Alberto Núñez Feijóo tiene una extraña costumbre que desde luego no le ayudará nada en su camino a la Moncloa y que es la de responder a las preguntas que le hace su entrevistador. ¡A quién se le ocurre conceder una entrevista y responderla! En la España de los últimos cinco años, lo normal ha sido hacer lo primero y prescindir de lo segundo.

Véase el caso del presidente del Gobierno, que no sólo no ha concedido ninguna entrevista a ningún medio que no fuera de estricta obediencia socialista hasta que no le ha sido imperativamente necesario (ha hecho falta que se viera fuera de la Moncloa para ello), sino que no las ha contestado ni siquiera en los medios que sí eran obedientes. En el manual de resistencia de Pedro Sánchez, lo primero a lo que hay que resistirse es al diálogo entre iguales, que es el camino más directo posible a un desastre en las urnas. 

El efecto generado por tan chocante hábito fue ayer lunes digno de una observación casi entomológica. Aimar Bretos, el presentador de Hora 25, lanzaba preguntas y el líder del Partido Popular aventuraba contestaciones que, aunque fuera en forma de repregunta (ahí salía a relucir la galleguidad de Feijóo), daban respuesta a los interrogantes planteados por su interlocutor. Casi como si ese encuentro entre dos hombres en el espacio de un estudio de radio fuera un diálogo entre adultos destinado a oídos adultos y no a los hooligans del entrevistado.

"Aimar Bretos" ha estado blando, decían en Twitter los que habrían querido que Feijóo saliera llorando y moqueando del estudio de la SER. No, hombre, no. Es que es difícil enfrascarte a dentelladas con un hombre que te contesta a las preguntas. 

El contraste con la entrevista de Carlos Alsina a Pedro Sánchez en Más de uno sólo unas pocas horas antes fue revelador. Allí donde Alsina se tuvo que conformar con hacer un editorial con el aludido de cuerpo presente dada la casi sobrenatural capacidad de este para disociar sus acciones de las palabras que salen de su boca (una habilidad envidiable entre políticos y publicistas), Aimar Bretos tuvo el privilegio de entrevistar a un ser humano funcional capaz de responder incluso a la hipótesis de un Santiago Abascal vicepresidente tras una presunta negativa del PSOE a facilitar su investidura. 

"O sea, que descartamos la posibilidad de que al PSOE le importe que Vox entre en el Gobierno, ¿no? Pues si no le importa, no tiene ninguna legitimidad para criticarlo. Porque no sólo no le importa, es que lo facilitaría. Lo impondría. ¿O es que vamos a llegar a la ridícula conclusión de que cuando el PSOE pierde las elecciones [pero el PP no tiene mayoría absoluta] hay que repetirlas, porque cuando las gana el PP no puede pactar con nadie? Porque si llegamos a esa conclusión, entonces quiere decir que en España no puede haber una alternancia democrática". 

Es decir, que la posibilidad de un pacto PP-Vox está ahí, pero que el PSOE tiene en su mano evitar ese acuerdo facilitando la investidura de Feijóo. Más claro, agua. A cambio, Feijóo se ofreció a facilitar la investidura de Sánchez si este gana las elecciones para que el PSOE no tenga que depender de independentistas y populistas.

Parece justo. Aunque, como es evidente, encierra una trampa. Con los sondeos de hoy, el PSOE está muy lejos de ganar las elecciones. El PP juega sobre seguro. 

La respuesta podrá gustar más o menos en función de las neurosis ideológicas de cada cual. Pero obsérvese el contraste con la respuesta de Sánchez a una cuestión que, por otra parte, saca él a la luz durante la entrevista con Alsina: lo atípico de la fecha escogida (por él mismo) para las elecciones generales.

Sánchez: …animo a votar, aunque sea en un día extraño…

Alsina: Lo ha elegido usted. 

Sánchez: Bueno, no lo he elegido solamente yo, fíjese…

Alsina: Sí, sí, lo eligió usted. Usted y su conciencia. 

Sánchez: Claro, pero es que ha habido tanto cinismo por parte de algunos…

Observen el mecanismo mental. Primero, Sánchez califica de "extraña" la fecha que escogió él mismo. Luego niega que la escogiera él solo, o que no haya más políticos que las hayan convocado en esas fechas. Finalmente, acaba reconociendo que sí, que fue él, pero porque otros "son muy cínicos". "Yo no he sido, nadie me ha visto, no tienes pruebas".

Se refiere Sánchez, por supuesto, a una de las fake news más populares de los últimos días. La de que Feijóo también convocó unas elecciones autonómicas en plena canícula, el 12 de julio de 2020.

[En realidad, esas elecciones se convocaron el 5 de abril, pero la epidemia de Covid obligó a posponerlas al 12 de julio. La fecha fue la misma que la escogida por el PNV para la celebración de sus propias elecciones autonómicas. El PSE aceptó la fecha propuesta por el PNV, mientras que el PSdeG rechazó la de Feijóo por dos razones evidentes: 1) la condición de socio privilegiado del PNV y 2) la necesidad de no darle tregua al PP, ni siquiera en el contexto de una pandemia vírica].

Feijóo afinó también cuando dijo que al PSOE no le preocupa en lo más mínimo que gobierne Vox porque lo que le preocupa de verdad es que gobierne el PP. Una obviedad, claro. El líder popular podría haber ido incluso más allá. Porque no es que a Sánchez no le importe que gobierne Vox. Es que un gobierno con Vox es condición necesaria para su rehabilitación personal tras los malos resultados que se prevén para él el próximo 23 de julio.

Sobre los pactos (de investidura) con Vox, Feijóo pidió que los españoles juzguen con su voto. 

Sobre sus aspiraciones tras el 23 de julio, dijo que gobernar en solitario. 

Sobre la subida del salario mínimo, concedió que es lo menos malo que ha hecho Sánchez. Pero añadió que quien lo ha costeado son las empresas, no el Gobierno. 

Sobre la violencia de género, dijo que es una obviedad. 

Sobre la legitimidad del presidente del Gobierno, afirmó que esta es absoluta.

Sobre la fecha escogida para las elecciones, se mostró preocupado por cómo puede afectar a la participación. 

Conclusión. Tanto Feijóo como Sánchez salieron ayer vivos de sus respectivas entrevistas en campo contrario. Con una diferencia. Sólo uno de ellos se dejó entrevistar. El otro sólo lo fingió.