Isabel Díaz Ayuso ha perdido un bebé en la octava semanas de gestación y ha sido intervenida por ello. Esa era la noticia que se conoció el miércoles y que debía haber sido acogida con mucho más cariño, respeto y silencio del que hubo.

En medio de las palabras de apoyo y de decencia de políticos y personajes públicos de todo el arco ideológico, el sufrimiento de Ayuso ha reavivado el fuego cruzado que rodea al debate sobre la maternidad en el siglo XXI.

Lo primero que se ha cuestionado es que lo haga público. Algunos han visto detrás de la noticia una estrategia de comunicación pensada para la campaña electoral. Como si un político pudiera permitirse poner un pie en un hospital para una intervención de esa naturaleza sin que la información se filtre. 

También hay quien se ha llevado las manos a la cabeza por el hecho de que Ayuso sólo se haya tomado un día de descanso. Quizá las decisiones personales sobre cómo quiere cada uno gestionar sus duelos están abiertas también a la interpretación de los demás. Llore usted tres meses sin salir de casa o no nos creeremos su desgracia

No entro en el deleznable debate de si en la octava semana debemos hablar más de un feto que de un bebé. Ante todo, propiedad en el lenguaje. Eso es lo que reclaman los custodios de las esencias.

Tampoco entro en la discusión de si un aborto a principio del embarazo es o no un drama. "Es muy común", dicen algunas. Y lo que es peor, algunos. Qué pena, qué lamentable. Qué intoxicación ideológica. 

[Ayuso reaparece en público tras perder al bebé que esperaba: abrazos con Mónica García y Lobato]

Para terminar de animar la cosa, mientras Ayuso perdía a su bebé y todo el mundo se lanzaba a opinar, Bertín Osborne ocupaba también titulares al decir que el hijo que espera con su exnovia de 32 años no es "buscado". 

Qué perra es la vida. Y, sobre todo, qué perra puede ser la maternidad. Sí, tener la capacidad de dar vida es maravilloso. Eso dicen. Pero, la realidad es que la lógica del mercado penaliza la biología de la mujer. Que, al contrario que la de los hombres, tiene fecha de caducidad cuando se trata de la maternidad. 

Tampoco falta quien, ante la situación de la presidenta de la Comunidad de Madrid, susurra entre dientes: "Claro, que lo hubiera pensado antes, no se puede tener todo". 

No se puede, no, a no ser que seas un tío.

Ya lo dijo Rafa Nadal cuando anunció que el hijo que esperaba no iba a afectar su carrera profesional. Y tenía razón. Los hombres pueden elegir cuánto afecta a su vida profesional la paternidad. A las mujeres no se les concede ese privilegio.

Pregunte usted qué es el agotamiento de las últimas semanas de embarazo. Y eso suponiendo que no haya complicaciones. Pregunte usted por la depresión posparto. Pregunte usted por la lactancia y las mastitis. Pregunte usted por la experiencia de llevar a casa a un recién nacido con otro niño menor de dos años esperando. Pregunte usted en una guardería qué número de teléfono guardan primero por si necesitan contactar a alguien en caso de emergencia.  

La intención no es denostar la maternidad. Allá donde haya un proyecto personal que trascienda el individuo, que suponga la incondicionalidad del afecto, que acepte la vida del otro como un don, que reivindique la interdependencia y el cuidado como algo positivo que forma a las personas y no las frena, allí está el bien

Pero no se puede obviar que la mejor etapa biológica para ser madre es también la mejor para desarrollar la carrera profesional. La cultura de la realización a través del trabajo, tan aliada, obliga a la mujer a elegir entre la maternidad y el desarrollo laboral, en vez de evitarlo.  

De eso iba la libertad, ¿no? Escoja. Igual que Bertín Osborne ha escogido hacerse cargo de su hijo. Menos mal.

Y que no cunda el pánico. Para algo está la congelación de óvulos, la gestación subrogada o esos tratamientos eternos, y frustrantes, que utilizan los óvulos que donan otras mujeres en necesidad. Y si esto no funciona, pues haberlo pensado antes. Que es que cómo sois. Lo queréis todo. 

Así se alimenta la maquinaria de la industria de la fertilidad. Así se mantiene la productividad en las empresas. Así se tranquilizan las conciencias de una sociedad que ha desvalorizado los cuidados y que politiza el dolor para discutir si un ser humano de ocho semanas es un bebé o un feto. Nivelazo de debate. 

Y así ganan todos. Menos las mujeres que quieren ser madres.