Asturias

Los más mayores de la cuenca minera de Asturias recuerdan a aquel extremo derecho, rápido y habilidoso que a finales de los 50 recorría la banda en el Club Deportivo Tuilla. Era un chaval de 16 años un tanto huraño, con mucho carácter. Muchos lo veían como la estrella del equipo: “Si José Ángel hubiera nacido hoy, posiblemente sería futbolista profesional”, cuentan algunos de sus conocidos. Muy pronto se les tuerce el gesto: “Lástima que...”. El José Ángel del que hablan no es otro que Fernández Villa, histórico sindicalista minero, azote de la corrupción e implacable en su discurso; hombre fuerte en el socialismo que movía los hilos del partido desde la sombra. Personaje admirado hasta conocerse su implicación en un escándalo que ha sacudido los cimientos de la región. Según los informes de la UCO y de la Fiscalía Anticorrupción, es el principal protagonista de una trama de desvío de fondos por la que podría terminar con sus huesos en la cárcel. Se investigan los 1,4 millones de euros que no declaró a Hacienda y las posibles mordidas que cobró en la construcción de una residencia de ancianos.

José Ángel Fernández Villa, el primero de abajo por la izquierda, como jugador del C.D. Tuilla.

En los bares de Tuilla se habla de fútbol y de política. Muchos de sus vecinos se reúnen en la casa del pueblo. De una pared cuelga una foto de su vecino más internacional, el delantero David Villa: gesto sonriente, bufanda del C.D. Tuilla en mano minutos después de proclamarse campeón del mundo con España en 2010. Luis, que ha presidido el equipo durante más de una década, lo mira con veneración: “Aquí hay mucha gente que ha trabajado en la minería y que ahora está prejubilada, ¿sabe? El fútbol es lo que nos da vida. El equipo siempre ha sido muy competitivo y nuestro sueño es subir de tercera división. Cuando Fernández Villa jugaba como extremo derecho ya ganamos la copa federaciones de juveniles en el campeonato de Asturias”, relata apasionado.

Tuilla, con apenas mil habitantes, se ubica en lo más profundo de Langreo, allí donde no llega la cobertura del móvil y donde los vecinos hablan más asturiano que castellano. El pueblo se vertebra en torno a las vías del tren, en la ladera de la montaña.

- Buenos días. He venido para hacer un reportaje sobre Fernández Villa. ¿Qué podrían contarme sobre él?

- ¡Buah! Eso 'daríate' para un libro. ¡O varios!

De no haber sido sindicalista, muchos lo recordarían por sus habilidades futbolísticas. Y por los callos y el bacalao que sus padres, Hermógenes y Ángeles, preparaban en el bar del pueblo: “¡Riquísimos!”. El establecimiento, Casa Hermógenes, se ubicaba en la planta baja de su casa, la primera vivienda del pueblo, una estructura de tres plantas hoy abandonada. José Ángel era el mayor de cinco hermanos y vivía con su abuela paterna, de la que ya pocos recuerdan su nombre.

Panorámica de Tuilla en 1953, cuando Fernández Villa tenía 10 años; en un círculo, la casa de su familia.

Aquel joven y prometedor futbolista compaginó su pasión deportiva con el trabajo. Con 14 años entró en una constructora y a ganar algo de dinero con el que contribuir a la economía familia. A los 16 comenzó a desempeñarse en la próxima mina de Santa Eulalia.

Allí entró de pleno en el mundo sindical. “¡Qué broncas tendrían en casa!”, bromean los vecinos de Tuilla. Fernández Villa se dejó contagiar por el discurso socialista, mientras que su padre Hermógenes era un profundo defensor del comunismo soviético.

Las querencias políticas de Fernández Villa le valieron el despido de la mina. “Cogió su maleta y se fue a Barcelona”, cuenta un amigo de la infancia. Todo bajo la promesa de un trabajo en una sidrería que regentaba un familiar. Algunos recuerdan sus virtudes como escanciador.

En la capital catalana entró en contacto con sectores comunistas y anarquistas. Acudía a charlas y conferencias que se desarrollaban en la clandestinidad. Hay quienes señalan esa época como uno de los momentos más oscuros de su trayectoria vital. “Era un chivato de la Policía”, afirma convencido uno de los hombres más veteranos de Tuilla. “¡Cascaba todo a la secreta!”, añade otro.

