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Tribuna Abierta

Día Mundial del Parkinson

Este pasado martes, 11 de abril, se celebró el Día Mundial del Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa crónica cuya una de sus principales manifestaciones es el temblor en reposo
Amanda Álvarez
Por Amanda Álvarez

La enfermedad de Parkinson (EP) es una enfermedad neurodegenerativa crónica, debido a la pérdida de neuronas dopaminérgicas  en una parte del cerebro localizada en el tronco del encéfalo (sustancia negra del mesencéfalo).  La consecuencia más importante de esta pérdida neuronal es la disminución en la disponibilidad cerebral de la dopamina, principal sustancia sintetizada por estas neuronas. Esto conlleva a una mala regulación de las estructuras cerebrales que controlan el movimiento.

Por tanto, sus principales manifestaciones son el temblor en reposo, la rigidez y el enlentecimiento de los movimientos, además de alteraciones en la postura y en la marcha.

En consultas de Neurología, una gran parte de los motivos de consulta es el temblor, que no tiene que ser sinónimo de Parkinson, sino que la mayoría de los que consultan, tienen un temblor de acción postural, que no aparece en reposo, sino que se produce al intentar mantener una postura, como coger objetos al comer, y ese tipo de temblor no se suele presentar en esta enfermedad, sino en lo que se denomina temblor esencial.

Lo más incapacitante es la lentitud de movimiento, con dificultad para levantarse de una silla o girarse en la cama, así como la marcha, caracterizada por arrastre de pies, o bloqueos al caminar, con caídas.

Puede comenzar con inexpresividad facial, escasez de movimientos automáticos como el parpadeo o el braceo al caminar, o la inclinación del tronco hacia delante durante la marcha.

Esta enfermedad no solo se acompaña de síntomas motores, sino también otros, los llamados síntomas no motores, como pueden ser el estreñimiento o la incontinencia urinaria, la pérdida de olfato, el dolor, la ansiedad o depresión, o problemas para dormir como insomnio o pesadillas frecuentes con gesticulaciones durante el sueño (trastorno de conducta del sueño REM).

A día de hoy no se conoce la causa de la EP. Sin embargo, se considera que podría deberse a una combinación de factores genéticos, medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo.

El diagnóstico es clínico, por la exploración en la consulta y los datos aportados por el paciente y su familia. No es estrictamente necesaria la realización de pruebas complementarias, pero en ocasiones se solicitan, como un análisis con hormonas tiroideas, o pruebas de neuroimagen como un scanner o resonancia cerebrales, para descartar causas secundarias.

La evolución es muy variable, puede progresar de forma lenta, mientras que en otros puede ser más rápido. En estadios iniciales, puede confundirse con otras enfermedades, denominadas parkinsonismos atípicos, que tienen una peor evolución y una menor respuesta a los tratamientos.

Es esencial mantener una vida activa, con hábitos de vida saludables, y realizar ejercicio físico de forma semanal, así como acudir a fisioterapia o logopedia si es posible. Como tratamiento, disponemos de pastillas o bien parches, para las fases iniciales, que deben utilizarse según las características de cada paciente y que lo que intentan es reponer la dopamina que se va perdiendo por la muerte de las neuronas. Asimismo, cuando la medicación oral no controla la enfermedad, existe la posibilidad de cirugía (implantación de electrodos en una zona del cerebro, aunque las personas deben cumplir una serie de requisitos, el principal, la edad menor de 70 años), o bien administrar la medicación a través de unas bombas. Estas pueden ser de 2 tipos: administración subcutánea (bomba de apomorfina), es una  bomba programable que se administra mediante una aguja bajo la piel; o a través de una sonda de gastrostomía (bomba de duodopa), que consiste en la introducción de una sonda dentro del estómago a través de un pequeño orificio en la pared abdominal, llevando la medicación directamente al intestino.

Aunque ninguno de ellos es un tratamiento curativo, sirve para mejorar los síntomas y la calidad de vida de los pacientes, buscando mantener la autonomía a pesar de la evolución de la enfermedad.

Amanda Álvarez
Amanda Álvarez
Neuróloga del hospital Ribera Povisa. Cursó sus estudios en la Universidad de Medicina de Oviedo y y realizó su residencia en el Hospital Universitario de León. En 2016, estuvo en la Unidad de Neuropediatría del Hospital 12 de Octubre de Madrid, y en 2017, en el departamento de Trastornos del movimiento de Queen Square, Londres. Posteriormente, trabajó como Facultativa especialista del área de Neurología, formando parte de la consulta monográfica de cefaleas en el Hospital de Albacete, hasta su incorporación a Ribera Povisa en 2019.