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El edificio La Llave de A Coruña: extrañas coincidencias en San Andrés

El edificio la Llave, es una de las obras más representativas del modernismo coruñés, cuyo autor se desconoce. A pesar de ello, su autoría se atribuye a Antonio López Hernández, un arquitecto que dejó una importante huella en la ciudad.
Edificio La Llave (Foto: Nuria Prieto)
Edificio La Llave (Foto: Nuria Prieto)
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En una sala blanca y aséptica de una oficina, Vivien Haffe (Lily Tomlin) y Bernard Haffe (Dustin Hoffman), detectives existenciales repiten la frase: “How I am not myself?*”, convirtiéndose en el eco de Brad Stand (Jude Law) quien acaba de enunciarla con gesto de incertidumbre. Una pregunta que se convierte en la cuestión argumentativa de una película extraña (Extrañas coincidencias. David O. Russel, 2004), una comedia filosófica, que profundiza en el existencialismo y en la necesidad irrefrenable del ser humano por indagar en la metafísica. Un discurso que desplaza las modas terapéuticas a la superficialidad satírica, en favor de la introspección real profesional. 

“¿Por qué la gente sólo hace preguntas profundas cuando pasa algo malo y después lo olvidan?” Extrañas coincidencias. David O. Russel, 2004

En las disciplinas que guardan una estrecha relación con la vida cotidiana del ser humano, como la arquitectura, la filosofía se encuentra dentro de la estructura interna de su morfología. Así el existencialismo, el minimalismo, el deconstructivismo o el estructuralismo forman parte de la construcción de la teoría arquitectónica que tiene como resultado final una determinada configuración mundana de la ciudad o del edificio. El movimiento desde el resultado a su origen, radicado en el pensamiento colectivo que determina el devenir filosófico de la sociedad, tiene como resultado una visión analítica en la que aparecen extrañas coincidencias.

Edificio La Llave (Foto: Nuria Prieto)

Y aunque correlación no implica causalidad, puede ser que en ocasiones esas extrañas coincidencias aparezcan como notas inquietantes de la música Riccercata de György Ligeti. Y aunque no haya correlación no es casualidad que Kubrick eligiera una pieza de esa colección para sus escenas más enigmáticas. 

Las extrañas coincidencias arquitectónicas tienen que ver con fundamentos lejanos en términos genéticos, no temporales que se atan en la dialéctica filosófica. De alguna manera obtienen desde una capa invisible la conexión inquebrantable con la sociedad. Hay edificios que están en un lugar, pero coinciden “extrañamente” con otros, lejanos sin aparente relación. Otras veces, son sólo ecos de historias populares no necesariamente ciertas.

Las extrañas coincidencias del edificio La Llave

El edificio La Llave, situado en el número 148 (actual número 118) de la Calle San Andrés, es una magnífica pieza del modernismo coruñés que se encuentra envuelta en algunas extrañas coincidencias. El misterio de la casa nace casi como un guion arquetípico de una película de suspense: los planos originales de la casa no existen, puede ser que en algún momento se perdiesen, o que se destruyeran, o quizás que nunca se depositasen. La ausencia de la planimetría es siempre alimento para crear historias paralelas o relatos mágicos, pero en realidad deja otra incógnita más importante: la autoría. Si bien se ha consensuado que es obra del arquitecto Antonio López Hernández (1879-1950). López Hernández, de origen Coruñés, obtuvo su título de arquitecto en Madrid. Entre 1906 y 1908 ejerce como arquitecto de Hacienda en Sevilla, tras ello se traslada a Pontevedra y seguidamente a Coruña. Entre 1920 y 1932 se traslada a Pontevedra como arquitecto del catastro. Vuelve a Coruña para trabajar en algunos encargos privados y finalmente se muda a Madrid en 1944.

Vista de la calle San Andrés, a la izquierda, en la esquina, el Edificio La Llave
(Foto: Nuria Prieto)

López Hernández, proyecta y construye este edificio entre 1910 y 1911, aunque precisamente ante la inexistencia de documentación, esta es una hipótesis que se ha aceptado como cierta. El origen del encargo es borroso, alguno de sus inquilinos a lo largo de los años comentaba que la casa fue construida para una familia Melilla, quienes pidieron al arquitecto que la última planta contase con un espacio para jardín en el que plantarían palmeras y lirios, ya que pensaban que el clima era similar al de su ciudad de origen. Sea o no cierta esta pequeña historia, el estilo arquitectónico modernista en la ciudad de Melilla es muy popular y de mucha expansión especialmente entre edificios muy destacados algunos de carácter público. Entre estos últimos, el Antiguo Economato Militar, la Casa David J.Melul o el Teatro Kursaal-Fernando Arrabal son obras fundamentales del modernismo melillense. 

La arquitectura modernista de la ciudad de Melilla comparte obviamente aspectos comunes con el modernismo coruñés, ya que ambas están ligadas de forma lejana a través de una manera de pensar de la sociedad de su tiempo. Resulta curioso, que Melilla tenga una amplia tradición modernista al igual que Coruña, y que a través de una historia asociada a esta Casa puedan tocarse imprevisiblemente.

