Pepe Barahona Fernando Ruso

Lorena y Javier hace meses que solo se ven por las pantallas de sus ordenadores portátiles. Habrían olvidado el olor, el tacto de la piel del otro de no ser por los años de relación que se alojan en sus memorias. Ella emigró. Como tantos. Él se quedó atado a la hipoteca. Ambos mitigan sus apetitos en soledad, imaginando un futuro en el que además de verse puedan tocarse, olerse, sentirse… A través de una pantalla. Y puede que ese futuro esté muy cerca.

Flesh Light

En Dos Hermanas, Sevilla, unos inyectores colman de una gelatina viscosa un molde con forma alargada. La masa caliente chorrea en forma de cera. Huele a industria, a aceites. Rafael, un trabajador grandote con abundante barba y prominente barriga, va comprobando cómo al enfriarse en las hormas de aluminio la sustancia de color carne va fraguando, tomando cuerpo. Nunca mejor dicho.

Al desmoldar, Rafael muestra una manga rosácea y brillante, un tanto flácida pero consistente. “Me pasé mucho tiempo sin querer decir donde trabajaba”, confiesa el operario mientras desenfunda el producto de las hormas. “Decía que era una empresa de látex, de silicona… pero poco más”, añade ya sin vergüenza, mirando de reojo el fruto de su esfuerzo, una figura tubular y sintética, acabada en uno de sus extremos en la forma inequívoca del exterior de una vagina, una vulva tallada, con su clítoris y sus prominentes y rugosos labios mayores y menores.

En la fábrica de Fleshlight, unos inyectores colman de una gelatina viscosa un molde con forma alargada. Así se crean 500.000 ejemplares de estos juguetes sexuales cada año. Fernando Ruso

“De primeras es un cachondeo, mis amigos se creen que aquí estamos todo el día tocando y mirando, pero esto es ya algo monótono”, explica Rafael Nieto Amores, con seis años de experiencia haciendo vaginas. “Menos cuando llega un fichaje nuevo, entonces sí que comentamos las formas…”, comenta.

—¿Cuál es su favorita?

—Una de las que más se vende, la Stoya, que sigue siendo la campeona. Y a mí me gusta la que más se vende. Porque cuanto más se venda, más futuro tendrá la empresa.

Sus amigos, cuenta Rafael, bromean pidiéndole una demostración del producto. “Se creen que esto es como coger naranjas”, apunta. Y esperan a que se presente a la reunión con un par de kilos. “Todavía no estamos preparados para este tipo de producto, la gente se sorprende muchísimo; cuando empecé nunca pensé que esto se vendiese, pero se vende”. Y mucho.

31 TRABAJADORES PARA 650.000 VAGINAS

Este es uno de los 31 trabajadores de la filial de FleshLight en Europa. De la fábrica salen cada día unas 1.600 vaginas sintéticas. Fernando Ruso

Rafael es uno de los 31 trabajadores de la filial de FleshLight en Europa. Y de la fábrica, situada en el polígono La Isla de Dos Hermanas (Sevilla), salen cada día unas 1.600 vaginas. Alrededor de medio millón, en una producción imparable. Desde la empresa, anuncian ya que están en previsión de llegar a producir y vender unas 650.000 al final del año. La mayoría de ellas van a parar a las mesitas de noche de, principalmente, alemanes, ingleses y holandeses. Y no dan abasto.

“Esperamos, con una nueva inversión en maquinaria, subir la producción para satisfacer la demanda, porque apenas podemos hacer stock, todo lo que producimos, se vende”, asegura el director de FleshLight en Europa, el sevillano Juan Ziena.

Juan sale de una imponente nave industrial al encuentro de los reporteros de EL ESPAÑOL. No hay letreros que identifique la actividad. Pocos a su alrededor, la mayoría son trabajadores de empresas que abastecen al sector industrial, sospechan la frenética actividad que se registra en la zona de producción. Tampoco la satisfacción que genera lo que allí se cuece entre sus clientes.

“Nosotros repartimos más felicidad que la Coca Cola”, apunta Mamadou Barry, de 30 años y de Guinea-Conakri, que se encarga de preparar los pedidos. Su función es ir metiendo en las cajas, sin referencia alguna de la procedencia para evitar sobresaltos en el vecindario, el producto final. “Intento que ellos [los clientes] noten el cariño que le pongo a cada paquete”, comenta entre risas.

