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El penalti de Djukic: 25 años del momento más triste del deportivismo

En el año 1994 el Deportivo pudo levantar la primera Liga de su historia. No fue así y el final fue el más amargo de todos.

Hay momentos en la vida que duelen solo al recordarlos. Pasen los años que pasen. Para el deportivismo, ese instante fue el penalti de Djukic, la noche del 14 de mayo de 1994. Se cumple un cuarto de siglo de su lanzamiento, que habría dado una liga histórica a un pequeño club que luchaba contra gigantes si el balón hubiese traspasado la línea.

Fue, a todas luces, una temporada histórica. El gran Súper Dépor que aún hoy en día sigue acaparando espacio en los medios será recordado siempre por el mundo del fútbol. Prueba de ello fue el programa Informe Robinson de Movistar+, que reunió a los protagonistas de aquella temporada este mismo año.

Era la última jornada del campeonato de Liga. El Dépor, contra todo pronóstico, dependía de sí mismo para levantar la copa de campeón. Había sido una temporada con muchas emociones. "Efecto gaseosa", decían los grandes clubes que confiaban en que el equipo coruñés pinchase antes del final de la competición. No fue así. Un equipo dirigido por Arsenio Iglesias supo superar los momentos de incertidumbre para plantarse en el último partido por delante del Dream Team del Cruyff en la clasificación.

Un Valencia motivado con primas a terceros

Solo había que dar el último paso. A Riazor llegaba un Valencia extramotivado. Más adelante se sabría que los maletines recorrieron el corredor Mediterráneo desde Barcelona a la ciudad de las Fallas. Años después se confesaría la cuantía: 3 millones de pesetas por jugador, unos 18.000 euros al cambio. El búlgaro Ludo Pénev, delantero del Valencia, protestó diciendo que "una liga vale por lo menos 10 millones".

El Dépor tenía que ganar o esperar un mal resultado del Barça. No se produjo ninguno de ambos supuestos. El Barça, de hecho, comenzó perdiendo ante el Sevilla, pero acabaría remontando y ganando 5-2 ese partido que le daría su liga número 14.

El partido fue áspero y los nervios eran palpables hasta en los fotógrafos y empleados del club que había tras las porterías del viejo Riazor. Arsenio no perdió la identidad en aquel partido. Jugó con su característica defensa de cinco, con Djukic en el centro. Arriba y en el medio estaban dos brasileños que meses después conquistarían un Mundial.

El partido encaraba su recta final cuando llegó el momento. Serer derribó a Nando en el área y López Nieto pitó penalti. Riazor lo celebró como el gol que nunca llegó. Donato, que era el primer lanzador, estaba en el banquillo. La gente quería que fuese Bebeto el encargado de poner el balón en el punto, pero fue Djukic.

"Cuando ya no había tiempo para respirar"

Lo que sigue es historia. Un disparo flojo y a la izquierda que González atrapó y festejó eufóricamente. Decepción y terror en A Coruña y júbilo en Barcelona. El Dépor acababa de perder una liga, la primera que hubiese ganado, en el último minuto del último partido, "cuando ya no había ni tiempo para respirar", como diría Arsenio minutos después en rueda de prensa. Djukic no volvería a tirar un penalti en su carrera, que irónicamente continuaría en el Valencia a partir de 1997.

Las palabras del Zorro de Arteixo representaban el sentir de una ciudad hundida. Habían tocado la gloria y se la habían arrebatado en el momento más cruel. A Coruña no desaprovecharía una segunda oportunidad y levantaría la Copa del Rey ante el Valencia solo un año después. Era un más que merecido premio final para un equipo de leyenda, que demostró a los grandes que había fútbol hasta en el rincón más inesperado. La Liga llegaría algo más tarde, en el año 2000, el tercero de los seis títulos que hasta ahora ha logrado el equipo. Ya lo había dicho Lendoiro el día que el Dépor ascendió: "Barça, Madrid, ya estamos aquí".

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