Pablo Iglesias es quien lidera la izquierda. Lo hace desde que apareció en la escena política y lo sigue haciendo ahora, durante estas elecciones agónicas en las que necesita de tensión añadida para sacar la cabeza del pozo de descrédito en el que le han sumido sus constantes contradicciones e imposturas.

Pero pese a su depreciación, que lo sitúa electoralmente por detrás de PSOE y Más Madrid, Iglesias sigue siendo el líder ideológico de todos ellos. Su sobreactuación en “la cadena amiga” hubiera quedado en un esperpento si no llega a tener la colaboración de la propia SER, que salvó la cara de quien ya había premeditado reventar el debate radiofónico, y de los candidatos Ángel Gabilondo y Mónica García. Ambos entendieron que, si Iglesias se iba, ellos no debían de pensar, sino actuar del mismo modo que su oráculo.

Iglesias sigue pesando mucho. Tanto como para haber dado la vuelta a la programada moderación del PSOE en esta campaña. En efecto. El PSOE no había pensado ausentarse de ningún lugar por el hecho de que Unidas Podemos no hubiera condenado ataques como los de Vallecas. Todos los partidos, incluido el PSOE, habían tolerado las celebraciones que desde la portavocía de Podemos se había hecho de distintos actos de violencia callejera con indudable tufo autoritario y pretensiones coercitivas.

Pero es que el PSOE, sumándose al cordón sanitario propuesto por Iglesias, no sólo se posiciona con desequilibrada simpatía en el lado de quienes jalean la quema de contenedores y justifican los asaltos a comercios. El PSOE ha contradicho su trayectoria histórica de defensa de la voz y la palabra que con tanta vehemencia defendieron en ocasiones más justas.

En efecto, el PSOE no abandonó los platós de televisión ni siquiera cuando sus concejales eran asesinados por ETA.

Detrás de la decisión de la izquierda de evitar la participación en los debates está el proyecto ideado por Pablo Iglesias de polarizar la campaña

En los años 90, cuando la organización terrorista quiso socializar el sufrimiento extendiéndolo a cualquier persona implicada en política, el Partido Popular tomó la decisión, siempre criticada, de no compartir micrófonos con Batasuna. Pero el PSOE siguió acudiendo a las convocatorias de los medios de comunicación aun cuando allí estuvieran quienes (lo sabíamos todos) formaban parte del entramado terrorista.

Por ello, la nueva línea roja marcada por el PSOE se encuentra a una altura mucho más baja de lo que nunca la situó antes, ni con Batasuna ni con Unidas Podemos ni con el racismo explícito de sus actuales socios catalanes.

Detrás de la decisión de la izquierda de evitar la participación en los debates está el proyecto ideado por Pablo Iglesias de polarizar la campaña y la vida política en su conjunto, estigmatizando a una parte de la población, a la que califica de fascista y que es la que ocupa todo el espacio que ellos no alcanzan a controlar.

Y de nuevo tenemos el ejemplo vasco que Iglesias ha elogiado repetidas veces. “Vosotros, fascistas, sois los terroristas” gritaban los batasunos ante quienes se manifestaban por la liberación de un secuestrado. “Zuek faszistak zarete terroristak” había que escuchar de las mismas bocas que alentaban a ETA y los crímenes que se condenaban en aquellas concentraciones pacíficas.

Iglesias no ha ideado nada nuevo, repite el mismo eslogan infamante que ahora se extiende por Madrid y por toda España contra quien piensa distinto. Eslogan que funcionó con éxito en el País Vasco durante muchos años y que ahora aspira a provocar una espiral del silencio madrileña.

El PSOE no se suma a un cordón sanitario, sino a un cordón ideológico con el que quiere descalificar otras opciones electorales

El PSOE siguió acudiendo a los platós a debatir con Batasuna cuando ETA mataba a los suyos. Ahora se ausenta cuando Podemos se ofende por menos de lo que ellos hacen a los demás.

No es creíble que se quiera establecer un cordón sanitario por escrúpulos democráticos. No se aplicó en casos más graves ni se considera ahora ante la actitud de los violentos antifascistas.

Lo que hay detrás de esta negativa a dialogar con la derecha es la denigración de otras formas de gobierno distintas a las de la izquierda.

El PSOE no se suma a un cordón sanitario, sino a un cordón ideológico con el que quiere, primero, descalificar otras opciones electorales. Y, segundo, dificultar pactos posteriores que los alejen del poder.

No lo llamen cordón sanitario. Llámenlo cordón ideológico.

*** Javier De Andrés es exdiputado general de Álava y exdelegado del Gobierno en el País Vasco.

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