El votante, por encima de todas las cosas, lo que quiere es que le dejen en paz. No repetir elecciones y volver a sentir la arritmia de si le habrá tocado mesa electoral, que es esa guillotina que pasa cerca cada cuatro años y sobre todo cuando a un político se le aparece la virgen de madrugada y adelanta lo de ir a votar, le mutile el verano a quien se lo mutile. Entre municipales, autonómicas y nacionales, últimamente hay más posibilidades de que uno se pase el día contando sobres que si fuese funcionario de Correos o político en la España de los 90.  

La presidenta del Grupo Parlamentario del PP, María Guardiola, atiende a los medios.

La presidenta del Grupo Parlamentario del PP, María Guardiola, atiende a los medios. EFE

Por eso, que María Guardiola amenazase con volver a las urnas a los habitantes de Extremadura me parece la peor carta de presentación con la que podía llegar a la presidencia. Al extremeño cabal le parece un lujo que gobierne con Vox sólo con no tener que volver a andar pendiente del buzón y de si le toca pasar el domingo hablando del tiempo entre que te dan un DNI y el siguiente.

Pero a ver cómo les explica ahora, después de todo lo que ha dicho, que Vox no está tan mal. Que ni eran tan homófobos, ni tan xenófobos, ni otras tantas lindezas de calibre similar a las que vendió. Y si lo pensaba, la única pregunta es para qué quería negociar siquiera con ellos. No parece la decisión más inteligente andar aireando las negociaciones de esta manera, sobre todo si a la semana se va a recular. 

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Si tan claro tenía que con ellos no se puede llegar a un acuerdo, lo lógico sería correr en dirección contraria. De cualquier otra forma todos andarán pensando lo que piensan en este mismo instante. Y para justificarse, que es el papel que confirma todas las batallas perdidas, escribe una carta a los de Cáceres, Badajoz, Plasencia y compañía para decirles que "donde dije digo, digo Diego" y donde dijo "no con Vox" ahora es un "con Vox qué bueno". 

El español lo que quiere es que se pongan de acuerdo los suyos, aunque nunca sepa del todo quién son los suyos. Y entre tanto (sea el que sea), que bajen el precio de la gasolina, que haya helado de limón, que haga calor en agosto y que la banda sonora de la Vuelta sea una nana para adecuar del todo la siesta.

Porque al español no le gusta que le anden amenazando con volver a vivir en vilo por si le ha tocado ser suplente en la mesa del colegio de su barrio sin aire acondicionado y con el crío cabreado porque no pudo ir a verle al partido en el que no marcó el domingo por la mañana. Los principios están muy bien siempre y cuando no se cambie tanto como de calzoncillos.

En el caso de Extremadura, visto lo visto, ni siquiera es lo de "estos son mis principios y si no les gustan tengo otros". Porque María Guardiola, a diferencia de Groucho, ni siquiera tenía principios. Ni final.