- ¿Cómo lo saben?

- ¡Aquí todo se sabe!

El ex boxeador asturiano y también escritor José Ramón Gómez-Fouz recoge varios documentos en su libro Clandestinos que así lo atestiguan.

El 'tigre' de Tuilla

Fernández Villa regresó a Asturias en 1977, tras la proclamación de la amnistía general sobre los viejos delitos políticos. En Tuilla, y quizá para dejar atrás esos rumores de chivato que muchos le achacan, Fernández Villa se erigió como uno de los principales líderes sindicalistas en el mundo de la minería. Eran los años duros del sector, en el que los trabajadores se deslomaban de sol a sol bajo unas condiciones que rozaban lo inhumano. El socialismo y el comunismo habían calado profundo en el pueblo. Y aunque Francisco Franco había fallecido en 1975, la situación minera todavía era una bomba de relojería.

Los mineros encontraban un refugio singular en Casa Hermógenes, donde rellenaban sus botas de vino antes de empezar su jornada laboral. Allí charlaban con Fernández Villa, que asumió el liderazgo de las protestas de los trabajadores. Se hizo fuerte entre los suyos y refundó el Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA). Arengaba a los trabajadores con discursos enardecidos que pronunciaba subido a una mesa. De ahí le vino el sobrenombre de el tigre. Hay quienes recuerdan aquellos años con orgullo obrero.

En Pozo Candín, la mina más próxima de Tuilla y hoy abandonada, aún lucen pintadas en favor del SOMA-UGT. G. Araluce

Belarmino García Noval formaba parte del núcleo duro sindical de la minería en Tuilla. Trabajó codo con codo con Fernández Villa. “Eran años en los que tuvimos que pelear mucho”, cuenta sentado en el sofá de su casa. Tiene 69 años y una tos profunda sacude su relato. Parece que la arena sacude sus pulmones. “Asma, bronquitis y silicosis de haber picado en la mina”. Se frota las manos en el pantalón de su chándal del Real Madrid. “Al Villa no le respetaban tanto como me respetaban a mí, porque él era maquinista y yo, picador. Y eso, en la mina, es un mundo aparte”.

Belarmino y José Ángel fueron los principales culpables del explosivo crecimiento del SOMA-UGT en las cuencas de Asturias. También del PSOE: sindicato y partido iban de la mano. Lo más frecuente era la doble militancia en ambas organizaciones. Y quien se hiciese con el control del SOMA, también movería los hilos políticos. 

Belarmino García Noval fue diputado en Asturias a finales de los 80. G. Araluce

Los principios de los ochenta sirvieron a Fernández Villa para granjearse un nombre en el seno del PSOE. Felipe González veía con admiración sus discursos encendidos, su capacidad de movilización entre los trabajadores. Era el hombre que necesitaba para darle sentido a la “O” de “obrero” en las siglas del partido. Por eso lo nombró miembro de la Ejecutiva del partido.

El líder sindical se proclamó diputado en el Parlamento asturiano en 1983. Reventaba la quietud política con sus encendidas alocuciones mineras: “¡Sindicato!”, “¡pueblo!”, “¡derechos!”, clamaba. Y se posicionó en contra de la reconversión minera que González comenzaba a delinear sobre Asturias.

El encierro en pozo Barredo

La relación con Felipe González se resumía en una suerte de amor-odio eternos. El presidente del Gobierno necesitaba al tigre de Tuilla para controlar el escenario político asturiano, pero discrepaba profundamente con él en cuestiones mineras. Se abrazaban cuando se veían, pero las discusiones eran permanentes.

Esa tensión terminó por estallar el 23 de diciembre de 1991, cuando Fernández Villa se encerró en el pozo Barredo, una explotación minera de Mieres, acompañado de un puñado de sindicalistas. Lo hacía, decía, “para que se escuchase la voz de los mineros, que se oigan nuestras reivindicaciones”. Protestaban por la reconversión de Hulleras del Norte S.A. (Hunosa), la principal empresa del sector. Aquello fue un torpedo a la mismísima línea de flotación del PSOE, un pulso en el que sólo cabía un vencedor. Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez, líderes de UGT y de CCOO, visitaron a los mineros encerrados.

Y Fernández Villa ganó.

