24 septiembre, 2022 02:59

Manuel Vilas (Barbastro, 1962) es el poeta total: el poeta de España, el poeta de la vida exaltada, el poeta de las cosas que brillan. El poeta desobediente ante el mundo etiquetado, ante el capitalismo, ante el aborregamiento. El poeta del fuego. El poeta que abre los brazos, lleno de júbilo, y canta What a wonderful world mientras el sol le da en la cara y las frutas maduran. El poeta mediterráneo, el febril, el dionisíaco. El poeta que cree en la risa como salvación, y así mismo son sus carcajadas. Le conocen todos por Ordesa, su pelotazo editorial, y por Alegría, que le valió quedar como finalista en el Premio Planeta. Su trayectoria es meteórica. Ahora todos quieren foto con Vilas, con Gran Vilas. El establishment trata de abrazarle, pero él se zafa: porque es poeta.

-A mí me interesa el poeta como vagabundo, como desertor de todo valor social. Me interesa, como a Whitman, la idea de vivir cien años y la renuncia a la gloria-, dice, tan llano como es, tan cálido, mientras las gotas golpean la ventana.

Le gusta este día de lluvia. Si no fuera de lluvia, le gustaría también, porque lo que le conmueve es la vida.

Manuel Vilas sabe que cuando escribe poesía le leen menos, porque éste es un país de novelas -y de telenovelas-, pero tiene que escribirla. Escribiría incluso si no le leyera nadie, si por sus poemas no pasaran ni las águilas; escribiría igual, apunta, pero con muy mala hostia, con mucha rabia. Lo dice y sonríe. Vilas es un hombre bueno, un hombre puro, indomesticable. Demasiado lúcido, por encima de la norma, demasiado auténtico -y a veces, por eso, incomprendido- en el siglo de las poses.

"Me interesa la renuncia a la gloria y la idea de vivir cien años" 

Ahora publica Una sola vida (Lumen), una suerte de autobiografía poética -al estilo renacentista-, un recorrido por la existencia a través de la semana, de lunes a domingo.

Qué más da, al cabo. Sólo existen la libertad y el erotismo. Con eso todos los días serán días buenos. 

P.- ¿En qué momento de la infancia o la adolescencia te topas con la poesía? ¿Cómo es ese primer flechazo?

R.- A mí lo que me gustaba era el rock and roll: después vi que algunas de esas canciones podías leerlas poéticamente, que eran un sendero que te llevaba. En la poesía y el rock and roll encontré un desafío al mundo, un deseo de libertad, un deseo de vivir, un deseo apasionado de estar aquí. Para mí, el igualar la cultura popular con la llamada “alta cultura” fue natural por esto. De la música de Lou Reed pasé a leer a Baudelaire y a Rimbaud, y después pasé a leer poesía española, sobre todo a Jaime Gil de Biedma, que es la que más me gusta. o Cernuda. Walt Whitman también me fascina, y su poesía es la que invoco en el libro. Pasé del malditismo a la celebración de la vida.

P.- ¿De qué forma te ha hecho feliz la poesía y de qué manera, también, te ha arruinado la vida? ¿Qué hay en ella de radical?

R.- Para mí la vida es una exaltación de la belleza, de la verdad, de la fraternidad, de la pasión, del amor. Me gusta el tipo de señor o de señora que va por la vida a 500 kilómetros por hora. Para mí la vida es fuego y es rock. Al leer a Whitman me di cuenta de que no era el único loco pasional: “Joder, ya somos dos”. Y siempre le invoco, porque es padre de todos aquellos que pensamos que la vida es un misterio, un milagro, una fuerza descomunal, y que la literatura lo que hace es intentar decirla, nombrarla, para que sea compartida con todos los demás. Soy un enamorado de la vida. Me gusta la lluvia de hoy, me gusta lo que venga, me maravilla. Todo está aquí para que lo disfrutemos, para que lo cojamos. Me interesa la libertad, me interesa la desobediencia.

Manuel Vilas.

Manuel Vilas. Javier Carbajal.

P.- ¿Se puede ser desobediente toda la vida?

R.- Yo lo soy. Lo heredé de mi madre, que era una profunda anarquista, una gran desobediente. Bastaba que le dijeran algo para que no lo hiciera. A mí se me puede sugerir: “Oye, a lo mejor estaría bien que hicieras esto”, vale, si me lo sugieres, lo pensaré, pero, ¿obligarme a hacerlo?

