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Una obra de Fernández-Albalat: el número 24 de la Ronda de Outeiro de A Coruña

Hay arquitecturas neutrales que a través de gestos muy sencillos consiguen construir la estética de la ciudad. En 1962 el arquitecto Fernández-Albalat proyecta un discreto edificio en la ronda de Outeiro que sin embargo incluye un detalle muy familiar
Nuria Prieto
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Hay grandes problemas que tienen pequeñas soluciones, y pequeños problemas que sólo es posible solucionar a lo grande. En arquitectura las soluciones aparecen sin que existan problemas siguiendo la filosofía de Zorba el griego “¿Problemas? ¡La vida es un problema!”. La arquitectura es una herramienta en manos de quien la ejerce día a día, y que actúa como respuesta a un problema abstracto, mutante y difuso a partes iguales. Crear algo y dotarlo de la consistencia conceptual necesaria como para ser habitado implica formar parte de la solución y del problema. Proyectar es, en gran medida, aceptar una esquizofrenia cultural inconfesable, y ocultar en cada palabra la lucha interna contra las diferentes versiones de un mismo concepto.

El proyecto terminado no es una creación original o pura, sino depurada. Agitación, decantación, ebullición, filtración o cualquier otro término que se pueda asociar a la depuración en términos científicos, son acciones a las que se ha sometido un proyecto en la mente del arquitecto (y por extensión en el trazo de su mano). Quizás por ello, en una obra de arquitectura terminada no hay pregunta sin respuesta. Ni siquiera la cuestión de por qué el edificio Seagram de Nueva York de Mies van der Rohe (1958) tiene una estructura hecha de bronce, algo aparentemente disparatado por razones estructurales (su elevado peso) y económicas (su elevado coste), está exenta de razón. Porque el ansia del señor Seagram en proclamar públicamente “mi edificio no es como los demás, es mejor, está hecho de bronce porque yo tengo más dinero” es una respuesta inapelable. 

Foto: Nuria Prieto

Pero en el desarrollo del proyecto, aparecen instrumentos de trabajo, maneras de arquitecto y referencias necesarias que se aprenden con el paso del tiempo, o con ese tiempo al lado de otro compañero o compañera de mayor experiencia que ejerce maestría y comparte de forma generosa su forma de entender el ejercicio de la profesión. Y es que con los problemas a veces las respuestas son tan sencillas como las explicaba el arquitecto Alejandro de la Sota “se aprieta le escala y le da intimidad familiar”. Es fácil, decía, y es que no es lo mismo apretar la escala, que apretar el espacio. En ese pequeño matiz entre la escala y el espacio que, desde una mirada alejada puede confundirse, se encuentra la reflexión del proyecto. Ajustar las palabras en arquitectura significa, detenerse en los detalles. Una errata lingüística puede confundir el enfoque de un concepto al igual que en un proyecto un encuentro descuidado puede desfigurar por completo una idea compositiva, estructural o funcional. 

“Algunas veces puedo todavía sentir un tirador concreto en mi mano, o una pieza de metal con la forma de la parte de atrás de una cuchara. Suelo darme cuenta de ello cuando voy al jardín de mi tía. Ese tirador de la puerta sigue pareciéndome una especial señal de que entro en un mundo de diferentes estados de ánimo y olores. Recuerdo el sonido de la grava bajo mis pies, el suave crujido de la encerada escalera de roble. Puedo oír la pesada puerta de acceso cerrándose tras de mí según avanzo por el oscuro corredor y entro en la cocina, la única estancia verdaderamente iluminada de la casa. [...] Recuerdos como estos son los que contienen la más profunda experiencia arquitectónica que conozco. Ellos son la reserva de las atmósferas arquitectónicas y las imágenes que exploro en mi trabajo como arquitecto”. Peter Zumthor “Thinking Architecture”. 1999

Si bien Chéjov decía que la verosimilitud está en el detalle, la consecución de este como hálito de realismo en una obra de arquitectura, requiere de un cierto esfuerzo creativo, pero también de algún conocimiento de ilusionismo. A veces los medios más rudimentarios como los de Ray Harryhausen en el cine, son los que producen las emociones más reales, tan alejadas aparentemente de la fría definición técnica de una obra de arquitectura, que parecen no pertenecer a ella. Y, sin embargo, situados en la concepción inicial del detalle, el truco, el artilugio o el subterfugio son los desencadenantes de un acabado perfecto y pulido, que causa la emoción exacta. No todo es técnica, no todo es arte, pero todos los detalles tienen una respuesta. 

La arquitectura es una profesión muy tradicional en términos de ejercicio, enfrentarse a un proyecto, conversar y debatir con los clientes, desarrollar detalles constructivos o realizar ajustes presupuestarios entre otras muchas labores se encuentran en su base. Los avances tecnológicos y las nuevas herramientas operan cambios formales, pero la buena arquitectura aún sigue siendo una persona enfrentada a un papel con un lápiz en su mano, seguido días después de una conversación pausada sobre varios dibujos con un buen café cerca. Los lenguajes de la modernidad producen obras que parecen no haber emergido de un papel y un lápiz, pero no serían reales si no fuese así, porque la verosimilitud de los detalles, el truco de la buena arquitectura, ese ese: sentarse, mirar el papel sobre el tablero y dibujar de forma incansable hasta conseguir una idea o hasta que aparezca una emoción…las pantallas vienen mucho después. 

