Sergio Gallego y Pura Gómez, del puesto de castañas de la calle real

Sergio Gallego y Pura Gómez, del puesto de castañas de la calle real Quincemil

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El puesto de castañas de A Coruña que no entiende de edad y que continúa echando humo 60 años después

A sus casi 80 años, Sergio Gallego mantiene viva una tradición coruñesa que forma parte del ADN de varias generaciones

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Esta tarde, la calle Real tenía un olor especial. De esos que se meten en la nariz y te transportan a la infancia en un abrir y cerrar de ojos. Algo que los turistas quizá no entenderían, pero que forma parte del ADN de todo buen CTV (Coruñés de toda la vida): ese recuerdo imborrable del puesto de castañas de la calle Real.

Hoy los protagonistas de la calle eran Sergio Gallego y su mujer, Pura Gómez. Parecían famosos. La gente se acercaba con un "¿Ya estáis aquí?". Eran las cuatro de la tarde de este 8 de octubre y ya habían sacado la primera tanda de castañas. "Las primeras no salen tan buenas", decía Sergio mientras metía otra ronda en el horno.

Estas no son como las que haces en casa. Si quieres unas castañas fáciles de pelar, Sergio tiene el truco. Y no podría ser de otra manera: en diciembre cumplirá 80 años, de los cuales lleva 60 sacando las castañas del fuego, nunca mejor dicho. El relevo no le preocupa. Sabe que el puesto no desaparecerá cuando él falte. "Vendrán otros", dice, seguro.

Gallego comenzó con este negocio en 1963 y, desde entonces, no ha habido pausa. Incluso cuando termina la temporada de frío, continúa con su oficio en Helados La Ibi. Ambos trabajos forman parte de un "imperio familiar" del que viven él mismo, su mujer, sus hermanos y sus hijos.

Sergio no está solo. Esta tarde lo acompañaba su mujer, Pura Gómez, que, con más vitalidad que muchos de esa calle, recuerda aquellos tiempos en los que en la calle Real no cabía ni un alfiler. "Antes era un no parar de gente. Todo eran comercios y gente de bien", rememora.

En una época en la que el cono costaba una o dos pesetas, ahora los precios oscilan entre dos y tres euros. "Ya no hay tantas castañas como antes. Ya no hay gente que las recoja en los pueblos; es algo que se está perdiendo con las generaciones que vienen ahora", lamenta Sergio, que, aunque por el momento está bien surtido de fruto, no sabe hasta cuándo podrá resistir.

A eso se suman los incendios de este año. "Quemaron muchas tierras en las que se cultivaban castañas", añade Pura. Aun así, este otoño parece haber buena cosecha y de buen tamaño. Y aunque muchos asocien las castañas con el frío, quienes se acercaban esta tarde a por su cono no entendían de estaciones. Porque con ese olor… ¿quién puede resistirse a una buena ración de castañas recién asadas?