P.- Hace poco empecé a leer sobre anarquismo y me di cuenta de cuántas veces obedecemos a lo largo del día, casi de forma automática. La primera rendición, por ejemplo, es levantarnos con el despertador para ir a trabajar.

R.- Totalmente (ríe). Lo pienso continuamente, por eso ahora que soy más mayor que nunca, cada vez soy más desobediente. En la obediencia hay una humillación. El que obedece es alguien que acepta que le humillen.

P.- “España, amo a quienes me odian (…) porque amo la desobediencia”.

R.-(se parte). ¡Eso he dicho! 

P.- ¿Cómo se hace para vivir de forma poética? ¿Cómo se imprime poética en la mirada, en los movimientos, en las actitudes, en la relación con el sexo, en el relato que nos contamos sobre nuestra propia vida…?

R.- Es difícil explicar eso. Es como una fuerza interior. Te involucras con tus pasiones. Eres también como una especie de vagabundo, eres un gozador de las cosas que ves. Es una práctica diaria de vivir intensamente. Lo construyes con los años.

P.- ¿Se nace poeta, entonces?

R.- Sí, de alguna manera sí. Tú naces con un ADN. Esto también creo que me viene de mi madre, ¿sabes?, que era muy mediterránea y le gustaban mucho todos los placeres relacionados con el sol, la luz, el buen tiempo…

P.- ¡Ah, los grecolatinos y el hedonismo!

R.- Sí. Tiene que ver también con la fruta, ¿no? El hedonismo mediterráneo. En el Mediterráneo se origina la civilización y viene a nosotros a través del hedonismo. Ya sólo la dieta mediterránea es inteligentísima, está llena de placeres, y es una dieta que resulta sana, además. El Mediterráneo me obsesiona mucho, de hecho está en lo último que estoy escribiendo. ¿Por qué todos los nórdicos vienen al Mediterráneo? Se pasan la vida acumulando riqueza y luego se la gastan aquí (ríe). Todo el día trabajando…

"El Mediterráneo es importante porque va acompañado de civilización: ahí se bañaron Aristóteles y Platón" 

P.- Bueno, la idea de ir a morir a un sitio es importante. O envejecer en un sitio.

R.- Sí. En ese sentido, ¿por qué el Mediterráneo es importante? Porque va acompañado de civilización. Es decir, los mares tropicales son más bonitos, hay loros y cocodrilos, o no sé qué, pero no están Aristóteles ni Platón. Tú te bañas en las costas griegas, que es puro Mediterráneo, y sabes que allí estuvieron ellos, que se bañaron ahí: eso deja una huella.

P.- Tú eres muy vitalista hablando y a veces también escribiendo, pero hay una poesía más sórdida que también es tuya y se resume en dolor y muerte.

R.- Sí, en mi poesía también está todo el tema clásico de la elegía por el tiempo pasado, por la juventud perdida, por los muertos… pero está ahí de una manera en la que no se niega la vida, no se la condena, se la entiende y se la integra.

P.- En tu poesía hay un “qué más da” constante. Un “qué importa, si esto o lo otro…”. ¿Cierto nihilismo liberador?

R.- Estoy totalmente de acuerdo en que hay un “qué más da” constante. Pero no es nihilismo. Es desobediencia también (ríe). Lo que yo propongo es: todo lo que hemos creado es una superstición, y por eso, ¿qué más da? Los valores sociales, la religión, Dios, el dinero, el poder, el éxito… frente a la muerte, todo acaban siendo supersticiones. Ahora se ha muerto Javier Marías. Él tenía unas páginas donde decía que se pasa del todo a la nada en un segundo. Eso es la muerte.

En esa velocidad que hay en la entropía del tiempo, te vas dando cuenta de que todo son supersticiones. Los únicos valores que no son supersticiones son la libertad y el erotismo: son los únicos en los que yo no he encontrado alienación. Y a veces son la misma cosa. Hasta ir a ver la Capilla Sixtina es una alienación y una superstición. Te han dicho que vayas porque supuestamente es un valor cultural incuestionable… la adoración de la cultura y del arte también puede ser una superstición si no la integras en la vida, si no te sirve para vivir tú más.

