A Superman le bastaba con cambiarse el peinado y ponerse unas gafas para pasar desapercibido en la redacción del Daily Planet. Esto revela la opinión que Jerry Siegel y Joe Shuster, padres del personaje, tenían del olfato periodístico, pero el tema de la semana es otro: Superman cuelga la capa para que la herede su hijo, el joven Jon Kent, un personaje que desde su aparición en 2015 atiende los males de su tiempo, como las crisis de refugiados o el cambio climático.

Pero la noticia no está en el relevo generacional, sino en la bisexualidad del nuevo Superman. El anuncio llegó a las portadas el 11 de octubre, coincidiendo con el National Coming Out Day o Día Nacional de la Salida del Armario. Cuando una noticia me desconcierta, siempre busco declaraciones de algún político republicano para salir de dudas. Josh Mandel, de Ohio, escribió: “Cómics bisexuales para niños. Están literalmente tratando de destruir América”. Dilema resuelto: a muerte con el Superman bi. 

Hemos de celebrar que las ficciones, especialmente las orientadas a menores, sean fieles a la diversidad, porque los niños desarrollan su noción de la normalidad a través de ellas, y porque todos merecen tener referentes heroicos. Hasta el estreno de Tiana y el sapo en 2009, ninguna película de Disney había tenido una protagonista negra, ¡y eso que Tiana se convierte en sapo a los 20 minutos! Que la ficción refleje con naturalidad que existen distintas clases, razas u orientaciones sexuales, y contribuya a legitimarlas, no debería indignar a nadie.

Pero del mismo modo que rechazo la indignación, entiendo la suspicacia: la línea entre la valentía y el oportunismo es muy fina. Y sabiendo el grado de implantación que la cultura woke tiene en el show business americano, hay que vigilar que no nos vendan postureo ético a precio de virtud. 

El problema adicional en las batallas de la identidad es la sinécdoque, la tentación de tomar la parte por el todo. Jon Kent es mucho más que su bisexualidad (y no me refiero a que vuele y tenga rayos láser), como Tiana es muchos más que su raza. Sí, es importante que perfiles históricamente discriminados por una condición no elegida puedan ocupar un lugar central en la cultura popular, siempre que no se traslade la idea de que esa condición es lo único que los define.

Los creadores de hoy cuentan con la paleta de identidades más amplia de la historia. ¿Les hace eso más libres? Sólo cuando la vocación de crear es genuina, cuando la aspiración es universal. En definitiva, cuando lo artístico no se confunde con lo panfletario.

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