Foto: Nuria Prieto

Detalles de la arquitectura moderna

La arquitectura moderna, produce una transformación lingüística, pero lleva dentro de sí la herencia de la tradición profesional. La obra de Andrés Fernández-Albalat ha representado siempre esa convergencia, la de un arquitecto que desarrolla la profesión al modo tradicional y que utiliza la natural curiosidad del profesional de la arquitectura para dotar a sus obras de modernidad y vanguardia, en un lugar y en un momento histórico en los que eso era muy necesario. En la ronda de Outeiro 24, se encuentra un discreto edificio proyectado por Fernández-Albalat en 1962. Aparentemente es una fachada más, pero en realidad algo produce una percepción distintiva.

El edificio proyectado por Fernández Albalat, ocupa una parcela entre medianeras, con cinco plantas y bajo comercial. La morfología del edificio, respeta la ordenanza municipal por la que se produce un retranqueo entre la primera planta y la segunda, creando un pequeño voladizo de apenas 70cm. Así, la fachada principal se configura como una suma de dos planos. Con una estructura formal tan sencilla, la única expresividad posible en la fachada es a través del trabajo en el plano, lo cual requiere de un concepto unitario y contundente. Fernández-Albalat utiliza la carpintería como gesto determinante de la estética del edificio a través de su composición. 

La ventana que Fernández-Albalat utiliza en esta obra, responde a una composición familiar para el observador cuidadoso de la ciudad. El gesto de un expresionismo abstracto precede al saturante postmodernismo, y reaparece tras la fiebre de este. El expresionismo de una fachada tan sobria, no busca exclamar su presencia sino, mimetizarse en la ciudad desde una presencia neutral pero distintivamente moderna.

“Quizá el elemento más tiránico de nuestra arquitectura sea ahora el espacio. El espacio ha sido inventado por los arquitectos y deificado por los críticos, y con él se ha llenado el vacío que dejó un simbolismo fugitivo. Si la articulación ha ocupado el lugar del ornamento en la arquitectura del expresionismo abstracto, el espacio ha desplazado al simbolismo” Denise Scott-Brown y Robert Venturi

Un gesto familiar

La carpintería utilizada por Fernández-Albalat es una composición de dos o tres huecos grandes de proporción vertical y dos pequeños de proporción horizontal. La pieza de carpintería ocupa toda la fachada, de extremo a extremo, sin interrupción. La lectura del edificio, atraviesa la neutralidad con una pregunta o varias ¿dónde está la estructura? ¿por qué la ventana puede ser continua? ¿es que no hay tabiquería interior? Y no se trata de anticipar a respuesta a estas cuestiones, sino de la enorme modernidad que supone plantearlas. En un contexto en que la construcción predominante por cuestiones técnicas y materiales era la sustentada por estructuras de muro de carga, la apertura de un hueco de extremo a extremo de la fachada resultaría imposible. Partir el muro implicaría una debilitación tal de su capacidad portante que terminaría con su colapso. Por lo tanto, lo que hay detrás es una estructura de elementos lineales, es decir: vigas y pilares.

Si el edificio está sustentado por un ‘esqueleto’, su envolvente puede ser completamente independiente, uno de los principios fundamentales incluidos en los Cinco puntos de la arquitectura moderna (1926-1927). Además, esta solución permite prescindir de los dinteles en los huecos. La continuidad de la carpintería, una vez resuelta en términos constructivos, ha de responder a la configuración funcional del programa en el interior. Este se integra con la carpintería de tal forma que los montantes de esta ocultan la posición del tabique. De esta forma es muy complicado predecir lo que sucede en el interior a través del mero análisis de la fachada. Todo en la fachada se supedita a la disposición de los huecos. La solución de la envolvente de fachada se realizó mediante un mortero proyectado, cuyas juntas se hacen coincidir con las alineaciones definidas por los propios huecos de tal forma que el propio revestimiento se integra con la carpintería. 

Pero esta fachada parece familiar, y es que esa misma organización está presente en la Unidad Vecinal n3 del barrio de las Flores (JA Corrales,1965) o en el edificio de viviendas de en Juan Flórez 28 (Ramón Vázquez Molezún y Gerardo Salvador Molezún,1959). El uso de la ventana horizontal es un rasgo del movimiento moderno, que se combina con ventanas de dimensiones más convencionales dotando de una imagen radical a la obra con respecto a sus vecinos. 

Foto: Nuria Prieto

Algo que a veces se llama arquitectura

Casi siempre, la arquitectura no es cuestión de grandes gestos, sino de pequeñas acciones que crean poco a poco una estética derivada de un lenguaje que impacta sobre la atmósfera de la ciudad. La herramienta del arquitecto para desarrollar su obra descansa en gran medida en la construcción, ya que son los recursos que esta proporciona por tradición o innovación, los que permiten dotar a la arquitectura de materialidad. 

“La Arquitectura nace cuando la construcción se concibe en todo y para todo, no como medio sino como ser. Es decir, no a manera de un elemento, una fuerza o un procedimiento, sino como substancia ontológica que implica una normatividad y presenta su específica consecuencia como contenido necesario. El proceso constructivo hacia la verdad es la verdad, no la expresión de una verdad ya conocida de antemano, sino de una verdad que brota de la construcción.” Paco Alonso, arquitecto

La arquitectura más neutral, aquella que pasa desapercibida es quizás, la más cierta. Ausente de extraños artefactos, se centra en el desarrollo del detalle, en el truco de sentarse en la mesa y dibujar sobre el papel hasta que aparece algo que a veces se llama ‘arquitectura’.

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