Mamadou Barry tiene 30 años y es de Guinea-Conakri. Se encarga de preparar los pedidos. Fernando Ruso

—¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

—[Ríe con una generosa sonrisa]. Todo.

“Siendo musulmán —detalla Mamadou—, este tipo de trabajo es un poco chocante para la familia, también para mí; pero desde que lo probé…”.

—Desde que probó ¿qué?

—El FleshLight.

—Y…

—Es una maravilla. Hay que probarlo. No puedo describirlo, porque si no la gente no lo compra. Y esto hay que experimentarlo.

Mamadou, como su compañero Rafael, también ocultó a los suyos su misterioso trabajo. “Le decía que era una empresa de preparación de paquetes, hasta que poco a poco le fui contando la verdad. Creían que era una broma mía”, explica sonriente este tipo grandullón. Las dudas en su familia se disiparon cuando visitaron la fábrica. “Vieron que era una cosa seria. Y lo aceptaron”.

13 MILLONES DE EUROS DE FACTURACIÓN SOLO EN EUROPA

La fábrica sevillana es la principal productora de Europa en este tipo de juguetes sexuales. Fernando Ruso

Tan seria que la filial de FleshLight en Europa factura 13 millones de euros anuales, tres veces menos de lo que ingresa la matriz en Estados Unidos. A nivel mundial, la compañía vende por encima de los 50 millones de dólares, con un crecimiento del 10,5% con respecto a 2016. A pesar de que fue el año pasado cuando la empresa norteamericana empezó a vender por Amazon, su principal canal de venta en Europa.

En Estados Unidos, la mayoría de las ventas se hacen en la web de FleshLight. Ese es el espejo al que se mira la filial europea, que vende sus productos principalmente a través de canales de distribución, en tiendas de productos para adultos.

El producto, una vagina hecha de una mezcla de aceites minerales, un polímero y colorante es pionera en el sector de la masturbación masculina. Esto le ha generado pingües beneficios a sus creadores: el matrimonio Shubin. El precio por unidad está en los 69,95 euros. La mezcla de la composición es casi tan secreta como la fórmula de la Coca-Cola.

EL ORIGEN DE TODO

Cada una de ellas está al alcance por un precio de 69,95 euros cada unidad. Fernando Ruso

Steve Shubin no lo dudó dos veces cuando a su mujer, Kathleen, le comunicaron que no podría tener sexo durante los meses de gestación de un embarazo gemelar. Tenía que hacer algo. Y ese algo, gracias a sus conocimientos como fabricante de torsos de plástico, se tradujo en una vagina de un material que recreaba las partes íntimas de su esposa. La mezcla, consistente, pero flácida, debía ir en un soporte, y como Shubin había sido un S.W.A.T., una unidad de intervención élite de Estados Unidos, pensó —¡eureka!—que para resolver esa flacidez lo mejor era utilizar una linterna como sostén. De ahí el nombre, FleshLight: linterna de carne.

En 1996 patentó el ingenio y empezó a comercializarlo. Hace once años fueron pioneros y hoy son líderes del sector de los juguetes sexuales para hombres. En su oficina central, en Santa Fe, Nuevo México, está el departamento de I+D+i, donde se buscan de forma permanente nuevos talentos del cine para adultos a las que hacerle el molde para comercializar réplicas de sus vulvas.

Su catálogo actual lo forman las copias de las vaginas de 24 mujeres. Las hay naíf, acordes a las preferencias europeas; exuberantes, para el gusto norteamericano; con rasgos asiáticos, para el mercado oriental; y, sin mucha demanda, una con rasgos africanos.

STOYA DESTROYA, LA MÁS VENDIDA

La más vendida es la copia sintética de la vagina de Stoya Destroya. Stoya Destroya es, en realidad, un actriz porno de Wilmington, North Carolina cuyos órganos sexuales han tomado como modelo. Una joven de ojos marrones, morena, nacida el 15 de junio, géminis, 54 kilos, 1,70 metros de altura y una talla 32 B —americana— de sujetador. Una chica “tan natural como enigmática”. O al menos así la describe la web de FleshLight, donde se pueden conseguir todo tipo de accesorios.

Cualquiera de los 31 trabajadores de la fábrica de Dos Hermanas sabría distinguir la vagina de Stoya de las demás que allí se fabrican. También saben para lo que sirve cada uno de los complementos: el Sleeve Warmer, un calentador de las mangas interiores de la vagina sintética que sirve para vencer las frías temperaturas en el norte de Europa; o el Shower Mount, una ventosa con soporte para fijar el FleshLight a una superficie plana y aliviarse sin necesidad de utilizar las manos.

