20 febrero, 2022 02:31

Noticias relacionadas

En enero de 2012, unos días antes de que cerrara Público, el dueño de la empresa, Jaume Roures, participó en una asamblea con los trabajadores del diario. Les contó que la cosa pintaba mal, pero que haría lo posible por rescatar la situación. "¿Cuál es tu patrimonio, Jaume?", le preguntó el periodista Manuel Ansede. "Cero euros, me lo he dejado todo aquí", respondió.

"Cero euros y un Antonio López", replicó su interlocutor, en referencia a un cuadro que el empresario acababa de adquirir. Aunque herido en su orgullo, Roures siguió; se comprometió a vender el cuadro si hacía falta y a volver para explicarle a los trabajadores qué iba a pasar finalmente. Nunca lo hizo. 

Un mes después, en febrero, Roures confirmó el cierre definitivo de Público mientras se encontraba en Beverly Hills, donde había acudido para la ceremonia de los Oscar. Ni llegó a poner en venta su patrimonio personal para rescatar la empresa, ni volvió a explicarle nada a esos trabajadores. Más tarde, en un encuentro con productores audiovisuales que tuvo lugar por esas fechas, otro periodista le preguntó por los 160 empleados del periódico y su situación. "Ahora estoy a otro rollo", contestó, y quedó recogido en un periódico.

Con esos giros del guión que sólo la realidad puede permitirse, porque en ficción serían inverosímiles, a muchos les llegó la mandíbula a las rodillas tras la gala de los Goya del pasado sábado 12 de febrero. Roures subió al escenario, en esta ocasión para recibir el galardón a mejor película otorgado a El buen patrón, el filme protagonizado por Javier Bardem, dirigido por Fernando León de Aranoa, y producido por él mismo.

Lo esperpéntico del asunto no radica sólo en cómo gestionó el cierre de Público, cuyos colaboradores aseguran no haber cobrado aún, sino en las críticas que le siguen lanzando de vez en cuando algunos de los empleados que siguen bajo su mando. Relatan duras peleas para conseguir un convenio y los sindicatos aseguran no tener una lista actualizada de trabajadores, así como que se producen despidos en grupo y por videconferencia.  

Para aquellos que aún no estén familiarizados con Jaume Roures, el empresario catalán y catalanista es una de las grandes fortunas de España, con un patrimonio valorado en 210 millones de euros. Trotskista convencido desde la época franquista -siempre ha dicho que él no trabaja, sino que milita-, la joya de la corona de su imperio es el grupo audiovisual Mediapro. Es uno de los grandes terratenientes de los derechos televisivos del fútbol, prolífico productor de películas de directores tan destacados como Woody Allen y, desde sus medios de comunicación, sirve de altavoz revolucionario y contrapeso al capitalismo dando espacio a personajes como Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero.

También ha querido destacar financiando cine de profundo compromiso social, el que aparece en las películas Los lunes al sol, Salvador -que relata la vida y obra de Salvador Puig- o, ahora, El buen patrón, largometraje en el que Bardem pone rostro a un industrial de provincias que busca la excelencia en su empresa, aunque sea a costa de sus trabajadores.

'El buen patrón'

Ficha técnica. Año de producción: 2021. Fecha de estreno: 14/10/2021. Duración: 115 minutos. Género: comedia-drama. Recaudación: 3.450.755,20€. Espectadores: 546.607. 

Su contexto ideológico y el tipo de cine que produce empujan a pensar, inicialmente, que Roures es un buen empresario, un infiltrado en el capitalismo que no aplica políticas devoradoras a sus trabajadores, sino que vela por el bienestar de la clase que quiere defender. Pero algunos de sus trabajadores aseguran que comparte los mismos pecados que el personaje de Bardem y se parece a él en los "y sin embargo". Veamos.

1. El argumento

El buen patrón no cae en la lectura simplista de que el empresario es el malo y el trabajador es el bueno. El protagonista parece de verdad preocuparse por los suyos. Los protege, quiere que estén bien. Busca el buen funcionar de una empresa y asegura considerar a sus trabajadores parte de la familia. Y sin embargo, no ha montado una oenegé y al final se ve que los trabajadores son los medios para un fin: él. Roures secunda la interpretación trotskista de Marx, cree que el capitalismo se alimenta de la desigualdad y defiende la emancipación de la clase trabajadora. Y sin embargo, sus empleados le acaban acusando constantemente de replicar las lógicas más capitalistas y menos solidarias.

En cuanto pronunció su discurso, Twitter se llenó de mensajes protagonizados por colaboradores que aún no han cobrado, gente de Público que se quedó en la calle y demás trabajadores denunciando prácticas si bien legales, poco morales. Algunos de ellos están recogidos en la imagen que ilustra este reportaje.

