13 marzo, 2022 02:05

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"Aquí se trabaja siempre para evitar el cero, el apagón: tenemos nuestras alternativas, nuestros equipos de refuerzo... para mantener esto las 24 horas". Es la premisa de funcionamiento de Torrespaña, conocida en toda España como el Pirulí. El 90% de la televisión que se ve en nuestro país pasa por esta mítica torre madrileña. Funciona además como antena de radio, telefonía y punto de red de fibra óptica. 

Con sus 212 metros de altura, cumple 40 años este 2022 y lejos de haberse quedado obsoleta, la torre sigue siguiendo tan esencial como cuando se construyó en 1982. Permite que hoy los españoles podamos ver, desde casa, las imágenes de lo está pasando en la Guerra de Ucrania.

Allí los rusos, lo primero que hicieron al aproximarse a la capital fue bombardear la torre homóloga: el Pirulí de Kiev fue atacado el pasado 1 de marzo. Reporteros sin Fronteras lo ha denunciado ante la Corte Penal Internacional como un "crimen de guerra" por atentar contra la información. Las torres de telecomunicaciones son, y lo saben quienes trabajan en ellas, infraestructuras clave en cualquier circunstancia, especialmente en tiempos de guerra. El Pirulí de Madrid también lo sería. 

EL ESPAÑOL | Porfolio ha subido a la torre para conocer sus secretos. De su centro de control a sus vertiginosas terrazas, éste es un exclusivo viaje al cielo de España de la mano del comandante de la nave que teletransporta la inmensa mayoría de la televisión que ve este país. Ni presentadores estrella ni productores con presupuestos millonarios... Miguel Bonis (1971) es el verdadero hombre clave de la televisión en España, con sus informativos centrados ahora en la invasión de Ucrania. Es el señor del Pirulí.

La torre de televisión de Kiev (385 metros) es una de las estructuras metálicas más altas del mundo y emitía varios de los canales de televisión ucranianos y una docena de emisoras de radio. Putin no inventó nada cuando el pasado 1 de marzo ordenó a sus tropas bombardear el que sería el Pirulí de Ucrania. Cortar las líneas de información del otro es una estrategia bélica tan antigua como la guerra misma. En su afán por dominar la información, el Kremlin no consiguió al 100% eliminar la señal de comunicación: el apagón sólo duró unas horas. Los técnicos lograron restablecer las emisiones con sistemas alternativos. 

Como en Kiev, en Torrespaña, conocido en toda España como el Pirulí, siempre hay un plan B y un plan C en caso de urgencia o catástrofe. Todo para evitar "el cero", el temido apagón. Estos son los detalles que solo pueden verse desde dentro de la torre. 

Miguel Bonis, jefe del Pirulí, en la sala de control de la torre.

Miguel Bonis, jefe del Pirulí, en la sala de control de la torre. Sara Fernández

Para acceder a ella hay que pasar primero por el control de seguridad de la calle Sáinz de Baranda por la que se llega también a los estudios de Televisión Española. Pero no son lo mismo: a la izquierda, los estudios; a la derecha, el Pirulí. No pertenece a TVE, sino a la empresa Cellnex Telecom, operador de infraestructuras de telecomunicaciones inalámbricas, que tiene entre sus clientes a TVE. Desde la torre se emiten también el resto de canales nacionales y Telemadrid.

Ahora bien, el Pirulí nació de la mano de TVE. Pasaría años después a otras empresas: primero a Retevisión y finalmente a Cellnex. Para conocer cómo fue su nacimiento retrocedemos en el tiempo a 1982, el año de Naranjito -mascota del Mundial de Fútbol que se celebró ese año en España-. Por entonces, en nuestro país sólo había dos canales. Madrid estaba creciendo en altura, y los entonces centros emisores de TVE en la capital, uno en Prado del Rey y otro en Paseo de la Habana, no lograban sortear los problemas de visibilidad para enviar las señales entre los edificios cada vez más elevados. Las Torres de Colón, con 112 metros se construyeron en 1976; las de Cuzco, 100 metros, en 1979...  

Para transmitir la señal es necesario que las antenas se miren directamente, "a los ojos", explica Miguel Bonis, sin nada que se interponga. Con los nuevos rascacielos, en Madrid hacía falta una torre de transmisiones que alcance los 200 metros. RTVE había comprado un terreno entre las calles O’Donnell y Sáinz de Baranda. Allí se levantó el Pirulí junto a los estudios que toman el mismo nombre de la torre: todo es Torrespaña.

