En el pautado proceso de aclimatación de la opinión pública a la próxima amnistía (una labor de dilatación que ya ha contado con la vaselina propedéutica de la partera Yolanda Díaz y con la presión demoscópica del soldado Tezanos), ha llegado el turno de José Luis Rodríguez Zapatero.

El PSOE recuperó este lunes a su portavoz honorífico para declamar lo que Pedro Sánchez aún no se atreve a decir. Zapatero ha invocado los precedentes que justificarían el borrado de los delitos del procés, remontándose desde la declaración de inconstitucionalidad de parte del Estatut catalán en 2010 a la Atenas de Pericles del siglo V a. C., pasando por la amnistía de Azaña a Companys en 1936.

Sánchez y Zapatero, en la reunión de la Internacional Socialista celebrada en Madrid en noviembre del año pasado.

Sánchez y Zapatero, en la reunión de la Internacional Socialista celebrada en Madrid en noviembre del año pasado. Efe

En su entrevista en Onda Cero desplegó una argumentación eminentemente histórica, a la usanza de los juristas de la época feudal y renacentista. Como explicó el historiador John Burrow, en una sociedad legalista como aquella, la historia era un instrumento político central para dirimir los pleitos. Los "anticuarianistas", dedicados a la "arqueología legal" al servicio de los reyes y las iglesias, buscaban en la autoridad documental de las fuentes archivísticas una forma de probanza para legitimar las reclamaciones de aquellos.

Es bien sabido que esta misma apelación a los precedentes jurídicos e históricos para apoyar los derechos y privilegios actuales es la que practica habitualmente el independentismo, a través de una manipulación de la Historia de España sobre la que respaldar la antigüedad de la supuesta soberanía de Cataluña como unidad política autónoma.

Como ha observado Rafa Latorre, "nos hemos apresurado a hablar del futuro y Puigdemont quiere resolver antes el pasado. De ahí que arrancase en 1714 el memorial de agravios que España ha de enmendar para que Junts per Catalunya se apreste a negociar una investidura". El horizonte es que el Estado reconozca en 2023 la legitimidad del 1-O de 2017.

Zapatero no sólo ha reproducido este ejercicio de distorsión para salir en defensa de la amnistía de Sánchez, con una argumentación calcada a la que expuso recientemente Puigdemont. Su intervención va un paso más allá: ofrecer una nueva interpretación de la historia reciente que salga en auxilio de las inconsistencias cronológicas del presidente del Gobierno.

Se ha señalado repetidamente la ironía de que el partido que ha promovido la memoria democrática de los delitos de los golpistas franquistas esté ahora en el otorgamiento del olvido penal a los de los golpistas catalanes. Pero en realidad no hay contradicción alguna, porque de eso se trata exactamente la memoria histórica, fantasía lúbrica de cualquier totalitarismo que tiene a su alcance troquelar el recuerdo de sus súbditos.

No por casualidad la hoy llamada memoria democrática fue iniciativa del mismo Zapatero. Coherentemente, por lo que ha abogado el expresidente este lunes no es por un olvido de las tropelías de Puigdemont y los suyos, sino por una reescritura del pasado para avalar que la amnistía no ha sido fruto de la carestía parlamentaria, sino que estaba ya larvada, en potencia, en la agenda política sanchista del "reencuentro".

En su énfasis en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut como casus belli del conflicto territorial late el propósito de verificar a contrapelo la narrativa con la que el Gobierno está preparando el terreno para la amnistía: el fallo fue desde el principio la "judicialización" de un problema que debió encauzarse mediante la política, y no a través de los tribunales.

No puede decirse que Sánchez mintiera a los españoles, porque los indultos deben ser leídos como el precedente de la amnistía. Ni que mintiera a sus votantes, pues el programa electoral del PSOE no estipulaba que fueran a dar la amnistía, pero tampoco que no la fueran a dar.

"La autodeterminación no es compatible con nuestro programa, la amnistía sí", dijo Zapatero, con análogo esquema al que emplean los leguleyos de la órbita monclovita al escudarse en que, si bien la Constitución prohíbe los indultos generales, no prohíbe expresamente la amnistía.

En el colmo del revisionismo histórico, el expresidente llegó a decir que cuando Sánchez afirmaba que la amnistía era imposible e inconstitucional "se refería más bien al tipo de amnistía que habían presentado los independentistas".

Al engarzar la futura amnistía con la política de "pacificación" que viene practicando el Gobierno en la última legislatura, el arqueólogo Zapatero busca dar coherencia retrospectiva a los bandazos del socialismo. Por ello, el expresidente es el complemento, el antídoto perfecto para la tara de la perpetua rectificación que arrastra Sánchez. Recurriendo a la mirada histórica, los "cambios de opinión" del presidente quedan dotados de sentido retroactivamente.

Bajo el régimen ideal de Zapatero, el recordatorio de que Sánchez y su corte se han conducido como trileros estaría penado por enaltecimiento de la crispación por la Comisión de la Verdad.