Javier Bardem en 'El buen patrón'.

Javier Bardem en 'El buen patrón'.

A raíz de la polémica EL ESPAÑOL | Porfolio pregunta a sus empleados de antes y de ahora cómo es trabajar bajo su mando. Si es tan bueno como se cree el personaje de Bardem, o si se parece más a la realidad que critica la película. Aquí, un apunte para los lectores, y es que este artículo contiene spoilers. No sobre la película, esa véanla que está muy bien, sino sobre Roures: el buen patrón parece que no lo es tanto.

2. El puño cerrado

Si llegó un momento en el que Público ya no era viable y tenía que cerrar, pues es lo que hay. Eso, casi nadie lo cuestionaría. Sin embargo, las dudas siguen presentes en gran parte de los periodistas que pasaron por ahí. No creen que hubiera que echar la persiana de forma definitiva, porque consideran que Jaume Roures tenía capital suficiente para responder y porque los esfuerzos que hizo la plantilla obtuvieron los resultados previstos.

"Antes del cierre hubo un ERE al que se apuntaron bastantes personas de forma voluntaria. Y los que nos quedamos, nos bajamos el sueldo más de un 20%, además de otros sacrificios, para intentar salvar la empresa", recuerda por teléfono Pere Rusiñol, entonces adjunto a la dirección de Público y ahora en Mongolia. "Lo hicimos siguiendo las premisas que ellos mismos habían dicho. Y al final de 2011 se cumplieron: habían estimado pérdidas de 9,7 millones y, tras lo que hicimos, fueron sólo de 3,2 millones. El resultado fue mejor que en otros medios. Entonces, el panorama de crisis afectaba a todos", añade.

Pero, aunque habían cumplido los parámetros que, supuestamente, solucionarían la situación, lo cierto es que esa estrategia acabó sirviendo para que descendiera la masa salarial de una forma notable y el cierre fuera más barato. A pesar de ello, los trabajadores de Público se fueron a la calle. Según aseguran colaboradores del diario, ellos se quedaron sin cobrar sus artículos de los últimos cuatro meses. A eso habría que sumar las deudas a la imprenta, a Hacienda, a la Seguridad Social… todo un deber que, según el dossier del concurso de acreedores al que ha tenido acceso esta revista, elevaba la deuda a 20 millones.

Cuando la empresa salió finalmente al concurso de acreedores en un juzgado de Barcelona, un grupo de empleados, aún ilusionados con el proyecto y el sitio al que podían acabar llevándolo, decidió intentar hacerse con la cabecera y montar una cooperativa. El golpe sería menor y podrían seguir haciendo y deshaciendo, ya sin la presencia de Roures. Sin embargo, al concurso acabó llegando una misteriosa oferta de última hora presentada por Display Connectors, una inmobiliaria que apenas tenía dos meses de vida entonces.

El nuevo actor mejoró la oferta y se quedó con la empresa. Y de la misma forma que este sábado a muchos se les abrió la boca de sorpresa en la gala de los Goya, algo parecido pasó cuando se dieron cuenta de que Display Connectors era del entorno de Jaume Roures y que, a través de una carambola legal pero no demasiado moral, volvía a él.

Roures, durante su primera etapa como propietario de 'Público'.

Roures, durante su primera etapa como propietario de 'Público'. AFP

Así, una especie de Público saneado, sin tanta deuda ni tanto salario, volvía de nuevo a su patrón original que sigue editando el periódico hoy día, mientras que sus trabajadores tuvieron que acabar recurriendo al Fondo de Garantía Social (FOGASA) para cobrar tarde y escasamente los salarios y las indemnizaciones que la empresa, en teoría, no pudo asumir. Y ese Roures que no tenía ni un euro de patrimonio siguió con sus negocios y sólo un año después, en 2013, invertía 600.000 euros para abrir un lujoso restaurante en Barcelona capitaneado por el chef Fermí Puig.

Según relatan fuentes cercanas a Roures, que consideran que a raíz de la polémica se están aireando cosas que no son verdad, la empresa tuvo que cerrar porque había un plan de viabilidad de cinco años que no funcionó. Además, aseguran que, si bien los empleados fueron al Fondo de Garantía Social, dos socios del periódico acabaron aportando 600.000 euros para compensar la diferencia de las indemnizaciones. Además, recuerdan que el acuerdo fue suscrito por el 80% de los trabajadores.

