Xi Jinping, en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai celebrada en Samarcanda.

Xi Jinping, en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai celebrada en Samarcanda. Sergey Bobylev Reuters

LA TRIBUNA

China pasa de la cerrazón al caos en la lucha contra el Covid. ¿Por qué?

Lo peor llegará con los viajes masivos de chinos a sus pueblos por el Año Nuevo, cuando la mortalidad puede dispararse en el país.

31 diciembre, 2022 02:51

El Gobierno chino ha vuelto a desmontar todos los pronósticos. Después de las multitudinarias protestas contra la política covid cero que se extendieron por China, algunos pensaban que el Partido redoblaría su apuesta por las restricciones, para no parecer débil ante los manifestantes. Otros creían (y aquí me incluyo) que iría reduciendo la covid cero de manera gradual, sobre todo una vez pasaran los esperados contagios del invierno y llegara la primavera.

Un sanitario realiza una prueba de coronavirus, en Beijing, durante el brote de febrero.

Un sanitario realiza una prueba de coronavirus, en Beijing, durante el brote de febrero. Tingshu Wang Reuters

Pero el Partido no ha hecho ni lo uno ni lo otro: ha eliminado restricciones de manera radical, realizando un giro libertario que contrasta brutalmente con el paternalismo y control que suponía la covid cero. No es fácil saber por qué Xi Jinping se ha decantado por esta estrategia.

Está claro que, desde hace meses, el Gobierno chino ya se había dado cuenta de que la variante ómicron no se podía contener con esa política, que sí había sido exitosa contra las anteriores y había permitido que en China se pudiera hacer vida normal mientras el resto del mundo sufría infecciones, presión hospitalaria y restricciones.

Hace apenas un año y medio, en China se llenaban las discotecas mientras en Europa la vida estaba restringida por el virus. Sin embargo, la llegada de la variante empezó a mostrar los costes económicos de la covid cero y la dificultad de realmente controlar el virus. Por motivos políticos, el Partido no empezó a plantear un cambio de rumbo hasta este otoño: Xi quiso ser reelegido como secretario general del Partido en un ambiente estable, no en pleno proceso de cambio de estrategia epidemiológica.

Después de que el Congreso lo reeligiera en octubre, se empezaron a relajar de manera muy gradual ciertas medidas. Se esperaba que, quizás, en primavera se produjeran los cambios importantes. Pero las protestas añadieron un factor de presión con el que ni el Gobierno ni la población contaban. Los manifestantes, por un lado, presionaron para que el proceso se acelerase. Por el otro, dieron un argumento al Gobierno para vender a la opinión pública una reducción drástica de las restricciones. El resultado es la situación actual.

"La ola de contagios está siendo mucho más alta y sobre todo más rápida de lo que se esperaba"

No sabemos exactamente cuál es la lógica de este cambio de todo a nada. Desde el punto de vista de la propaganda, se ha pasado de presentar la Covid como una enfermedad catastrófica y mortal, a apenas ser el equivalente a una gripe. Estos giros discursivos radicales e incluso contradictorios no son extraños en el Gobierno chino, y en general los sabe introducir a la población. El fin de la covid cero fue acelerado por las protestas, pero quizá el Gobierno también tenía la idea de que la mejor estrategia, en vez de la gradualidad, era que se produjera una ola de contagios fuerte y rápida y el país pudiera volver cuanto antes a la normalidad.

Aunque también puede haber una parte no planeada, de descontrol: ahora mismo, las autoridades no pueden llevar ni la cuenta de los casos. La preparación sanitaria ante la predecible ola de contagios podía haber sido mejor. Es probable que muchos mayores chinos no se hubieran vacunado aunque el Gobierno hubiera hecho más campañas. Al no haber apenas casos, hasta ahora, muchos habían preferido no exponerse a posibles efectos secundarios.

Pero hay otros campos en los que el Estado podía haber exhibido mejor preparación, como con el aumento de la infraestructura hospitalaria de emergencia ante el lógico aumento de casos graves o con la mejora del abastecimiento de las farmacias chinas, muchas de las cuales se han quedado sin medicinas básicas.

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Todavía es pronto para determinar cuál será el coste en muertes de este cambio de estrategia. Algunos modelos hablan de un millón o dos millones de fallecidos. La ola de contagios está siendo mucho más alta y sobre todo más rápida de lo que se esperaba, con algunos hablando de, por ejemplo, la mitad de la población de Beijing ya infectada.

Durante días, en la capital, a pesar de la eliminación de restricciones (y precisamente por ello) las calles, centros comerciales y tiendas han estado desiertos, por miedo de la población a coger el virus. Ahora parece que, después de dos semanas de contagios masivos, la vida ha vuelto más o menos a la normalidad en la capital, con los restaurantes o carreteras volviéndose a llenar.

Muchas ciudades chinas dicen que ya han pasado o pronto pasarán su pico de contagios. Pero habrá que ver qué ocurre cuando la gente viaje masivamente a sus pueblos de origen durante el Año Nuevo chino (22 de enero): en las zonas rurales, el sistema sanitario es peor y la mortalidad puede dispararse.

Es indudable que hay y habrá miles de muertos. Pero, una vez pasadas estas olas, tendremos que hacer balance sobre si la combinación de covid cero más este final abrupto, en proporción, ha comportado una ratio de muertos mayor o menor que el de países que implantaron estrategias más graduales.

"China será el último gran miembro de la comunidad internacional en unirse a la convivencia con el virus"

Según los datos actuales, si se produjeran un millón de muertos en China, el número de fallecidos por Covid por cada 100.000 habitantes sería menor que el de Noruega (86). Si se produjera el caso más extremo de dos millones, la ratio sería menor que el de Suiza (163). Ambos casos quedarían lejos de la ratio de España (250). Para llegar a la proporción de muertos que ha sufrido Estados Unidos, en China deberían fallecer cuatro millones de personas.

Tendremos que observar cómo el contexto afecta a los números finales: no es lo mismo abrir el país cuando había variantes más letales o cuando menos población estaba vacunada.

Es probable que en 2023 veamos una China de vuelta a la normalidad. Las empresas extranjeras y el sector turístico han elogiado la reducción drástica de restricciones. Se están reabriendo fronteras: los turistas chinos saldrán del país y los extranjeros entrarán. La economía recuperará el ritmo, aunque lejos de los niveles de 8% o 10% de crecimiento de antaño. Beijing afronta problemas económicos estructurales que van más allá de la covid cero.

China será, en fin, el último gran miembro de la comunidad internacional en unirse a la convivencia con el virus. Como otros países, habrá vivido protestas, muertes, crisis económica y restricciones por la pandemia, aunque siguiendo un tempo único y al margen del resto del mundo.

*** Javier Borràs Arumí es analista y consultor especializado en China. También es el autor del libro Roja y gris.

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