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Farmacia Villar: cuidando la salud de los coruñeses desde 1827

En 1854 un epidemia de cólera estuvo a punto de llevar a la ruina a esta botica. Ahora, Ricardo, la sexta generación de boticarios, mantiene la esencia familiar en una local renovado
Ricardo Villar, 6ª generación de boticarios
LPR
Ricardo Villar, 6ª generación de boticarios
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Solo medio metro de distancia separa la antigua de la nueva Farmacia Villar. La botica más antigua de la ciudad de A Coruña lleva desde 1827 vinculada a la calle Real y a los coruñeses. Villar ha conseguido que ir a la farmacia sea una experiencia única.

Esta farmacia sigue manteniendo el mismo espíritu colaborador que implantó su fundador, quien prestó su ayuda desinteresadamente a la ciudad a la que se trasladó desde Betanzos. Ahora, 192 años después, la 6ª generación de boticarios sigue colaborando en mantener a raya la salud de los coruñeses.

Con un imagen renovada pero manteniendo detalles del pasado, su actual titular, Ricardo Villa, nos adentra en la historia de esta botica que no ha perdido ni un ápice de esencia y tradición familiar.

El proyecto de José Villar

La Farmacia Villar no es una botica cualquiera. Hay que remontarse al año 1802 con el nacimiento de Don José Villar Vázquez en la ciudad de Betanzos. Tras cursar los estudios de Farmacia en Madrid -entonces todavía no existía la facultad de Santiago de Compostela- , en 1827 decide montar su botica. Se decantó por A Coruña porque "tenía mucho futuro". Allí, en lo que antiguamente era la zona de las "afueras" de la ciudad- hoy es la calle Real- este betanceiro abrió su botica.

El 82 es un número muy especial para esta familia de boticarios. Ese es el número del local que escogió José Villar para abrir su farmacia, y allí permaneció hasta el pasado mes de junio. Aunque no siempre estuvo en dicho bajo, pues a los 10 años de asentarse tuvo que mudarse de manera temporal al local de enfrente- donde hoy nos encontramos con una oficina de Abanca-.

Corrían los años 1850, el mal estado del inmueble obliga a construir uno nuevo y los Villar se ven obligados a desplazarse. Pero por poco tiempo. A los cinco años regresan al bajo del edificio que, como mandaba la tradición de aquella época, ubicó en la primera planta la vivienda del boticario.

Tras el mostrador, José empezó a dispensar las elaboraciones propias realizadas a base de plantas que trataba en la lareira que tenían en el local contiguo, el número 84. Y así lo siguieron haciendo las generaciones venideras.

Elaboración propia

Estantería de la farmacia

De hecho a día de hoy todavía fabrican algunas cremas y ungüentos propios, de una manera más moderna, nos cuenta Ricardo. Pero a finales de 1800 las dificultades eran mucho mayores al no haber luz ni agua corriente. "De aquella no existía el medicamento industrial, hasta 1910 no comenzó con las aspirina", comenta Ricardo.

Por aquel entonces el negocio empezó a crecer y sus dueños decidieron adquirir la parte de atrás del bajo donde tenían la lareira. Por la calle Olmos "entraban las plantas para la elaboraciones". Allí se seleccionaban y se elaboraban "las infusiones, la tisanas, las pomadas...", recuerda el actual propietario.

De generación en generación

De padres a hijos. Así ha sido la sucesión del negocio en la familia Villar. Ahora regentada por la sexta generación. ¿La siguiente? "Todavía son muy jóvenes y no saben lo que van a hacer. Hay algunos que dicen que sí.... Es una elección personal", dice Ricardo, quien ha tomado las riendas de la botica que un día regentó su padre, su abuelo, su bisabuelo....

Todos ellos están representados en la actual farmacia, que luce en sus paredes los cuadros de todos los boticarios que un día regentaron este espacio. El más antiguo, el del fundador, tiene 250 años. Estos retratos que estaban "escondidos" en la rebotica de la anterior farmacia, ven ahora la luz. "Había la tradición de que con cada generación de farmacéuticos se hacía un retrato", nos cuenta Ricardo, que no quería renunciar a la historia familiar y la tradición en la nueva ubicación.

¿Por qué este cambio de local? Mejorar la accesibilidad de los pacientes y adaptar el espacio a las exigencias de la farmacia actual motivaron el traslado al local contiguo, ocupado durante muchos años por Bazar Pepe, otro negocio histórico de A Coruña.

"Estábamos en un local de 150 años, asentados sobre arena y con instalaciones de la época. Surgió la oportunidad de un cambio y de dar una estabilidad" explica Ricardo, quien buscaba con este cambio "poder continuar muchos años" con la farmacia familiar.

"Estábamos en un local de 150 años, asentados sobre arena y con instalaciones de la época"

El colera casi los arruina

Como todo negocio, la Farmacia Villar también tuvo sus épocas difíciles. Entre los episodios más destacados que vivió está botica destaca el ocurrido en el año 1854, cuando una epidemia de cólera asola la ciudad. La farmacia Villar colaboró desinteresadamente en paliar el problema suministrando gratuitamente medicamentos a las instituciones benéficas, sobre todo a la beneficencia municipal y a los conventos de religiosas. Pero la epidemia fue más importante de lo que en un principio se pensaba, y casi lleva a la quiebra a este negocio farmacéutico.

"Fue un momento muy importante. Colaboramos desinteresadamente pero la epidemia fue devastadora: entre el 10 y 20% de la población falleció en un corto periodo. Fue una época dura", relata Ricardo.

Pese a esta situación, la farmacia siguió manteniendo su "espíritu colaborador". Así, por ejemplo, colaboró adelantando los medicamentos al Oncológico de A Coruña cuando este abrió sus puertas.

Casi doscientos años después, los Villar se siguen preocupado por la salud y el bienestar de todos los coruñeses. Y allí, tras el mostrador, está Ricardo Villar.

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