"Creíamos en él porque decía que era un tío de izquierdas"

A parte de los empleados, sin embargo, eso les sirvió de poco. "Yo dejé una antigüedad de 12 años en El País y acabé recibiendo una indemnización irrisoria", relata Rusiñol. "Creíamos en él, porque decía que era un tío de izquierdas y le veías levantar el puño a la mínima. Te esperabas que tratara a los trabajadores con un mínimo de dignidad. Si no hubiera podido pagar, es otra cosa. Pero no fue algo económico, fue que no nos trató de manera digna", apuntala.

3. El cinismo

"Lo que más jode es el cinismo", comenta otro extrabajador que ha pedido permanecer en el anonimato. "Recuerdo que ese mismo 2012, cuando ya nos habían despedido, Pablo Iglesias comenzó a colaborar en el Público que quedó. Ahora Iglesias tiene ahí su podcast y dice que no se va a callar nada y estalla contra los patrones que son dueños de otros periódicos. ¿Y de Roures no hablas?", se pregunta.

Esa última pregunta que se hace, aunque de forma retórica, conecta directamente con la actualidad. No sólo por su crítica al exvicepresidente del Gobierno, sino también porque, si bien han pasado 10 años desde que Público cerró, parte de los trabajadores y sindicatos de Mediapro, la joya de la corona del imperio de Roures, siguen denunciando a día de hoy atropellos en materia laboral y malas prácticas de un patrón que, según su visión, se aleja mucho de ser ejemplar o, si acaso, bueno.

Si no, que pregunten por el convenio. Hasta el año pasado, en Mediapro se aplicaba un convenio sectorial firmado en 2009 y, a todas luces, desfasado. El grupo es uno de los principales en la comercialización de los derechos del fútbol y bajo su paraguas se encuentran productoras de programas de televisión, como Globomedia. Es decir, pura televisión. Sin embargo, el convenio estaba pensado para series y películas y no recogía la nocturnidad, ni el trabajo por turnos, ni hacía referencia a horas de trabajo anuales ya que se entendía que todo iba por obra y servicio. Los empleados de Mediapro exigían que se actualizara la situación, tenían derecho a ello, y el grupo de Jaume Roures, el buen patrón trotskista, decía que no.

Roures, a la derecha, junto al futbolista Johan Cruyff.

Roures, a la derecha, junto al futbolista Johan Cruyff. E.E.

"El conflicto explotó hace un año porque cerraron las puertas a la negociación", explica una fuente sindical, de CNT, de la sectorial en Globomedia y Mediapro en Barcelona. "Empezaron a reunirse con los trabajadores por separado, en negociaciones paralelas, y la cosa no avanzaba, así que amenazamos con huelga en la última jornada de LaLiga", añade. "Se trabajaba de manera absolutamente irregular los fines de semana, por turnos, y había salarios que ni siquiera llegaban al SMI", apuntala.

En ese frente, la amenaza de huelga y los piquetes informativos que hacían en la sede de Barcelona obligaron a la empresa a claudicar y, desde el pasado mes de enero de este 2022, entraron en vigor las mejoras. CNT se felicitó por ello y, desde el entorno de Roures, entienden que todo fue parte de una negociación habitual entre empresa y trabajadores y que se saldó de una forma sana y satisfactoria para ambas partes. 

4. Los despidos

Sin embargo, varios empleados denuncian a esta revista que se siguen haciendo prácticas que, si bien son legales, no consideran morales. Trabajadores de Globomedia en Madrid aseguran a EL ESPAÑOL | Porfolio que se han dado casos de despedir a gente que tenía contrato indefinido, amparándose en la falta de trabajo, para después contratar por un menor sueldo a personas con un servicio por obra. De hecho, en febrero del año pasado, Comisiones Obreras cargó contra la empresa de Mediapro por despedir a 11 trabajadores bajo la excusa de que la pandemia había minado la cantidad de trabajo y ya no eran viables.

Una trabajadora que ha pedido permanecer en el anonimato contradice la que era la versión oficial. "Algunos de ellos eran indefinidos y los despidieron igualmente. Conozco el caso de uno. Estaba en su último día en un programa, un viernes, y empezaba en un nuevo programa el lunes. Le llamaron y fue pensando que iba a una reunión de producción. Resulta que le fueron a despedir", añade.

"Antes se intentaba que los equipos no se rompiesen. Cuando se acababa tu programa, te recolocaban de refuerzo en otro para no tener que despedirte y volver a contratarte el mes siguiente. Ahora, a la mínima, a la calle, y luego ya contratan a otros por obra y servicio. Es legal, pero no es moral, porque sí que hay un trabajo que hacer", asegura.

Roures habla con el director de cine Woody Allen.

Roures habla con el director de cine Woody Allen. E.E.

