Empiezan las Navidades y, cuando quieres darte cuenta, ya han terminado. El final equivale a la disolución, y en toda disolución hay un soplo de tristeza. Lo que da más vida a las Navidades son los Reyes Magos, pero el trance de la noche de Reyes resulta insomne y ceremonioso. Los niños dejan los zapatos junto al balcón y se pasan las horas con un ojo abierto y otro cerrado, escuchando el crujido de los papeles bajo las pisadas del gato.

No tengo certeza del momento en que me desvelaron el enigma de los Reyes, pero fue una putada. Una de mis tías me peinaba las trenzas mientras hablábamos a través del espejo. De pronto, la miré a los ojos y, conteniéndome el miedo, pregunté, bajito: ¿Es verdad que los Reyes son los padres?

Mi tía me devolvió una mirada seca y, sin inmutarse, respondió: ¿Tú que crees?

Yo no creía nada, pero tampoco era cuestión de delatarme. Mi tía no se dio por satisfecha y aquel día me lo contó todo. Según ella, sólo creen en los Reyes los niños que son pequeños o tontos. Aunque yo no era tonta (ni pequeña), deseaba creer ansiosamente. Pero la decepción hizo tanta mella en mí que iba llorando por las esquinas. Fue peor que si hubiera perdido la virginidad.

Desde entonces, año tras año, he fomentado el culto a los Reyes Magos, y cuando ya no tenía edad de creer, hice que creyeran mis hijos y mis nietos. Uno de mis nietos vive en un país donde no existen el portal de Belén ni los Reyes Magos. Su religión tampoco tiene santos ni vírgenes, pero se apoya en un conjunto de creencias fundadas en la adoración de los espíritus de la naturaleza.

Este año, cuando mi nieto llegó a casa por Navidad, hablaba continuamente de los Reyes y del Barça. En realidad, los pilares de su nostalgia española son la tortilla de patatas, Port Aventura y los Magos de Oriente. Su obcecación patriótica ha llegado a tal punto que quiere convencer a su papá para que pida un destino más cercano a España. Concretamente, Andorra, el país extranjero que pilla más cerca. Lo que él no sabe es que, con su regreso a España, lo primero que aprenderá es que los Reyes son los padres. Su inocencia no tiene límites.