Restos del antiguo pueblo inundado al descender el cauce del río
El pueblo gallego que desapareció bajo el agua y se volvió a construir piedra a piedra por los vecinos
Tras la construcción del embalse de Belesar en 1963, el río Miño inundó un pueblo que había sido declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1946
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Galicia fue un punto estratégico en el auge de la generación de energía hidroeléctrica gracias a sus ríos y terrenos "inundables". Tanto es así, que un pueblo declarado Conjunto Histórico-Artístico en el 1946 quedó sepultado bajo las aguas con la construcción del embalse de Belesar, convirtiéndose este en uno de los símbolos del franquismo.
Se trata de Portomarín (Lugo), un pueblo del que solo quedan los recuerdos y las ruinas que se observan si el cauce del Miño lo permite. No obstante, sus vecinos, en un acto heroico, consiguieron conservar algunos monumentos excepcionales en el Portomarín que conocemos hoy en día.
Lo que se quedó bajo las aguas
Restos del antiguo pueblo de Portomarín
El embalse de Belesar es una imponente construcción que fue inaugurada el 10 de septiembre de 1963. Su edificación transformó por completo una zona de gran valor patrimonial y paisajístico, provocando la desaparición bajo las aguas de varios núcleos rurales y valles enteros.
El viejo Portomarín, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1946 quedó bajo el agua. Además, se perdieron más de 5.000 hectáreas de tierras fértiles.
Hoy en día, el embalse forma parte del paisaje de la Ribeira Sacra. Solo cuando llega el verano y el caudal del río Miño desciende, es posible observar los restos de las antiguas construcciones, ruinas entre las que habitan los recuerdos del pasado.
La construcción del embalse de Belesar supuso el fin de pueblos con un gran valor histórico, así como la desaparición de elementos patrimoniales importantes y yacimientos arqueológicos que hoy solo están presentes en las fotografías y en la memoria de muy pocos.
Viviendas, huertas, campos, viñas, canales y siglos de historia quedaron sumergidos y condenados al olvido por la construcción de esta presa, impulsada por el régimen del general Franco y ejecutada bajo la dirección de Pedro Barrié de la Maza, entonces presidente de Fenosa.
El nuevo Portomarín
Vista de Portomarín, Lugo.
Hoy, al recorrer Portomarín, es imposible no empatizar con la historia de los que hicieron que el pueblo volviese a nacer. Muchos de sus elementos de gran interés no están ahí por casualidad, sino por la labor heroica de los vecinos que los trasladaron piedra a piedra para no dejarlos en el olvido.
Entre los elementos más destacados que aún se conservan se encuentra la iglesia de San Nicolás. Declarada Monumento Nacional en 1931 y con siglos de historia a sus espaldas, fue cuidadosamente desmontada piedra a piedra por los propios vecinos.
Cada bloque fue numerado y trasladado hasta su nuevo emplazamiento, junto al Ayuntamiento, donde fue construida de nuevo.
Lo mismo ocurrió con la iglesia de San Pedro, el arco del antiguo puente romano que hoy da la bienvenida a los visitantes, el Pazo del Conde da Maza, el de Berbeteros e, incluso, los restos del cementerio, que fueron exhumados y llevados a su nuevo lugar.
Así los vecinos consiguieron preservar parte de su tradición, de su patrimonio y de su cultura, antes de que otros decidieran dejarlo anegado por la construcción del embalse.