Otra de esas prácticas denunciadas a esta revista versa sobre la propia forma en la que se despide: "Cuando acabó el programa 90 minuti -el pasado marzo de 2020, presentado por Miki Nadal y Graciela Álvarez- despidieron a todos los que estaban por obra, a la vez, a través de una videoconferencia. No puedes decirle a alguien que se va a la calle con otras 20 personas delante, ni de tres en tres, ni de dos en dos. Hay gente que necesita llorar, que tiene preguntas… hay que hacerlo con sensibilidad", señala la misma fuente, que además asegura que ha pasado en más ocasiones. Las fuentes cercanas a Roures, en cambio, aseguran no tener constancia de este extremo. 

A todo ello, otros empleados critican que con la pandemia se mandó a la gente a teletrabajar y no se les pagó la comida, a la que tenían derecho en el comedor de Globomedia en Madrid. Los sindicatos aseguran que no tienen acceso a una lista actualizada de trabajadores, ni hay un correo electrónico con el que comunicarse con toda la plantilla para informarles. Aseguran que cada vez que tienen que negociar algo, no se sientan los responsables de la empresa, sino abogados a los que hay que explicarles de cero el trabajo de cada uno. Mientras hablan, a Jaume Roures se le va desdibujando ese aura de buen patrón con el que subió a recoger el Goya.

5. La recaudación

Con 20 nominaciones, El buen patrón ya partía como una de las claras favoritas para la gala de los Goya del pasado 12 de febrero. Según el Catálogo del Cine Español del Ministerio de Cultura, recaudó 3,4 millones de euros en cines y tuvo más de medio millón de espectadores. Y, con esas, y con un Javier Bardem inmensurable en su papel, fue la clara ganadora con seis cabezones, entre ellos el de mejor película, mejor dirección, mejor actor y mejor guión. Ahora, es todo un reclamo para la plataforma Filmin, donde se puede ver por 3,95 euros.

La película golpea donde más duele. Atenta directamente contra la meritocracia y refleja la desigualdad que hay en muchas empresas, por mucho que a los jefes les duela reconocerlo. Julio Blanco, el patrón interpretado por Bardem, está a cargo de una empresa local de básculas cuya gestión le ha dado una buena vida. Es una persona que dice considerar a sus trabajadores parte de su familia e intenta resolver los problemas personales que tienen. Sin embargo, poco a poco se va viendo su verdadero rostro, cuando la tensión por aspirar a un premio de excelencia le hace cruzar todas las líneas y retratarse como lo que es: que en realidad no va sobre la familia que son sus trabajadores, sino sobre él mismo.

Fotograma de 'El buen patrón'.

Fotograma de 'El buen patrón'.

Cuando Jaume Roures subió al escenario para recoger el premio a mejor película, muchos vieron en ello un tremendo paralelismo entre él y el protagonista del filme. Tanto que podría incluso afectar a la popularidad del largometraje. Porque Roures, como Blanco, se ha construido una imagen a lo largo de los años que parece ser consensuada sólo por sí mismo y por sus acólitos.

6. El trotskista 

En el último programa de Otra vuelta de Tuerka que presentó Pablo Iglesias antes de entrar en el Gobierno de Pedro Sánchez, el invitado especial fue Jaume Roures. Ahí, el empresario catalán recordó sus años jóvenes de militancia antifranquista, cuando estaba al frente de una imprenta ilegal que editaba la revista Comunismo. Contó cómo su estancia en la cárcel le había dejado manías que aún le perduraban, cómo le llamaban Melan por su melancolía… Recordó su paso por el grupo Prisa y criticó a Juan Luis Cebrían como "el gran timonel que dice y todos cumplen" y aseguraba que en todos esos años seguía siendo un trotskista convencido.

El relato que hicieron en su día los trabajadores de Público, y que siguen haciendo a esta revista algunos de los que aún están bajo su mando en Mediapro y demás empresas del grupo, entra directamente a cuestionar esa imagen que se ha esforzado en construir a su alrededor. Quizás siga siendo trotskista, quizás siga buscando la emancipación de la clase trabajadora, quizás critique la desigualdad que genera el capitalismo. Quizás. Pero, en realidad, comparte los mismos pecados que el personaje de Bardem y algunos de sus trabajadores distan mucho de considerarle un buen patrón.

Lo dice uno de ellos: "Sus principios son muy buenos para la humanidad, seguro, pero en la empresa sigue los principios de hacerse rico a nuestra costa. Le diría que vaya de frente, que no pasa nada, porque no es lo que vende cuando habla. Lo suyo es capitalismo. Puro y duro".