Para transmitir la señal, las antenas se tienen que "mirar a los ojos"

Miguel Bonis, responsable del Pirulí

El nombre causa algunos problemas con el correo. "Cuando hay que mandar algo aquí recomendamos que ponga el Pirulí, así no hay confusión", explica Bonis. Para evitar errores sobre qué pertenece a la torre y qué pertenece a los estudios de TVE, otro truco: "El Pirulí es la torre y su sombra". 

Debajo de esa sombra, mirando a la calle O’Donnell, está la entrada principal. Cruzamos la puerta y entramos en un escenario de los años 80. Un pequeño hall, la garita del vigilante y, de nuevo, acreditación. Aquí no suelen venir extraños. En la torre trabajan solo 15 personas, entre telecos, informáticos y expertos en electrónica. Todos los demás somos desconocidos para el guardia de seguridad.

El Pirulí Sara Fernández

"Prefiero no comparar"

Muchos extranjeros se plantan en la puerta de Torrespaña preguntando cuánto cuesta subir al Pirulí. Hacerlo a la torre de telecomunicaciones de Tokio son 1.200 yenes. Al cambio, 9,35 euros. Aunque ya no se utiliza para transmitir señales su altura -333 metros- y su diseño -a imagen y semejanza de la torre Eiffel- la han convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Visitarla es una de las atracciones preferidas de los turistas. Pero la torre de telecomunicaciones de Madrid, que moldea el perfil urbano de la ciudad, no admite visitantes.

"Antes de la pandemia se hacían algunas visitas con institutos, para que conozcan qué hacemos aquí", explica el responsable del Pirulí. De hecho, la inmensa mayoría de los empleados de la colindante TVE no ha subido nunca. "Hay quien nos lo pide cuando se va a jubilar", explican. De vez en cuando sí que hay equipos que suben a tomar imágenes. Las vistas son espectaculares. 

Hay empleados de TVE que piden subir a la torre cuando se van a jubilar

Son las excepciones. Porque en el Pirulí no hay periodistas. Ni estudios. "Ni cafetería, ni restaurante", añade Bonis, con retranca, completando el pack de las creencias erróneas sobre Torrespaña. Él, ingeniero técnico de telecomunicaciones, quizá tuvo alguna de niño. Nunca imaginó que terminaría trabajando en la torre. Tampoco la había visitado antes de entrar en Cellnex y ahora es su máximo responsable desde 2018.

El jefe del Pirulí prefiere no comparar la situación de Kiev con Madrid: "Son cosas tristes, complicadas, muy extremas. Nosotros tenemos que seguir en nuestro día a día, con nuestro afán de mejora", señala cuando le preguntamos qué se le pasó por la cabeza cuando vio las imágenes del bombardeo de la torre homóloga de Ucrania. Pero sabe que allí, como aquí, conscientes del papel clave que tienen las torres de televisión, también había un plan B.

La Torre de telecomunicaciones de Kiev, tras su ataque por los rusos.

La Torre de telecomunicaciones de Kiev, tras su ataque por los rusos. SSSCIP Ukraine

Las torres no son objetivos militares, pero como los enclaves energéticos, son fundamentales en cualquier contienda militar.

La importancia de la televisión en los conflictos armados, recuerda la Historia del Periodismo, se puso de relevancia por primera vez en Vietnam, un conflicto que duró de 1955 a 1975. Fue la primera guerra televisada y en la que pesó, fuertemente, la opinión pública. El mundo recibía en sus casas las imágenes de lo que estaba sucediendo en el país asiático, sobre todo a partir de 1968. Con unos 700 corresponsales acreditados, marcó un antes y un después en la forma de cubrir los conflictos armados.

Este 2022, muchos de los canales de televisión nacionales españoles que emiten desde el Pirulí están realizando importantes despliegues periodísticos para cubrir la invasión rusa de Ucrania.

Óscar Mijallo, corresponsal de TVE en Ucrania.

Óscar Mijallo, corresponsal de TVE en Ucrania. Twitter

Todo ese trabajo televisivo se concentra en esa señal invisible que el Pirulí distribuye. Porque precisamente eso que no se ve, esa tarea tan esencial que permite que al encender el televisor en casa puedan verse los informativos, la transmisión, más que su arquitectura, es lo que hace tan fundamental al Pirulí.

Construido en 12 meses

El jefe Miguel Bonis no conoció al arquitecto que la diseñó, Emilio Martínez de Velasco (1940-2014). Era arquitecto de RTVE y siempre dijo que había buscado una estructura lo más práctica posible. Altura, se necesitaba altura. "La torre es muy básica, es como un trofeo: un fuste y una bola arriba", recuerda el actual responsable.