Tras diez días amotinados, González anunció que se reuniría con los mineros para buscar otra solución al problema de la cuenca. El Villa y sus compañeros fueron aclamados por una multitud. Fue su gran victoria, la que le brindó el cariño y el fervor de los asturianos. Todos lo veían como el ariete contra la opresión del poder, como el estandarte contra las corruptelas políticas.

Fernández Villa, encerrado con otros sindicalistas mineros en Pozo Barredo. EFE

"Algo se torció en el camino"

“El problema es que mientras con la mano izquierda hacía esos gestos, con la derecha iba moviendo los hilos políticos”, asegura Belarmino García Noval, al que todos conocen como Belarmo. Él también fue diputado en Asturias: “Picaba en las minas por la mañana y me iba al parlamento por la tarde”. Él mismo se considera una víctima del villismo: “Estuve a punto de liderar el SOMA, pero el Villa dio una especie de golpe de Estado para suspender las votaciones. Al mismo tiempo, pidió apoyo a Madrid. Le dieron la razón y le colocaron a dedo al frente del sindicato. Le escribí una carta a Alfonso Guerra. Sé que la leyó, la dobló, y la metió en el bolsillo del Villa: 'Este es un problema de Asturias, arréglalo tú', le dijo. Fue entonces cuando presenté mi renuncia a mis cargos en el PSOE”.

El gesto de Alfonso Guerra dio rienda suelta al villismo en Asturias. El reinado del líder sindical se extendió durante décadas. Gobernó con mano de hierro. Colocó y quitó a los líderes políticos asturianos a su antojo. Todo lo hacía desde su oficina del SOMA-UGT en Sama, localidad perteneciente al concejo de Langreo, próxima a su Tuilla natal.

Hablamos con José Luis Alperi, líder del sindicato minero tras la marcha de Fernández Villa: “Hubo algo, no se sabe qué, que hizo que su camino se torciese. Era un líder intachable, pero terminó terminó haciendo un uso personalista de dos entidades, del SOMA y del PSOE. Prefiero no hacer valoraciones personales, porque ahora sería muy ventajista. Pero entonces todos le veíamos con admiración. Es un referente que lideró el movimiento sindical y que terminó por traicionar al sector minero y a la sociedad”.

El alegato de Alperi se sostiene en los oscuros movimientos que definen la trayectoria de Fernández Villa. Todos sabían de su capacidad de manipulación en las esferas políticas: Sergio Marqués, Vicente Álvarez Areces e incluso Javier Fernández -líder de la gestora del PSOE hasta la victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas-; todos ellos contaban con el beneplácito del caudillo sindical. Su poder también influyó en la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general del partido, antes de llegar a La Moncloa en 2004.

Fernández Villa, junto a Alfonso Guerra y José Luis Rodríguez Zapatero en la fiesta del Rodiezmo. Efe

Pero los hechos a los que Alperi se refiere son los constitutivos de delito. Al tigre de Tuilla se le acusa de monopolizar las dietas sindicales que, por norma, correspondían a sus compañeros. “Con ellas pagaba los puros habanos tan caros que fumaba”, cuentan los vecinos del pueblo. Durante los 23 años que lideró el sindicato amasó una fortuna de 434.158,73 euros. También se le investigó por ocultar a Hacienda 1,4 millones de euros tras acogerse a la amnistía fiscal promulgada por Cristóbal Montoro en 2012.

En el imaginario colectivo de los asturianos está la figura tambaleante de Fernández Villa a las puertas del juzgado, bastón en mano, agarrado por sus familiares. Por entonces tenía 70 años y su familia pretendía alegar invalidez para que no tuviera que testificar. “Dos días antes de aquello le veíamos caminar perfectamente”, cuenta un vecino de Langreo. “Es mejor actor que Alfredo Landa”, añade otro.

Fernández Villa, a su llegada a los juzgados, bastón en mano.

Villa aseguró que aquella fortuna procedía de una herencia, que el dinero era fruto del trabajo de sus padres en Casa Hermógenes. El PSOE no se creyó su alegato y terminó por expulsarlo del partido. También se le despojó de cualquier cargo en el SOMA.

El auto emitido en abril de este año por el juzgado de instrucción número 2 de Oviedo detalla los tejemanejes de Fernández Villa al frente del sindicato: “Asumió la dirección y el control de todos los medios humanos y económicos [del SOMA] efectuando actuaciones encaminadas a desviar fondos del sindicato a su patrimonio personal, así como a destinar capital del sindicato a finalidades distintas de las propias y a sustraer al debido control el uso de los fondos del Sindicato a su finalidad legitima”.

