Mónica García, ministra de Sanidad, en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados.

Mónica García, ministra de Sanidad, en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados. Fernando Sánchez / Europa Press

LA TRIBUNA

La colaboración público-privada en Sanidad es inevitable (y deseable)

Mónica García se equivoca: la Sanidad privada y la pública son vasos comunicantes, y ambas son imprescindibles para el funcionamiento de nuestro modelo sanitario.

28 enero, 2024 02:34

Nuestro país tiene un modelo de Salud conformado por un sistema sanitario público, garante de la cobertura asistencial a toda la población en condiciones óptimas de calidad y equidad, y un sistema sanitario privado, que es propietario de casi el 40% de los recursos totales. Y que, de una forma u otra, colabora con el primero para dar posibilidades de satisfacción a esa demanda sanitaria.

A pesar de la concurrencia de ambos sistemas para conformar una Salud que de forma global da esa asistencia a la población, estamos en el peor momento en nuestra historia en cuanto a las dificultades de acceso al sistema sanitario, a la innovación o en lo relativo a las listas de espera.

Fachada del Ministerio de Sanidad, en Madrid.

Fachada del Ministerio de Sanidad, en Madrid. Europa Press

Antes de la pandemia, la aportación del sistema privado y de la colaboración público-privada era necesaria para contener medianamente esos indicadores. Y todavía había quien guardaba la esperanza de implementar cambios en la Sanidad pública para que esa concurrencia fuera cada vez menos imprescindible.

Pero la pandemia, y los cambios y problemas que ha dejado en nuestro sistema sanitario público, ha hecho que lo que hasta ahora era necesario, se haya tornado inevitable. Es decir, ya no hay marcha atrás en la obligatoriedad de esa colaboración público-privada si queremos atender en condiciones óptimas a la población.

Esa es la primera y principal conclusión que se puede sacar de un debate que tuve con el exdiputado socialista José Manuel Freire, moderado por el experto sanitario Félix Lobo, en la Fundación de estudios económicos FUNCAS esta semana. Así lo expresábamos desde la Fundación IDIS en el comunicado que sobre ese diálogo sereno sacamos al día siguiente: "El sector privado y público son vasos comunicantes y es imprescindible que colaboren para que el sistema sanitario de nuestro país funcione".

Y es tan inevitable el concurso de la privada en el buen funcionamiento de la pública como que la primera se deteriore por el malfuncionamiento de la segunda. Y ahí es donde radica la obvia oportunidad para mejorar entre ambos el sistema sanitario de nuestro país: son vasos comunicantes.

[Mónica García dice que la sanidad privada no debería estar preocupada: "Siempre le he tenido mucho respeto"]

De hecho, sigue resultando extraño y contradictorio que, repasando los programas sanitarios de las últimas elecciones de los partidos políticos más representativos (PP y PSOE), para resolver los problemas de la Sanidad no se dedique ni una sola línea a la colaboración público-privada.

Incluso, a priori respetables actores del sistema sanitario (al menos buenos conocedores de lo que ocurre) que han emitido recientemente informes para proponer reformas para la mejora del sistema, tampoco mencionan para nada al sector privado, supongo que para no molestar a nadie.

Ahora que ya sabemos que esta colaboración es inevitable (aunque a unos le pese más que a otros) toca replantear las bases que deben regular los acuerdos entre ambas partes, para sacar el máximo rendimiento a esa colaboración en la forma que se decida mantener.

Esas bases tienen que partir de un elemento básico y fundamental en cualquier relación entre varias partes: la confianza. Confianza de las empresas en la Administración, para que esté abierta a una regulación razonable, que no las ahogue económicamente (como pasa, por ejemplo, con la gestión de las mutualidades de funcionarios), y que vaya más allá de lanzar contratos de adhesión. Y confianza de la Administración en las empresas, para que les den garantías de eficiencia y calidad asistencial a través del control, la regulación y la transparencia. 

"La Administración debería entender y respetar la lógica de las empresas sanitarias privadas, según la cual en algún momento tienen que ganar dinero"

Debemos establecer unas nuevas reglas de juego. Un nuevo marco en el que ambas partes tienen que poner de su parte para que funcione de la mejor manera posible. Y basándose en esa confianza, la Administración debería:

1. Tener claras las prioridades públicas, que desde la perspectiva de una Administración sanitaria debería ser dar una buena asistencia con independencia de su coste (hasta donde sea viable).

Esto incluye, para empezar, los tiempos en los que se da. Si la prioridad es el modelo de gestión, es porque no se prioriza la buena asistencia, sino la ideología o la estabilidad de las plantillas. 

2. Ir más allá de la gestión sanitaria directa para explorar formas de gestión contractual avanzada. 

3. Tener capacidad para medir la calidad y la aportación de valor de las empresas colaboradoras, lo cual obliga al desarrollo de instrumentos sofisticados de medición. Por supuesto, debe exigirse y aplicárselos a sí misma.

4. Entender y respetar la lógica de las empresas privadas, según la cual, priorizando la calidad, en algún momento tienen que ganar dinero.

Se les puede pedir que inviertan, incluso que pierdan dinero a corto plazo. Pero no se les puede pedir que pierdan dinero o no ganen dinero a largo plazo, sin otro horizonte. Esto ocurre con las empresas sanitarias pero, como no puede ser de otra forma, también con cualquier otra empresa del mundo.

"Los mejores sistemas sanitarios del mundo tienen un componente muy importante de colaboración público-privada"

Y por parte de las empresas:

1. Comprender cuáles son las prioridades públicas en cada momento. Qué puede y qué no puede aceptar el político que dirige la Administración, de acuerdo con las prioridades públicas y los compromisos a los que se debe. 

2. Tener una visión a largo plazo, porque puede que no sea posible conseguir ganar dinero desde el primer momento. 

3. Ser capaz de entenderse con gobiernos de distinto signo político y, si es necesario, reformular e ir adaptando el modelo de colaboración a los cambios de gobierno. 

4. Aportar valor al sector público, más allá de obtener un coste más barato en un momento puntual. Por lo tanto, la transferencia de conocimiento y experiencias debe ser algo planificado con detalle. 

Esta semana, la ministra de Sanidad hizo su primera comparecencia ante los diputados de la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados de una forma muy poco afortunada y muy agresiva hacia la colaboración del sector privado, sobre la base de unos artículos publicados en revistas internacionales que alertaban de las consecuencias para la población de algunos ejemplos de esta cooperación en otros países.

Más allá de rigor o la ejemplaridad de estos estudios, acerca de modelos sobre los que apenas existía un control por parte de la Administración pública (garante, en último término, de lo que podemos hacer y lo que no las empresas privadas, y en qué condiciones), lo que está claro es que los mejores sistemas sanitarios del mundo (Alemania, Suiza, Francia, Singapur, etcétera) tienen un componente muy importante de colaboración público-privada.

Y si esta cooperación ya es positiva en sí misma, por la aportación de valor que se hacen entre sí ambos sistemas para aumentar la competitividad y la productividad, sería un error imperdonable no normalizarla y sacarle el máximo rendimiento, para el bien de toda la población. Un error que pagaríamos todos en forma de un aumento de la morbimortalidad de la población española.

Sólo hace falta voluntad, interés y confianza. 

*** Juan Abarca es presidente de HM Hospitales.

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