Cada uno de los juguetes sexuales recrean una vagina real. La más vendida es la que emula la vagina de la actriz porno Stoya Destroya. Fernando Ruso

“El futuro pasa por la realidad virtual, por la interactividad”, garantiza el director de la compañía en Europa. “El mercado demanda una experiencia casi cien por cien real que permita experimentar una relación en toda su plenitud aprovechando los avances tecnológicos”.

“No podemos quedarnos en una manga de un material muy realista, hay que dar al usuario un mundo interactivo para hacer de la experiencia algo más realista”, resume Ziena.

LAUNCH, EL ‘SKYPE’ DEL SEXO

Y ahí es donde entra el nuevo ingenio de la compañía: Launch, un ‘gadget’ que traduce los movimientos que genera: o bien una película de cine para adultos o un sensor que, a modo de vibrador para mujeres, escanea una supuesta relación sexual.

Precio de venta al público, 229 euros; más otros 149,95 euros del vibrador específico, el Kiiroo Pearl. Se trata de un novedoso artefacto que se puede utilizar por control remoto, es decir, si se desea mantener una relación a distancia. Ambos funcionan con iOs o Android.

El funcionamiento es sencillo. O al menos eso parece cuando se ve el cacharro en acción. El Kiiroo, un objeto con forma fálica y color blanco perla, registra con sensores la profundidad y la cadencia de la penetración. Los datos llegan a un teléfono móvil inteligente mediante bluetooth. Y, ya sea a medio metro o kilómetros de distancia, el dispositivo Launch, al que se le acopla una manga FleshLight, reproduce con fidelidad los movimientos generados por la chica.

Fleshlight exporta a múltiples países de Europa como Holanda o Alemania. Fernando Ruso

También, en su versión para quienes quieren utilizarlo en solitario, está la posibilidad de usar el Launch viendo una película de cine para adultos previamente adaptada para el dispositivo, traduciéndose la acción en impulsos mecánicos de presión y tracción.

“Me consta que en la oficina lo han tenido horas funcionando para testarlo”, garantiza Ziena, el director de FleshLight en Europa.

Gracias a Launch, que se lleva comercializando un par de semanas en Europa, las ventas en la web de FleshLight han ascendido un 34%. “Es un éxito”, resume el responsable de la marca, que advierte un modelo de negocio que debe ir más allá de la faceta lúdica.

FLESHLIGHT PARA CURAR LA DISFUNCIÓN ERÉCTIL

En esa línea, los responsables de FleshLight en Europa están en contacto con el servicio de Urología del Hospital Universitario Virgen del Rocío (Sevilla) para incorporar sus productos en casos de tratamiento de problemas como la disfunción eréctil o la eyaculación precoz. También para recolectar semen en las clínicas de embarazo asistido.

El objetivo final de la compañía no es solo dar placer. También llegar a un mayor número de gente. “Estamos preparando un estudio para poder exponer unos resultados médicos en congresos —desvela Ziena— porque nuestro objetivo es llevar parte de nuestro catálogo a las farmacias como productos de salud sexual y llegar así a un público generalista”. De hecho, la marca ya comercializa el Fly MD medical devices. Este producto, sin embargo, no tiene forma de chica, sino que cuenta con un orificio neutro con el que no es necesario pagar los derechos de explotación o royalties a las actrices.

La filial de FleshLight en Europa factura 13 millones de euros anuales. Fernando Ruso

En los próximos meses, adelanta Ziena a EL ESPAÑOL, su empresa repartirá cien Fly MD en el hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla para realizar su primer estudio.

Quizás, con un estudio médico respaldando al producto y haciendo más accesible su compra, podrán vencerse las reticencias que el público español siente hacia este tipo de productos. España solo representa un 5% de las ventas europeas por detrás de Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Francia.

“Puede que sea que la renta per capita sea menor que la del resto o puede que el español todavía perciba este tipo de juguetes como un gasto y no como una inversión en salud sexual”, estima Ziena.

Prometen un aumento de la sensación y de la satisfacción, también de la intensidad de placer al masturbarse.

Mientras, en una innominada fábrica de Dos Hermanas, siguen al tajo. Dando cariño al medio millón de vaginas que salen de sus lineales. “Y todas —zanja el director— salen vírgenes”.