"La torre es muy básica, es como un trofeo: un fuste y una bola arriba"

"Si se hiciera hoy se haría otro diseño", explica, mientras desde una de las terrazas nos señala las Cuatro Torres de Madrid. Los cuatro rascacielos son las únicas edificaciones de la ciudad más altas que el Pirulí.

Torrespaña comenzó a construirse el 17 de febrero de 1981 con las excavaciones y en 12 meses estaba en pie. Fue un récord en aquellos tiempos. Comenzó a prestar servicio la noche del 18 de mayo de 1982. La inauguración oficial sería algo más tarde: el 7 de junio del mismo año, coincidiendo con el arranque del Mundial de Fútbol.

Emilio Fernández Martínez de Velasco, arquitecto de el Pirulí.

Emilio Fernández Martínez de Velasco, arquitecto de el Pirulí. TVE

Naranjito, mascota del Mundial de Fútbol de España en 1982

Naranjito, mascota del Mundial de Fútbol de España en 1982

La obra había costado 3.500 millones de las antiguas pesetas. Hoy, unos 22 millones de euros. Era la primera de estas características que se levantaba en España. Hoy, ya no es ni la más alta de España. La superan la de Guardamar en Alicante y la Torre de Collserola en Barcelona.

El fuste de la torre, de hormigón armado, alberga en su interior un montacargas. Tarda un minuto y medio en llegar a la primera planta. Un anuncio publicitario en televisión dura, de media, 40 segundos. El viaje en montacargas da para tres o cuatro spots. "Cuenta la leyenda que antes había un banco con libros", bromea Mercedes, de Cellnex, que nos acompaña en la visita. ¿Habría un sistema para ir más rápido? "No cumpliría los patrones de seguridad", explica Miguel. Por la construcción el foso no es lo suficientemente profundo como para albergar los sistemas de frenado necesarios.

Hay otras dos formas de subir -o bajar- a la cúpula del Pirulí. Un ascensor más pequeño que conecta con la parte final de las escaleras y que se utiliza si el montacargas está averiado o en revisión. La segunda opción son las escaleras: en total 1.200 peldaños. En los cuatro años que Miguel Bonis lleva como jefe de la torre no las ha subido ni las ha bajado nunca todas.

A la torre llegan y salen conexiones de tres tipos: fibra óptica, radioenlace y satélite, vía Hispasat. "Radiamos televisión a todo Madrid, a las antenas que tenemos en los tejados, y distribuimos señales de televisión y radio a todos los centros emisores que tenemos en España, desde Menorca a la isla del Hierro, pasando por Palencia…", desgrana.

El jefe de la torre, Miguel Bonis, en una de las terrazas con antenas.

El jefe de la torre, Miguel Bonis, en una de las terrazas con antenas. Sara Fernández

El Pirulí tiene una altura equivalente a un edificio de 64 plantas. Ahora bien, Torrespaña solo tiene nueve. 

Oscila hasta un metro

La primera planta del Pirulí está a 118 metros de altura. Es la planta de las radios FM. Aunque, al entrar en ella el visitante se sorprende ante un sistema con tubos de cobre que más bien parece una máquina para fabricar cerveza. Nada que ver. Se encarga de hacer paquetes de radio. En lenguaje específico: multiplexar señales de FM.

Este primer piso tiene una de las terrazas transitables más míticas de la torre. El suelo es una rejilla que te hace consciente de la distancia al pavimento de la calle, de modo que es sólo apta para valientes de las alturas. Incluso sería correcto decir muy valientes. En caso de viento sólo osados, puesto que se convierte en peligroso en cualquier planta. Si sopla en exceso, la torre tiene su propio sistema de supervivencia: para no quebrar, la parte superior puede llegar a oscilar incluso un metro.

Además de la terraza en la primera planta, la torre cuenta con cinco terrazas más, todas a partir de la planta quinta.

La de la planta quinta, es, y es tan solo una forma de hablar, en la que mejor se pasea. No estorba un casco, necesario en caso de reparaciones y revisiones. La más normal: repaso de los tornillos, por si alguno se afloja. Pero antes de que una antena se desajuste y corra riesgo de caída, los técnicos ya tienen noticia del mismo desde las plantas de control. Hay que recordar, nos explica Miguel, que la orientación de las antenas es fundamental para lograr ese haz directo de comunicación, "la mirada directa". Para operaciones más complejas o instalación de nuevas antenas, indispensable el arnés.

La segunda planta de la torre es la menos interesante. Se utiliza como almacén de materiales. Es todo lo contrario a la planta cuarta. En ella, en siete estrechos pasillos se condensa prácticamente toda la televisión española. TVE 1, TVE 2, Antena 3, Cuatro, Telecinco, La Sexta… Además, emite un canal piloto en alta definición y Telemadrid.