El café de Vilas.

El café de Vilas. Javier Carbajal.

P.- ¿Quieres decir que la libertad y el erotismo son las únicas pulsiones naturales, las únicas no dirigidas por la sociedad?

R.- Sí, y yo lo aprendí de Whitman, eso. El vivir velozmente y sin atender a ninguna de las supersticiones que ha creado el mundo. Vivir sólo para tu placer, tu lujo y tu satisfacción. ¡Claro!

P.- ¡Claro! Pero… igual que antes hablábamos de la desobediencia y del anarquismo, que resultan muy atractivos teóricamente, ¿cómo practicar ese “vivir para el placer y la libertad” en un mundo donde todo está constreñido? Desde la familia al Estado y luego a las comunidades internacionales…

R.- Todo está previsto. Todo está dispuesto para quitarte la libertad.

P.- Etiquetado y sellado para que no puedas saltarte ninguna norma, ninguna valla en el campo… ¿qué hacemos?

R.- Te digo lo que hago yo: poesía. Yo me dedico a escribir, que es mi forma de llevar una metralleta. Todo eso que tú has dicho, yo lo siento. Un montón de instituciones… terrorífico, ¿no? Mira, el otro día estaba releyendo a Umbral en Días alegres en Argüelles, un libro que escribe poco años antes de morir. Y ahí dice que se ha pasado toda la vida como escritor luchando contra las instituciones (ríe).

P.- Y mira que él era un hombre querido por las instituciones, precisamente.

R.- Sí, sí, sí… pero tenía sus más y sus menos con las instituciones. Le dieron premios y todo eso pero había mucha gente que lo odiaba. La lucha de la literatura es contra aquello que reglamenta la vida y la hace peor. Yo, por ejemplo, no soporto los gobiernos (ríe). No aguanto que alguien me gobierne, que me restrinjan la vida. Ya sé que hay un bien común, y blablá…

P.- Otra vez el rollo del puñetero Rousseau.

R.- (Ríe). Todo eso está muy bien, sí, pero es que yo sólo tengo una vida, ¿sabes? Por eso este libro se titula así. Mañana me voy a morir y no me van a dar otra vida. “Oiga, vuelva usted otra vez, que hay un 2x1”…

"La lucha de la literatura es contra aquello que reglamenta la vida y la hace peor"

P.- Como todo se rige por ofertas, lo mismo te regalan una extra. A ti, que te metes tanto con el capitalismo en tu poesía.

R.- El capitalismo es una bestia inteligentísima. Yo lo pinto en el libro.

P.- Esto es interesante, porque en los últimos tiempos, las administraciones, las instituciones de las que hablamos, y el capitalismo, por tanto, ¡te quieren! Te están intentando abrazar. Triunfos, vítores de la rueda editorial, premios Planeta. Te quieren convertir en establishment aunque tú seas ferozmente crítico con él desde dentro de tu propia poesía.

R.- Sí, pero es muy difícil convertirme a mí en establishment. Los lectores sí me quieren, pero el establishment literario me mira siempre mal, como con sospecha.

Vilas.

Vilas. Carbajal.

P.- ¿Es así?

R.- Claro, porque se leen mis libros y dicen “este tío es un salvaje”. Eso yo lo tengo ahí.

P.- ¿Qué es lo que no les agrada de ti?

R.- No soy un biempensante, no me gustan los curas de ningún lado, me adhiero a una tradición literaria que está llena de rotos, de costurones. No soy acomodaticio. Pero porque soy así, porque mi madre me parió así. Hay algo que no acaba de encajar en mi literatura… ojalá encajase, ¿no? Porque me iría mejor y me darían más dinero y me dedicaría a disfrutar más.

P.- No sé si te pasó a ti al imbuirte más en este sector, pero cuando yo empecé a dedicarme al periodismo cultural me sorprendió lo aburrida que es la gente del mundo literario.

R.- Aburridísima, total. Están encorsetados porque el sistema literario español nació muy encorsetado. Siempre lo ha estado. Por ejemplo, lo de la alta cultura y la cultura popular, esta operación de mestizaje de las dos culturas… se ha hecho en España hace 20 años, cuando en EEUU lo llevan haciendo desde la II Guerra Mundial. Si tú te encuentras a un escritor, incluso de mi edad, va a descalificar la cultura popular y te va a decir que la literatura es alta cultura. Todo ese tipo de valores que a mí me parecen supersticiones. Estamos llenos de supersticiones. La literatura es una superstición, la alta cultura lo es, la novela canónica, Javier Marías, Cervantes y Shakespeare son una superstición. En el sentido de que son valores aceptados comúnmente pero si tú empiezas a escarbar en ellos, tampoco hay una…

P.- ¿Una qué?

