Punto de inflexión: los atletas de Corea del Norte y Corea del Sur desfilan juntos bajo una misma bandera en los Juegos Olímpicos de Invierno 2018 en Pieonchang, Corea del Sur.

Crecí en Corea del Norte en la década de 1980 y me lavaron el cerebro para que creyera que los surcoreanos sufrían terriblemente bajo su gobierno, pero que con el apoyo incondicional del pueblo norcoreano, nuestro "querido líder", Kim Il-sung, liberaría a nuestros vecinos del sur y reunificaría la península de Corea. Con el tiempo, huí de mi país, ya siendo adolescente, y supe cuál era la cruda realidad, pero aún me aferro a la esperanza de que algún día viviré en una Corea unida y libre.

En 2015, tras haber ofrecido una charla TEDx sobre Corea del Norte, me encontraba frente a una de las secciones del Muro de Berlín. Entablé conversación con una mujer de la antigua Alemania del Este, que me habló de la increíble emoción que se había apoderado de Berlín el día que cayó el muro, en noviembre de 1989. Los alemanes corrieron hacia él para comprobar si lo que parecía imposible había ocurrido realmente. La gente lloraba de alegría al ver que la frontera que había dividido de manera artificial al pueblo alemán durante tanto tiempo, había sido finalmente destruida.

Deseé fervientemente que el pueblo coreano experimentara algo así. Contuve las lágrimas y escribí en una de las secciones del Muro de Berlín que todavía sigue en pie un mensaje especial. Ayudaría a eliminar la horrible cicatriz de la zona desmilitarizada (DMZ), la línea que divide la península coreana y a su gente en dos.

El capital y la tecnología del sur y los recursos naturales e inmensa fuerza de trabajo del norte generarían importantes oportunidades económicas para la península

A pesar del renovado optimismo ante una posible reconciliación entre norte y sur a la luz de las últimas cumbres con los líderes nacionales, la perspectiva de la reunificación sigue siendo débil. Hay una tendencia reciente particularmente descorazonadora: los sondeos indican que un importante número de surcoreanos, sobre todo jóvenes, es reacio a la reunificación.

Una de las razones fundamentales es la importante carga económica que supondría la reunificación para Corea del Sur y que, según algunas estimaciones, podría tener un coste de entre uno y tres billones de dólares. También está sobre el tapete la importante brecha cultural y económica provocada por más de 70 años de división, y que ha reducido la importancia de una herencia étnica común, además de llevar a coreanos de ambos lados de la DMZ a rechazar la idea de la identidad nacional de una Corea unida.

A pesar de todos estos desafíos, los beneficios a largo plazo de la reunificación en lo que respecta a economía y seguridad compensan con creces los costes a corto plazo. El capital y la tecnología del sur, sumados a los recursos naturales y la inmensa fuerza de trabajo del norte, generarían importantes oportunidades económicas para la península. Una Corea unida contaría además con una fuerza militar más fuerte.

Aquellos coreanos preocupados por la carga que podría suponer la reunificación deberían considerarlo desde una perspectiva más profunda. Tenemos una extraordinaria deuda de gratitud con aquellos antepasados nuestros que sacrificaron sus vidas en la lucha por la independencia y la libertad de Corea. Nuestra cultura y nuestra lengua perviven gracias a ellos. Es nuestra obligación caminar sobre ese sendero allanado por nuestros antepasados, hacia una Corea fuerte, completa y unida.

Desgraciadamente, hay otro gran obstáculo en nuestro camino: la notable falta de tolerancia que se extiende por toda la península.

Incluso después de que los desertores de Corea del Norte hayan denunciado al régimen coreano y se hayan adaptado a la vida en el sur, muchos surcoreanos se niegan a aceptarlos, y someten a los prófugos a acoso, ostracismo u otras formas de maltrato. En parte como resultado de ello, se han creado escuelas separadas en el sur para ayudar a los del norte a adaptarse a su nueva vida. Pero incluso los adultos están expuestos también a discriminación laboral y aislamiento social. Un estudio de 2018 confirma que "los pensamientos y comportamientos suicidas" son más comunes entre desertores norcoreanos que entre la población surcoreana en general.

Los propagandistas del régimen se referían sin pudor a Obama como 'malvado mono negro'

Lamentablemente, es probable que los surcoreanos se enfrentaran a los mismos problemas en el norte si la situación fuera a la inversa. En Corea del Norte, donde el ciudadano medio tiene poca interacción con extranjeros y está poco expuesto a otras culturas, el racismo y la xenofobia están absolutamente enraizados, una hostilidad que llega a las cotas más altas. Los propagandistas del régimen se referían sin pudor alguno al antiguo presidente Barack Obama como "malvado mono negro" durante su segundo mandato.

Los surcoreanos también pueden llegar a ser hostiles con los extranjeros. La llegada a principios de este año de cientos de yemeníes solicitantes de asilo a la isla de Jeju desató una violenta reacción, basada en parte en la preocupación en cuanto a delitos, trabajo y diferencias culturales. Cientos de miles de surcoreanos firmaron una petición exigiendo al Gobierno que expulsara a los refugiados.

Al manifestar esos sentimientos, los surcoreanos olvidan que muchos coreanos fueron aceptados a su vez como refugiados y adoptados por extranjeros tras la guerra de Corea. Tristemente, algunos de estos coreanos en la diáspora que vuelven hoy a la península para vivir allí y explorar sus raíces, son rechazados con frecuencia por no ser suficientemente coreanos. Algunos surcoreanos olvidan también que soldados extranjeros lucharon y murieron junto a sus compatriotas durante la guerra. Dada su historia y considerando que Corea de Sur es uno de los firmantes de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de Naciones Unidas, tienen la obligación de aceptar a aquellos que huyen de la guerra y de otras desgracias en todo el mundo.

A todos aquellos coreanos que todavía no se sienten cómodos con el concepto de sociedad inclusiva, les digo lo siguiente: si queréis una Corea unida, que sea aceptada como miembro de la comunidad internacional, esta es la realidad que debéis aprender a aceptar. Tener más contacto personal con extranjeros es un primer paso crucial.

Aquellos antepasados que lucharon por nuestra libertad, nos dejaron un legado de sacrificio. Debemos dejar el mismo legado a las generaciones futuras, haciendo lo que sea necesario para crear una Corea unida y abierta, una que todos los coreanos, así como todos aquellos que busquen refugio al huir de un conflicto, puedan llamar hogar.

Hyeonseo Lee es una destacada activista por los Derechos Humanos y autora del éxito internacional 'La chica de los siete nombres'. © 2018. The New York Times and Hyeonseo Lee.

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