El edificio La Llave, que recibe su nombre de la ferretería que durante muchos años se situaba en su planta baja, está formado por dos plantas y un ático. La posición de la parcela, en esquina entre la calle Pastoriza y la calle San Andrés, posibilita una estructura compositiva que la cercana Casa Solla (construida por Ricardo Boán en el nº100 de la Calle San Andrés) repetirá de forma casi idéntica. El acceso al edificio se produce por la calle lateral, de carácter secundario, para beneficiar al bajo comercial que de esta manera no presentará ninguna interrupción. Las plantas superiores se destinaron a vivienda. Unos años después, los propietarios encargaron a Pedro Mariño la ampliación de la casa, con la voluntad de dotarla de dos plantas más, un proyecto que nunca se construyó. 

En 1975 la casa cambia de propietarios quienes la consolidan y rehabilitan, aunque en 1949 ya se había acometido en ella una primera reforma para adaptarla a nuevos usos. Entonces la planta primera era una casa particular que alquilaba habitaciones, en la segunda planta había una agencia de seguros y la última planta, una vivienda particular. El bajo estuvo ocupado por la tienda de ultramarinos Don Ignacio, que dio paso a la ferretería La Llave, que dio nombre al edificio.

El edificio La Llave recibe su nombre de la ferretería que durante muchos años se situaba en su planta baja.

Una fachada virtuosa

La fachada se reviste de un modernismo muy rico, con elementos propios del arquitecto Antonio López Hernández, autor de obras muy delicadas como la Casa Salorio (1912), Viviendas en Santiago de la Iglesia 10 (1939) o Viviendas en San Andrés 69-71 (1912), por esta razón se le atribuye el edificio la Llave. Otras opiniones ven más probable la autoría de Julio Galán, ya que algunos motivos de la casa recuerdan al estilo secesión, un lenguaje que este arquitecto utilizó a lo largo de su carrera. La composición de la fachada no guarda relación con la estructura de las plantas, si no que esta define sus propias reglas. 

"La composición de la fachada  no guarda relación con la estructura de las plantas, si no que esta define sus propias reglas".
(Texto y foto: Nuria Prieto)

Las dos fachadas exteriores del edificio son completamente diferentes: la fachada principal a la calle san Andrés destaca mediante la incorporación de una galería, la fachada lateral a la calle Pastoriza es, sin embargo, homogénea hasta el punto de confundir dónde se encuentra la puerta de acceso. La fachada principal es simétrica, situando la galería en el centro de la composición, culminándose con un remate muy ornamentado en la parte superior. Los elementos decorativos de esta fachada son muy minuciosos, fundamentalmente florales y vegetales. Las carpinterías y, especialmente la galería, utilizan escuadrías muy finas, lo que acentúa la sensación de ligereza. La fachada lateral es homogénea en la definición de huecos pero no abandona la intensidad decorativa, se establece una jerarquía organizativa de las plantas: la planta inferior incorpora círculos, la planta primera enmarca los huecos a través de jambas impostadas, la segunda se resuelve de la misma forma que la primera, aunque se modifican ligeramente y en la última planta los huecos se resaltan mediante un arco. De esta fachada secundaria, lo más llamativo es la ornamentación de los huecos en planta baja, con círculos que no sobresalen si no que se ‘tallan’, y se resaltan mediante lacería que las une entre sí de dos formas: molduras realzadas y molduras remetidas con lacería y hojas.

Las barandillas de los balcones son también elementos de forja muy trabajados en los que la composición se centra en un mascarón y la lacería que desciende de él, simulando lo que parece ser un laúd sostenido por virotillos a la estructura principal de la defensa. En el resto del conjunto aparecen otros ornamentos como guirnaldas y medallones. En términos lingüísticos es muy interesante la intersección de los elementos ornamentales entre sí, ya que la saturación de los mismos produce interferencias entre círculos, cuadrados y líneas de una forma que parece simple, pero es muy compleja a nivel compositivo. Por ejemplo ¿dónde se encuentran las bajantes de la cubierta? Ese molesto elemento que a veces arruina el más sofisticado de los diseños. Encontrarla no es un desafío tan grande como hallar el astronauta en la portada de la catedral de Salamanca o la famosa rana en la fachada de la universidad…pero es un interesante ejercicio para el ciudadano o la ciudadana observadora que, una vez lo haya descubierto, encontrará la clave para comprender cómo se articula y colisiona la composición de esta fachada y muchas otras del modernismo europeo.

"Las barandillas de los balcones son también elementos de forja muy trabajados en los que la composición se centra en un mascarón y la lacería que desciende de él"
(Texto y Fotos: Nuria Prieto)

Cómo no ser uno mismo

En la actualidad el edificio, que ha sido completamente rehabilitado por sus últimos propietarios, se encuentra en muy buen estado. Un edificio sin pasado conocido, o al menos eso es lo que parece, ya que no hay documentación anterior a 1929 y que quizás al no ‘tener documentación’ se pregunta a sí mismo cuál es su identidad. Más aún cuando popularmente existen muchas hipótesis entorno a él: ¿Cómo no se es uno mismo?

En un ejercicio de introspección arquitectónica, la metafísica de su identidad se muestra de forma elocuente a través de su lenguaje modernista. Algo que no pasa desapercibido, ni siquiera para un paseante despreocupado, que sin duda reconocerá en su fachada la mirada de otro tiempo. 

El edificio la Llave es una obra de fachada virtuosa, un legado del modernismo coruñés que convive con la ciudad contemporánea. Apenas a unos metros de ella, otra obra contemporánea reproduce el mismo esquema, quizás sólo sean ‘extrañas coincidencias’.

*¿Cómo no se es uno mismo?

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