R.- (Ríe). Mira, Elvira Navarro decía el otro día en un artículo algo importante. Reproducía la escena de una limpiadora en un centro de no sé qué, en una especie de librería pública, que decía: “Se ha muerto un escritor famoso”. Y otra limpiadora le decía: “Sí, hemos puesto sus libros ahí. Pero a mi hijo el que le gusta no es éste, es otro, uno que sale mucho por la tele…”. “Ese será Pérez-Reverte”. “Sí”. “Pues a mi hijo no le gusta ese, le gusta uno que es muy gordo y que lleva gafas”. “Ese es De Prada”. “¡Ese!”. Claro. Y la historia de la literatura queda reducida a una limpiadora hablando con una compañera en una biblioteca pública. Hay una burbuja nuestra.

Vilas.

Vilas. Javier Carbajal.

P.- Escribiste durante mucho tiempo una poesía muy alcoholizada.

R.- Sí, desde luego. Es más: creo que un lector avezado puede decir “este poema lo ha escrito con alcohol”, “este poema ya lo ha escrito abstemio”… (ríe). La editorial podía haber puesto al final un crucigrama.

P.- Una marca de agua. O como en las cartas de los restaurantes, donde te indican si algo lleva gluten o no, pero con el alcohol.

R.- (Ríe). Eso. El alcohol era brutal, Lorena, era salvaje, era una máquina de destrucción. Era nihilismo, era anarquismo. El alcohol eran los Sex Pistols. El himno a la destrucción, a la velocidad, a las pasiones desaforadas. ¿Qué hay después del alcohol? Serenidad. Un mundo más pacífico. Sigue habiendo un gran placer de vivir… pero más sereno.

P.- Pero, ¿tú puedes tomarte una cerveza ahora, una solo, quiero decir, o tienes que ser radical para no recaer?

R.- No puedo, no puedo. Yo dejé de beber el 9 de junio del 2014. No se puede, es imposible. Yo no sé qué tipo de alcohólico era ni quiero pensarlo, pero… yo lo hablaba con mi amigo Fernando Marías, que desgraciadamente murió… joder si ha muerto gente, madre mía. Almudena Grandes, Javier Marías, Fernando Marías... Eran jóvenes: había ahí una fuerza de creación que no ha llegado a cumplirse completamente. No, yo lo único que me puedo tomar es un pastel con un poquito de licor de cereza o algo así. No puedo beber, está prohibido. No me he vuelto a tomar ni una cerveza. Tienen que ser 0,0%. Ni 0,1%.

"Tengo prohibido beber, sólo puedo tomar un pastel con un poquito de licor de cereza o algo así" 

P.- Estoy leyendo los diarios de Patricia Highsmith y decía algo interesante a este respecto…

R.- Ella era alcohólica también, ¿no?

P.- Sí.

R.- Todos eran alcohólicos.

P.- No sé si ella llega a reconocerse como tal, pero desde luego que todos sus textos están empapados.

R.- Es que cuesta mucho reconocerse como alcohólico. Fíjate. Así como ahora ha habido un montón de reconocimientos en el mundo sexual, en el mundo de las orientaciones sexuales, joder, a los alcohólicos todavía se les desprecia, todavía tienen un estigma de vicio. Al alcohólico no se le trata bien y al exalcohólico se le mira como “y este tío, ¿qué hizo?”.

P.- Patricia escribió: “Beber es una buena imitación del proceso artístico. El cerebro salta directamente hasta lo que siempre busca: la verdad y la respuesta a la pregunta. Y, ¿qué cavernas de sentimiento y de pasión no somos capaces de alcanzar? Hay, por tanto, algo de artista en cada borracho y que Dios los bendiga a todos”.

