunta Olga.

Auxiliadora sigue la conversación asintiendo en todo momento. Todavía lleva Essure. Se lo implantaron hace un par de años después de tener tres hijos. Ahora, como todas, se arrepiente.

Auxiliadora Sánchez, pese a los efectos secundarios de Essure vividos, ha decidido no someterse a una cirugía para quitárselo en la actualidad. Fernando Ruso

“Nunca me dijeron que si fallaba Essure había que pasar por quirófano para que me quitaran las trompas de Falopio. De saberlo, nunca me lo habría puesto”, relata la joven de 37 años, consciente de que a ella se lo pusieron cuando la comunidad científica ya conocía los riesgos de implantarlos.

Al poco tiempo empezaron los síntomas. “Se me caía el pelo, hemorragias increíbles, cansancio, dolores de cabeza, subida de tensión…”, enumera. Pero su caso es diferente al resto, al menos de momento. Los efectos están remitiendo y, por ahora, no planea entrar en quirófano.

“Eso sí —zanja—, vivo con el miedo en el cuerpo”.