Fernández Villa, detenido

El transcurso de los acontecimientos conduce hasta esta misma semana. Además del caso de desvío de fondos y de ocultación del patrimonio a Hacienda, la Fiscalía Anticorrupción y la UCO han explotado una nueva operación -bautizada con el nombre de Hulla- centrada en el supuesto cobro de mordidas en la construcción de la residencia de ancianos La Minería, en la localidad de Felechosa.

La residencia La Minería es el epicentro de la última operación policial contra Fernández Villa. G. Araluce

De acuerdo a las pesquisas, Fernández Villa se apropió del dinero de las subvenciones en las obras del centro geriátrico, que supusieron una inversión de 31 millones de euros. En la trama también están involucrados José Antonio Postigo, expresidente del Montepío de la Minería y mano derecha del líder sindical, así como José Manuel Fernández -asesor fiscal- y José Antonio Fernández -constructor- y Manuel Sastre -arquitecto-.

La residencia se ubica en un enclave privilegiado del concejo de Aller, junto al puerto de San Isidro. El verde de las montañas recorta el horizonte. El centro se ha convertido en uno de los principales motores económicos de la región, creando cien puestos de trabajo directos y más de 300 indirectos. Las instalaciones cuentan con una amplia biblioteca, spa y los equipamientos más modernos.

Juan José Pulgar asumió la dirección del Montepío de la Minería después de que Postigo, mano derecha de Fernández Villa, abandonase el cargo en 2014. Se encontró con una situación de quiebra financiera, un monstruo (casi) imposible de domar. Viste traje azul oscuro y habla con voz pausada y profunda en su despacho del centro geriátrico: “Sentía tanta admiración por Villa como decepción siento ahora”, admite.

Juan José Pulgar dirige el Montepío de la minería desde 2014. G. Araluce

Pulgar ha colaborado estrechamente con la UCO y con la Fiscalía Anticorrupción para aportar algo de luz sobre los oscuros movimientos del líder sindical: “Ayudar a la Justicia ha tenido sus costes personales, es la soledad del corredor de fondo”, admite. Bajo su gestión, el Montepío ha comenzado a obtener resultados positivos. Aún así, la organización de ayuda a los mineros arrastra una deuda de unos 15 millones de euros.

- ¿Le sorprendió la detención de Fernández Villa el pasado martes, 30 de mayo?

- Los que hemos colaborado con la UCO sabíamos que antes o después iba a llegar. Se percibía que las actuaciones eran cuestiones de tiempo. Olfateé que esto podría ocurrir.

El villismo continúa

La sensación general que impera en Asturias es que, pese a la detención del caudillo sindical y de sus lugartenientes, el villismo sigue presente en buena parte de la región. El tigre de Tuilla se encargó de dejar todo atado y bien atado. En su pueblo natal siguen su futuro con resignación: “Que ocurra lo que tenga que ocurrir”, explica uno de sus vecinos. “Aquí pocos le guardan afecto -añade otro-. Hasta sus hermanos están enfadados con él porque no quiso hacerse cargo de su madre en sus últimos años”.

La familia de Fernández Villa pretende alegar incapacidad del patriarca para evitar que se siente de nuevo en el banquillo del tribunal. Enumeran una serie de dolores físicos tras su paso por las minas y una ligera demencia. Aseguran, incluso, que el líder sindical ha delirado a sus 74 años con una posible llamada de Pedro Sánchez para formar parte de la Ejecutiva del PSOE.

En las cuencas mineras de Asturias pocos le creen. Bromean de nuevo con sus dotes interpretativas: “Hace lo que sea por eludir la Justicia”. “Lo que más duele -explican algunos- es que metiese la mano en la hucha de los mineros. ¡Eso nunca!”. Por eso, miran con vergüenza la trayectoria del que ha sido un mito de la lucha sindical asturiana: “Cuanto más grande es la figura, más fuerte es la caída y la decepción”, señala un hombre mayor, gafas profundas, en un bar de Tuilla. Y añade con voz lastimosa: “Si se hubiese quedado como futbolista...”.

Fernández Villa, en primer plano; al fondo, Belarmino García Noval.

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