R.- Eso lo podía firmar yo. El alcohol es la droga de los escritores, como ella acaba de decir ahí. ¿Por qué todos los escritores han recalado en el alcoholismo? Por lo que acabas de decir. El alcohol exalta la vida en el cerebro y la literatura lo que busca es lo mismo: la profundidad de la vida, la narración de qué es la vida, del misterio de la vida, y eso el alcohol te lo mete en la cabeza con una fuerza tremenda.

Manuel Vilas.

Manuel Vilas. Javier Carbajal.

P.- Bueno, yo te doy miedo con dos vinos. Quiero decir: los que ya somos enérgicos y vitalistas sobrios, con un poco de magia más nos comemos el mundo hasta que viene él a comernos a nosotros.

R.- (Ríe). ¿Sí? Yo era un alcohólico maravilloso, todo el mundo me adoraba. Yo no era de esos que se cabrean o son irascibles, de esos insoportables. Yo era de esos que abrazaba a todo el mundo y repartía amor. Los amigos míos se descojonaban conmigo. Era sentimental, pesado, decía “te quiero”.

P.- El libro hace una ordenación de la vida a través de los días de la semana. Del lunes, la juventud, al domingo, que ya se sabe… pensaba en lo que decía Arsuaga, que la vida no es, o no debería ser, trabajar toda la semana y esperar a que llegue el sábado para ir a comprar al súpermercado. Eso también es un problema del capitalismo, ¿no?

R.- (Ríe). Sí, por ejemplo, el lunes lleva la negra, el pobre… pero, ¿y el domingo? Sólo tiene bueno que puedes dormir hasta las once o las doce, pero luego me pongo a morir, me entra una depresión terrible. En EEUU por lo menos el domingo está abierto todo, porque como te vayas a Zaragoza… es que es la única solución del domingo, irte a una tienda.

"Somos dinero: la muerte también es dinero"

P.- Hay también un poema que le dedicas a tu coche: “Te he amado más que a mis amantes, más que a mi perro, casi tanto —pero no tanto, eh— como al dinero; bueno, no te enfades, tú también fuiste dinero, y aún lo eres, y yo también soy dinero”. Tremendo, ¿no? ¿Cuánto has querido tú al dinero, y, si tú eres dinero, cuánto vales?

R.- Esto es así y esto es fundamental en el capitalismo: somos dinero. Yo he sido una persona que ha trabajado toda la vida, ha construido su pequeña renta básica o lo que quieras, su jubilación, y… ¡eres dinero! Y cuando te mueras, tendrás que dejar 3.000 euros para que te entierren, o si no los pagará tu hermano o tus hijos o tu amante o alguien lo tendrá que pagar. Lo más barato es 3.000 o 4.000 euros. Cuando murió mi padre me di cuenta: “Hostia, esto al final vale dinero también. La muerte es dinero. Todo es dinero”.

Vilas.

Vilas. Javier Carbajal.

P.- Tú siempre has dicho, además, que escribes desde tu clase social.

R.- Intentando subir de clase social, claro (reímos a carcajadas). Es que a ver. En el franquismo había tres formas de subir de clase social, una era el ciclismo, la otra la tauromaquia y la otra el fútbol. La más maravillosa era la tauromaquia. Lo primero que hacía un torero cuando triunfaba en la España de los años 30 o 40 era comprarle una casa a su madre. Eran formas de redención social. Y yo pensaba que la literatura también era una forma de redención social, ¿no? Los que venimos de la clase media-baja española, a través de la Universidad y de escribir libros, hay una forma de ascensión social, cosa que muchos escritores negarán, pero es verdad. Venimos de allí.

El 95% de los escritores españoles, salvo alguno que otro, venimos todos de la clase social media-baja española. Somos un milagro de la redención social. Es verdad que económicamente no nos hemos redimido mucho, para eso mejor hubiera sido hacernos notarios, pero culturalmente sí que nos hemos redimido. Algunos tampoco han sabido muy bien…podían haberse dado más vidilla, pienso. Podían haber vivido un poco más apasionadamente.

P.- Ahora que hablamos de riqueza y pobreza, ¿qué opinión te merece Ayuso, acusada de dar becas a los ricos? ¿Qué poema le dedicarías?

R.- Bueno, no pienso mucho en ella. Quizá nada. Pero creo que tiene sex appeal esta mujer, y que gran parte de su voto tiene que ver con eso. Tiene un erotismo muy, muy castizo y poderoso. Le dedicaría el poema Capitalismo.