Pantallas de control.

Pantallas de control. Sara Fernández

Equipos para 'empaquetar' emisoras de radio.

Equipos para 'empaquetar' emisoras de radio. Sara Fernández

Conscientes del peso que lleva a sus espaldas, Miguel Bonis explica que en la torre el trabajo se organiza de forma estructurada y milimétrica. El objetivo es que no paren las transmisiones. Los equipos pueden sufrir averías, pero para eso se trabaja con la idea del "mantenimiento preventivo". Lo explica: "No podemos dejar de dar servicio, tenemos equipos resistentes a fallos y equipos de refuerzo". Para que lo entendamos mejor nos hace una comparación casera: "Si en tu casa se estropea la lavadora probablemente no tengas otra, pero aquí sí, hay varias más". 

Teléfono rojo, en blanco

Pero aunque todo esté previsto, si algún día llegara una situación inesperada ¿a quién tendría que llamar el jefe del Pirulí en caso de apagón? ¿al mismo presidente del Gobierno? ¿sería una cuestión de Estado? Está claro que existe un protocolo jerárquico. Pero no se nos permite conocerlo. Llame a quien tenga que llamar, no lo hará Miguel Bonis con ninguno de los dos teléfonos de los 80 que han mantenido en la sala de control. Son dos recuerdos vintage del primer mobiliario de la torre. No, no son rojos, sino de un blanco marfil. 

En los 40 años que va a cumplir el Pirulí solo ha habido un corte de señal. En 2022 se produjo un incendio en un cuadro eléctrico. Se sofocó en unas horas. "Se cortó la señal porque los bomberos pidieron desconectar el sistema", explica. Por seguridad. La carga eléctrica no es baladí. En la torre hay trajes especiales de protección individual para incendios. Las instrucciones están en el montacargas, en los pasillos...

Los equipos del Pirulí consumen una media de 200 KW al mes, especifica Miguel Bonis. Con los precios de la luz en máximos tan vertiginosos como la altura de la torre, ¿la factura debe ser de escándalo, no? El mandamás no maneja los datos de la factura, pero asegura que se siguen a pies juntillas las recomendaciones de ahorro que esta semana daba Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad ante la escalada de precios. Ahorrar. "Intentamos ser muy eficientes. En invierno, como ahora, se refrigeran los equipos regulando el aire del exterior y no, no encendemos una luz si no hace falta", resume Bonis.

Vistas de Madrid desde una venta de el Pirulí.

Vistas de Madrid desde una venta de el Pirulí. Sara Fernández

El avance de la tecnología ha permitido que la capacidad de la torre no se quede obsoleta. Recuerda su responsable que hoy los equipos son más pequeños, lo que permite más capacidad de transmisión para el Pirulí, que ha vivido las diferentes adaptaciones: desde los dos únicos canales de TV de los años 80 al continuo intercambio de información audiovisual por múltiples plataformas. Efectivamente, los 80 eran el siglo pasado: "En 1982 la televisión se acababa por la noche", recuerda. Hoy el Pirulí nunca se queda vacío: la plantilla se estructura en turnos, incluido el nocturno.

¿La mayor revolución que se ha vivido aquí dentro? "El paso de la televisión analógica a la digital". Los periodos de transición, explica, requieren de dobles equipos: uno para mantener el sistema antiguo y otro para el nuevo. Además, teniendo en cuenta los planes para evitar apagones, también todos los repuestos por si acaso.

Nos lo muestra en la planta tercera. Es la más ancha y desde la que se controla todo lo demás. "Todo pasa por aquí", indica el jefe. Alberga su despacho, un centro de control de operaciones y varias salas con equipamiento. "Esta máquina podría hacer lo mismo que esta otra si se estropeara, y si la de apoyo se estropeara, podíamos acudir a la siguiente", revela.

Miguel Bonis, con las vistas de Madrid desde una de las terrazas de el Pirulí.

Miguel Bonis, con las vistas de Madrid desde una de las terrazas de el Pirulí. Sara Fernández

Cellnex, la empresa propietaria y gestora del Pirulí, cuenta con centros interconectados para suplir las carencias de Torrespaña en caso de urgencia. En Madrid hay dos de apoyo que podrían actuar y ayudar en caso de desconexión. Uno muy cerca del Pirulí, en la calle Juan Esplandiú. "Al primer tropezón no me quedo sin servicio, tengo opción B y opción C", insiste Bonis. Es la obsesión del jefe. Que la señal no falle, que la emisión se mantenga siempre. El fundamento mismo del Pirulí: una torre para comunicar a un país. Tan esencial en tiempos de paz como en tiempos de guerra.