Podemos saber si se ha iniciado la senda de la violencia por medio del lenguaje. Este se vuelve deshumanizador, agresivo y pobre de solemnidad.

Nada más deshumanizador, por ejemplo, que llamar falangista a un escritor culto y renombrado como Javier Cercas, que ha sido víctima del acoso independentista tras su reciente aparición en TV3.

Las mentiras del independentismo y sus cámaras de eco en las redes sociales han creado un clima asfixiante para muchos catalanes.

El linchamiento de Cercas se debe a su aparición pública en el programa FAQS, donde tuvo la osadía de decir que España es una democracia, que el rey Juan Carlos detuvo el golpe de Estado de 1981 y que las elites económicas catalanas estuvieron al frente del procés.

Además de ser intimidado por estas declaraciones, se ha acusado a Cercas de incitar una intervención militar contra Cataluña por unas declaraciones sacadas fuera de contexto.

Las pasiones de la sangre y del suelo se agitan alegremente desde los medios de comunicación y las instituciones. El independentismo que insulta y vierte su bilis sobre aquellos que opinan libremente adquiere el tono, sobrecogedor, del crepúsculo de la convivencia y la libertad de expresión en Cataluña.

La violencia del lenguaje recuerda a la fraseología grotesca que incitó al odio en la guerra civil

El lenguaje saca a la luz un ambiente manicomial, de desconexión con la realidad. Las mentiras del independentismo se introducen a través de las palabras y las acusaciones vertidas contra los herejes.

A todos los que hayan leído a Victor Klemperer y su ensayo sobre el lenguaje totalitario les inquietará esta campaña contra Cercas. “Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no sufrir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico” escribió Klemperer.

Cuando el imaginario colectivo nacionalista se remueve y se mezcla con este lenguaje, el clima se vuelve pesado, denso, y asfixia la vida intelectual. Precisamente, cuando más se requiere la presencia de escritores como Cercas en tertulias y debates.

Los medios de comunicación se han convertido en un tribunal donde se sobrepuja en la condena del hereje que desmonta el relato independentista. A saber: “Este hombre es una escoria”. “Es un falangista”. “¿Qué hace en TV3 un promotor del levantamiento militar contra Cataluña?”.

La violencia del lenguaje también recuerda a la fraseología grotesca que incitó al odio en la guerra civil, y que invita a la batalla y al combate. “Hay gente interesada en crear un clima de odio y guerracivilista. Y nuestro deber es impedirlo” ha dicho Cercas.

Para el nacionalismo es importante acaparar medios y convertirlos en aparatos de propaganda

Por medio del lenguaje se intenta promover una identidad alienante, que excluye o invisibiliza a los intelectuales que no representan el ideario y la estética del independentismo.

El nacionalismo sin Estado puede subsistir siempre que consiga monopolizar el espacio público y reducirlo a esta identidad alienante, como bien explicó Isaiah Berlin en sus ensayos sobre el nacionalismo.

La subsistencia del imaginario nacionalista en los espacios mediáticos legitima sus aspiraciones políticas. Por eso es importante acaparar medios y convertirlos en aparatos de propaganda. Se tiende a expulsar de los espacios públicos a aquellos que no representan el ideal válido.

La tabernaria fraseología nacionalista pretende que los que critican el procés independentista “se vayan de Cataluña”. Y por eso, dice Cercas, “no pienso irme ni estar callado”.

Esperemos que el escritor siga hablando alto y claro.

*** Cristina Casabón es periodista.

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